Juan José Valle

Juan José Valle
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General patriota argentino
Nacimiento15 de marzo de 1904
ciudad de Buenos Aires,
Argentina Bandera de Argentina
Fallecimiento12 de junio de 1956 (52 años) 
Penitenciaría nacional de Las Heras,
barrio de Palermo,
ciudad de Buenos Aires,
Argentina Bandera de Argentina
Causa de la muertefusilamiento
ResidenciaBuenos Aires
Nacionalidadargentina
Ciudadaníaargentina
Conocido porliderar una sublevación revolucionaria contra la dictadura de Pedro Aramburu.
Partido políticoPartido Justicialista
HijosSusana Valle (1936-2006) 

Juan José Valle (Buenos Aires, 15 de marzo de 1904 - Buenos Aires, 12 de junio de 1956) fue un militar argentino que el 9 de junio de 1956 encabezó una fallida sublevación cívico-militar contra la dictadura militar autodenominada Revolución «Libertadora» y dirigida por el general Pedro Eugenio Aramburu. Derrotado el movimiento, Valle fue fusilado sin juicio previo por orden de Aramburu, junto a otros revolucionarios. Por este asesinato, los militantes del campo popular le cambiaron el nombre a «la Libertadora» con el mote de «la Fusiladora».[1]

Síntesis biográfica

A los 22 años se recibió de ingeniero militar. Su capacidad profesional e inteligencia le permitieron desarrollar su carrera militar en los más prestigiosos destinos. Antes del movimiento del 9 de junio de 1956 nunca había participado en política.

Revistó en el Colegio Militar de la Nación como jefe de sección y comandante de la Compañía de Ingenieros Zapadores Pontoneros. Su inteligencia y contracción al estudio motivaron que fuera profesor de la Escuela Superior Técnica.

Fue miembro de la Comisión de Adquisiciones en el exterior, en París, Francia, tiempo que aprovechó para continuar su capacitación profesional.

Sus sobresalientes aptitudes profesionales lo llevaron a ser nombrado jefe del Batallón 4 de Zapadores Pontoneros en la ciudad de Concepción del Uruguay (en la provincia de Entre Ríos) y luego subdirector de la Escuela de Zapadores (hoy Escuela de Ingenieros Juan José Valle), la misma que a partir de 2006 lleva su nombre, Inspector de Ingenieros y Director General de Ingenieros hasta la finalización de su carrera con el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955.

En 1935, con 31 años de edad, se casó con una joven porteña de familia de la clase alta, Dora Cristina Prieto, con quien tuvieron una sola hija, Susana Cristina Valle (1936-2006).

El golpe militar de 1955, la Revolución Libertadora

El 16 de septiembre de 1955 comenzó una insurrección militar contra el gobierno constitucional del presidente Juan Domingo Perón. El 18 de septiembre el ministro Franklin Lucero solicitó por radio un parlamento entre los bandos opuestos y Perón envió una carta al Ejército ofreciéndoles entregar su mando. En base a esta carta se constituyó una Junta Militar integrada por 17 generales entre los cuales estaba el general Valle, la cual inició negociaciones con los rebeldes y el 21 de septiembre convinieron con ellos los puntos de acuerdo en base a los cuales se entregaría el poder, lo que se realizó el 23 de septiembre de 1955.

El poder fue asumido por un gobierno militar dirigido inicialmente por el general Eduardo Lonardi, removido poco después por el general Pedro Eugenio Aramburu quien asumió el poder el 13 de noviembre de 1955. Como parte de la política de ilegalización del peronismo, el gobierno militar dio de baja al general Valle.

En solo seis meses, la dictadura echó por tierra casi todos los avances sociales y económicos logrados durante las dos presidencias de Perón (1946-1955). Por primera vez en su historia, Argentina era un país acreedor (otros países tenían deuda con ella) y el Banco Central tenía 371 millones de dólares en reservas (no había déficit fiscal sino superávit). A principios del año 1956, Aramburu tomó deuda externa por 700 millones de dólares, que no pudo pagar, dejando al país en «default».[2][3] En solo tres años de dictadura, la deuda externa alcanzó los 1800 millones de dólares. El déficit fiscal alcanzó los 38 000 millones de dólares en 1958.[4]

Levantamiento de 1956

En la noche del 9 de junio de 1956 comenzó una insurrección cívico-militar peronista comandada por el general Juan José Valle. El movimiento se desplegó en varias partes del país, pero fue rápidamente desbaratado. En los enfrentamientos los sublevados mataron a tres personas ―Blas Closs, Rafael Fernández y Bernardino Rodríguez― y tuvieron a su vez dos muertos ―Carlos Yrigoyen y Rolando Zanera― sin contar los que fueron luego fusilados.

El gobierno militar decidió efectuar un castigo ejemplificador y completamente inusual para la historia argentina en el siglo XX disponiendo el fusilamiento de los sublevados. Entre el 9 y el 12 de junio de 1956, 27 civiles y militares fueron fusilados, algunos de ellos en fusilamientos clandestinos realizados en José León Suárez, antes de la orden de ley marcial.

Asesinato sin juicio previo

Antes de enfrentar el pelotón, el general tuvo varios gestos. Renunció al Ejército, pidió ser fusilado de civil, y rechazó al confesor que le han asignado, Iñaki de Aspiazu, por ser un capellán militar. En su lugar, solicitó la presencia del sacerdote peronista Alberto Devoto.[5]

Los asesinos dejaron que el general Valle hablara unas últimas palabras con su hija, Susana Valle (de 19 años).[6] Cuando Susana Valle ingresó a la Penitenciaria Nacional, ya Aramburu había fusilado a 25 hombres (12 de ellos en un basural en las afueras de Buenos Aires). El edificio era majestuosamente tétrico, sus muros tenían una altura de siete metros y el espesor en su base alcanzaba los cuatro metros, por dentro era un semicírculo panóptico, un sistema celular de celdas distribuidas en dos pisos. Susana sabía que era la última vez que vería a su padre. El general Valle salió de la celda rodeado de marinos, era evidente que el asesino general Isaac Rojas no confiaba en nadie y dispuso que su gente se cerciorara hasta del tiro de gracia. Susana al ver a los militares que custodiaban a su padre, les gritó «¡asesinos!». Un enfermero estaba con la guardia de marina y tenía preparados dos «chalecos de fuerza», previendo que el padre o la hija se convirtieran en monstruos. Evidentemente esos hombres no podían ver su propia monstruosidad, la que describió el mismo Valle en su carta póstuma a su asesino Aramburu:

Con fusilarme a mí, bastaba. Pero no: ha querido escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad que ha confesado el mismo Rojas… Ha querido desahogar una vez más su odio contra el pueblo. De aquí está inconcebible y monstruosa ola de asesinatos. A cada paso la palabra «monstruos» brota incontenida de cada argentino.
General Juan José Valle, carta al dictador Pedro Aramburu[7]

Susana Valle tenía 19 años cuando lo vio a su padre por última vez en una celda de la Penitenciaría Nacional:
―Susanita, si derramás una sola lágrima no sos digna de llamarte Valle.
―Pero, ¿quién te condenó, Papá?
―No lo preguntes jamás, querida mía. Yo quisiera que nunca lo supieras, nunca, para que tu corazón no odiara jamás.
―Pero, ¿por qué te entregaste? ¿Por qué no entraste en una embajada? ¿Por qué has querido que estos te maten?
Valle vio que su hija prendía un cigarrillo, era la primera vez que hacía eso delante de él, le pidió que le convidara uno y luego le siguió hablando.
―Porque no podría con honor mirar a la cara a las esposas y madres de mis soldados asesinados. Yo no soy revolucionario de café. No me tenés que llorar vos a mí; yo soy el que tendría que llorarte a vos y a Mamita, que se quedan en este mundo. En este instante yo sería el hombre más feliz, si no fuera porque sé que ustedes van a sufrir tanto. Tu misión ahora será cuidar a tu madre. ¡Debes quererla mucho!
Miró al sacerdote que entraba a la sala, lo abrazó y al ver que el sacerdote lloraba, le dijo:
―¿Cómo, Padre? ¿No nos ha dicho usted siempre que en este mundo vivimos de paso, y que la verdadera vida es aquella a la que ahora me empujan los que me condenan?
Los militares de la Marina contemplaban la escena y sus únicos gestos eran mirar el reloj continuamente, esperando que llegara la hora:
―Es hora ―dijo uno de ellos.
Valle se sacó su anillo de matrimonio y entregó unas cartas que había escrito para sus familiares y para su verdugo:

Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. [...] Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las esposas de ustedes tarde o temprano verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos.
General Juan José Valle, carta al dictador Pedro Aramburu[7]

Besó a su hija Susana y se despidió.

A mi padre lo fusilan a las 22:20 del 12 de junio de 1957. Pude despedirme de él. Me vio llorar. Me paró. Y me pidió un pucho. Yo estaba cuando el párroco de la iglesia Santa Elena, en la calle Seguí, donde íbamos, vino a confesarlo. Era Alberto Devoto, que lloraba, pobre. Mi padre le dice a Devoto: «No llore, Padre, si usted me enseñó que en la otra vida se está mejor. ¡No me haga dudar ahora!». Después, viene un milico y me da 12 000 pesos. Yo le dije: «¡Métase la plata en el culo!». Pero mi papá dijo: «Llevala, no se la vamos a dejar a estos. Dásela a tu mamá». El cuerpo de mi padre me lo dan al otro día. Nos lo trae Devoto, que después fue obispo de Goya. Lo velamos en nuestra casa, llena de espías.
Susana Valle[8]

A las 03:00 de la madrugada, Presidencia de la Nación dio un comunicado: «Fue ejecutado el exgeneral Juan José Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado».

Fuentes