Partido Revolucionario Cubano

Artículo de referencia

Partido Revolucionario Cubano
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Miembros del partido con José Martí en el centro.
Secretario/a generalJosé Martí (1892 - 1895)
Tomás Estrada Palma (1895 - 1898)
Fundación10 de abril de 1892
Disolución30 de diciembre de 1898
Ideología políticaIndependentista
SedeBandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
PaísBandera de Cuba Cuba
PublicaciónPeriódico Patria

Partido Revolucionario Cubano. Organización política fundada por José Martí debido a la necesidad de crear un órgano o agrupación que le proporcionara una línea programática a la nueva guerra en preparación, y a la vez fungiera de dirección partiendo del análisis del proceso emancipador latinoamericano y el propio caso cubano, además de lo útil e impostergable que resultaba dar coherencia y unidad a los esfuerzos independentistas.

En el logro de ese empeño resultaba esencial incluir los intereses y características de los diferentes grupos de emigrados, así como de los diversos elementos integrantes de la sociedad cubana, a fin de crear, en un futuro, una república sin predominio de clase social alguna y de carácter popular.

La necesidad del Partido

Constituía una necesidad lograr la superación de las principales causas que mantenían desunidos a los patriotas. Era impostergable la creación de un espacio político en el que se juntaran cuantos estuvieran dispuestos a la acción revolucionaria, sin limitación alguna por el color de la piel, el sexo, la nacionalidad, la posición social, el grado de desarrollo de sus criterios sobre el ordenamiento social, la ubicación dentro o fuera de la patria, la participación o no en las anteriores contiendas.

Sólo podría triunfar una organización capaz de obtener el consenso y el apoyo de las grandes mayorías y vencer los temores que inmovilizaban y las prevenciones que desviaban los esfuerzos.

A la vez, debían transformarse los métodos de dirección y superar las contradicciones principales entre: militares y civiles, cubanos radicados en la Isla y en el exilio, patriotas veteranos y de la nueva generación, ricos y pobres, patronos y obreros, habitantes de las provincias occidentales y orientales, cubanos y españoles, negros y blancos. También se crearían las condiciones para la confluencia de las ideas que dirigirían la acción:

"La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político."

Para encauzar el pensamiento y la acción patrióticos, Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano (PRC), máxima expresión de su genio político, en el que demostró su capacidad para aunar al pueblo y dirigirlo hacia el logro de sus más altos propósitos.

Bases del PRC

El 15 de enero de 1892 José Martí, redactó las Bases del Partido Revolucionario Cubano, aprobadas y proclamadas por las emigraciones cubanas y puertorriqueñas el 10 de abril de ese mismo año. A continuación se reproduce un fragmento del artículo cuarto de las citadas bases:

El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud.

Historia

Fundación

El Partido Revolucionario Cubano se constituyó oficialmente el 10 de abril de 1892. Así concluyó el proceso que había comenzado algo más de tres meses antes cuando se habían aprobado las bases y estatutos secretos de la organización, en Cayo Hueso.

Entre sus objetivos principales estaba organizar, dirigir y llevar a cabo lo que Martí calificara como la Guerra Necesaria. Una semana antes de la constitución oficial del partido, Martí se refería en el Periódico Patria a las características de la organización que ya se gestaba:

"Él es, de espontáneo nacimiento, la grande obra pública. Es, sin más mano personal que la que echa el hierro hirviente al molde, la revelación de cuanto tiene de sagaz y generosa el alma cubana"

También trató acerca de la significación que debía tener el partido:

Y lo primero que se ha de decir, es que los cubanos independientes y los puertorriqueños que se les hermanan, abominarían de la palabra de partido si significase mero bando o secta, o reducto donde unos criollos se defendiesen de otros: y a la palabra partido se amparan, para decir que se unen en esfuerzo ordenado, con disciplina franca y fin común, los cubanos que han entendido ya que, para vencer a un adversario deshecho, lo único que necesitan es unirse.

Labor unificadora

El Partido Revolucionario Cubano no era una agrupación tradicional más, sino era una organización político-militar pluriclasista

Varios meses después de haberse constituido el Partido, José Martí volvió a escribir en el Periódico Patria, esta vez el 25 de junio de 1892, acerca de la organización y cómo había sido su nacimiento:

"Los partidos políticos que han de durar; los partidos que arrancan de la conciencia pública; los partidos que vienen a ser el molde visible del alma de un pueblo, y su brazo y su voz; los partidos que no tienen por objeto el beneficio de un hombre interesado, o de un grupo de hombres, -no se han de organizar con la prisa indigna y artificiosa del interés personal, sino, como se organiza el Partido Revolucionario Cubano, con el desahogo y espontaneidad de la opinión libre (...) a veces, esperar es morir. A veces, esperar es vencer. Y esto ha sucedido en el Partido Revolucionario Cubano."

Se esperó, donde la espera parecía conveniente a la dignidad y firmeza de la organización, a la opinión de desinterés absoluto y naturaleza popular que merece por sus métodos y fines el partido; y la espera ha sido la victoria. Con un gran sentido de la responsabilidad y con infinita modestia, José Martí aceptó y asumió las funciones de Delegado del Partido Revolucionario Cubano.

El 8 de abril de 1892, dos días antes de constituirse oficialmente la organización, el Consejo de Presidentes y Delegados de Club, presidido por José Dolores Poyo, confirmó la elección de Martí como Delegado, y de Benjamín Guerra como tesorero.

El 9 de mayo de 1892, en una comunicación a los presidentes de los Cuerpos de Consejo de Key West, Tampa y Nueva York, José Martí expresó lo que significaba para él esa responsabilidad:

Y la obedezco y cumpliré con los deberes que me impone, seguro, y por esto sólo orgulloso, de que en el descargo de ellos nada podré hacer que supere el patriotismo previsor, sagaz y abnegado de los que me eligen.

Seguidamente manifestó su visión acerca del papel que le correspondería al frente del Partido Revolucionario Cubano:

El mayor mérito propio pesa como una vergüenza sobre el hombre, cuando descubre por el contraste, la escasez del mismo mérito en su pueblo; y la abundancia de virtud pública llena de fuerza y autoridad al encargo de representarla.

Yo proclamo, señor presidente, con el derecho que me da el conocimiento íntimo de la labor de creación del Partido Revolucionario, que el pueblo cubano emigrado acaba de demostrar en un caso propicio para el entusiasmo insensato o para los consejos suicidas del recelo, aquella grandeza del pensamiento sobrio, aquel ejercicio caritativo y vigilante del derecho individual, aquel respetuoso miramiento a los derechos presentes y futuros de la porción de la patria privada, y aquella confianza y desistimiento que parece ser condiciones esenciales de la permanencia y beneficio del poder periódico en las repúblicas.

Martí se refirió además a las virtudes de su pueblo, y más adelante trató acerca de las funciones específicas del delegado del Partido Revolucionario Cubano sobre las cuales aseveró que no eran mera fantasmagoría y creación del papel, o corona hipócrita y visible de un edificio político artificial. Precisó que el Partido Revolucionario Cubano constituía la ordenación final, y ya en grado de acción, de los esfuerzos continuos de los emigrados de Cuba por tener a la patria en condiciones de vida digna y próspera, y por tales motivos proclamó que aceptaba orgulloso, como si sintiera la consagración sobre mi frente, el oficio de delegado con que mi pueblo libre me honra.

El 13 de mayo de 1892, en otra comunicación a los presidentes de los clubes del Partido Revolucionario Cubano, en el Cuerpo de Consejo de Key West, volvió a hacer referencia a la trascendencia y significado que le concedía a esa responsabilidad:

En mis manos ya el reconocimiento definitivo de la elección de delegado del Partido Revolucionario Cubano con que mis compatriotas ponen a prueba mi anhelo de servirlos.

Así trabajó José Martí y en forma tesonera cumplió sus obligaciones como delegado del Partido Revolucionario Cubano, cargo para el cual sería reelegido en años posteriores.

Guerra Necesaria

Tras la muerte de José Martí, en 1895, el Partido se queda por un corto período de tiempo sin Delegado, hasta que el 10 de julio de 1895 por votación unánime de todos los clubes se elige a Tomás Estrada Palma, estrecho colaborador de Martí en Estados Unidos y figura prestigiosa entre los emigrados cubanos, como delegado del Partido Revolucionario Cubano.

Estrada Palma es proclamado oficialmente Delegado el 18 de julio en un mitin celebrado en Hardman Hall. Continúa contando con la colaboración de Gonzalo de Quesada como secretario particular y cambia la sede de las oficinas de delegación de Front Strest al número 66 de Broadway. Contaba Martí con 39 años al fundar el Partido, Estrada Palma al convertirse en Delegado ya tiene 60 y ha dedicado su madurez temprana a la ardua tarea de la guerra.

Para agudizar los trabajos nombra agentes federales encargados de recibir los fondos de los clubes y remitirlos a la Delegación. Los primeros nombramientos fueron José Dolores Poyo para Cayo Hueso, Fernando Figueredo Socarrás para Tampa, Nicolás Domínguez Cowan para México, Dullende para Haití y Hatton para Santo Domingo.

El 10 de septiembre de 1895 se reúnen los representantes de los distintos cuerpos del ejército en Jimaguayú, con objeto de legitimar los mandos de la revolución. Fue aprobada la Constitución y electo el Consejo de Gobierno que, presidido por Salvador Cisneros Betancourt, quedó además constituido por cuatro secretarias: Secretaría de Guerra (Roloff), Secretaría de Hacienda (Severo Pina), Secretaría del Interior (García Cañizares) y Secretaría del Exterior (Rafael Portuondo). Máximo Gómez fue aclamado como General en Jefe, y Antonio Maceo como Lugarteniente General . Por otro lado:

como representante de la República de Cuba en el exterior es nombrado Tomás Estrada Palma y según las actas del consejo de gobierno se acuerda el 18 de septiembre acreditado como delegado plenipotenciario de la nación en armas en el extranjero.[1]

Gestión económica

La recaudación de dinero y medicamentos era una tarea de permanente importancia para la delegación. La fuente más valiosa, no por su monto, sino por su significado patriótico, fueron los pequeños aportes que a costa de grandes sacrificios realizaban los trabajadores. Colectas públicas, cuotas a través de los clubes y aportes de particulares cubanos y extranjeros eran la fuente más digna de recaudación. Algunos propietarios emigrados, como Eduardo Gato y Martínez Ibor, hacían contribuciones de modo desinteresado.

Otra manera de recaudar fondos fue el cobro de contribuciones a los dueños de valiosas propiedades en Cuba, a cambio de concesiones para que estos continuaran realizando sus actividades económicas. Así, por ejemplo, el 22 de marzo de 1898 a propuesta del subdelegado del Partido Revolucionario Cubano, brigadier Joaquín Castillo Duany, el Consejo de Gobierno acuerda exigir el pago de contribuciones a los dueños de fincas.

En otro momento la tea incendiaria contribuiría a demostrar la fuerza mambisa y a privar a España de los recursos que extraía de Cuba para mantener la guerra.

Estrada Palma solicitó al Consejo de Gobierno, que autorizara la emisión de bonos de la República, pagadores después de la independencia. Por esta vía no se obtuvo un gran resultado pues los bonos no tuvieron amplia acogida, ni siquiera entre los cubanos acaudalados. Luego se realiza una emisión de pesos de plata con el mismo fin. Una idea un poco descabellada y comprometedora de Estrada Palma consistió en concertar un contrato con un banquero de Nueva York para comprar las islas de Cuba a España por 150 millones de pesos a cuenta de los futuros ingresos aduaneros de Cuba. Esta opción fue aprobada por el Consejo de Gobierno.

Organización de expediciones

La tarea principal de la delegación una vez que comenzó la guerra, consistió en organizar y enviar expediciones armadas a la Isla. Para tal efecto fue creado el Departamento de Expediciones. Fueron enviadas numerosas expediciones a Cuba, más de 30 entre 1895 y 1898. Mas esta tarea resultó extremadamente ardua, compleja y plena de dificultades:

La política del presidente Cleveland nos era francamente hostil. Con objeto de observar una neutralidad estricta, la marina americana y las autoridades ejercían una vigilancia extrema, que si a veces era burlada, debíase sólo a las manifiestas simpatías que el pueblo todo de los Estados Unidos sentía por la causa cubana (...)[2]

Durante 1896 y 1897 arriban a Cuba numerosas expediciones. El general Emilio Núñez y del subdelegado Joaquín Castillo Duany dan respetadas muestras de valor y eficiencia en unión de los demás conductores de expediciones. Si al principio de la gestión de Estrada Palma se le criticó el monopolio en la organización de expediciones, y con él las fallas por inexperiencia, puede decirse que el Departamento de Expediciones presentó valiosos servicios durante todo el curso de la guerra y encauzó los recursos evitando las formaciones anárquicas de expediciones que en muchas ocasiones trataron de materializarse.

El 8 de octubre de 1898, el Delegado dispuso que el Departamento de Expediciones cesara en el ejercicio de sus funciones, pues carecía de sentido luego de terminada la guerra.[3]

Conflictos internos

El Partido bajo la guía de Tomás Estrada Palma comienza a perder su carácter democrático, en gran parte debido a los métodos autoritarios de dirección de Estrada Palma, y su capacidad de movilización entre los trabajadores cubanos del sur de la Florida, convirtiéndose cada vez más en una institución puramente recaudadora de fondos para la guerra, en la cual no se discutían las perspectivas futuras, una vez concluida la guerra de liberación. Sólo unos pocos, entre los sectores más avanzados de la emigración, habían luchado por divulgar y mantener vivo el ideal martiano de la República democrática y comprendían que para alcanzarlo era necesaria una organización revolucionaria que aglutinara las fuerzas y orientara la acción.

La falta de proyecciones de la labor política creó en la mayoría de los cubanos del exterior una imagen del Partido como una agrupación de reducido radio de actuación, lo que unido a la propaganda tendente a presentar la intervención yanqui como la vía para alcanzar la independencia, condujo a diversos grupos al retraimiento en las contribuciones, a la pérdida de interés por el PRC y a poner todas sus esperanzas en el retorno a la patria tras la destrucción del poder colonial, que consideraban inmi­nente. Estas tendencias alcanzaron tal magnitud que a mediados de mayo de 1898 se tomaron acuerdos contra la disolución del Partido y

"reafirmando el propósito de continuar cumpliendo con los deberes patrióticos hasta la constitución del gobierno en la Isla,[4]"

A fines de abril el Cuerpo de Consejo de Nueva York acordó unas resoluciones, hechas públicas en la prensa, en las cuales ratificaba que el PRC no culminaría su misión hasta dejar organizada definitivamente la República, y por tanto su representante continuaba siendo el Delegado, al cual reiteraba la adhesión, a la vez que se abría un registro en la secretaría del Cuerpo de Consejo para los que aceptasen las Bases, a quienes se invitaba a ingresar en los clubes, si no pertenecían a ninguno; a la vez, se inició una suscripción a favor de los fondos de la organización.[5]

Los patriotas de Tampa y Cayo Hueso tomaron medidas semejantes con las que hacían frente a quienes pensaban que con la intervención los norteamericanos se harían cargo de los problemas que tenían los cubanos. Tal actitud dañaba terriblemente al Partido, que no podía delegar sus responsabilidades y tenía el deber de hallarse en primera línea. Probablemente se tuviera en mente a elementos infiltrados entre los "emigrados de última hora", individuos sospechosos de haber servido como voluntarios o espías, y que podrían hacerse pasar por revolucionarios furibundos[6] mientras alentaban aquellas ideas desmovilizadoras. Para contrarrestarlas se realizaron grandes asambleas en una y otra localidades, con la presencia de Juan Gualberto Gómez, comisionado especial de la Delegación. El objetivo fundamental de aquellas reuniones era fomentar las recaudaciones de fondos y cohesionar al Partido, que aún no había terminado su obra.[7]

Disolución

Los distintos clubes patrióticos y Cuerpos de Consejo acataron la decisión del Delegado de disolver el Partido Revolucionario Cubano

Finalizada la guerra, Tomás Estrada Palma decidió que el PRC ya no cumplía ningún objetivo y el 21 de diciembre de 1898 publica en el periódico Patria una circular donde expuso las razones por las que se disolvía el PRC:

"Nuestra obra ha terminado porque la Patria está redimida"

Este planteamiento se hizo 11 días después de haberse firmado entre España y Estados Unidos el Tratado de París (10 de diciembre de 1898), en el cual no se hacía referencia alguna a la independencia de Cuba y la isla antillana era tratada como botín de guerra.

Para algunos historiadores, tal actitud de don Tomás Estrada Palma, al disolver el PRC, refleja su miopía política y su falta de fe en la capacidad del pueblo cubano. Subraya el investigador Ibrahim Hidalgo[8]:

O no le interesaba participar en las actividades reivindicativas de su país de origen o conscientemente impidió la formación de una fuerza política organizada en Cuba.

La miopía política fue contagiosa. Los distintos clubes revolucionarios y Cuerpos de Consejo acataron la decisión del Delegado. El 30 de diciembre, el Cuerpo de Consejo de Key West aceptó la disolución del PRC.

En cuanto a Patria, el 31 de diciembre de 1898 publicó su último número. Sus editores expresaron que se retiraba de la escena una vez que España había sido expulsada de Cuba y Puerto Rico, se había reinstalado casi toda la emigración en suelo nacional y había sido disuelto el Partido. No obstante, Rafael de Castro Palomino introdujo un matiz diferente, al considerar que al cesar de publicarse en Nueva York deberá renacer en espíritu en Cuba libre, para afrontar la nueva lucha que presentaban los españoles a los cubanos, desde la sombra, para conservar sus intereses a cualquier precio, lo que exigía un enfrentamiento moral contra ese elemento cuyo influjo pudiera ser poderoso, y quienes sólo anhelaban el monopolio político, social y económico de un pueblo sobre otro.[9] El enfoque era errado en tanto planteaba un choque de nacionalidades y no de intereses económicos y políticos; pero lo esencial se hallaba en la idea de continuar sirviendo de órgano defensor de la independencia y el patriotismo.

El Partido Revolucionario Cubano y Patria habían llegado a su fin, no sólo como resultado inmediato, coyuntural, de la voluntad de un hombre o de la totalidad de los miembros de la Delegación, sino también como consecuencia del largo proceso iniciado desde el ascenso de Estrada Palma al cargo de Delegado, quien se caracterizó por la aplicación de métodos de dirección unipersonales, autoritarios y antidemocráticos.

Referencias

Fuentes