Industria azucarera en Bejucal entre los siglos XVIII y XIX

Industria azucarera en Bejucal entre los siglos XVIII y XIX
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Concepto:Para lograr sus propósitos fue indispensable el crecimiento o fomentación de ingenios, los cuales se extienden por todo el territorio habanero, adquiriendo una nueva dimensión.


Industria azucarera en Bejucal entre los siglos XVIII y XIX .

Historia

A comienzo del siglo XVIII la naciente oligarquía criolla encuentra en el azúcar un nuevo camino de reconquista económica, favorable para convertirse en un gran productor, con vista a ocupar un importante lugar en el mercado internacional. Para lograr sus propósitos fue indispensable el crecimiento o fomentación de ingenios, los cuales se extienden por todo el territorio habanero, adquiriendo una nueva dimensión, provocando transformaciones ambientales que van desde la sustitución de aéreas ganaderas o monterías por espaciosos cañaverales, la tala indiscriminada de regiones boscosas para convertirlas en grandes campos de cañas y el desplazamiento de zonas tabacaleras hacia otros territorios del país.

Según estudiosos del tema, para finales del siglo XVIII molían en la región habanera alrededor de 237 ingenios, de ellos 45 en la zona comprendida entre Guanabacoa-Río Blanco-Canasí, 29 fabricas lo hacían entre Guanajay y Bahía Honda, mientras que 76 plantaciones azucareras en plena producción se encontraban en la zona centro de la provincia. En sus inicios fueron pequeños trapiches con 9 o 10 esclavos movidos por fuerza motriz animal, produciendo mascabados y raspadura, procesando como máximo una caballería de tierra cañera. Esta manufactura rural de cierta complejidad técnica con el tiempo se fue perfeccionando con la introducción de los trapiches horizontales de hierro y un incremento de la mano de obra esclava, lo que permitió duplicar la producción. Con la sustitución de la fuerza motriz animal por la máquina de vapor, los ingenios semimecanizados buscan una utilización más racional del fuego, con un aumento de la producción pero no del rendimiento de la caña de azúcar.

Existieron otros ingenios pero de menor proporción en la provincia, movidos por fuerza hidráulica, como los instalados a lo largo de las corrientes de los ríos Almendares y Cojimar, así como en el valle de Güines.

Las primeras informaciones que conocemos sobre la existencia del cultivo y procesamiento de la caña de azúcar en la actual zona de Bejucal, provienen de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se hace referencia de algunas primitivas fábricas con una cierta forma de industria domestico-rural, cuyos molinos verticales de madera eran accionados por fuerza motriz animal, procesando mascabado y raspadura, azúcar que consumía la reducida población dedicada entre otros menesteres a la ganadería, la siembra de frutos menores y el cultivo del tabaco el cual ya estaba extendido por toda la zona desde la segunda mitad del siglo XVII. “Es importante precisar que, como regla general, todos los ingenios azucareros, por muy rudimentarios y artesanales que fueran, necesitaron en todas las épocas de una importante inversión inicial de capital, mucho mayor que los que necesito el resto de las empresas agrarias de la Isla.” [1]

El carácter domestico-rural de estas fábricas, como se deduce por sus rudimentarias maquinarias, imposibilitó organizar una producción de valor comercial, a pesar de la existencia de ingenios como Nuestra Señora de Loreto de Ignacio Peñalver quien realizo cambios en el crecimiento de la capacidad promedio de producción, teniendo alrededor de 100 esclavos y sobrepasando las diez mil arrobas por zafras. “Ya para la década de 1760, la documentación muestra que los ingenios aumentan de forma considerable, no solo desde el punto de vista global, sino también cuando se realizan las inversiones relativas. Entonces eran instalaciones de mayor capacidad y tamaño, tipificadas por otros materiales de construcción. De la madera y el guano de palma, que eran los elementos constructivos abundantes y baratos…. se paso, en la década de 1760 a la mampostería y las tejas.” [2]

Tras la toma de La Habana por los ingleses en 1762, hay un aumento del comercio esclavo, surgiendo un periodo de grandes financiamientos hacia la producción del azúcar, la que provoca un incremento en las solicitudes de préstamos para establecer ingenios. Arango y Parreño califica este periodo como de “época Félix”, Julio Le Riverend la caracteriza como un periodo de financiamiento casi absoluto del capital comercial a la producción azucarera.

Es significativo observar que al producirse la revolución haitiana en 1792 desaparece el gran competidor de la sacarocracia habanera, obligando a los productores azucareros bejucaleños a elevar la producción en aras de satisfacer la demanda, por lo que se hace necesario la introducción de nueva tecnología, incorporando en alguno ingenios, modernos trapiches con masas horizontales todos de hierro y con un buen rendimiento, además de la aplicación de la maquina de vapor al trapiche, suceso que ocurrió por primera vez en Cuba el 11 de enero de 1797 en el ingenio Nuestra Señora de Loreto de Seybabo del conde Mopox y Jaruco, en la jurisdicción de Bejucal. “Molió durante varias semanas. El experimento no tuvo éxito, pero los sacarócratas no se desanimaron. Comprenden que el problema esencial no esta en la bomba en si, sino en el tipo de trapiche y el absurdo sistema de transmisión instalado.” [3] Todo indica que el mayor número de ingenios en Bejucal tuvo su auge en la segunda mitad del siglo XVIII, llegando a contar con 16 fábricas de azúcar las que molieron hasta mediados del siglo XIX como presentamos a continuación:

Ingenio Dueño Extensión T. Molienda
Santo Domingo del Rosario de Biajacas Don Pedro Beltrán de la Cruz 32 caballerías 1750-1826
Nuestra Señora de Loreto Ignacio Peñalver 30 caballerías 1751-1825
Santa Rosa de Poveda Doña Juana Molina viuda del Castillo 30 caballerías 1763-1800
Nuestra Señora de Aguas Santas Don Juan José del Castillo y Sucre 30 caballerías 1767-1833
Talanquera Don Gabriel M de Azcarate 9 caballerías 1772-1820
Jesús María Don Gabriel de Cárdenas Márquez de Cárdenas 30 caballerías 1784-1830
Santísima Trinidad Doña Inés González 12 caballerías 1790-1828
Santa Bárbara Señora Marquesa de Cárdenas 44 caballerías 1796-1852
San Antonio de Barreto Márquez de Villa Alta 30 caballerías 1797-1828
Nuestra Señora del Loreto de Seybabo Conde Mopox y Jaruco 40 caballerías 1787-1815
Juan Bautista Poveda Márquez de Cárdenas de Monte Hermoso 35 caballerías 1798-1824
Santa Ana de Aguiar (Concepción) Don Andrés Grillo 26 caballerías 1798-1876
Espíritu Santo Marqués de San Felipe y Santiago 30 caballerías
Nueva Luisa (a) La Pita Doña Asunción Ortiz 32 caballerías ¿-1826
Juan Ramírez Marqués de San Felipe y Santiago 35 caballerías 1798-1828
San Paulo Cuartón de Aguas Verdes Don Juan García de Cazares 6 caballerías 1799-1820

Un aspecto esencial en el desarrollo productivo de estas fábricas estaba dado en la mano de obra, la que recayó fundamentalmente sobre la fuerza esclava traída de África quienes trabajaban largas horas en el corte y alza de la caña, además de su transportación a los ingenios. “Aunque el negro fue la gran solución a la mano de obra azucarera, el obrero asalariado jugó también un importante papel en esta etapa de rápido crecimiento. En la década finales del siglo XVIII y este hecho ha de repetirse también después de 1850 el obrero asalariado participaba activamente en la producción. En sus violentos auges el ingenio absorbió a todo el pequeño campesinado del tabaco y los frutos menores…. Queda constancia como la naciente población blanca de los Güines, Santiago y Bejucal, paso al ingenio atraído por los altos jornales.” [4]

Como consecuencia de factores como la mala calidad de las industrias, los suelos, la falta de caminos para transportar el azúcar y sobre todo la necesidad de combustible, ya que el sistema de pailas empleadas, necesitaba un alto consumo de la leña o bagazo, origina un acelerado descenso de las fabricas de azúcar, al extremo de llegar a contar para el año 1830 con la existencia de cinco ingenios nombrados: Aguas Santas, Jesús María, Santa Bárbara, Espíritu Santo y Santa Ana de Aguiar, los que molieron en conjunto para ese año 40 000 panes de azúcar, producción que tenia como destino la capital y el puerto de Batabanó, siendo transportados en carretas tiradas por bueyes o mulas cuyas cargas ordinarias se estimaban en 10 cajas de azúcar como promedio y con un peso común de 200 arrobas. Es importante destacar que para transportar el azúcar desde los ingenios hasta sus lugares de origen fue necesario crear varios recipientes o envases, como las llamadas cajas de madera, las que tenían una capacidad que oscila entre 16 y 22 arrobas, existieron otras cajas más pequeñas con capacidad entre 5 a 6 arrobas de azúcar. Un recipiente de gran utilidad lo fue el barril (bocoy) confeccionado en barro, con una capacidad que oscilaba entre 40 o 60 arrobas de azúcar mascabada la que contenía gran cantidad de mieles.

En los años que transcurrieron entre 1830-1860 se introduce en nuestro país el ferrocarril, el cual inaugura su primer tramo de vía férrea Habana-Bejucal el 19 de noviembre de 1837, permitiéndole a los dos ingenios existentes en la localidad (Santa Bárbara y Santa Ana de Aguiar) poder transportar sus productos hacia la capital. Con el tiempo las viejas maquinarias de los ingenios comienzan a presentar inconvenientes, el precio para invertir en modernizar las fábricas son muy altos, los materiales empleados en la combustión van desapareciendo, escasea la mano de obra, las deudas obligan a nuestros hacendados hipotecar o vender sus tierras. Estos factores originan la desaparición total de los ingenios, cuyas tierras fueron vendidas y parceladas para ser utilizadas en el cultivo de viandas y frutas, con gran demanda en la capital del país.

Referencias

Fuentes

  • Lic. Oscar Sánchez Arencibia. La industria azucarera en Bejucal entre los siglos XVIII y XIX.