Diferencia entre revisiones de «Combate de Alegría de Pío (1956)»

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{{Hechos|nombre=Combate de Alegría de Pío|imagen=Alegriadepio.jpg|descripcion=Primer combate de los expedicionarios del Granma .|participantes=[[Ejército Rebelde]]|lugar=Alegría de Pío|fecha=[[5 de diciembre]]de[[1956]]}}<br>
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'''Combate de Alegría de Pío'''. Combate librado por los [[expedicionarios del Granma]] con las fuerzas del [[Ejército Nacional de Cuba]] en una zona de [[Niquero]], [[Oriente]], conocida como [[Alegría de Pío]].
  
'''Alegría de Pío''' es un lugar de la provincia de [[Oriente]] (actualmente esta en la provincia [[Granma]]), municipio de [[Niquero]], sito cerca de Cabo Cruz, donde fueron sorprendidos el día [[5 de diciembre]] de [[1956]] por las tropas de la dictadura los 82 expedicionarios del yate Granma.  
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Las fuerzas expedicionarias fueron sorprendidas por el ejército, y en la dispersión posterior dos decenas de revolucionarios capturados fueron asesinados para ser presentados como muertos en combate. Pequeños grupos pudieron escapar por diferentes vías, algunos descendieron al llano y otros se reagruparon en torno al líder de la expedición, [[Fidel Castro]] y formaron el núcleo principal de lo que posteriormente sería el [[Ejército Rebelde]].
  
== Combate de Alegría de Pío  ==
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==Acciones previas==
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===Movimiento de los expedicionarios===
  
=== Relato ===
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La expedición del [[yate Granma]] desembarcó en una punta de [[mangle]] conocida como [[Los Cayuelos (Monumento Nacional)|Los Cayuelos]] a dos kilómetros de [[playa Las Coloradas]] el [[2 de diciembre]] de [[1956]] perdiendo casi todo el alijo. El terreno cenagoso, cubierto de manglares hizo que la marcha fuese muy difícil y provocó ulceraciones en los pies de los combatientes que retrasaron su avance.
  
[[Ernesto Che Guevara]] en su libro ''Pasajes de la Guerra Revolucionaria'' relata el combate: ''"Veníamos extenuados después de una caminata no tan larga como penosa. Habíamos desembarcado el [[2 de diciembre]] en el lugar conocido por playa de [[Las Coloradas]], perdiendo casi todo nuestro equipo y caminando durante interminables horas por ciénagas de agua de mar, con botas nuevas. Esto había provocado ulceraciones en los pies de casi toda la tropa. Pero no era nuestro único enemigo el calzado o las afecciones fúngicas. Habíamos llegado a [[Cuba]] después de siete días de navegación a través del [[Golfo de México]] y el [[Mar Caribe]], sin alimentos, con el barco en malas condiciones, casi todo el mundo mareado por falta de costumbre al vaivén del mar, después de salir el [[25 de noviembre]] del puerto de [[Tuxpan]], un día de norte, en que la navegación estaba prohibida. Todo esto había dejado sus huellas en la tropa integrada por bisoños que nunca habían entrado en combate.''
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La mayoría de ellos se fueron deshaciendo en los pantanos del pesado equipo de guerra hasta quedar con lo mínimo indispensable para combatir<ref name=" Guevara de la Serna, Ernesto. Alegría de Pío. Revista Verde Olivo. 26 de febrero de 1961">Guevara de la Serna, Ernesto. Alegría de Pío. Revista Verde Olivo. 26 de febrero de 1961</ref>. Durante la noche del [[4 de diciembre]] alcanzaron las guardarrayas del [[central Niquero]] dejando un rastro de bagazo de caña que hizo muy fácil al ejército seguirlos.
  
Ya no quedaba de nuestros equipos de guerra nada más que el fusil, la canana y algunas balas mojadas. Nuestro arsenal médico había desaparecido, nuestras mochilas habían quedado en los pantanos. Caminamos de noche, el día anterior, por las guardarrayas de las cañas del central Niquero (New Niquero Sugar Company), que pertenecía a Julio Lobo en aquella época. Debido a nuestra inexperiencia, saciábamos nuestra hambre y sed comiendo cañas a la orilla del camino y dejando allí el bagazo; pero además de eso, no necesitaron los guardias el auxilio de pesquisas indirectas, pues nuestro guía, según nos enteramos años después, fue el autor principal de la traición, llevándolos hasta nosotros. Al guía se le había dejado en libertad al llegar al punto de descanso, cometiendo un error que repetiríamos algunas veces durante la lucha, hasta aprender que los elementos de la población civil cuyos antecedentes se desconocen deben ser vigilados siempre que se esté en zonas de peligro. No debimos permitirle irse a nuestro falso guía en aquellas circunstancias.  
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El campesino que les sirvió de guía fue dejado en libertad y dio parte al ejército de la presencia de los expedicionarios en la zona, guiándolos hasta el punto exacto donde estos se encontraban.
  
En la madrugada del día [[5 de diciembre]] eran pocos los que podían dar un paso más; la gente desmayada, caminaba pequeñas distancias para pedir descansos prolongados. Debido a ello, se ordenó un alto a la orilla de un cañaveral, en un bosquecito ralo, relativamente cercano al monte firme. La mayoría de nosotros durmió aquella mañana.
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==El Combate==
  
Señales desacostumbradas empezaron a ocurrir a mediodía, cuando los aviones Biber y otros tipos de avionetas del ejército y de particulares empezaron a rondar por las cercanías. Algunos de nuestro grupo, tranquilamente, cortaban cañas mientras pasaban los aviones sin pensar en lo visibles que eran dada la baja altura y poca velocidad a que volaban los aparatos enemigos. Mi tarea en aquella época, como médico de la tropa, era curar las llagas de los pies heridos. Creo recordar mi última cura en aquel día. Se llamaba [[Humberto Lamotte]] el compañero y esa era, también, su última jornada. Está en mi memoria la figura cansada y angustiada llevando en la mano los zapatos que no podía ponerse mientras se dirigía del botiquín de campaña hasta su puesto.  
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En la mañana del [[5 de diciembre]] de [[1956]], los 82 expedicionarios del Granma acamparon a la orilla de un cañaveral, en un lugar conocido como Alegría de Pío, preparándose para descansar del extenuante recorrido desde los mangles cenagosos de playa Las Coloradas, y esperar la noche.
  
[[Montané]] y yo estábamos recostados contra un tronco, hablando de nuestros respectivos hijos; comíamos la magra ración —medio chorizo y dos galletas— cuando sonó un disparo; una diferencia de segundos solamente y un huracán de balas —al menos eso pareció a nuestro angustiado espíritu durante aquella prueba de fuego— se cernía sobre el grupo de 82 hombres. Mi fusil no era de los mejores, deliberadamente lo había pedido así porque mis condiciones físicas eran deplorables después de un largo ataque de asma soportado durante toda la travesía marítima y no quería que se fuera a perder un arma buena en mis manos. No sé en qué momento ni cómo sucedieron las cosas; los recuerdos ya son borrosos. Me acuerdo que, en medio del tiroteo, [[Almeida]] - en ese entonces capitán— vino a mi lado para preguntar las órdenes que había, pero ya no había nadie allí para darlas. Según me enteré después, [[Fidel Castro|Fidel]] trató en vano de agrupar a la gente en el cañaveral cercano, al que había que llegar cruzando la guardarraya solamente. La sorpresa había sido demasiado grande, las balas demasiado nutridas. Almeida volvió a hacerse cargo de su grupo, en ese momento un compañero dejó una caja de balas casi a mis pies, se lo indiqué y el hombre me contestó con cara que recuerdo perfectamente, por la angustia que reflejaba, algo así como "no es hora para cajas de balas", e inmediatamente siguió el camino del cañaveral (después murió) asesinado por uno de los esbirros de [[Fulgencio Batista|Batista]]). Quizás ésa fue la primera vez que tuve planteado prácticamente ante mí el dilema de mi dedicación a la medicina o a mi deber de soldado revolucionario.  
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Poco después del mediodía se escucharon los primeros disparos, generalizándose de inmediato un cerrado tiroteo. Los expedicionarios habían sido sorprendidos por el ejército, y bajo el intenso fuego, se dispersaron. En medio de la confusión y la balacera fueron inútiles todos los intentos por reagruparlos.
  
Tenía delante una mochila llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para transportarlas juntas; tomé la caja de balas, dejando la mochila para cruzar el claro que me separaba de las cañas. Recuerdo perfectamente a [[Faustino Pérez]], de rodillas en la guardarraya, disparando su pistola ametralladora. Cerca de mí un compañero llamado [[Albentosa]], caminaba hacia el cañaveral. Una ráfaga que no se distinguió de las demás, nos alcanzó a los dos. Sentí un fuerte golpe en el pecho y una herida en el cuello; me di a mí mismo por muerto. Albentosa, vomitando sangre por la nariz, la boca y la enorme herida de una bala cuarenta y cinco, gritó algo así como "me mataron" y empezó a disparar alocadamente pues no se veía a nadie en aquel momento. Le dije a [[Faustino]], desde el suelo, "me jodieron", Faustino me echó una mirada en medio de su tarea y me dijo que no era nada, pero en sus ojos se leía la condena que significaba mi herida.  
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Los bisoños combatientes no habían valorado la importancia de los vuelos de aviones y avionetas del Ejército que empezaban a rondar en las cercanías. Algunos grupos de los revolucionarios tranquilamente cortaban y comían cañas sin importarles ser vistos por los pilotos del régimen que andaban en su busca desde el mismo momento del desembarco. Localizados con exactitud, las fuerzas del régimen iniciaron con gran rapidez un cerco a su alrededor y, cuando más tranquilamente se encontraban los expedicionarios, fueron objeto de un fuerte ataque por parte de las tropas enemigas, creándose una fuerte confusión y una total dispersión de las fuerzas del naciente [[Ejército Rebelde]].
  
Quedé tendido; disparé un tiro hacia el monte siguiendo el mismo oscuro impulso del otro herido. Inmediatamente, me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en que parecía todo perdido. Recordé un viejo cuento de [[Jack London]], donde el protagonista, apoyado en un tronco de árbol se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte por congelación, en las zonas heladas de [[Alaska]]. Es la única imagen nítida. Alguien, de rodillas, gritaba que había que rendirse y se oyó atrás una voz, que después supe pertenecía a [[Camilo Cienfuegos]] -en realidad, fue [[Juan Almeida]]- gritando: "Aquí no se rinde nadie..." y una palabrota después. [[Ponce]] se acercó agitado, con la respiración anhelante, mostrando un balazo que aparentemente le atravesaba el pulmón. Me dijo que estaba herido y le manifesté, con toda indiferencia, que yo también. Siguió arrastrándose hacia el cañaveral, así como otros compañeros ilesos. Por un momento quedé solo, tendido allí esperando la muerte. Almeida llegó hasta mí y me dio ánimos para seguir; a pesar de los dolores, lo hice y entramos en el cañaveral. Allí vi al gran compañero [[Raúl Suárez]], con su dedo pulgar destrozado por una bala y Faustino Pérez vendándoselo junto a un tronco; después todo se confundía en medio de las avionetas que pasaban bajo, haciendo algunos disparos de ametralladora, sembrando más confusión en medio de escenas a veces dantescas y a veces grotescas, como la de un corpulento combatiente que quería esconderse tras de una caña, y otro que pedía silencio en medio de la batahola tremenda de los tiros, sin saberse bien para qué.
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El fuego intenso del Ejército fue combinado con frecuentes llamadas para que los sitiados se rindieran, y en aquellos instantes se oyó la voz del capitán Juan Almeida Bosque<ref>En el artículo «Alegría de Pío» publicado en la revista Verde Olivo en 1961 el Che afirma que la frase fue dicha por Camilo Cienfuegos</ref>:
  
Se formó un grupo que dirigía Almeida y en el que estábamos además [[Ramiro Valdés]], en aquella época teniente, y los compañeros Chao y Benítez; con Almeida a la cabeza, cruzamos la última guardarraya del cañaveral para alcanzar un monte salvador. En ese momento se oían los primeros gritos: "fuego", en el cañaveral y se levantaban columnas de humo y fuego; aunque esto no lo puedo asegurar, porque pensaba más en la amargura de la derrota y en la inminencia de mi muerte, que en los acontecimientos de la lucha. Caminamos hasta que la noche nos impidió avanzar y resolvimos dormir todos juntos, amontonados, atacados por los mosquitos, atenazados por la sed y el hambre.
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{{Sistema:Cita| “Aquí no se rinde nadie”|}}
  
Así fue nuestro bautismo de fuego, el día [[5 de diciembre]] de [[1956]], en las cercanías de Niquero. Así se inició la forja de lo que sería el Ejército Rebelde."
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Fidel Castro trató de reagrupar a los expedicionarios en un cañaveral cercano, al que sólo había que llegar cruzando una guardarraya, pero no pudo lograrlo <ref name=" Guevara de la Serna, Ernesto. Alegría de Pío. Revista Verde Olivo. 26 de febrero de 1961" /> y cada cual se retiró como pudo, solo o formando pequeños grupos.
  
== Fuente  ==
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===Bajas de los expedicionarios===
  
http://www.granma.cubasi.cu/secciones/50_granma-80_fidel/despues01.html
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Aunque la mayor parte de la historiografía reconoce como caídos en este combate a los expedicionarios [[Humberto Raimundo Lamothe Coronado]], [[Carlos Israel Cabrera Rodríguez]] y [[Oscar Rodríguez Delgado]]; otros estudios argumentan que los dos últimos fueron asesinados más tarde, y luego trasladados allí para presentarlos como muertos en combate. Muchos otros combatientes fueron heridos de diversa gravedad.
  
[[Category:Historia_de_Cuba]]
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Los días que sucedieron a esta acción armada se tornaron sumamente trágicos para los derrotados, pues el ejército de la dictadura asesinó a una parte de sus prisioneros, haciendo elevar el número de muertos hasta 21.
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==Referencias==
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==Fuentes==
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* [[Ernesto Che Guevara|Guevara de la Serna, Ernesto]]. ''Pasajes de la guerra revolucionaria. Cuba 1956 – 1959''. Edición anotada. Editorial Política. La Habana. 2004. Tercera Edición. Quinta reimpresión. ISBN-959-01-0400-2
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*[http://www.fidelcastro.cu/es Fidel soldado de las ideas]
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[[Categoría: Batallas de la Revolución Cubana]]
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[[Categoría: Cuba en 1956]]

última versión al 11:02 1 ago 2019

Combate de Alegría de Pío
Información sobre la plantilla
Parte de Guerra de Liberación Nacional de Cuba
Combatealegriadepio.jpg
Fecha 5 de diciembre de 1956
Lugar Alegría de Pío, Niquero, Oriente, Bandera de Cuba Cuba
Resumen Enfrentamiento entre una compañía del Ejército Constitucional de Cuba y los 82 hombres de la expedición del yate Granma
Resultado Dispersión de los expedicionarios del Granma
Beligerantes
Ejército Constitucional de Cuba Movimiento 26 de Julio
Comandantes
- Fidel Castro Ruz
Fuerzas en combate
1 Compañía 82 expedicionarios del Granma
Bajas
- 3 muertos[1]

Combate de Alegría de Pío. Combate librado por los expedicionarios del Granma con las fuerzas del Ejército Nacional de Cuba en una zona de Niquero, Oriente, conocida como Alegría de Pío.

Las fuerzas expedicionarias fueron sorprendidas por el ejército, y en la dispersión posterior dos decenas de revolucionarios capturados fueron asesinados para ser presentados como muertos en combate. Pequeños grupos pudieron escapar por diferentes vías, algunos descendieron al llano y otros se reagruparon en torno al líder de la expedición, Fidel Castro y formaron el núcleo principal de lo que posteriormente sería el Ejército Rebelde.

Acciones previas

Movimiento de los expedicionarios

La expedición del yate Granma desembarcó en una punta de mangle conocida como Los Cayuelos a dos kilómetros de playa Las Coloradas el 2 de diciembre de 1956 perdiendo casi todo el alijo. El terreno cenagoso, cubierto de manglares hizo que la marcha fuese muy difícil y provocó ulceraciones en los pies de los combatientes que retrasaron su avance.

La mayoría de ellos se fueron deshaciendo en los pantanos del pesado equipo de guerra hasta quedar con lo mínimo indispensable para combatir[2]. Durante la noche del 4 de diciembre alcanzaron las guardarrayas del central Niquero dejando un rastro de bagazo de caña que hizo muy fácil al ejército seguirlos.

El campesino que les sirvió de guía fue dejado en libertad y dio parte al ejército de la presencia de los expedicionarios en la zona, guiándolos hasta el punto exacto donde estos se encontraban.

El Combate

En la mañana del 5 de diciembre de 1956, los 82 expedicionarios del Granma acamparon a la orilla de un cañaveral, en un lugar conocido como Alegría de Pío, preparándose para descansar del extenuante recorrido desde los mangles cenagosos de playa Las Coloradas, y esperar la noche.

Poco después del mediodía se escucharon los primeros disparos, generalizándose de inmediato un cerrado tiroteo. Los expedicionarios habían sido sorprendidos por el ejército, y bajo el intenso fuego, se dispersaron. En medio de la confusión y la balacera fueron inútiles todos los intentos por reagruparlos.

Los bisoños combatientes no habían valorado la importancia de los vuelos de aviones y avionetas del Ejército que empezaban a rondar en las cercanías. Algunos grupos de los revolucionarios tranquilamente cortaban y comían cañas sin importarles ser vistos por los pilotos del régimen que andaban en su busca desde el mismo momento del desembarco. Localizados con exactitud, las fuerzas del régimen iniciaron con gran rapidez un cerco a su alrededor y, cuando más tranquilamente se encontraban los expedicionarios, fueron objeto de un fuerte ataque por parte de las tropas enemigas, creándose una fuerte confusión y una total dispersión de las fuerzas del naciente Ejército Rebelde.

El fuego intenso del Ejército fue combinado con frecuentes llamadas para que los sitiados se rindieran, y en aquellos instantes se oyó la voz del capitán Juan Almeida Bosque[3]:

“Aquí no se rinde nadie”

Fidel Castro trató de reagrupar a los expedicionarios en un cañaveral cercano, al que sólo había que llegar cruzando una guardarraya, pero no pudo lograrlo [2] y cada cual se retiró como pudo, solo o formando pequeños grupos.

Bajas de los expedicionarios

Aunque la mayor parte de la historiografía reconoce como caídos en este combate a los expedicionarios Humberto Raimundo Lamothe Coronado, Carlos Israel Cabrera Rodríguez y Oscar Rodríguez Delgado; otros estudios argumentan que los dos últimos fueron asesinados más tarde, y luego trasladados allí para presentarlos como muertos en combate. Muchos otros combatientes fueron heridos de diversa gravedad.

Los días que sucedieron a esta acción armada se tornaron sumamente trágicos para los derrotados, pues el ejército de la dictadura asesinó a una parte de sus prisioneros, haciendo elevar el número de muertos hasta 21.

Referencias

  1. Otras Fuentes afirman fue sólo un muerto y los otros dos fueron prisioneros asesinados presentados como muertos en combate
  2. 2,0 2,1 Guevara de la Serna, Ernesto. Alegría de Pío. Revista Verde Olivo. 26 de febrero de 1961
  3. En el artículo «Alegría de Pío» publicado en la revista Verde Olivo en 1961 el Che afirma que la frase fue dicha por Camilo Cienfuegos

Fuentes