Nuestra América

Nuestra América
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Autor(a)(es)(as)José Martí
GéneroEnsayo
Primera edición1 de enero de 1891
PaísBandera de Cuba Cuba

Nuestra América. Ensayo de José Martí, aparecido por primera vez en La Revista Ilustrada de Nueva York el 1 de enero de 1891 y el 30 de enero del mismo año en El Partido Liberal, de México. Obra martiana creada en vísperas de la preparación y fundación del Partido Revolucionario Cubano, donde define con entera nitidez, los problemas fundamentales de la América nuestra.

Nuestra América de José Martí

El escrito de José Martí es considerado hoy no solo como una de las obras fundamentales de su ideario, sino también, pieza de particular destaque en la historia de las ideas latinoamericanas.

A pesar de su relativa brevedad y de su carácter ensayístico, que no pretendía examinar acabada y puntualmente todos y cada uno de sus tópicos, este texto significó un vuelco pleno en la manera de entender la región en aquella época, y fue, además, un sustancial llamado a defender y desarrollar bajo nuevas perspectivas la identidad continental. Ese propósito renovador aún sorprende a quienes leen sus juicios, y los incita a continuar por los caminos para transformar estas realidades de manera conjunta.

El ensayo

En solo once extensos y enjundiosos párrafos, Martí entregó un abarcador análisis acerca de la problemática continental y ofreció las perspectivas para sus soluciones.

Bajo dos principios básicos transcurre ese escrito:

  • la búsqueda y evaluación de la autoctonía de estos pueblos, y,
  • la toma de partido por las clases populares, calificadas por Martí en el escrito como el hombre natural.

Semejantes aspectos, asumidos conscientemente por su autor, permiten a Nuestra América develar las verdaderas causales de la situación que había caracterizado a la región tras los procesos que condujeron a las independencias políticas.

Así, para Martí, la clave del enigma latinoamericano no radicaba, como solía decirse entonces y todavía algunos repiten, en la incapacidad racial, cultural o histórica de esos países para dejar atrás el modo de existencia fijada por el colonialismo, sino en la repetida y errada decisión de asumir acríticamente en las repúblicas criollas las formas de organización política y social provenientes de Europa occidental y Estados Unidos.

La incorporación de tales modelos en nuestra América, donde nunca funcionaron de igual manera que en sus lugares de origen, al punto de que frecuentemente se evaluaron como fracasados en esas aplicaciones, tenía que ser, para el juicio martiano, necesariamente disfuncional, ya que no partía del conocimiento de la historia, condiciones, realidades y necesidades, en primer y decisivo lugar de las características y permanente insatisfacción de los requerimientos de justicia social para el hombre popular, como Martí llama en su ensayo al indio, al negro y al campesino.

Por eso el cubano sostiene la tesis de la falsedad de culpar a la barbarie atribuida a los pueblos de América como razón de los sistemáticos desequilibrios republicanos, sino que la verdadera causal se halla en la imposición de esos modelos no surgidos de ellos mismos.

“No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza”. Conclusión a la que llega luego de describir ese permanente desajuste entre los moldes y la sociedad que se pretendía ajustar a ellos: el libro importado ha sido vencido por el hombre natural; este hombre natural ha vencido a letrado artificial; el mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico.

La reiteración del verbo vencer indica que para Martí tales modelos no pudieron anclar en la hondura social de la región, y que las fuerzas populares eran las portadoras de la autoctonía. Por ello, dedica buena parte de su análisis a fundamentar la necesidad de que la educación y el gobierno partan de esa autoctonía, y no de lo aprendido desde otras latitudes. Y afirma: “La universidad europea ha de ceder a la universidad americana”. “Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos”.

Y en clara demostración de su comprensión dialéctica de la relación entre la tradición y la modernidad, entre lo propio y lo ajeno, Martí no pretende una vuelta al pasado, no propugna un encerramiento que se muestra ajeno a la marcha del mundo, como criticaba al principio del ensayo al referirse al aldeano vanidoso, sino que entrega su punto de vista en magistral síntesis: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.

Propuesta martiana

Ahí radicaba, pues, la propuesta martiana de transformación de nuestra América, su previsora mirada hacia el futuro, tanto para recuperar su autoctonía como para injertar al mundo en ella y poder asegurar así su independencia y desarrollo verdaderos. Es más: para él, de no avanzarse por tales caminos, nuestra América vería afectada su propia existencia soberana y vería aún más seriamente erosionada su propia dentidad.

Atento al mundo de su época, pensador y político sagaz y previsor, Martí señala claramente en su texto el peligro inminente de que la emergencia de Estados Unidos como potencia con intereses continentales y mundiales, aprovechase las debilidades de nuestras repúblicas, motivadas por ese desajuste entre los modelos importados y las realidades sociales, para imponer su hegemonía. En sus palabras: el tigre de afuera se metía por el tigre de adentro.

Unidad continental

Por tales elementos, Nuestra América es, de principio a fin, un dramático llamado a la unidad continental, a la acción unitaria de nuestra América frente a esos peligros actuantes y del futuro inmediato, lo cual fundamenta sin duda alguna la consideración de este escrito como aporte imprescindible para entender cabalmente el sentido revolucionario del proyecto martiano.

Conciencia

Nuestra América es todo un debate con la clase letrada y los políticos del continente, donde se hallaba justamente el potencial de sus lectores, debate que por momentos hasta objeta con dureza a quienes desdeñan o se avergüenzan de sus orígenes. Mas, al mismo tiempo, el ensayo pretende crear conciencia —que incluye el sentimiento del orgullo— entre esos mismos lectores; como dice el texto: las armas del juicio, las trincheras de ideas, la nube de ideas que para a un escuadrón de acorazados.

Magna obra política

Tras la Conferencia Internacional Americana de Washington, que para Martí inició la marcha dominadora de Estados Unidos hacia el Sur, el pensador sacudió la conciencia de nuestra América para intentar la marcha unida, “en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”. Así el ensayo Nuestra América da paso a la etapa de su vida en que José Martí se dedicó por entero a su magna obra política: asegurar la independencia de nuestra América mediante la libertad de Cuba, contribución decisiva al equilibrio del continente y del mundo, para “desatar a América y desuncir al hombre”.

Véase también

Fuentes