La Telesita

La Telesita
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País o región de origenSantiago del Estero, Bandera de Argentina Argentina

La Telesitaes una de las historias más populares de Santiago del Estero. la joven Telésfora Castillo, murió calcinada en los montes de Figueroa, pero que aún sigue apareciéndose en esos lugares, igual no se asuste porque es generosa y hasta puede concederle un deseo a cambio de que usted baile en su honor...Entre los tantos mitos y leyendas del campo, la de “La Telesita” es una de las más difundidas, especialmente entre las personas que viven y trabajan en los montes de Santiago del Estero y Chaco

Historiade de su muerte

Un día de invierno, cuando el frío era estremecedor, Telesita, vio a lo lejos, en lo profundo del monte el resplandor de una fogata. Ella era muy inocente, por lo que se acercó al fuego para calentar su cuerpo, pero no midió las consecuencias. Se posó sobre un grueso tronco seco que estaba caído. Algunos árboles estaban quemándose y de repente una llamarada proveniente de un arbusto encendió su precario vestido. Pronto el fuego se apoderó de su cuerpo y se echó a correr, hasta que el fuego la consumió. La gente del pueblo se extraño porque esta muchacha amante del baile no concurrió esa noche a uno que se hacía. Al otro día la encontraron quemada y todos la lloraron.

Lo que Cuenta la Leyenda

Dicen que en la estancia "La Aurora", al pie mismo de las Sierras de Guasayán, vivía un feliz matrimonio y su preciosa hija. La señorial casona familiar se encontraba cerca de un lago, rodeada de cuidados jardines y de un enorme parque. En ese lugar vino al mundo Telesita del Barco, heredera de la oscura cabellera de su madre y de los ojos azul-violeta de su padre, y vivió su infancia rodeada de un paisaje de ensueño y en un hogar en que la belleza, el arte y la cultura llenaban los días.

Sus padres se preocuparon de darle una excelente educación, y con tal fin se instalaron en una casona de la ciudad de Santiago del Estero, capital de la Provincia. Allí concurrió a los mejores colegios, y junto con su belleza física se acrecentó en ella la cultura heredada de sus padres, comenzando a ser conocida en la sociedad de Santiago por ser una eximia artista de la música.

Don Pedro, entretanto, era una de las figuras más importantes de la ciudad. Fue un tenaz opositor a Felipe Ibarra, cuyo gobierno era respaldado desde Buenos Aires por Rosas. Ante tal actitud, los hombres del gobierno lo tuvieron por "adversario", por lo que la familia debió volver a "La Aurora".

Así pasaron varios años en la campiña, y Teresita se convirtió en una gran colaboradora de su padre en la administración de la extensa estancia. Sin embargo, Don Pedro estaba consciente de que su hija ya era una jovencita casadera y debía llevarla a la capital. Así partió nuevamente a Santiago con su esposa para organizar el hogar, dejando a Teresita al cuidado de Amalia, la vieja niñera que la había criado.

Al llegar a la ciudad, el matrimonio del Barco se encontró con que el cólera asolaba la capital provinciana. Disposiciones sanitarias les impidieron volver a su estancia y durante la cuarentena obligada fueron víctimas de la enfermedad. Destruida por el dolor, Teresita decidió abandonar la casona de la estancia "La Aurora", y se trasladó a una casita rodeada de jardines en un vallecito cercano a Santiago. La fiel Amalia la ayudó y consoló en ese tiempo de duelo y soledad.

Cuando llega el amor

Un día apareció en la vida de Teresita Eumelio Ahumada, un joven estanciero de ascendencia española, y cuenta la leyenda que fue en la puerta de la iglesia de la aldea donde se encontraron frente a frente. Eumelio la tomó de la mano y juntos entraron a misa. Para ella había comenzado el amor.

Fue en casa del matrimonio Díaz-Villar donde se celebró la gran fiesta de iniciación del Carnaval, y los invitados de honor eran Teresa del Barco y Eumelio Ahumada. Pero allí ocurrió algo que cambiaría la vida de Teresa: entre los bailarines destacaba Juan Manuel Amaya, un mestizo. Tan pronto los músicos atacaron una chacarera, Juan Manuel se plantó ante Teresa y ante la mirada atónita de Eumelio la arrancó de su sitio y la llevó al centro del salón de baile. Teresa, como embrujada, se dejó llevar por la danza. Ese gesto de prepotencia de Amaya, abriría una brecha en los corazones de Eumelio y Teresa.

Ya al día siguiente había quienes criticaban la falta de hombría de Ahumada por haber permitido que su novia le fuera arrebatada. Las mujeres se inclinaban por criticar a Teresa. Juan Manuel, por su parte, no perdía oportunidad de ofender y amenazar a Eumelio. El ofendido decidió darle fin a la situación, y el desafío se planteó en tres instancias. En las dos primeras, duelo de payas y duelo de malambo, decidiría el público por medio de aplausos. Si no hubiese un ganador absolutamente claro, se pasaría a la tercera instancia: duelo criollo, a cuchillo.

Un silencio cargado de tensión recibió a los duelistas. Eumelio dio comienzo a su payar, pero la primera instancia llegó a su fin sin ninguna clara inclinación. Luego los duelistas debieron mostrar su habilidad en el malambo, pero otra vez no hubo ganador, y ambos debieron resignarse al drama que se aproximaba: sería el facón el que diría la última palabra.

El entrevero fue feroz. Las fintas era vivaces, diestras. Se hirieron varias veces y, en un avance recíproco, pudo Eumelio hundir su facón en el pecho de Amaya, mientras éste, a su vez, hería de muerte a su matador. El duelo criollo había terminado y daría nacimiento a otro drama, que culminaría en una tradición que nos lega hasta hoy.

El drama de la Telesita

La trágica muerte de los dos galanes voló en boca de los lugareños hasta el hogar de la Telesita. Al saber la noticia, la vieja Amalia cayó fulminada y Teresa, azotada por la desgracia, perdió todo control. Agotada de tanto sufrimiento y de tanto llorar, una noche decidió abandonar la aldea para vagar sin rumbo por los pueblos de Catamarca y Santiago del Estero.

Detuvo su deambular cerca de La Banda. Allí, medio loca, se afincó en una choza cercana a un bosquecillo. La amargura y el dolor la habían destruido: de la bella Teresa sólo quedaba el fulgor de sus ojos azul-violeta. Pero lentamente los vecinos vieron que Teresa comenzaba a revivir. El amor que le había sido negado lo sublimó en un deseo de amar a los demás, de ayudar a los necesitados, de curar a los enfermos con tizanas y pócimas sanativas, y aconsejar a los enamorados.

Su fama de santa y curandera se fue extendiendo por los ranchos, y su presencia era requerida por todos los que buscaban un consuelo a sus dolores físicos o espirituales. Ya nadie recordaba que Teresa había sido la señorita de la estancia "La Aurora". Sólo conocían a Teresa, la "santa", para unos, y la "hechicera", para otros. Parecía que Teresa había encontrado su misión en la vida.

El fin de la Leyenda

Un día Teresa se fue, y los milagros de la "Telesita" quedaron en el recuerdo de todos hasta que alguien dijo haberla visto en un ranchito cerca de Loreto. Hasta allí la acompañó su fama de curandera. Nadie se privaba de hablar de la "loca de amor" del ranchito de Loreto.

Su trágica existencia parecía preludiar que su muerte también habría de ser trágica. Fue una noche del mes de Diciembre. El viento había arrastrado negros nubarrones y se dejaban sentir los lejanos truenos mientras el oscurecido cielo se iluminaba con los relámpagos. "La Telesita" aún no había regresado del bosque donde se había internado en busca de hierbas, cuando se desató la tormenta. Cuentan que, de pronto, vieron salir del bosque a la Telesita envuelta en llamas, dando gritos y alaridos. La mujer, convertida en antorcha humana, entró en su rancho que en pocos momentos quedó destruido por el fuego. Dicen que cuando la tormenta se convirtió en tempestad desatada, de los restos del rancho se elevó la imagen de la mártir mujer hasta perderse en las nubes.

Cuando al día siguiente removieron los escombros para darle cristiana sepultura al cuerpo de la Telesita, nada encontraron. Sólo hallaron restos de sus escasos bienes. El rumor popular se expandió por los campos: "La Telesita" había sido llevada en cuerpo y alma al cielo, aseguraban los creyentes en sus dotes de milagrosa. Para otros, el diablo la había envuelto en fuego para llevarse al infierno a la hechicera que había hecho pacto con él.

Mito y el Rito

Esa es la historia, pero también existe un mito y una tradición entorno a esto. Dicen, que su alma, suele aparecer furtivamente cerca de las rancherías de los peones que trabajan en los montes, lo que busca es compañía y dicen que esta mujer joven y bella tiene una inmensa bondad, pero a su vez es presa de un inmenso dolor y tiene la mirada perdida. Como es un “alma bondadosa”, muchos creen en sus milagros, por lo que realizan “las telesiadas” para obtener sus favores. Estas “telesiadas” son bailes que se hacen en su honor en los que abunda el vino y la aloja y se baila hasta el amanecer (recprdemos que ella era adepta a los bailes).

Telesiadas

Las “Telesiadas” además son todo un rito, primero se le debe hacer una petición a la Telesita. Para obtener respuestas, el promesante debe beber siete copas de alguna bebida alcohólica por ella, luego tiene que bailar siete chacareras en su memoria, mientras sigue tomando, hasta que se consumen las siete velas encendidas en un altar previamente preparado dentro de un rancho. Recién una vez consumidas las siete velas, comienza la algarabía general, llena de alcohol, empanadas, asado y al ritmo de guitarras, bombos, bandoneones y violines que tocan gatos, escondidos, malambos, zambas y chacareras, acompañados por el estruendo y la humareda de los cohetes.

Culto

No hay un lugar fijo para los peregrinajes ya que, como murió quemada, no hay tumba que conserve sus restos. El ritual que debe cumplir un promesante es el siguiente: se envía una invitación especial a la mayor cantidad de personas conocidas del promesante, con un ruego de asistencia para el destinatario del favor de la Santa.

Debe preparar con anticipación una masa de harina de trigo con la que debe modelar un angelote y cocinarlo en el horno de su casa hasta que se dore, debe colocar una mesa en el centro del patio de su casa, cubrirla con manteles blancos y depositar el muñeco que representa el espíritu de la Telesita. Este altar debe rodearse de velas y flores, se invita a músicos para que toquen con los instrumentos típicos de la región, especialmente chacareras. Debe contarse con abundante bebida: tradicionalmente la aloja, y últimamente caña y aguardiente hervida con poleo, tener una auténtica devoción y honesta intención de cumplir la promesa que se concretará con música, baile y bebidas.

Estas reuniones se llaman Telesiadas y se inician bailando una chacarera. A cada vuelta el bailarín debe beber una copa. Cuando el promesante cae rendido de baile y alcohol, se considera que el ritual está cumplido. Se apagan las velas y una joven, elegida de antemano por el promesante, toma el angelote y lo desmigaja repartiéndolo entre los concurrentes junto con un trago de alcohol. En otras Telesiadas, el muñeco se hace de papel o trapo y se quema al final de la fiesta para rememorar el trágico destino de Telesita.

Fuentes