Diferencia entre revisiones de «Francisquito»
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Así, de intervención en intervención —durante apariciones esporádicas o continuas, arbitrarias o permitidas— en el contexto de la ciudad, los personajes populares se instauran en [[Sancti Spíritus]], como representaciones recurrentes de la vida social en la que palpita la fuerza de su continuo generacional. | Así, de intervención en intervención —durante apariciones esporádicas o continuas, arbitrarias o permitidas— en el contexto de la ciudad, los personajes populares se instauran en [[Sancti Spíritus]], como representaciones recurrentes de la vida social en la que palpita la fuerza de su continuo generacional. | ||
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Revisión del 09:10 29 jun 2011
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Francisquito. Personaje Célebre Popular de la Ciudad de Sancti Spíritus.
Sumario
Generalidades sobre los personajes célebres populares
Los pueblos también se animan por los matices exclusivos que en ellos depositan esos seres increíbles e indispensables, que son los personajes populares. Estos hombres y mujeres, trascienden por la voluntad de la memoria y el añejo regusto de la palabra, cuando transitan desde la extrema miseria, pasando por la decorosa humildad, hasta una mejor posición social y económica. Los personajes populares existen no sólo en la tenacidad de su andar por las calles, sino en la persistencia de un recuerdo que no adultera la esencia de la imagen, más bien la enriquece con los tintes de la leyenda.
Personajes célebres populares de Sancti Spíritus
Venciendo el transcurso del tiempo y los diversos obstáculos aparecidos en el tránsito, están; y cada generación en esta ciudad de celebraciones fijas o pretextuales, ha heredado la presencia de unos, o ha contribuido con otros, a la memoria que se afirma en los vaivenes de la anécdota, en cuyo rumor repartido se consolida el perfil del contexto. El capricho de la palabra en generoso aporte, favorece la productividad del recuerdo de los personajes populares, suspendidos en la espacialidad que el tiempo permite en su misteriosa extensión.
El diálogo con decenas de personas dotó al investigador de este trabajo, de más de doscientos personajes populares, que en medio de las contradicciones existenciales, ilustran pasajes singulares del curso de la ciudad durante más de un siglo. Ellos, a pesar de una aparente actitud de rechazo, perduran —a veces identificados por el nombre y mayoritariamente por el mote, en ocasiones implacable— porque esta actitud es precisamente, en su conflicto, una forma expresiva y peculiar de reconocimiento público. El siglo XX apresuró su paso y anduvo cargado de un número significativo de historias y anécdotas que rozaban los límites de lo legendario y, dentro de las cuales, estos personajes adquirieron una fisonomía tan diversa y dinámica, como los años de agitación y permanente cambio que la centuria impuso. Así, de intervención en intervención —durante apariciones esporádicas o continuas, arbitrarias o permitidas— en el contexto de la ciudad, los personajes populares se instauran en Sancti Spíritus, como representaciones recurrentes de la vida social en la que palpita la fuerza de su continuo generacional. Esos personajes son: Mariano el Funerario, Joaquina Mango Macho, Emilito, La Dama Blanca, Bulla Bulla (Personaje Espirituano, Babito, Francisquito, Comandante, Gobela, Zacarías, Masca la Brocha, Zarapico, Herculano, Juan Cabulla, Pan con Llagas, María Campamento, Pesca´o Frito (Personaje), Rodolfo el Ciego, Venturín, Ramón Beltrán, El Padre Font, Franciscona, La Potrica, Arturo el Bizco, La Ñata, Caveda Consejal, José Tomás Morales, Cerebro de Bronce, Pedro Arias, Gungo, Pinocho (Personaje Espirituano), Iglesias,Cucheco, Primo Nápoles, Las Viudas, Sergio, Tomeguín (Personaje Espirituano), Avión (Personaje Espirituano) y Lechuza (Personaje Espirituano), Primitivo Ortega, Mundamba, Los Jimaguas, El Gallego Amolador, Caracedo, Mongo, el de El Meneíto, Pancho el Médico, Pedro la Vieja, Pantalón (Personaje Espirituano), Gelabert, Pichirilo, Yeyito,Pancho, Oropesa, Serapio y su rumba, Ramón.
Francisquito
De un oscuro confuso como su piel era el saco que cubría su torso. Lo cierto es que se debía a la mugre, acumulada un año tras otro. El tiempo, en su afán de alimentar la miseria de Francisco, había acortado su estatura. Quizá, de ahí, venía el diminutivo. Sobre su cabeza cargaba enormes bultos de basura que transportaba desde puntos distantes hasta el río, donde los depositaba con la misma parsimonia con que recorría la ciudad. En su marcha diaria, parecía servir a un compromiso de desconocidos orígenes. Así, de un sitio a otro se trasladaba atendido por el saludo constante, que devolvía mostrando con una sonrisa sus dientes larguísimos y amarillos. Aparecía y desaparecía por cualquier calle, en medio del afecto popular; aunque no escapaba de esporádicas bromas de tono blando.
Cualquier vecino le obsequiaba un par de zapatos de uso o un plato de comida, que eran recibidos con callado agradecimiento. En ese andar —entre saludos y pregones, entre el cruce de los vehículos y la música que anunciaba el tránsito de las décadas—, infinidad de veces interrumpió su soliloquio ante la invariable pregunta de los transeúntes: ¿Francisquito, qué hora es? Con mirada menesterosa, sin levantar apenas la cabeza ni alzar prácticamente la voz, respondía con insólita exactitud la hora; pese a no disponer de auxilio mecánico. Nadie ha podido explicar qué recurso empleó para no equivocarse. En torno a este asunto, las especulaciones aún se mueven pendularmente de la leyenda al mito. Imposibilitado por su edad de salir a la calle, nos dejó el enigma de adivinar las horas. Frisaba los cien años cuando murió, rodeado de las mejores atenciones. Sólo conservaba la humildad que todavía le hace irremplazable en el recuerdo de quienes disfrutaron el privilegio de conocerlo.
Fuentes
- Bernal Echemendía J.E (Juanelo). ¨Gente que la calle conoció¨, Ediciones Luminaria, 2009.
- Ilustración de Julio Neira.
