El flechador del cielo

El flechador del cielo (Pintura)
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La pintura de Jesús Helguera muestra la historia de un flechador indio mexicano con un arco disparando al cielo y una doncella acostada a su lado
Datos Generales
Autor(es):Jesús Enrique Emilio de la Helguera Espinoza
Año:1958
País:México
Estilo pictórico:Paisaje
Técnica:Grafito/Papel

El flechador del cielo es una pintura, copia con técnica de carboncillo donde se muestran a un indio con una doncella, del pintor mexicano Jesús Helguera.

Historia

Según cuenta la historia de un flechador: Nunca se le había visto tan triste. Por eso, la gente comentaba entre sí: —¿Qué le pasa a Ilhuicamina? —¿Qué le sucede al Flechador del Cielo? —¿Qué tristeza le hiere?... Y nadie sabía, más que él, su dolor. Tenía una herida, no de flecha de batalla guerrera —¡tantas batallas de esas había ganado!—, sino de flecha de batalla de amor. Era esa la flecha que le molestaba dentro, la que había hecho callar sus cantos y apagar su voz.

Caminaba con los ojos perdidos, lentamente —como una tortuga sin su mar. Quien le miraba no lo reconocía. Él, el de los brazos fuertes; él, el de la voluntad férrea; él, el de los ojos que sabían ver lejos; él, el de la inteligencia clara..., estaba cabizbajo, vencido.

—¿Qué te acontece? —le preguntaban quienes le querían bien. Pero él no contestaba, ni para bien, ni para mal. Tan sólo el cenzontle, pájaro de muchas voces, y el ciervo, venado de cuernos de madera, lo veían por las tardes. Se encaminaba a la cima de una montaña cercana; y desde ahí, con su arco lanzaba rabiosamente flecha tras flecha hacia arriba, como si al tirar quisiera clavar sus puntas, sus filos de obsidiana, en la entraña del cielo.

Tan sólo el tecolote lo había visto muchas noches. llhuicamina, el Flechador del Cielo, subía la cima de la misma montaña y se sentaba en una piedra a meditar, con la mirada alta. De vez en cuando cerraba los ojos, para pintar con su pensamiento a su amada Citlalixochitl, estrella flor, para pensar en ella. El padre de la muchacha no le permitía unirse a él, flechador y guerrero por oficio. Y así, meditando y meditando, lo sorprendía el lucero de la mañana.

En una ocasión, el guerrero llhuicamina y la bella Citlalixochitl, se vieron a escondidas. Ella habló del temor a su padre y él habló de su enojo.

—¿Por qué ocultarnos?... ¿Por qué ahogar nuestras emociones?... ¿Qué mal hacemos con querer ser compañeros de la vida?... Entonces Estrella-flor, con labios temblorosos, pero voz serena, dijo: —No nos demos por vencidos, pero tampoco dejemos que nos ciegue el odio. Busquemos una solución, una salida. Mi padre se ha dado cuenta sólo de los impulsos de nuestros cuerpos jóvenes, pero no conoce nuestros sentimientos.

Mostrémoselos, abrámosle nuestro corazón. Así lo hicieron: Por el camino llamado "Sendero de la Serpiente Luminosa" se encaminaron rumbo a la casa del padre de la muchacha para hablar con él. Llegaron cuando las sombras de la tarde anunciaban el ocaso del día.

El padre de la muchacha los recibió con recelo y de ese modo también les escuchó decir que ellos querían unirse. Se lo dijeron con tal firmeza y claridad que el hombre no encontró otra salida.

—Bueno, está bien, será lo que ustedes dicen; se unirán. Pero voy a ponerte una condición, llhuicamina. Puesto que eres guerrero y flechador, escucha bien: deberás clavar la punta de una de tus flechas en el mero corazón del cielo, deberás herirlo, tendrás que hacerlo sangrar. Cuando lo logres, vuelve. Entonces no pondré reparo en tu unión con mi hija. Lo que pedía el padre de Citlalixochitl era demasiado. Ella y el Flechador del Cielo lo sabían; pese a todo se dieron fuerza uno al otro.

—No nos demos por vencidos, ni dejemos que nos ciegue el odio. Pensemos, dispongamos de toda nuestra inteligencia y voluntad —decían entre sí.

El padre de Estrella-flor estaba muy seguro de que llhuicamina nunca podría clavar ninguna flecha en el corazón del cielo. Eso sí: curioso veía al guerrero subir a la cima de una montaña y lanzar sus flechas con filo de obsidiana, desde que amanecía hasta que la oscuridad y el canto del tecolote invadían el campo.

Pasaban los días y el flechador lanzaba más altos sus tiros, pero no lograba siquiera rozar el cielo.

Muchas auroras y muchas lunas habían visto a llhuicamina subir el pico de la misma montaña. Le habían visto cansarse, pero no perder la voluntad; tiro tras tiro seguía insistiendo, buscando lo imposible, luchando contra sus propias limitaciones de ser humano. Tiro tras tiro buscaba clavarle su flecha al corazón del cielo. Una tarde, cuando todo parecía perdido, cuando todo parecía lucha de más, los pájaros graznaron fuerte, los venados corrieron con su veloz lentitud, la yerba y los árboles se estremecieron, gentes y gentes gritaban y manoteaban asombradas: —¡El sol se hincha!... —¡El cielo está sangrando!... —¡La sangre del cielo pinta las montañas!... —¡La sangre del cielo se refleja en el río y corre por sus aguas!...

El padre de la muchacha salió de su casa y se quedó pasmado, quieto como si tuviera raíz, con los ojos abiertos, muy abiertos. Ante él pasaban unas mujeres manoteando; a su alrededor se escuchaba un griterío de niños y de pájaros. Arriba de él, el sol se hinchaba cada vez más; allá el cielo se manchaba, se pintaba de un color rojo encendido. Para él, desde ese momento, ya no había duda: ¡llhuicamina había hecho sangrar el cielo! Pasado el asombro, el padre de Citlalixochitl pidió que alguien llamara a llhuicamina.

Cuando estuvieron cara a cara, el padre de Estrella-flor y el Flechador del Cielo, le dijo: —No me guardes rencor. Uno siempre quiere lo mejor para los suyos. He visto que eres un hombre de voluntad que no se vence fácil. Por eso y porque mi hija es dueña de sus sentimientos y su razón, acepto que se unan. Vivan juntos, pues, y que les vaya bien, que los acompañen flores y cantos. Desde entonces volvieron a brotar cantos de los labios de Citlalixochitl y de llhuicamina; desde entonces no cesaron, desde entonces se extendieron como un eco.

Cuenta la leyenda que, desde entonces, los pájaros anuncian en las tardes la presencia de llhuicamina, ya no en persona, sino en espíritu. Dice también que si los pájaros cantan con más fuerza en un momento dado, es porque lo están viendo subir al pico de su montaña. Siempre va acompañado de Citlalixochitl. Cada uno toma su arco y su flecha, cada uno apunta hacia arriba, cada uno lanza su proyectil hacia el espacio. Las flechas de Citlalixochitl y de llhuicamina han volado y se clavan en el corazón del cielo, que es el sol. Ahí muere un día y nace una noche. A eso nosotros le llamamos ocaso, a eso nosotros le llamamos caída del sol... crepúsculo... Leyenda tradicional mexicana.

Descripción de la Obra

Un cuadro verdaderamente simbólico en el que se muestra Quizás no se lo imagine, pero la famosa “Cuauhtimiña”, aquella posición de lanzar imaginariamente una flecha con la que festejaba Cuauhtémoc blanco cada gol que metía, y que también la utiliza el plusmarquista mundial de las carreras de 100 y 200 metros, el jamaiquino Usain Bolt, pudo tener su origen en esa imagen ya clásica del Flechador del Cielo pintada por Jesús Helguera, y reproducida en los miles de calendarios que vemos cualquier rincón del país, casa y negocio. Esa es la importancia del gran Helguera, conocido como “el pintor de calendarios”.

Datos del autor

Nació el Jesús Enrique Emilio de la Helguera Espinoza el 28 de mayo de 1910, fue un pintor e ilustrador mexicano, hijo de Álvaro de la Helguera García, economista español emigrado a México, y de la mexicana María Espinoza Escarzaga.

Vivió los primeros años de su infancia en la Ciudad de México y posteriormente en la ciudad veracruzana de Córdoba. A los siete años abandonó México con su familia a causa de la revolución mexicana y emigró a España. Allí radicó inicialmente en Ciudad Real y posteriormente en Madrid, donde, a los doce años de edad, ingresó en la Escuela de Artes y Oficios, bajo la tutela de Hipólito Hidalgo de Caviedes, dos años más tarde ingresó en la Academia de San Fernando para completar sus estudios de pintura; estudió primeramente bajo la tutela de Cecilio Plá y Moreno Carbonero y después con los maestros Marcelino Santamaria, Manuel Benedito y Julio Romero Torres.

Su trayectoria escolar, conjuntamente con el estudio independiente de obras en el Museo del Prado lo llevaron a ser galardonado en un concurso del Círculo de Bellas Artes con diferentes premios y matrículas de honor. El prestigio obtenido le abrió la posibilidad de trabajar como ilustrador para diferentes editoriales.

Helguera tuvo su primera experiencia docente a los 19 años de edad como maestro de dibujo en la primaria. Sin embargo, algunos años después ganaría un concurso por oposición para obtener una plaza de maestro de arte en un instituto de Bilbao. Este sería el inicio de una carrera sobresaliente en la enseñanza pictórica española.

Al estallar la guerra civil española, Helguera, en familia con su esposa Julia Gonzáles Llanos y con sus dos hijos (María Luisa y Fernando), optó por retornar a México ante las dificultades económicas en las que se encontraba. Su primer trabajo en México lo encontró en la revista "Sucesos para todos". durante ese tiempo recorrió el país para hacerse una imagen del mismo y de sus costumbres y tradiciones y conocer su geografía, de esta forma es como nació la que sería la primera versión de "La Leyenda de los Volcanes", uno de sus trabajos más reconocidos.

A partir de 1954 y hasta 1970 trabajó para la editorial Galas de México, la editorial encargada de reproducir su obra de forma seriada para publicidad comercial por encargo de la Cigarrera La Moderna. Falleció el 4 de diciembre de 1971 a causa de una hernia intestinal.

Fuentes