Defensa de la plaza La Habana (1895-1898)

La defensa de la plaza La Habana (1895-1898)
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Obra Arquitectónica  |  (Construcción militar)
Batería de Santa Clara Montaje de un cañón.jpg
Batería de Santa Clara. Montaje de un cañón Ordóñez de 30.5 cm
Descripción
Tipo:Construcción militar
Localización: Occidente, La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Uso inicial:Defensa de la ciudad
Datos de su construcción
Inicio:1895
Otros datos
Arquitecto(s):Varios


La defensa de la plaza La Habana (1895-1898) Fue un sistema de fortificaciones coloniales construido de la ciudad de La Habana.

Historia

El reinicio de las guerras de independencia, el 24 de febrero de 1895, y la designación de Arsenio Martínez Campos como capitán general de la Isla, el 16 de abril de ese mismo año, condicionaron una nueva etapa de gran actividad y desarrollo en los trabajos de fortificaciones en la plaza La Habana. A finales de octubre de 1895 se creó una comisión para estudiar y elaborar un nuevo plan de defensa de la ciudad. Su dirección la tenía el comandante de Artillería general José Lachambre. Los trabajos de fortificaciones se efectuaron según un nuevo proyecto que fue elaborado por el teniente coronel de ingenieros José Marva y Mayer aprobado por decreto real el 27 de noviembre de 1895.

En enero de 1896, cuando finalizaba el mandato del general Martínez Campos, comenzó la edificación de las obras defensivas del artillado de la plaza La Habana. Su construcción continuó durante la gobernación del teniente general Valeriano Weyler Nicolau. En esta etapa se realizó principalmente en el frente marítimo, la ejecución de nuevas baterías de costa:

  • En la zona de Barlovento (al este de la entrada de la bahía), las baterías de costa No.1 y No. 2 también llamadas la del barco perdido.
  • En la zona de Sotavento (al oeste de la entrada de la bahía) las baterías de costa No. 3, compuestas por dos obras una para emplazamiento de morteros y otra para cañones
  • La No. 4del Vedado
  • La No.5

Hubo que detener los trabajos por falta de recursos a finales de 1896, situación que se prolongó hasta después del 15 de febrero de 1898, cuando se produjo la explosión del acorazado Maine en el puerto de La Habana. Este hecho contribuyó al deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y España y condujo a la ejecución en las obras de los trabajos de blindaje, las cubiertas con parapetos de tierra y el cierre de sus frentes de campaña con muros aspillerados.

Para consolidar el frente marítimo y proteger el acceso por tierra desde la zona de Cojímar hasta el castillo del Morro y la fortaleza de La Cabaña, objetivos que garantizaban la estabilidad de la defensa de la plaza, el nuevo capitán general Ramón Blanco y Erenas ordenó la construcción del campo atrincherado de La Cabaña. Bajo el mando del gobernador de la fortaleza de La Cabaña, general de brigada Vicente Gómez de Ruberté, se inició la construcción de siete baterías de campaña, cuatro baterías de sitio, un abrigo defensivo, un reducto y treinta trincheras.

Estas obras formaban dos líneas defensivas las cuales quedaron concluidas en el mes de junio.

El 22 de abril de 1898 el Gobierno de Estados Unidos con sus fuerzas navales estableció el bloqueo naval de la Isla y declaró oficialmente la guerra a España. El mismo día, el capitán general Ramón Blanco decretó el estado de guerra para todo el territorio y ordenó acelerar los trabajos en las obras defensivas.

Se creó, por una orden general del Ejército, la División de defensa de la plaza La Habana compuesta por cinco brigadas. Como jefe de la división y a su vez gobernador militar de la plaza fue nombrado el general de división Juan Arolas Espluges.

El territorio de la plaza, para su defensa, se dividió en seis sectores: las cinco brigadas de la División, con un sector cada una y el Campo Atrincherado de La Cabaña. Se establecieron dos frentes: el marítimo y el terrestre. También se crearon las fuerzas de las zonas que formaban un cordón de vigilancia en los límites territoriales de la División, que se replegaban en caso de ataque hacia objetivos previamente indicados.

Tras la declaración del estado de guerra se intensifican los trabajos de fortificaciones. El volumen de obras a construir en un breve plazo era considerable y como las fuerzas que defendían los sectores no eran suficientes para cumplir los trabajos complementarios de campaña, hubo que convocar al personal voluntario para apoyarlas.

La división contaba con unidades ingenieras, organizadas en un cuerpo de ingenieros compuesto por:

  • Primer batallón del tercer regimiento de zapadores-minadores, con tres compañías.
  • Primer batallón del cuarto regimiento de zapadores-minadores, con dos compañías de pontoneros.
  • Batallón de comunicaciones, con tres compañías.

Estas fuerzas especializadas ejecutaban las fortificaciones permanentes, que eran las más complejas y de mayor rigor técnico.

Frente terrestre

En este frente se construyeron fortificaciones semiper-manentes y de campaña, a partir de un estudio detallado del terreno. Se estableció una defensa formada por tres anillos defensivos escalonados en profundidad. Las obras se clasificaron en tres grupos:

  • Primer anillo (obras de avanzadas): situadas en los sectores urbanos avanzados de Guanabacoa al este y Puentes Grandes al oeste de la ciudad.

El sistema estaba formado por cinco reductos: La Tropical, Buena Vista, La Ceiba y Chipre, dos baterías: Loma del Rosario y Corral Falso y tres atrincheramientos.

  • Segundo anillo (obras de primera línea): ubicadas en las elevaciones, vías de comunicaciones y pasos obligados en las afueras de la ciudad.

Integraban el sistema ocho reductos: Mordazo, Cruz del Padre, Mazo, Ingenito de Luyanó, San Felipe, loma La Cruz, Aguadita, Ingenito de Guanabacoa, cinco baterías: Acueducto, Río Hondo, San Felipe, loma La Cruz, Ingenito de Guanabacoa, la batería de morteros Mordazo y los atrincheramientos de Palatino.

  • Tercer anillo (obras de segunda línea): en el interior de la ciudad.

El crecimiento de la ciudad con el surgimiento de nuevos barrios, relegó a las obras que conformaban el sistema defensivo anterior a la profundidad, las cuales pasaron a considerarse como de segunda línea.

El sistema incluía la fortaleza de La Cabaña, los castillos de El Príncipe y Atarés, las baterías del campamento Las Ánimas, tres reductos, tres lunetas y ocho atrincheramientos en el barrio del Cerro y las barriadas de Jesús del Monte y La Víbora.

Los reductos y baterías se unieron mediante una red de trincheras carlistas que se caracterizaban por no tener parapetos ni espaldón. En los barrios y poblados se estableció una defensa por zonas, que incluyó la adaptación de edificaciones para el combate en combinación con sistemas de obstáculos en los que predominaban la construcción de barricadas y la instalación de alambradas. El frente llegó a tener un desarrollo fortificado de 25 km.

Frente marítimo

En la defensa de la costa se dedicó atención especial a los trabajos para blindar y cubrir los muros de las baterías mediante la colocación de rieles de ferrocarril cubiertos con capas de cemento Portland de 1,60 m de espesor y un recubrimiento de tierra adicional de hasta 2,50 m. Además, se construyeron grandes parapetos de tierra con un espesor de 12 a 14 m.

Como la mayor parte de las obras estaban semisoterradas, estos trabajos favorecieron la protección y el empleo eficiente de las piezas de Artillería allí emplazadas.

La actividad más difícil consistía en acarrear la tierra desde grandes distancias. Las baterías de Velazco, La Reina y Santa Clara fueron cubiertas en su frente marítimo con grandes taludes de tierra. En total se trasladaron más de setenta mil metros cúbicos de tierra.

Con el objetivo de reforzar y aumentar la efectividad del fuego en el frente se construyeron siete baterías auxiliares, tres a Barlovento y cuatro a Sotavento. En ambas zonas se estableció una estación telemétrica para la dirección del fuego y se emplazó un proyector eléctrico Breguet para la iluminación del litoral en condiciones nocturnas.

El frente se estructuró en tres zonas, zona de Barlovento, zona del canal de entrada al puerto y zona de Sotavento. Llegó a tener una longitud de 20 km, desde la ensenada de Cojímar hasta la playa de Marianao. Contaba como principales obras para su defensa con nueve baterías de costa, en las cuales fueron emplazadas 60 piezas de artillería de diferentes calibres.

Además se establecieron las defensas submarinas que integraban el sistema de protección de la entrada al puerto. Estas estaban conformadas por cuatro líneas de torpedos:

  • Primera línea, 12 torpedos mecánicos (Bustamante).
  • Segunda y tercera líneas, 9 y 7 torpedos eléctricos (Latimer Clark).
  • Cuarta línea, torpedos móviles (Whitehead).

Junto al acondicionamiento de las obras de fortificaciones se efectuó la construcción y mantenimiento de una amplia red de vías de comunicaciones y transporte. Quedaron establecidas las redes telefónica y telegráfica de los frentes terrestre y marítimo y de la zona exterior, y la red de heliógrafos con estaciones en el castillo de la Real Fuerza, castillo del Morro, la fortaleza de La Cabaña y la casa de Los Curas del campo atrincherado. También se realizó el mantenimiento y reparación de los caminos y vías férreas, el acondicionamiento de vados y la construcción de puentes. Sobre la base de los sistemas de fortificaciones clásicos ya existente y la edificación de nuevas tipologías de obras, compuestas por baterías, reductos y atrincheramientos agrupados en puntos de resistencia y combate se pudo establecer una sólida defensa en el extenso perímetro de la ciudad. De esta forma, a mediados de 1898, quedó organizado un anillo defensivo que trasformó a la plaza La Habana en una fortaleza.

Fuente