Un hombre sin pasado
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Un hombre que ha perdido completamente la memoria debe reiniciar su vida en una zona marginal, junto a seres humanos apartados de la sociedad.
Sumario
Sinopsis
"Un hombre sin pasado" nos ofrece una nueva faceta de "Nubes Pasajeras" (Drifting clouds), película que Kauris-mäki realizó en 1996. Al principio de esta nueva película, un hombre (Markku Peltola) que ha viajado a Helsinki bus-cando trabajo, es asaltado, golpeado y como resultado pierde la memoria teniendo así que continuar su vida partiendo de cero. Descubre el amor y se ve obligado a descubrir valores con los que vivirá sin avergonzarse. Una pequeña historia sobre gente que aún sabe cómo ser amable.
Crítica
Aún existen prejuicios en mucha gente por las nacionalidades de los filmes que se estrenan en nuestras salas. Hay algunos a los que por una parte le asusta el cine finés, el polaco, el iraní o el azerbayano. Otros sienten temor ante todo lo nacido en nuestra piel de toro. Otro, los más “modelnos”, no entrarán en una película norteamericana a no ser que Cahiers o Cannes le haya dado su beneplácito como le pasaba a la última de Allen con la última de su imaginario sosias. Pero todos esos prejuicios, tontos e idiotas como todos los prejuicios, deben quedar fuera cuando el lenguaje universal del buen cine se impone a cualquier otra cuestión. Y es que Aki Kaurismäki se une a la triple K o, más bien sustituye al finado Kieslowski, creando un trío poliforme pero casi siempre interesante, a contracorriente y genuino con el persa Kiarostami y el serbio Kusturica.
El finés, que no es tan observador como el director de El informe ni tan vitalmente optimista como el de El tiempo de los gitanos, demuestra un dechado de observación crítica y de optimismo vital en su última película, una comedia comprometida con los marginales, con los desheredados, con la risa y, definitivamente, con el buen cine de corte social. Sin caer en la horrible demagogia del temible Guediguian de La ciudad está tranquila ni en el didactismo tenaz pero a veces simplista y a veces reiterativo de Ken Loach, Kaurismäki llega a la conciencia del respetable haciendo reír y comprender a esos tipos tan pobres y tan feos censados en el lejano Helsinki. La historia de amor entre el amnésico protagonista y la solitaria y poco agraciada voluntaria del albergue donde va a comer se convierte en una de las más románticas, plausibles y hermosas relaciones de los últimos años. Son personajes que destilan verdad desde que aparecen, que son reconocibles, quizá en ese vecino al que nunca saludamos o a la dependienta de la mercería a la que vamos un par de veces al año, que se erigen en protagonistas que mueven al espectador a desear que su romance salga bien (1) y que Kaurismäki no sea el pesimista que nos dejó helados con algunas escenas de La chica de la fábrica de cerillas o Nubes pasajeras . Y por esta vez abre una ventana luminosa a la esperanza. insistiendo en la dignidad de los obreros y los desarrapados ante la indigna actuación del funcionario de la oficina del paro, los circunspectos policías y el director de la sucursal bancario donde se encuentra el desmemoriado protagonista cuando la atracan. Todos los demás personajes son positivos y hacen todo lo que esté en su mano para ayudar a los demás. Desde el empresario que atraca el banco por el sueldo de sus empleados hasta los propietarios del bar que, en lugar de expulsar al protagonista por sentarse y no consumir, le ponen un plato de comida y un vaso de leche por delante. ¿Demasiado optimista?¿Demasiado ingenuo? Pues no sé, me alegro del Goya a Los lunes al sol.
Un tema en apariencia tan sórdido y tan serio y que comienza con una escena espeluznante donde unos descerebrados ultraderechistas (y perdón por la redundancia) golpean al protagonista hasta darlo por muerto, se convierte a partir de ahí, gracias al fino humor absurdo del director finés, en una base perfecta para hacer una muy buena comedia. Ese humor se hace con la narración (impagables las escenas con el vigilante jurado y el presunto perro asesino) y nos lleva de la sonrisa a la reflexión como si de un guía visionario se tratara. Los interpretes están magníficos y Kaurismäki se permite un homenaje a uno de sus habituales Matti Pellonpää, protagonista de La vida de Bohemia y fallecido prematuramente, al colocar una fotografía suya en uno de los bares a los que va el hombre sin pasado.
Y es el futuro lo que interesa al finés, la obsesión por el pasado, viene a decirnos, es un impedimento para desarrollar en el presente los proyectos y la personalidad propia de cada cual. Sólo la amnesia, el olvido, hace posible la regeneración desprovista de complejos y de malas influencias anteriores debidas a una deficitaria educación, conducta o fortuna. Es así como el protagonista puede iniciar una nueva relación tras una vieja, como puede elegir una nueva profesión (“quiero ser manager de rock” dice en un pasaje) (2), como puede superar sus problemas con la ludopatía y convertirse en alguien querido y que quiere.
Premios
- 2002: Nominada al Oscar: Mejor película de habla no inglesa
- 2002: 3 premios en el Festival de Cannes, incluyendo mejor actriz, gran premio del jurado
- 2002: San Sebastián: Premio FIPRESCI: Mejor película del año
- 2002: Nominada al César: Mejor película europea
- 2002: Premios Guldbagge (Suecia): Mejor película extranjera