El Correo de las Damas

El Correo de las Damas
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Periódico de pequeño formato reconocido como la primera publicación insular destinada a las mujeres cubanas
Título originalEl Correo de las Damas
Primera edición1811
PaísBandera de Cuba Cuba

El Correo de las Damas. Fue un periódico (la palabra revista no era aún de uso en la época, al menos en Cuba) de pequeño formato, apenas 17 cm de largo por 13 de ancho, reconocido como la primera publicación insular de ese carácter dedicada al “bello secso” en 1811, quedando inaugurada la prensa destinada a las mujeres en la Isla, donde «eran resaltados preceptos morales, sexuales y de todo tipo sin escapar de la visión patriarcal de la sociedad cubana decimonónica donde los roles maternales, maritales y de la familia la ponían en una eterna minoría de edad».

El periódico

En el “Prospecto” inicial exponían:

“La mujer que carece de aulas donde instruirse, la mujer que tiene tanta o más disposición que el hombre para las ciencias, aquí encontrará remediada de algún modo esta desgracia, pues es bien sabido que los papeles públicos ilustran. La casada y la doncella, la soltera y la viuda, la joven y la anciana, el ama y la criada, la culta ciudadana y la inculta pastorcilla hallarán todas en nuestro ‘correo’, cuanto pueda serles útil y al mismo tiempo curioso y deleitable”.

Se publicó dos veces a la semana, miércoles y sábado, a partir del mes de marzo, constaba de cuatro páginas y se imprimió, primero, en el taller de Don Matías José de Mora y después en la Imprenta del Gobierno y la Capitanía General. Se vendía en la librería de Don Juan de la Puerta y en la tienda de los Pedraxas, en la calle de Ricla. Llevaba como epígrafe, debajo del título, la frase latina “Miscuit utile dulce”. Alcanzó a publicar 74 números (el último correspondió al 28 de noviembre de 1811) y tuvo más de 200 suscriptores entre “Señoras y Señores”, según un listado publicado en una de las entregas, donde estaban incluidos algunos de los personajes muy relevantes de la época, marqueses y condes, marquesas y condesas. Fue, sin duda, un éxito.

Los trabajos aparecieron generalmente bajo seudónimos —El tertulito, Ramona Poncita, La dama tertuliana, más dos desconocidos Feliza Bracal y José Antonio Puig— y figuraron poemas, discretos esbozos narrativos, crítica a las modas femeninas, temas sobre educación y algunas traducciones tomadas, preferiblemente, de la prensa francesa. Esporádicamente trataron asuntos cuyos títulos, como una “Apología a la libertad de imprenta”, resume la voluntad del escritor, y un poema en honor a Fernando VII. Figuraron también anuncios de ventas de ajuares para la mujer, tales como velos, vestidos negros de punto procedentes de Flandes, mantones, pañuelos y algunos géneros llegados de la lejana China.

Dieron a conocer cartas de los lectores criticando severamente o exaltando los materiales incluidos. El muy venerado Obispo Espada y Landa acusó a Bergaño y a su socio de atentar contra la moral pública e incluso llegó a publicar una pastoral contra el trabajo “Rasgo filosófico de Dorila”, inserto en uno de los números de esta publicación, a la que respondió Bergaño con un texto satírico. Ante la ofensa recibida por el obispo, el parroquiano Juan de Cabrera y Palma publicó “un obsequio” a este último, impreso, dice, debido al “escándalo público” provocado por una persona “que no estaba en su sano juicio”.

Permitirse el “lujo” de publicar dos suplementos —3 de abril y 1º. de junio— muestra la aceptación que Correo de las Damas tuvo entre su selecto público lector. Obligada a pasar, como otros “periódicos” de la época, por la pluma siempre inflexible del censor de turno —el español Olañeta fue el más temido de todas las épocas— presumiblemente siempre salió airosa.

La revista emuló con la titulada Tertulia de las damas (1811-1812), aparecida en mayo, y titulada después Tertulia de La Habana, de rasgo similar al Correo… y en no pocas ocasiones fue objeto de burla en las páginas de la del guatemalteco.

Simón Bergaño, autor de un “largo y prosaico” poema titulado “El desengañado”; o sea, “Despedida de la corte y elogio de la vida del campo”, publicado en La Habana en 1814, el mismo año en que fue desterrado a España, donde falleció en 1820, fue incluido por Roberto Friol en una larga lista de poetas nacidos en Cuba, o de extranjeros radicados en la Isla, que dieron tono a lo que se ha llamado “la manía de versar”, vocación al parecer muy extendida en esos años. Manía tuvo también, para beneficio de la cultura cubana, de editar periódicos como este Correo de las Damas, algunos de cuyos ejemplares se conservan, enriquecedor, sin duda, del patrimonio cultural cubano.

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