La niña de Luzmela

La Niña de Luzmela
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novela de la escritora española Concha Espina, la cual fue publicada por primera vez en 1909.
Autor(a)(es)(as)Concha Espina
Géneronovela
PaísEspaña

La niña de Luzmela es una novela de la escritora española Concha Espina, la cual fue publicada por primera vez en 1909. En 1949 se adaptó al cine en la película homónima dirigida por Ricardo Gascón.

Sinopsis

La niña de Luzmela, primera novela brotada de la pluma de la ilustre escritora, y que a la hora de su aparición alcanzó un éxito que el tiempo no amortigua.

Don Manuel de la Torre, un rico hidalgo de La Montaña de Cantabria regresa a su pueblo, Luzmela, llevando consigo una niña enlutada que acaba de perder a su madre. Carmencita es su hija bastarda, pero él se presenta, incluso ante ella, sólo como su padrino y benefactor, al igual que con el huérfano Salvador. A la muerte de Don Manuel, éste procura con su testamento el bien de su hija y su pupilo. Pero, la cándida niña, queda al cuidado de su interesada tía Doña Rebeca, quien no le profesa el debido afecto y pone a Carmencita en el camino de indecibles sufrimientos y acciones impulsivas. Una tristeza irremediable, un gran desamparo van envolviendo a la huérfana, y sólo su pureza encantadora logrará ponerla a resguardo de las mezquindades que la acechan durante los largos años en que se convierte en una bella muchacha.

La niña de Luzmela (fragmento)

"Carmencita tendía desolada sus manos en las tinieblas, a tientas en su senda, otra vez nublada por densa nube. Así andando, despavorida entre la sombra, llegó a la parroquia de la aldea, y se arrodilló delante de un confesonario. Dijo sus dolores al padre cura, y el buen señor, compadecido, le dio unos consejos llenos de santa intención, y le dio, también, un librito de letra diminuta, escrito por un tal Kempis.

Al dársele, díjole el sacerdote con sentenciosa convicción: --Le abrirás «a bulto» y leerás todos los días los renglones que la Providencia te ponga delante de los ojos...: ésa es la fija...; así Dios te adivinará las necesidades diarias de tu vida y te dará paz y consuelo. Obedeció sumisa la muchacha, y de hinojos, abatida y suspirante, leyó el primer día: «Muchas veces por falta de espíritu se queja el cuerpo miserable. Ruega, pues, con humildad al Señor que te dé espíritu de contrición y di con el profeta: «_Dame, Señor, a comer el pan de mis lágrimas, y a beber con abundancia el agua de mis lloros...._» Aquella tarde fue Rita a Rucanto, impaciente por ver a su niña y saber si era cierto que estaba tan contenta como el médico había dicho. Encontró abierta la casa, y a su llamada nadie respondía. Fue subiendo la escalera lentamente y se deslizó un poco azorada por los pasillos. Un silencio temeroso le salió al paso, y ya iba a retroceder asustada, cuando oyó unos quejidos lastimeros detrás de una puertecilla. Eran ayes y juramentos de una voz estridente y amarga. Empujó Rita la puerta con recelo, cautelosamente, y vio en un cuarto hondo y destartalado una cama estremecida por un cuerpo tremuloso. Sobre la almohada, de limpieza equívoca, se balanceaba una cabeza parda y amarilleaba un rostro en el cual refulgían las llamas diabólicas de unos ojos.... Aquel enfermo era el que gemía con acento maldiciente y desatinado. Iba Rita a entornar la puerta, llena de pavor, cuando vio a los pies del lecho alzarse una figura delicada y gentil, que avanzaba hacia ella con los brazos abiertos, y a poco tuvo a Carmen acariciada sobre su corazón viejo y bondadoso. Salieron las dos por el corredor adelante, y la anciana iba preguntando, atónita: --Pero, ¿qué tiene Julio? --No sé--dijo la mansa voz de Carmencita--; ya oyes cómo se queja; está muy malo del cuerpo, sin duda..., y el alma ... ya ves cómo la tiene: sólo salen de ella palabras horribles... --¿Y por qué estás tú con él? --Porque le tengo compasión...; nadie le quiere ni le cuida... --¿Y «ellas»? --Están muy enojadas...; no tienen dinero... --Me dijeron que el marino se había marchado. Carmen, con la voz vacilante y el semblante muy blanco, dijo: --Sí.... --¿Y es cierto que se llevó los cuartos? --Dicen eso...; yo no lo sé... Desconocía Rita la página amorosa de Carmen, rápida y casi secreta, y observando con inquietud la turbación de la joven continuó: --Parece que andaba liado con Rosa la del Molino... Se quedó callada la niña, mirando con mucha insistencia al ruedo de su vestido. "

Fuentes