El bazar de las sorpresas (Película)

El bazar de las sorpresas
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Comedia de enredo, Clásicos del cine | Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
94 min
Otro(s) nombre(s)The Shop around the Corner
Estreno1940
GuiónSamson Raphaelson
DirectorErnst Lubitsch
Dirección de FotografíaWilliam Daniels (Blanco y Negro)
PaisBandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos

El bazar de las sorpresas (Filme). Deliciosa comedia sentimental que se basa en una situación de equívoco arquetípica: un hombre y una mujer mantienen una agradable correspondencia ignorando sus respectivas personalidades. En esta ocasión, Lubitsch cambió la mordacidad por un tono más sensible. Como sucede casi siempre en la obra de este director, la maquinaria dramática funciona con una perfección casi milimétrica.

Sinopsis

En una tienda de objetos de regalo de la ciudad de Budapest, el chico de los recados, Pepi Katona (William Tracy), rescata al propietario, Hugo Matuscheck (Frank Morgan), de su intento de suicidio al descubrir el adulterio de su mujer con uno de sus empleados. En la misma tienda trabajan el encargado, Alfred Kralik (James Stewart), y la nueva dependienta, Klara Novak (Margaret Sullavan), dos tabajadores del modesto negocio que se detestan ostensiblemente y que, sin embargo, mantienen una anónima y intensa correspondencia amorosa donde se idealizan sus anodinas vidas sin conocer sus verdaderas identidades.

Reparto

Críticas

El plano Lubitsch

1h05’44”: En ese punto de la cinta se encuentra un plano inolvidable, un plano casi mudo que ilustra lo que, para mí, viene a ser el «otro» toque Lubitsch.

Un funcionario con chaqueta negra clasifica el correo bajo una lámpara redonda que ilumina la parte izquierda del encuadre. Una carta, blanquísima, destella brevemente en una de sus manos.

Al fondo a la derecha, en penumbra, se atisba el casillero con los apartados de correos.

Un segundo funcionario, con bata blanca y un saco de cartas atraviesa la escena. La cámara, en escorzo, parece que lo sigue. El cuadro se cierra con firmeza y el funcionario lo abandona para no volver. Comprendemos que el travelling no pretendía acercarse al empleado sino al apartado de correos número 237, vacío y rodeado de casillas que sí contienen algún sobre.

En ese momento, anticipamos lo que va a ocurrir. Sentimos la punzada, el desencanto.

El enfoque se desplaza hacia el fondo de la casilla y el plano se hace fijo. Una mano enguantada irrumpe temerosa, tantea, busca, nada encuentra. La desilusión queda expresada por el movimiento de sus dedos. La mano se bate en retirada al tiempo que el rostro de Klara asoma por el casillero. Es un semblante de ojos tristes, hermosamente iluminado y enmarcado por el apartado de correos.

Lubitsch encadena al siguiente plano, ya en la tienda de Matuschek. Apenas han pasado veinticuatro segundos y han sido dibujados, por medios exclusivamente cinematográficos, los sentimientos de esperanza, temor y decepción.

Sin barroquismo ni sensiblería, Ernst Lubitsch distribuye las luces y las sombras –en la fotografía y en el retrato de las emociones. Entramos en el plano a rebosar de expectativas y el director nos lleva de la mano hasta el abatimiento.

Se suele decir que el ‘toque Lubitsch’ habita en la ironía fina y elegante. Pero, como se echa de ver en este plano, el alemán también acierta a deslumbrarnos con otro tipo de elegancia: aquella con que muestra el sentimiento puro, tembloroso, sin rastro de ironía.

La sutileza nos rinde pleitesía y el celuloide fija para siempre la emoción. El plano Lubitsch resplandece con la magia de los grandes.

Confusión psicológica

Amores platónicos, adulterios, desengaños, decepciones, intentos de suicidio, confusiones, enredos, groserías, sorpresas (por supuesto), amistades, reconciliaciones... Cuenta tanto en tan poco tiempo (unos 94 minutos) que parece de esas películas que duran tres horas pero se hacen cortas. Y todo con un reparto casi perfecto, desde Stewart (honrado, elegante, sincero hasta llegar al enfrentamiento verbal, vulnerable, normalmente respetuoso... un caballero con muchos matices) hasta el chico que hace de Pepi; aunque yo habría preferido a otra antes que a Margaret Sullavan –a Audrey Hepburn, por ejemplo: ¡qué pena que su generación fuera tan posterior!–.

Quizás la comedia romántica por antonomasia. Ha envejecido muchísimo mejor que otras y no resulta empalagosa para la los hombres (al menos a mí no me lo pareció, pues el punto de vista es eminentemente masculino), pero ha sido injustamente "olvidada".

El encanto de los apartados de correos

Lubistch a lo Capra (aunque algo más cínico) y mostrándonos unos cambios de tono en el metraje que ya los quisiera Ronaldinho en sus regates. Melancolía, comedia, ingenuidad, drama... todo se conjuga en su justa medida (¡el talento que hay que tener para conseguirlo!) dando lugar a una película redonda de irresistible candor para toda la familia que, creo, es de esas obras que además de ser intemporal tiene la virtud de gustar a (casi) todo el mundo.

Fantásticos secundarios, tanto por la interpretación como por lo bien perfilados que están esos pequeños y, en apariencia, vulgares personajes.

El problema de los remakes de este tipo de cine es que el talento de Lubistch no es algo palpable. Podemos tratar de explicitar sus bondades pero siempre quedará algo etéreo que consigue que la película funcione y que sale o no sale, no puede imitarse. Y es que esta película no se conforma simplemente con contarnos un romance y con la comedia que del equívoco pueda extraerse.

Es una tragicomedia que nos introduce de lleno y sin estridencias en el drama íntimo de los personajes y que, además, emplea ese microcosmos para hablarnos de la rigidez de las concepciones sociales imperantes, de la felicidad que deriva de las pequeñas cosas que la masa en su conjunto considera tontas o insignificantes, de la solidaridad a lo Capra (también la película tiene en común con el director nacido en Palermo el tono distendido, un ritmo que hace que la película avance de forma fluida y cálida aunque nos cuenten un intento de suicidio).

La tienda de la esquina

Gran comedia romántica, realizada por Ernest Lubitsch (1892-1947), que consigue filmar como premio de la MGM por el éxito de “Ninotchka” (1939). El guión, de Samson Raphaelson, colaborador habitual del realizador en estos años, adapta la comedia “Parfumerie” (1937), del dramaturgo húngaro Nikolaus Laszlo. Se rueda en platós de MGM Studios (Culver City, CA). Producido por Lubitsch para la MGM, se estrena el 12-I-1940 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en Budapest en 1937/38, durante las fiestas de Navidad. El encargado de una tienda de objetos de regalo, Alfred Kralik (Stewart), no simpatiza con la nueva dependienta, Klara Novak (Sullavan), contratada contra su opinión por Hugo Matuschek (Morgan). Alfred es el empleado más antiguo de la casa, donde trabaja desde hace 9 años. Es tímido, honrado, sincero, respetuoso, puntilloso en el trabajo y poco diplomático. Sus opiniones suelen chocar con las del Sr. Matuschek, que le aprecia y respeta. Klara es una muchacha joven, moderna, decidida y desenvuelta. Matuschek, el propietario, es autoritario y poco resolutivo. Le gusta intimidar a los empleados. El botones, Pepi Katona (Tracy), es ambicioso y algo vanidoso. El dependiente Ferencz Vadas (Schildkraut) es presumido y adulador. El otro dependiente, Pirovitch (Bressart), es callado, trabajador y amigo de Alfred.

El film suma comedia, romance y drama. Es una de las obras más populares del autor. La acción gira en torno a dos personajes principales, Alfred y Klara. Las relaciones entre ambos dan lugar a discusiones y desavenencias continuas, que el paso del tiempo no consigue atenuar. Su desarrollo entra dentro de lo que es una lucha de sexos entre un hombre experto, competente, pero vulnerable, y una mujer novata, que exhibe agudeza, modernidad, conocimiento de la psicología de las personas e ideas nuevas. Entre los recursos de humor se cuentan, además, enredos, confusiones, malentendidos, opiniones contradictorias, iniciativas descabelladas, manías, sorpresas, extravagancias, rarezas, etc. El film es menos mordaz y cáustico de lo habitual. Consigue un excelente resultado con el juego que se establece entre la dulzura y el encanto del relato y la tristeza que se desprende de lances e incidencias de la subtrama. Con sutileza y sentido de la oportunidad, mezcla alegrías, expectativas esperanzadas y vivencias gozosas, con adulterios, rupturas de parejas, tentativas de suicidio, soledades, etc.

La acción se sitúa en un universo de personas sencillas y populares, a diferencia de lo que curre en la mayoría de los trabajos del realizador, dominados en general por la presencia de la alta sociedad, sus costumbres y sus prejuicios. La obra suma, equilibradamente, sentimientos, emociones, entretenimiento y humor.

Fuentes