Cruz de la Parra
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La Cruz de la Parra, el más antiguo símbolo del cristianismo en América, fue plantada por Cristóbal Colón en 1492 durante su primer viaje al Nuevo Mundo, en el extremo norte oriental de Cuba.
Sumario
Resumen
Es una reliquia perteneciente al patrimonio de la humanidad que a diferencia de otras piezas de relevante valor, exhibidas en soberbios museos de Europa y Estados Unidos, ha permanecido, durante medio milenio, ocupando el humildísimo recinto de la primera iglesia de yagua y paja, y desde tiempos más cercanos, el de la modesta parroquia de La Asunción de Baracoa. Es obligado mencionar la famosa Cruz de La Parra (de las 29 dejadas en toda la América hispana por el navegante genovés Cristóbal Colón), erigida por los españoles durante el primer viaje a América (asentada allí por el mismísimo Almirante el sábado 1ro. de diciembre de 1492).
Punto de partida
El sábado 1ro de diciembre de 1492 queda recogido, en el Diario de navegación, como el día en que se erige la cruz que tantas interrogantes venía a suscitar en su trayectoria. En el Diario se expresa: ¨Asentó una cruz grande á la entrada de aquel puerto que creo llamó el Puerto Santo sobre unas peñas vivas. La punta es aquella que está (sic) a la parte del Sueste (sic), a la entrada del puerto…¨. De este modo estamos delante de lo que pudiéramos nominar el punto de partida de la travesía histórica de la Cruz de la Parra. Es además una prueba documental que permite vincularla directamente con la presencia de Colón en Baracoa y no con el arribo, casi 20 años después, de los conquistadores y colonizadores con Diego Velázquez al frente. Son estos últimos hombres quienes hallan la cruz, cubierta por la vegetación litoral de uva caleta, cuyo parecido con la vid, bien conocida por los hispanos, determinaría el apelativo de la parra.
Diego Velázquez, capitán acompañante de Colón en su segundo viaje a América, encontrándose en La Española, recibió del rey Fernando el título de Adelantado en la isla de Cuba, y la autorización para la búsqueda de oro, la fundación de villas y la evangelización de los indígenas.
En cumplimiento de la orden real, Velázquez, auxiliado por algunos compañeros del primer viaje de Colón, tuvo la suerte de descubrir en perfecto estado la Cruz de la Parra, plantada veinte años atrás, y fundó allí, en 1511 la primera villa de Cuba, bautizada como Nuestra Señora de la Ascensión de Baracoa.
La aparición y posesión de la Cruz se consideró un buen augurio en la colonización y evangelización en cumplimiento del mandato real.
La primada villa española en la isla era sólo un caserío de cuarenta bohíos, pero siguiendo las formalidades de la época, Velázquez le dio el título de ciudad, le otorgó su escudo de armas, la plaza, e instaló simbólicamente el primer obispado de Cuba, con la orden de construcción inmediata de la primera catedral, erigida seis años después.
Realizaciones milagrosas que se le atribuye
Las misas y las festividades católicas estuvieron presididas por la Cruz de la Parra, cuyo rescate y conservación se debe a la fe, pero también al interés utilitario del Adelantado Diego Velázquez, a la sazón gobernador de la isla de Cuba.
A partir de su hallazgo por los fundadores de la Asunción, se origina en torno a ella un curioso proceso de sacralización, aún más fortalecido por las realizaciones milagrosas que le son atribuidas y muy dignas de asombro. Desde fecha tan temprana como 1528, oportunidad en que se reporta un terremoto en la villa, la cruz era sacada en procesión por los primeros avecindados, tradición que perduraría hasta la primera mitad del siglo XX. A la ya reconocida santa Cruz de la Parra se encomendaban para recabar protección de los huracanes tropicales, temblores de tierra, intensas sequías, inundaciones devastadoras, epidemias, ataques y asaltos de corsarios y piratas. Por ella hubo discordias entre aquellos pobladores tan penetrados por la fe religiosa al efectuarse el traslado de la sede de la sede del gobierno de la isla hacia Santiago.
La significación de la Cruz de la Parra a través de los años estuvo centrada únicamente en su leyenda milagrosa, hasta el grado de transformarse en un talismán para toda la comunidad. En la conformación de este cuadro mítico religioso no es posible desestimar la situación de especial aislamiento en la cual tenía que desenvolverse la vida en la comarca, con las consabidas carencias de cuanto género fuese imprescindible para la existencia.
Entre las realizaciones milagrosas de la cruz se cuenta aquella que tuvo como protagonista al artillero baracoeso Manuel Durete, quien en 1807, después de invocar devotamente a la santa Cruz de la Parra, disparó su cañón sobre la infantería de la marina inglesa, que avanzaba por la playa de Miel con pretensiones de echarse sobre la ciudad. El primer sorprendido debió ser el propio Durete, al comprobar los efectos demoledores de su metrallazo entre la tropa invasora: se reportó un elevado número de muertos, otro tanto de prisioneros y unos pocos lograron conseguir la retirada.
De igual forma se considera milagrosa la ausencia de pérdidas humanas ante los repetidos asaltos practicados por corsarios y filibusteros radicados en el norte de Santo Domingo y la isla Tortuga.
A tal magnitud acreció su carácter milagroso, que no hubo personaje de rango del gobierno colonial que a su paso por esta ciudad no llevara con él una astilla siquiera de la cruz. Dábase la paradoja que de cuanto el símbolo religioso adquiría en fama, sorprendentemente lo disminuía en tamaño. De sus dimensiones originales a las actuales existe una notabilísima diferencia, hoy se halla protegida por chapas de plata que cubren sus extremos.
Dimensiones originales
Una vara de alto, dos cuartas de ancho y cuatro dedos, y seis dedos de grueso, forrada en plata por detrás
Una incógnita despejada
Pero la Cruz de la Parra engrandece su significación hasta lo universal, gracias al desentrañamiento de incógnitas que durante siglos permanecieron inalcanzables al conocimiento. Es inconvertible la evidencia de que solo en virtud del impulso y diversificación de los estudios e investigaciones forestales, y del intercambio y colaboración internacional en este campo, generado en nuestro país a partir de 1959, la elucidación en torno a la Cruz de la Parra fue posible.
Las investigaciones científicas (incluida la prueba de carbono 14 a cargo de una universidad norteamericana) han confirmado la antigüedad del símbolo cristiano.
La Cruz de la Parra se confeccionó con madera de Uvilla, propia de la flora costera e interior de Cuba y otras zonas de las Antillas, esta precisión desecha la idea del origen europeo de la cruz y afirma el antillano, sus extremos están forrados de latón plateado para evitar que los feligreses arranquen sus astillas para llevarlas como reliquia.
Colón, durante su primer viaje (1492), plantó 29 de esas cruces en otros tantos sitios del Nuevo Mundo y esta es la única que se conserva.
Residentes y visitantes de la Ciudad Primada rinden respetuoso tributo de admiración y fe a la Cruz de Parra, reliquia de incalculable valor histórico para Cuba y la Humanidad.
Toca a su fin una dilatada parábola en el tiempo, con el develamiento de aquel espacio oculto al conocimiento humano que hoy hace posible la apreciación de cuantos valores cosmopolitas subyacen depositados en esta pieza, despertando al mismo tiempo motivaciones disímiles que la hacen atractiva a la simple curiosidad del visitante, a la valoración erudita del estudioso o la fe religiosa del creyente.
Se comprende entonces que la Cruz de la Parra atesora la historia entera de la ciudad, por ser la más antigua porción de aquel villorrio hispano levantado en tierra aborigen de Baracoa. Durante medio milenio fue protegida de cuanto pudo interrumpir su presencia, como si su condena consistiera en permanecer, existir, para contar los hechos, para hacer posible la leyenda.
Fuente
Fidel Aguirre Gamboa, Baracoa, Viaje a la leyenda (Episodios de una historia que maravilla), página 25•••30