Benito Granda

Benito Granda Parada, natural de Santiago de Cuba, nacido el 21 de Marzo del año 1900 expiró su corta vida el 27 de septiembre de 1947 siendo vecino de Jiguaní, había formado una familia de 8 hijos concebidos en unión a su esposa Gloria Oro Jorge.


Llegada a Jiguaní


Tenía 22 años cuando decidió hacerse jiguanicero, era telegrafista, tabaquero; por tradición se sostiene que había cursado estudios en la Academia de Bellas Artes en Santiago de Cuba a cargo del profesor Rodolfo Hernández Giro (18 de abril de 1881- 27 de agosto 1970), donde se hizo pintor y creyonista.

Su Obra


Su obra pictórica en estos momentos prácticamente está perdida. Su pintura consiste fundamentalmente en paisajes y motivos florales que se pintaban en los paneles de los biombos así como cuadros de paisajes y bodegones que se insertaban en la dinámica decorativa en las casas jiguniceras de ciertas y determinadas familias que sustentabas un tipo de estética doméstica muy vernácula que ya para la década de los años sesenta comenzaba a declinar.
Su oficio de pintor está marcado por una ingenuidad prístina que domina su paleta tan dependiente del negro, su dibujo no miente, huérfano de los rigores de la enseñanza académica, Benito era un niño cuando dibujaba, desnudo de artimañas sofisticadas hacía su arte de ensueños bucólicos y de orden apacible.
Es obvio que el pintor conocía la obra de Juan Gil García (Madrid, 1876 – La Habana, 1932), tal vez por las reproducciones de sus cuadros que, aunque menos ahora, se podían ver en salas, cuartos y cocinas en algunas casas de Jiguaní y que fue una moda en toda Cuba. Hasta los primeros años de la década del los noventa se colgaban dos originales en una vivienda de la localidad de Santa Rita en el municipio Jiguaní.
Benito Granda, por necesidades existenciales se desempeñaba como pintor de paredes y techos a la brocha gorda, asimismo hacía rótulos, ambientaciones pictóricas de fondo para acontecimientos teatrales, conciertos y fiestas patronales.

En la Actualidad


En la actualidad se ha hecho énfasis en reconocer su obra en el ámbito angosto relacionado con la concepción del Escudo de Jiguaní dada su significación patriótica, histórica y cultural que ello entraña, si hasta hace cinco años atrás se podían ver algunos de sus cuadros con paisajes y bodegones en tres o cuatro casas jiguaniceras en un estado de conservación lamentable hubo una obra, un cuadro, que después de haber franqueado todos los obstáculos fue desterrado junto con una mampara de la casa donde siempre se conservó en la calle Gral. Rabí # 14 que fuera la morada del carpintero ebanista Plácido Barcas y de su esposa Esperanza Acosta.
La pintura, que es a mi juicio lo más acabado y mejor concebido que pudo haber pintado Benito Granda, representa un venado de cuerpo completo en escorzo, el animal, encara al espectador con una mirada de expresión grave pero noble, al fondo se adivina la jungla representada por unos troncos de árboles que buscan en primera instancia el borde superior del marco y se reiteran de tal manera que sugieren la profundidad de la floresta, todo en un ámbito cromático donde escasea el verde que cede ante la energía de lo consumado, pardos y tierras, grises y el negro que también acentúa los contornos de los árboles y la figura; un aura esotérica de liberación de aquel que sabe que va a morir y de correr por la salvación es un discurso latente en la ancestral vocación del animal salvaje presto a volverse e internarse raudo y anónimo en la maleza, éste fue el último cuadro de Benito, su despedida.


Fuentes

Autor: Lic. Carlos Casasayas Calafell.



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