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== Antecedentes históricos  ==
 
== Antecedentes históricos  ==

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San Miguel de Bagá (Nuevitas)
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San Miguel de Bagá. Se encuentra al Sur Este a 20 Km de la Ciudad Indsutrial de Nuevitas.

Ingenio Santa Isabel.jpeg


Antecedentes históricos

En 1801 los ingleses atacan el Bagá y lo destruyeron, las familias se dispersan. En 1817 se "funda" el pueblo del Bagá, que al año siguiente se declaró colonia. En el propio año se funda también San Miguel de Nuevitas. En ambos casos, contribuyeron a poblarlos inmigrantes de la Florida y Nueva Orleans.

Una tormenta arrasa al Bagá y a San Miguel en 1821. Muchas familias se mudan a la ensenada del Guincho; también lo hacen otras 21 de Pueblo Viejo. Se aprueba entonces oficialmente el establecimiento de un poblado frente a la ensenada del Guincho.

En 1824 casi todos los habitantes de Pueblo Viejo y la mayoría de los del Bagá se habían trasladado al Pueblo Nuevo, al que se le da el nombre de Caridad del Guincho y San Fernando de Nuevitas, indistintamente. Esto ocasionó un pleito con el Bagá, que pretendía también ser la única población y cabecera de ese nombre, que se había ordenado fundar ya en 1800.

Censo en los albores de la república neocolonial

San Miguel junto al Bagá formaban parte de Nuevitas. Estos barrios dependían de la totalidad de las materias, de la cabecera municipal a que se subordinaba, resultando independientes entre ellos su devenir en la etapa que se trata.

El 31 de octubre de 1899, auspiciado por las autoridades interventoras, se levantó un censo general de la población de la isla de Cuba, el cual arrojó datos de interés e importancia en cuanto a la situación demográfica que heredó el territorio de la etapa anterior, además de permitir la realización de un balance general en otros órdenes.

Población de San Miguel y el Bagá según censo de 1899:

Término

Municipal    

Barrio      Rural      
Número de habitantes
Realación del % al término municipal al que pertenece
Nuevitas
San Miguel
          716
               6.91

El Bagá
          277
               2.67
Total

   993


En los años siguientes la recuperación demográfica y urbana se concretó en un proceso más bien lento donde el más importante estímulo —aunque no el único—, fue la construcción del ferrocarril central y el impulso urbanizador de la compañía inversionista Cuban Railroad Company. El censo de 1907 nos permite reafirmar estas opiniones.

Población de San Miguel y el Bagá según el censo de 1907:

Término Municipal Barrio Rural Habitantes por Barrio
              Nuevitas     San Miguel                   1012


Los valores numéricos por barrios que aporta este censo expresan por sí mismos el estado demográfico y el avance discreto que en ese sentido tuvo el territorio en los ocho años que transcurrieron desde 1899 a 1907. En este lapso es innegable que la inmigración jugó un papel consolidador de la población. Así ocurrió al menos a nivel nacional; en la comarca no dudamos su influencia, pero el propio censo elimina la posibilidad de analizar el fenómeno al no recoger el informe el monto de inmigrantes en la etapa.


Extensión territorial


Circunstancias Geográficas

Las circunstancias geográficas superiores de la Caridad del Guincho hicieron que allí se establecieran definitivamente ciudad, puerto, aduana y demás dependencias públicas, sin perjuicio para el Bagá y San Miguel.

Santa Isabel, el ingenio que nunca molió

A unos diez metros de la carretera que une a Nuevitas con San Miguel, en plena y abrumadora llanura camagüeyana, se levantan , los restos calcinados del controvertido ingenio Santa Isabel. Una valla anuncia a los visitantes que, inevitablemente, se detendrán a observar las magnéticas ruinas de la fábrica: "Ingenio Santa Isabel del Castillo. Perteneció al mayor general Ángel Castillo Agramonte. Fue destruido por los españoles en 1868."

Entonces los visitantes que se acercaran a la torre de las calderas, construida de inmutables ladrillos rojos; estudiarán admirados los gigantescos engranajes, forjados por la West Point Foundry de Nueva York, allá por 1851 y 1852; observarán la caldera, mordida por la lluvia y el sol; y seguirán con la vista el canal por donde, alguna vez, corrió el guarapo, ¿o la sangre?

Cuentan que aquella mañana de 1865 el Ingenio Santa Isabel que todavía no se llamaba Santa Isabel brillaba como un diamante. Y en realidad lo era; aquella fábrica, construida con la más moderna tecnología para la producción azucarera, constituía la Joya más preciada del clan de los Castillos Agramonte, distinguidos miembros de la riquísima sacarocracia camagüeyana que, tres años después, se levantarían en armas tras la bandera independentista de Carlos Manuel de Céspedes.

Pero, aquella inolvidable mañana, la guerra aun parecía un sueño lejano y Angel Castillo Agramonte, el propietario principal del ingenio, sonreía satisfecho, aunque melancólico, anta la belleza mecánica destinada a moler caña de azúcar. En su mente revoloteaba el posible apelativo con que bautizaría a la fábrica, y el nombre de Doña Carmen, su desafortunada esposa muerta cinco años antes, cuando apenas sobrepasaba la mayoría de edad, le seguía pareciendo el mejor homenaje para la difunta madre de su hija Isabel.

Unos minutos antes de que comenzara la ceremonia da inauguración, Angel Castillo Agramonte llamó a su cuñado, Juan Bajés y Montaquet, hermano de Doña Carmen y codueño del ingenio, y le consultó el nombre con el cual sería definitivamente conocida la fábrica de azúcar.

A las diez en punto de la mañana, en una engalanada carroza tirada por dos alazanes de cuello perfecto, llegaron al Ingenio la pequeña Isabel Castillo Agramonte y Bajés, acompañada por Doña Concepción, la esposa de Don Juan un párroco de vientre abultado según las malas lenguas por su afición a la cerveza, especialmente traído desde el Camagüey para bendecir la nueva propiedad.

La dotación de esclavos, ubicada a unos 50 metros del trapiche, observaba en respetuoso silencio la llegada tormentosa de la pequeña Isabel, que lucía esa ingrata mañana un esplendoroso vestido de cintas rosadas, diseñado para la importante ocasión. Más cerca del ingenio, otros cuatro esclavos, atentos a los movimientos de Don Pastor, el viejo vizcaíno maestro de azúcar, montaban guardia junto a dos carretas cargadas de caña, cortadas esa misma mañana para emplearlas en la histórica, irrepetible y fatal primera molida.

Después del saludo y las bendiciones, el sacerdote se acercó al ingenio y rociando abundante agua bendita, recitó con voz estruendosa sus habituales latinajos y recordó el salmo bíblico tan a tono en esta ocasión en que el Señor le dice a David: “... y te daré por heredad las gentes, y por posesión tuya los términos de la tierra”. Concluida la oración, el propio Ángel Castillo Agramonte se dirigió a la máquina de vapor, ya preparada, y la puso en funcionamiento, provocando un movimiento de mecánicas rígidas y amenazadoras que fue saludado con una ovación de amigos y parientes achispados por el alcohol.

Mientras el párroco consultaba a los dueños del Ingenio el nombre que este escribiría —nombre que debía ser dicho en el acto de bautismo, cuando el guarapo llegara a la caldera —, el maestro de azúcar. Don Pastor, levantó su breve mano derecha y los esclavos que esperaban la señal aguijonearon los bueyes y los condujeron hacia el tándem. Las voces de mando que dirijan los pasos de Lucero y Canelo, Piedra Plana y Pajarito se confundieron con la algarabía de los invitados y de pronto, se oyó un grito fino y desgarrador, capaz de detener hasta la rotación del mundo.

Los presentes, ahogados en risas y palabras, corrieron hacía el canal por donde empezaba a correr un guarapo terriblemente rojo moteado con jirones de tela rosada: la pequeña Isabel Castillo Agramonte y Bajés, demasiado atraída por el espectáculo, había resbalado y caído en el molino. Su cuerpo frágil fue triturado así, como una caña más.

Detenida al fin la mecánica de la potente fábrica, Ángel Castillo Agramonte y varios esclavos, empezaron a extraer los fragmentos dispersos del cuerpo destrozado. Una carreta de caña y la vida de la pequeña heredera, fue lo único qua molió aquel ingenio que, desde entonces, se conocería como el Santa Isabel, sin necesidad de bautismo, y donde se cuentan en Nuevitas, Jamás se produjo ni una libra de azúcar...

La otra Historia

La leyenda triste y sangrienta de Santa Isabel, que tres años después sería quemado por las fuerzas españolas, prendió en la mente de los habitantes de Nuevitas, San Miguel y El Bagá y todavía muchos la pueden recitar de memoria.

Fuente

  • Biblioteca municipal de Nuevitas.

Enlaces externos