Homeopatía
| ||||
Homeopatía. La Homeopatía es una pseudociencia que pretende curar a los enfermos a partir de unos principios inventados por el doctor Samuel Friedrich Hahnemann en 1810. Desde entonces casi no ha sufrido modificaciones y aunque su uso mermó bastante durante el siglo XX en las últimas décadas comenzó a usarse nuevamente dentro del marco de la proliferación de disciplinas New Age.
Los principios inventados por Hahnemann son mucho más cercanos al curanderismo y la brujería que a la ciencia, y a pesar de ser bellos y fáciles de recordar como muchas otras pseudociencias, contradicen los principios básicos de la biología, la química, la física y el sentido común.
Aún así la homeopatía tiene gran aceptación en muchos países e incluso recibe financiación de algunos gobiernos, por el supuesto éxito entre los pacientes. El éxito de la homeopatía se explica casi exclusivamente por el Efecto Placebo, ya que cura enfermedades de origen mayormente psicológico.
Los estudios realizados jamás han encontrado una eficiencia estadística mayor al Placebo en los preparados homeopáticos (que por definición son exclusivamente agua o a veces azúcar o alcohol, sin componentes activos).
Sumario
Historia
La homeopatía fue propuesta como un nuevo método terapéutico por el médico alemán Samuel Hahnemann (1755-1843), quien lo concibió entre los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX, publicando la primera edición de su obra magna, Organon der rationellen Heilkunde, en 1810. Hahnemann la presentó como respuesta a la terapéutica predominante de la época, identificada por él como sistema alopático o alopatía, en contraposición a su propio sistema. Aunque ramas del saber médico como la anatomía y la fisiología habían dado importantes pasos para convertirse en científicas, sobre todo desde el Renacimiento, la terapéutica seguía siendo dominada por las enseñanzas de Hipócrates y de Galeno, y se venía tratando a los enfermos mediante medidas extremas como purgantes, eméticos (vomitivos) y, sobre todo, sangrías —extracción deliberada de sangre—, a menudo hasta el límite del desmayo. Una evaluación con los conocimientos actuales de esta etapa de la historia del arte terapéutico lleva a la conclusión de que los médicos estuvieron haciendo más mal que bien durante esos casi dos mil años. La propuesta de Hahnemann resultaba mucho más benigna, porque desde el principio propuso la utilización de preparaciones muy diluidas, aunque no tanto como las que se han venido usando después, precisamente para evitar los efectos negativos.
A mediados del siglo XIX la terapéutica convencional comienza a valerse de los resultados de la investigación científica, sobre todo los de la biología y la química, identificando la causa de muchas enfermedades como resultado de agentes infecciosos, y empezando a examinar estadísticamente los datos epidemiológicos. El desarrollo de métodos estadísticos y experimentales, como la prueba controlada aleatoria, para la evaluación de las medidas terapéuticas, ha alejado a la medicina del siglo XX del estado de cosas que conoció Hahnemann. En contra de los reproches de éste, ni entonces ni ahora, los recursos terapéuticos se buscan entre los que provocan síntomas opuestos a los del paciente, que es lo que quiso dar a entender con el término alopatía. Sin embargo, en Estados Unidos los médicos no homeópatas aceptan sin problemas esta expresión para su propia práctica, sin preocuparse de su significado.
Hahnemann
Hahnemann había abandonado en 1784 el ejercicio de la medicina tradicional, desencantado por lo que veía como un esfuerzo inútil o contraproducente, a pesar de la aceptación acrítica de la mayoría de sus contemporáneos, y se dedicó durante un tiempo a la traducción. Ocupándose de una obra del escocés W. Cullen, encontró en ella motivos de desacuerdo respecto a la explicación de las virtudes de la quinina, y emprendió sus propias investigaciones, como era frecuente en la época, sobre él mismo. Observó que los síntomas provocados por la ingestión de quinina coincidían con los de las fiebres palúdicas para las que estaba indicada, aunque se ha deducido de sus anotaciones que él debía ser hipersensible. Esta constatación le inspiró la interpretación de que «aquello que puede dar lugar a un conjunto de síntomas en un individuo sano puede curar a uno enfermo que presente ese mismo conjunto de síntomas», recuperando un viejo principio, similia similibus curantur (lo semejante se cura con lo semejante), en una generalización que es el fundamento de la terapéutica hahnemanniana.
La ciencia moderna considera que, aunque la formación de la hipótesis fue racional, es de hecho falsa. Actualmente la investigación terapéutica se basa en el rastreo de las propiedades biológicas de las sustancias con sistemas simplificados, como cultivos de tejidos y modelos animales, y en la investigación biológica de los mecanismos moleculares y celulares, normales y patológicos, de las funciones biológicas. No importa si el tratamiento induce síntomas iguales (homeopáticos), distintos (alopáticos) u opuestos (antipáticos). Tampoco se excluye el uso del propio agente patológico (recursos isopáticos), como en la aplicación de vacunas. Lo único que importa es la verificación de los efectos, tanto terapéuticos como secundarios, mediante procedimientos objetivos, cuyos resultados se puedan valorar independientemente de las expectativas de los agentes implicados, investigadores y pacientes, es decir, mediante procedimientos científicos.
Postulados
- Toda sustancia farmacológicamente activa, genera un conjunto de síntomas característicos sobre un individuo.
- Todo individuo enfermo presenta ciertos síntomas que caracterizan una enfermedad.
- La curación puede realizarse con una muy pequeña dosis de la sustancia cuyos síntomas coinciden con los del enfermo.
O sea, lo mismo se cura con lo mismo. Una afirmación que no tiene ningún sentido ni fundamento desde la medicina, la biología o la química.
Hahnemann inventó el principio de las dosis infinitesimales: Para curar cualquier enfermedad bastaría darle al paciente una serie de sustancias infinitamente diluídas cuyos efectos del anterior catálogo coincidieran con el cuadro de síntomas que padezca cualquier enfermo. Cuanto más diluído esté el principio activo original, más potente es el remedio (incluso, alcanza una enorme potencia cuando no queda ni una molécula de la tintura original dentro del preparado homeopático).
