Roque Dalton
Roque Dalton fue un importante revolucionario y escritor salvadoreño al que apodaron el poeta insurgente.
Inicios
Roque Dalton nació en San Salvador, capital de El Salvador, el 14 de mayo de 1935. Educado en un colegio jesuita, estudió luego jurisprudencia, ciencias sociales y antropología, en universidades de El Salvador, Chile y México.
Carrera literaria
Con otros escritores de izquierda, fundó en 1956 el Círculo Literario Universitario. En 1956, 1958 y 1959 obtuvo el Premio Centroamericano de Poesía, otorgado por la Universidad de El Salvador. Fue varias veces encarcelado en su país, por motivos políticos, e incluso condenado a muerte en 1960, pero la sentencia no se cumplió, gracias a que el dictador José María Lemus cayó sólo cuatro días antes de la fecha fijada para la ejecución. Más de una vez consiguió escapar de las prisiones, en alguna ocasión con la complicidad de un terremoto. Vivió como exiliado político, en distintas épocas, en Guatemala, México, Checoslovaquia y Cuba.
En 1969 obtuvo el Premio Casa de las Américas, en el género poesía, con Taberna y otros Lugares, el más conocido y para la mayoría de los críticos el mejor de sus libros. Recorrió Vietnam y Corea.
Asesinato
Enrolado en el Ejército Revolucionario del Pueblo, organización salvadoreña, regresó clandestinamente a su país, y el 10 de mayo de 1975, sólo cuatro días antes de cumplir 40 años, fue asesinado por una fracción ultraizquierdista de la misma organización a la que pertenecía. Tardíamente, el principal responsable del grupo que decidió su eliminación, Joaquín Villalobos, reconoció que la misma había sido un trágico error.
Roque y El Salvador
Ante su país pequeñísimo, que Gabriela Mistral bautizó para siempre como el Pulgarcito de América, Roque tuvo una actitud de amor/odio (Víctor Casaus la califica de «relación amorosa y doliente») que impregna su poesía de una inagotable movilidad dialéctica.
La idea básica de Roque es que en El Salvador (uno de los países de América donde los pobres son más pobres y que ha vivido siempre asediado por la violencia) existe una injusticia consolidada, y en sus versos va dejando incuestionables signos del estado de ánimo a que lo lleva esa comprobación:
«Patria dispersa: caes como una pastillita de veneno en mis horas. ¿Quién eres tú, poblada de amos, como la perra que se rasca junto a los mismos árboles que mea?» y también: «¿A quién no tienes harto con tu diminutez?».
Sin embargo, en el fondo de todo ese sarcasmo hay un imborrable trazo de amor. El poeta ridiculiza al falso país en que se ha convertido su país verdadero, pero sigue amando y añorando a este:
«País mío vení papaíto país a solas con tu sol todo el frío del mundo me ha tocado a mí y tú sudando amor amor amor».

