Diferencia entre revisiones de «Olga la tamalera»
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Revisión del 12:32 12 ago 2020
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Olga la tamalera. Musa inspiradora del contagioso pregón popularizado por la inigualable [[Orquesta Aragón]0, escuchado en casi todo el mundo y versionado a muchos géneros y cantado por importantes artistas.
Historia
Corrían los años finales de la primera mitad del siglo XX y dada la compleja situación económica que sufría el país el personaje de esta historia la cienfueguera Olga Moré Jiménez que radicaba en La Habana, tuvo que vender tamales para sostener a su familia.
Se escuchaban sus ingeniosos pregones para atraer a los clientes en la céntrica esquina habanera donde confluyen las calles Prado y Neptuno según numerosos historiadores especializados en temas callejeros.
Conocida como Olga la tamalera, su nombre completo era Olga Muré Jiménez, y comenzó a vender tamales en 1949, en la esquina de Prado y Neptuno, pero la calidad de sus tamales conquistó a músicos como Félix Reina y Fajardo, quienes compusieron el chachachá “Olga la tamalera”. Seguidamente la orquesta Aragón popularizó también a esa simple mujer.
En la calle Figuras número 180 entre Manrique y Tenerife, barrio de Los Sitios, se levantaba esta mujer de tez negra, natural de Cienfuegos, quien abrumada por la situación familiar buscó una solución, la cual por su autenticidad la convirtió en esas personas que la han dado brillos a La Habana, mostrando la cubanía.
Olga había perdido a su esposo y tenía tres niños pequeños y una madre anciana. Cuando le vino la idea de hacer tamales para vender, se preguntó y ¿por qué no? Así que tomó una jaba casera confeccionada con retazos de vestidos y fue al mercado para emprender su idea de sustento. De modo tal que se dijo: “Voy a ser la primera mujer que venda tamales en La Habana”. Luego de haber rayado el maíz, Olga se paraba frente a la gran cazuela, donde prefería estar sola. Porque para ella esa receta era y seguirá siendo un gran misterio para los cubanos.
No sólo los vendía en la calle, sino que por su puerta desfilaban en busca de sus ricos tamales caseros, toda clase de personas. Le encargaban con anticipación para celebrar bodas, cumpleaños y todo tipo de festejos.
Pero la calidad del producto, le fue granjeando popularidad a la vendedora, la cual pasaba largas horas en el arte de elaborar el suculento alimento a base de maíz tierno rayado, carne puerco y un sazón que solo ella conocía.
Otro lugar frecuentado por Olga fueron los salones de bailes populares, donde alternaba la venta, con algún que otro pasillo, de acuerdo a las canciones de moda en aquella época y precisamente fue alli donde conoció al flautista pinareño José Antonio Fajardo. Él era director de la Orquesta Fajardo y sus Estrellas, que ante el inconfundible sabor del manjar y la fama alcanzada por Olga, tuvo la gentileza de dedicarle una canción que tituló “Los tamalitos de Olga”, que derivó furor en la década del 50.
Otras interpretación refieren que “Olga la tamalera”, como era conocida, no vendía por la calle, ni tocaba de puerta en puerta ya que era dueña de una categoría culinaria y la mercancía la ofrecía en su propio hogar y casi siempre por encargo.
El pregón, devino éxito internacional, de la mano de Rafael Lay y su agrupación, gracias a sus giras por América Latina y más tarde en los Estados Unidos y parte de Europa, y no resulta difícil creer que en varios países se tarareara el estribillo.
La canción, que además rinde culto a uno de los platos más sabroso de la cocina cubana, grabada además por el proyecto Estrellas de Areíto, el cuarteto de saxofones Magic Sax Quartet y el venezolano Oscar D´León, acumula la fabulosa cifra de 160 versiones.
La cualidad del cubano de levantarse ante la adversidad, no sólo permitió que esta mujer solucionara su situación en su momento, sino que sin proponérselo le dio sabor a La Habana, y sobre todo a la Isla.