Mercado de Colón
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Mercado de Colón. También conocido como Plaza del Polvorín, fue considerado como una joya de la arquitectura neoclásica habanera y el mejor de los mercados que, desde el punto de vista arquitectónico, tuvo la capital. Construido para dar servicio a la vecinería de la zona norte de La Habana. Su demolición comenzó en la segunda mitad de la década de 1940, a fin de erigir en dicho espacio el Palacio Nacional de Bellas Artes.
Antecedentes
Tras la demolición de las murallas de la ciudad en 1863 comenzó el proceso de urbanizar el espacio disponible. El Cuerpo de Ingenieros realizó varios planos y maquetaciones que sirvieron como lineamiento para la subasta de los terrenos y la construcción en los mismos.
En el Polvorín, las obras comenzaron en 1882, con gran júbilo de la vecinería para la que los principales mercados de abasto quedaban demasiado lejos, pero no fue hasta el 23 de marzo de 1885 que la plaza quedó terminada.
La obra fue realizada por el arquitecto municipal Emilio Sanchez Osorio (quien además fungió como inspector de la fábrica), el también arquitecto José María Ozón y el ingeniero José del Castillo. Estos últimos cubanos de nacimiento y representantes de Tabernilla y Sobrino, concesionarios de la obra.
Ubicación
Situado en la manzana enmarcada por las calles Monserrate, Zulueta, Ánimas y Trocadero.
Ocupaba un área de 8 083 metros cuadrados, y la empresa de Tabernilla y Sobrino, para adjudicársela, abonó más de 109 000 pesos oro, lo que le garantizaba la explotación del inmueble durante 25 años, a cambio de pagar 10 000 pesos anuales a partir del sexto año de explotación. Transcurridos esos 25 años, el edificio pasaba a ser propiedad del municipio, que era el dueño del terreno que adquirió expresamente para la construcción del mercado. Otra condición acató Tabernilla para adjudicarse la plaza: construiría, de manera provisional, un mercado de madera que estaría situado entre el edificio Balaguer y la calle Neptuno. El nuevo mercado estaría situado cerca de donde estuvieron en las murallas la puerta de Colón y el baluarte de la Pólvora.
La puerta principal del mercado se abría sobre la calle Zulueta. Contaba con una cúpula de hierro y cristal. Rodeaba el edificio un cinturón de comercios, como el café Los Siete Hermanos y el bar-restaurante Los Industriales, especializado en cocina marinera y que era muy frecuentado por cubanos y turistas. En el primer piso abrían sus puertas las carnicerías. En los años iniciales del inmueble se encontraban también en ese nivel una casa de cambio, un teatro chino y la centralita de los celadores que cuidaban el orden en la zona. Una escalera de 43 peldaños conducía al segundo piso, ocupado por las viviendas, una enorme cuartería.
El municipio habanero obtenía unos 50 000 pesos anuales por la explotación del Polvorín, sin embargo, no puso nunca un solo centavo en su reparación, ni siquiera después del paso de los huracanes de 1926 y 1944, que causaron en la capital destrozos inenarrables y dañaron seriamente el edificio.
Demolición
En 1928, Carlos Miguel de Céspedes, ministro de Obras Públicas del presidente Gerardo Machado, se empeñó en demoler el Polvorín: ponía una nota grata en el entorno del Palacio Presidencial. Se quería su espacio para el edificio de la Biblioteca Nacional, el Palacio de Justicia o el Palacio de Bellas Artes. El Polvorín no estaba inventariado como monumento nacional.
Govantes y Cabarrocas, el binomio constructivo al que tanto debe La Habana, proyectaron un edificio que aprovechaba lo mejor del inmueble original, al conservar las fachadas y sus arcos romanos. No pudo ser. Se avanzaba ya en la realización de ese proyecto cuando el Patronato de Bellas Artes exigió un edificio moderno, que incluyó la demolición de gran parte de lo reparado, y que sería obra del arquitecto Rodríguez Pichardo.
Comenzó entonces la demolición de lo que los especialistas llamaron “la cáscara” del edificio. Si hasta entonces habían sido tímidas las voces que se alzaron en defensa del Polvorín, ver caer sus arcadas a piquetazo limpio, fue más de lo que los habaneros podían soportar. Una parte de la historia de la ciudad caía con ellas, se erigiría el Palacio de Bellas Artes.
El 24 de julio de 1947, inspectores del Ministerio de Salubridad sembraron el pánico entre los 500 comerciantes establecidos en El Polvorín y sus 1 500 inquilinos al entregarles la diligencia que conminaba al desalojo inmediato. El Estado se abalanzaba sobre una valiosa propiedad municipal, sin que el alcalde Nicolás Castellanos, tal vez para evitar fricciones con el Ejecutivo, hiciera nada por impedirlo. Así, la Alcaldía habanera dispuso el traslado de los vecinos para el Mercado de La Purísima, en Luyanó, donde no cabrían, y para los comerciantes pidió al ministro de Agricultura locales en los mercados libres construidos o en construcción.
Comerciantes e inquilinos crearon un comité de lucha en pro de sus derechos, pero perdieron la pelea.
Sede del Museo de Bellas Artes
En el año 1947 el Polvorín se clausuró como mercado. Entonces el Ayuntamiento lo propuso para servir como la nueva sede del Museo de Bellas Artes, una institución que había tenido muy mala suerte con sus emplazamientos anteriores. El arquitecto Alfonso Rodríguez Pichardo estuvo a cargo de su remodelación y la ajustaría a los códigos modernistas de la época. Por consecuencia, el edificio sufrió notables transformaciones arquitectónicas al ser derribada la mayoría de su estructura neoclásica original para ajustarse a las nuevas funciones. Los trabajos se darían por terminados en el año 1954.
Fuentes
- El Polvorín. Disponible en:Cubadebate. Consultado el 14 de enero de 2024.
- El Mercado de Colón o Plaza del Polvorín, donde estuvieron las murallas de La Habana (La Habana Desaparecida). Disponible en:Fotos de La Habana. Consultado el 14 de enero de 2024