Silvestre de Balboa
Plantilla:Personaje artístico Silvestre de Balboa. Escritor cubano
Biografía
En su partida bautismal, publicada por el erudito español Carlos Millares, sólo se puede precisar el aсto de nacimiento, y que ocurrió en Gran Canaria.Tampoco es conocida con exactitud la fecha de su llegada a Cuba, aunque se cree que arribase a América entre 1590 y 1600. Según declara en su poema Espejo de Paciencia, ya en 1604 se encontraba en Bayamo, pero residía habitualmente en Puerto Príncipe. Mantuvo siempre estrechas relaciones con Bayamo, que fue la villa contrabandista por excelencia durante los primeros años del siglo XVII. Estaba vinculado por su descendencia con el fundador de la villa principesсa, Vasco Porcayo de Figueroa. Fue confirmado como escribano del cabildo de Puerto Príncipe en 1621, y tres años más tarde se le veía escribano, como sucesor de Diego Pérez de Villavicencio, cuando contaba sesenta años de edad. Se casó con Catalina de la Coba, con quien tuvo seis hijos. Murió en fecha que se ubica entre 1647 y 1649. Los inicios de la literatura cubana abarcan un período que va desde 1510 a 1790, pero el único texto conservado de los siglos XVI y XVII es precisamente su poema Espejo de Paciencia. Al vacío que vino a llenar esta obra sola, se ha sumado la historia no menos enigmática de su descubrimiento. El poema épico-heroico, escrito en octavas reales a la usanza de la época, fue descubierto en 1836 por el escritor José Antonio Echeverría, en la biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País, como parte de tres cuadernos de un manuscrito muy dañado: Historia de la isla y catedral de Cuba, del obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz. Según la dedicatoria del poema contenido dentro del segundo cuaderno, este habría sido escrito en 1608. Echeverría dio a conocer su hallazgo en El Plantel (1838), en un ensayo donde comentaba la Historia de Morell y presentaba oficialmente el Espejo de Paciencia citando algunas estrofas. Misteriosamente, sin embargo, poco después el documento original desapareció de las bóvedas de la biblioteca de la Sociedad, quedando sólo una copia que Echeverría había hecho por previsión. Muerto este, en 1885, la copia pasó a manos de su amigo, Néstor Ponce de León, quien por entonces dirigía el Archivo Nacional de Cuba. Ponce vino a confirmar que poseía efectivamente la única copia, en una disertación leída en la Sociedad Literaria Hispano-Americana y reproducida por la Revista Cubana en 1892, ocasión en que expresó: “Considero este poema tanto más importante, cuanto que él sólo representa todo el movimiento literario de Cuba desde su conquista en 1511 hasta mediados del siglo XVIII, es decir, 250 años que a no existir ese poema, presentarán el vacío más absoluto. Después de este gran esfuerzo, las musas cubanas cayeron de nuevo en profundo silencio; acaso no fue así, acaso se escribió mucho y probablemente muy malo, pero nada he podido encontrar desde 1608, fecha del poema, hasta mediados del siglo pasado...El Espejo… se publicó íntegramente por primera vez en la segunda edición de la Bibliografía cubana de los siglos XVII y XVIII (Imp. del Ejército, La Habana, 1927, pp. 375-404), de Carlos M. Trelles, y más tarde fue incluido en el tomo primero de Evolución de la cultura cubana. 1608-1927, de José Manuel Carbonell (La poesía lírica en Cuba. Imp. El Siglo XX, La Habana, 1928, pp. 22-56). A la magna obra, la preceden seis sonetos laudatorios, compuestos por otros tantos vecinos de la villa. Balboa se inspiró en los hechos del secuestro del obispo Cabezas Altamirano por unos corsarios, que aconteció después de abril de 1606, y antes del 30 de julio de 1608, fecha de la “Carta dedicatoria” que escribe al obispo. Según refiere el propio autor, tenía como propósito narrar la batalla en la que el bayamés Gregorio Ramos y un batallón de vecinos de la zona dieron muerte al enemigo en venganza por el secuestro. La investigadora Carolina Poncet llegó a sospechar que la obra fuese sólo una superchería literaria de su descubridor, José Antonio Echeverría, y de un conjunto de amigos capitaneados por Domingo del Monte. No pocos críticos han especulado sobre esta posibilidad, a partir de evidentes enigmas que arroja la obra. Dice Cintio Vitier, en Lo cubano en la poesía: “Dos problemas de interés se han planteado en torno del Espejo. Uno, lo extraña que resulta la presencia de este grupo de siete poetas cultos en un caserío tan apartado como el Puerto Príncipe de principios del XVII, cuando en ninguna otra región de la isla se conocen manifestaciones literarias análogas (…) Otro, la peculiaridad del lenguaje del poema, que nos parece más cercano y familiar si lo comparamos con el de las prosas y versos españoles de la época.” Rebelado contra esa misma hipótesis de una “broma literaria”, pero planteando como al desgaire otra incógnita no menor, escribió Lezama en el primer tomo de su Antología de la poesía cubana: “Sería una broma demasiado extensa, además tendríamos que afirmar que “la broma” demuestra más talento poético que la obra “en serio” de Del Monte o Echeverría. (…) Quizás algún día podrá demostrarse que fue una obra coral en la que participaron por igual Balboa y los sonetistas laudatorios. Es muy raro que seis poetas, todos conocidos por los puestos que ocupaban, nada más que dejaran una muestra, un soneto como producción.” Y, como redefinición del espíritu dubitativo que ha estado motivando este dilema, en el Perfil histórico de las letras cubanas desde los orígenes hasta 1898, obra de un colectivo de autores del Instituto de Literatura y Lingüística, se señala: “…si tenemos en cuenta que pudo ser escrito para crear nuestro poema épico, hay que conceder que las posibilidades de una falsificación son mayores. El cuidado en lograr el espíritu de la época será mayor y el esfuerzo de escribir estará compensado por un propósito meritorio. No obstante, si comparamos el poema con los textos de los supuestos falsificadores, con cartas auténticas de Balboa y con los poemas épicos americanos de la época, veremos que no hay razones para pensar en una falsedad. Por ello, hasta tanto no se demuestre lo contrario, seguiremos considerando que El espejo de paciencia fue escrito a principios del siglo XVII por el poeta canario Silvestre de Balboa.” De este modo, los investigadores, los críticos literarios y la tradición, han hallado consenso mayoritario en la autenticidad y los méritos del único poema épico escrito en Cuba. Dos copias existían en 1942, según Felipe Pichardo Moya, prologuista de la edición que ese año hiciera el Ministerio de Educación. Moya encontró información incluso sobre los seis sonetistas que preceden el poema. Lamentablemente ninguna copia del poema ha llegado hasta hoy, ni siquiera de la Historia de Morell. Ya en 1975, en una edición del poema hecha por la editorial Arte y Literatura, Cintio Vitier denunciaba la desaparición de todas las copias probables: “Al desaparecer [del Archivo Nacional, los archivos de la Academia de Historia, la biblioteca particular de Francisco de Paula Coronado, la Biblioteca Nacional, la Sociedad Económica de Amigos del País…] o se han perdido definitivamente por un accidente fortuito, o será cosa de echarse a buscarlos en colecciones privadas o extranjeras. No estará de más recordar que esos documentos, que técnicamente pueden considerarse 'originales', pertenecen a la nación. Su pérdida constituye un verdadero escándalo”. Sobre la hazaña poética de Balboa, sobre su Espejo, el propio Vitier observa: “[…] está penetrado de una luz matinal de playa y de un aroma de frutos cubanos…” Justamente quiso el destino que no fuese otra obra sino un poema nuestra luz de aurora, la raíz visible del árbol de la literatura cubana.
Se supone que llegó a América entre 1590 y 1600. En 1604 se encontraba en Bayamo, pero residió habitualmente en Puerto Príncipe. En 1621 fue confirmado en esa ciudad como escribano del cabildo. Su única obra, Espejo de paciencia, el primer poema cubano, fue dada a conocer por José Antonio Echeverría en El Plantel (1838) como parte de la Historia de la isla y catedral de Cuba, del obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz. Apareció publicada íntegramente por primera vez en la segunda edición de la Bibliografía cubana de los siglos XVII y XVIII (La Habana, Imp. del Ejército, 1927, p. 375-404), de Carlos M. Trelles. Más tarde apareció en el tomo primero de Evolución de la cultura cubana. 1608-1927, de José Manuel Carbonell (La poesía lírica en Cuba. T. 1. La Habana, Imp. El Siglo XX, 1928, p. 22-56). En 1929, al aparecer publicada la Historia de la isla y catedral de Cuba (La Habana, Academia de la Historia de Cuba, 1929), fue impresa de nuevo. De los seis sonetos que aparecen antes del poema, cuatro son de autores cubanos.
Bibliografía activa
Espejo de paciencia. «Estudio crítico», por Felipe Pichardo Moya. La Habana, Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, 1942 (Cuadernos de Cultura. 5ª serie, 4); 2ª ed. Pról. y notas de Cintio Vitier. La Habana, Universidad Central de Las Villas. Depto. de Estudios Hispánicos, 1960; 3ª ed. Edición facsímil y crítica a cargo de Cintio Vitier. La Habana, Publicaciones de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 1962.
Bibliografía pasiva
Chacón y Calvo, José María. El primer escrito en Cuba. Documentos inéditos referentes al obispo Fray Juan de las Cabezas. La Habana, Imp. Maza, Arroyo y Caso, 1922.
Fernández, Clara. «Las alusiones cultas en el poema Espejo de paciencia de Silvestre de Balboa», en Taller literario. Santiago de Cuba, (14): 22-23, jun., 1967.
García del Pino, César. «El Obispo Cabezas, Silvestre de Balboa y los contrabandistas de Manzanilla», en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. La Habana, 3a época, 17, 66 (2): 13-54, may.-ago., 1975.
Lezama Lima, José. «Silvestre de Balboa y Troya de Quesada», en su Antología de la poesía cubana. T. 1. La Habana, Consejo Nacional de Cultura, 1965, p. 64-68. | Ponce de León, Néstor. «Los primeros poetas de Cuba», en Revista Cubana. La Habana, 15: 385-399, 1892.
Vitier, Cintio. «Primera lección. Propósito del curso. Desarrollos y estratos de lo cubano. Primeros acercamientos a la naturaleza insular», en su Lo cubano en la poesía. La Habana, Instituto del Libro, 1970, p. 15-42.
Fuente