Audacia

Audacia
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Concepto:Término para lo arriesgado, atrevido, temerario o imprudente vinculado a la fortaleza del espíritu y la fuerza de voluntad.

Audacia. Del latín audacĭa, es el atrevimiento o la osadía. El término puede referirse a realizar algo arriesgado, atrevido, temerario o imprudente. Esta se encuentra vinculada a la fortaleza del espíritu y la fuerza de voluntad ("No tuve la audacia de decirle lo que se merece"; "Si Ramiro está a salvo, es gracias a la audacia de los rescatistas"; "El joven delantero tuvo audacia y pidió la pelota en todo momento").

Clasificación

La audacia puede considerarse de manera positiva o negativa. En su aspecto positivo, la audacia es una virtud que lleva a una persona al convencimiento de que, pese a las posibilidades y riesgos, puede alcanzar una determinada meta.

Alpinista

En cambio, cuando la audacia es mal utilizada o no reconoce límites, se convierte en algo negativo. En este caso, el sujeto realiza acciones poco prudentes sin ninguna base en la realidad.

La moderación entre una audacia beneficiosa y una audacia dañina debe estar dada por la razón. Lo mejor es que las decisiones vinculadas al impulso de la audacia sean tomadas después de una reflexión serena y a conciencia.

La audacia como pasión

En su primera acepción, la audacia es una pasión del apetito irascible, que acomete el mal difícil o arduo inminente para superarlo o destruirlo, movido por la esperanza de la victoria y de alcanzar el fin deseado. En este sentido, es un movimiento instintivo del hombre, delante del cual se presentan unas dificultades que le impiden conseguir algo que puede y desea lograr.

Deporte Extremo

El hombre, cuando ve un bien difícil pero posible, lo desea y espera, y ante los posibles obstáculos que se presentan a sus ojos dificultando su consecución, siente un movimiento pasión de acometerlos con audacia para vencerlos. En esta acepción, la audacia se opone a la pasión del temor, que le hace retraerse ante las dificultades cuando le parecen insuperables, o cuando no le compensan del bien que busca.

Naturalmente, la vehemencia de esta pasión depende fundamentalmente de la mayor esperanza del bien: cuando la esperanza de conseguir algo es firme, ésta incita a superar y destruir los impedimentos, y entonces surge un fuerte movimiento de audacia. Y, a su vez, la pasión de la esperanza aumenta cuando el poder propio del hombre físico, moral, intelectual y el que tiene de otra persona, son mayores; y, en el orden fisiológico al que también hace referencia la pasión, la audacia aumenta con el vigor corporal, la salud y la juventud. Evidentemente, esta pasión, que puede ser más o menos intensa en los distintos caracteres y en las distintas situaciones, no entra en el campo de la moralidad: es una premisa, que se da en mayor o menor grado en cada persona.

La audacia como virtud humana

Todo lo dicho pertenece a un plano meramente pasional: es sólo un movimiento instintivo, nacido de una aprehensión inmediata del bien a conseguir, de los peligros que lo obstaculizan y de las fuerzas con que se cuenta. Y este movimiento, que puede ser intenso y vehemente en el obrar, puede apagarse al experimentar las verdaderas dificultades; más aún, podría darse una no exacta valoración de la realidad y degenerar el movimiento en temeridad.

Salto de gran altura

Se requiere, por tanto, la intervención de la razón para hacer de esta pasión una virtud: una audacia consciente, reflexiva, enraizada en ideas, y no en intuiciones o en simples corazonadas, nacida de la serenidad del juicio. No se piense, sin embargo, que se trata de negar valor a la audacia como pasión: se trata sólo de dirigirla por medio de la prudencia, que redundará en un aumento de la fuerza pasional, siempre más recta y más al servicio de grandes empresas.

La audacia como virtud humana es un aspecto concreto de la magnanimidad, por la que el ánimo del hombre tiende a cosas grandes, y busca la virtud y el bien a toda costa. Y cuando las dificultades que se presentan en esa búsqueda son grandes y tratan de empequeñecer el ánimo para que desista de afrontarlas, la audacia mueve al hombre para acometer la empresa decididamente. Para que se dé la virtud, se requiere, por tanto, que haya esperanza racional de un auténtico bien, de algo que objetivamente perfecciona al hombre y le lleva hacia su fin. No puede ser audaz quien se lanza tras la consecución de algo que no lleva al hombre hacia su plenitud.

Y cuanto más grande es la empresa que el hombre desea y espera realizar, cuanto mayor recta estima tiene del bien y mayor claridad en su relación con el fin último, mayor debe ser la audacia. Mas a esta esperanza ha de unirse la intervención de la prudencia: la audacia, virtud racional, sigue a la deliberación de la inteligencia, en la que se consideran todos los peligros que amenazan, dentro de las más diversas situaciones hipotéticas posibles, de modo que se dé una justa proporción entre el bien que se busca y los peligros que hay que afrontar; y al mismo tiempo, considerar las fuerzas de que dispone el hombre para vencer esas dificultades.

En el plano humano, estos medios son las virtudes, la experiencia, los posibles medios exteriores necesarios, la ayuda de otras personas. Por tanto, la audacia está entre dos extremos: la pusilanimidad y la cobardía, de un lado, que obligan al hombre, bajo capa de falsa prudencia, a no acometer empresas grandes que llevan consigo dificultades y peligros, y, de otro lado, la temeridad y la presunción, por las que el hombre se arriesga sin necesidad o sin contar con las debidas fuerzas.

Fuentes