Cristina Ayala
¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos?
Las comunidades nacionales y regionales no pueden prescindir de sus voces poéticas, aunque algunas de ellas disten de ser una obra totalmente acabada o renovadora. Siempre hay en esos latidos, gérmenes de una elevada misión espiritual. En esas inspiraciones se pone el alma de un pueblo, en un principio mediante las vivencias y emociones personales y, más tarde, como clamor colectivo. Así sucede con Cristina Ayala, la inspirada cantora del Mayabeque.
¿ Quién fue?
En Güines, núcleo económico clave del ochocientos occidental, nació Cristina Ayala, el 24 de junio de 1856. Hija de esclava y liberta por coartación, ascendió al Parnaso por un camino tortuoso, pues debió afrontar las tareas de su origen humilde y su condición sexual que, que según la usanza de la época, la compelía a vegetar en el hogar.
Su educación, meritoria si atendemos a sus condiciones neohistóricas, fue, no obstante, insuficiente y local. Quizás por ello, su plectro no alcanzó las alturas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Luisa Pérez de Zambrana, Mercedes Matamoros, Juana Borrero o María Luisa Milanés. Mas, sus cánticos no deben desdeñarse, pues llevan el candor de la mujer que ama la vida y que pugna por encontrar un espacio donde acendrar su vocación de servicio.
Vida y Obra
La voz poética de Cristina es, -obviando las distancias-, como la de Plácido, poesía mulata que reclama ser integrada a la sociedad blanca, en tanto símbolo de progreso social. Adviértase que no se trata de una actitud individualista; antes bien, funciona como tarea emancipadora del conglomerado etnohistórico al cual representa, según el diseño estratégico de los líderes raciales de la hora. En otras palabras, los cálidos bramidos de Cristina forman parte del proceso transitivo de una cultura a otra, del abrazo transculturador al que aludía Fernando Ortiz; pasajes, en definitiva, de la fase adaptativa a la reivindicadota. Hay, en estos andares, imitación y reserva de tradiciones y valores supervivientes de su ancestral cultura afrocubana.
Las formas son, por tanto, importadas; se siguen los cánones literarios españoles (semióticamente blancos cultos), aunque argumentalmente tienen contenido propio, en tanto los temas del macro y microespacio (Cuba y Güines respectivamente), ocupan el centro de la atención. Los acentos nacionales están presentes en la cantera del Mayabeque en pugna con la concepción que situaba a la mujer en un plano intelectual subalterno al hombre, en la superación de la rémora de la cuna esclava, en el amor hacia el terruño natal y en la captación del sentimiento de libertad plena.
En consona con sus circunstancias tempero-espaciales, los versos de Cristina Ayala se inspiran en los problemas esenciales que atañen a la vindicación de su raza, de su sexo y de su pueblo. Estas emociones constituyen el núcleo principal de todos sus compromisos poéticos, los antepone a cualquier otra consideración argumental, aunque sus inspiraciones no están exentas de otros giros coyunturales y obligaciones filiales.
Sus primeros cantos llevan el sello local: “…a mi Güines canto/ con ardiente inspiración”, nos dice en 1885, cuando lee por primera vez sus composiciones en público. En este primer momento, la Sociedad de Instrucción y Recreo La Bella Unión, fundada en diciembre de 1884, la recibe con curiosidad, casi como reliquia, pues aquella mozuela de apenas 19 años, descendiente de esclava, sabe componer con gracia y asume como propias emociones vivenciadas por todos. Mas, la doncella no versifica por simple afición. Aquello es su propia razón de ser y no dejará de escribir mientras su mano sea capaz de sostener la pluma. Entonces, armará versos en la memoria y los repetirá en voz baja, no importa que el viento los arrastre más allá de los oídos receptivos.
Sus Cantos
Un centenar de su cantos fueron recogidos en un cuaderno titulado “Ofrendas Mayabequinas”, prologado por Valentín Cuesta Jiménez, quien afirmó: “La publicación de este libro, (…), es la primera que en estos tiempos se verifica llevando firma de mujer para exteriorizar el arte de la Avellaneda entre nosotros.” En estas “Ofrendas…”, Cristina nos muestra las coordenadas estéticas y morales de su creación, donde asoman temporalmente el amor a la libertad, entendida esta en su sentido más amplio y diverso. En el apólogo El Arroyuelo y la Flor, alude “a una excelsa trinidad / (…) o / que se llama, ¡su Derecho; / su Patria y su Libertad”. Es el año 1893, el concepto de Patria marca ya una diferenciación, hay un sentido de pertenencia forjado al calor de la Guerra Grande, (1868-1878), y que se apresta a consolidarse, pues en el exterior y en Cuba, se trabaja para reanudar la guerra necesaria. Precisamente por esos años, Juan Gualberto Gómez visita a Güines, pretextando labor de regeneración cultural entre la raza negra, cobertura fácil para encubrir su labor conspirativa. En el acto de recibimiento que se le dispensa en la Casa Social de La Bella Unión, Cristina lee su poema Corona al Genio, donde le pide al hombre de confianza de Martí lo siguiente: “Deja que te salude una cubana / ya que eres gloria de la patria mía.” En la contemporaneidad puede que algunos no gusten de los cánticos de La Novia del Mayabeque, como le llamara su amigo y periodista Pedro Rafael Rojas Rodríguez. Sin embargo, una reflexión estética que presuma de científica, no puede quedar en el manejo de categorías abstractas e inverificables ni por el patrón de vagas y personales facultades degustativas. Preferimos, en cambio, el analisis estructural que enjuicie esta obra como fenómeno de comunicación y enlace, y como reflejo de sus condicionantes epocales. En este sentido, aún debemos estar agradecidos a Cristina Ayala por sus ingenuas, pero honestas ofrendas.
Fuente:
Lic. González Ab. (Investigador Agregado.) Museo Municipal Güines