Portal:Panorama Mundial/RESUMEN SEMANAL/2024-08-01
REVISTA LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA
(ESPECIAL VENEZUELA) No.31 /La Habana, jueves 1 de agosto de 2024/ Año 66 de la Revolución/RNPS2442
Sumario
- 1 SOS Venezuela: ¿otro capítulo intervencionista?
- 2 Venezuela decidió que hay Maduro para seis años más
- 3 Ganó la paz, ganó la soberanía, ganó el pueblo de Venezuela
- 4 Venezuela no les necesita
- 5 Elecciones en Venezuela: un veedor argentino dijo que "no hay posibilidad de fraude"
- 6 Del "fraude" a la violencia: el recorrido (hasta ahora) de la operación|Del "fraude" a la violencia: el recorrido (hasta ahora) de la operación
- 7 Seguir de rodillas o ponernos de pie
- 8 Una nueva etapa en Venezuela
SOS Venezuela: ¿otro capítulo intervencionista?
Marina Menéndez Quintero* La injerencia siempre ha sido mala consejera, y ahora está alimentando a los elementos fascistoides que perviven en Venezuela, cuya acción depredadora era predecible porque su mentora, la derecha servil a los intereses foráneos, había dejado ver hace semanas que trancaría el juego si su candidato de pacotilla, Edmundo González, no era proclamado ganador de los comicios presidenciales del 28 de julio. La negativa a comprometerse con respetar los resultados que arrojara el Consejo Nacional Electoral fue el primer aviso que dio la Plataforma de la Unidad Democrática —donde se agrupan esos partidos virulentos, nucleados finalmente y luego de muchas escaramuzas en torno a la inhabilitada María Corina Machado—, de que una vez más recurrirían a la desestabilización. Luego de una jornada de votación ejemplar el domingo, los primeros amagos de guarimbas empezaron a verse 24 horas después, de manera coincidente con las irrespetuosas opiniones de políticos de la región que cuestionan los resultados de las elecciones y se niegan a reconocerlos… como si la institucionalidad de Venezuela tuviese que depender de que lo hicieran. Sin embargo, intentar levantar nuevamente, como tras las presidenciales de 2018, una cortina de aislamiento diplomático y de ilegitimidad en torno a Nicolás Maduro y al Gobierno bolivariano, constituye una nota grave que allana el camino para cualquier otra acción artera contra la nación venezolana, más allá de las 900 y tantas medidas coercitivas aplicadas unilateralmente por Estados Unidos contra ese país para ahogarlo económicamente, y los intentos de sabotaje y de magnicidio que han tenido en vilo durante los años recientes a la vida nacional. Conspiran quienes afuera, con sus actos, buscan catapultar a aquella derecha; y pecan de incautos quienes cuestionan «de buena fe», porque están contribuyendo a poner en peligro la paz venezolana, y abriendo espacio a una nueva entrada de la mano del imperio en Latinoamérica. Luego de contemplar la reiteración el lunes de algunas de las dantescas escenas de persecución y golpeaduras en plena calle y con saña a ciudadanos agredidos porque «parecían chavistas», el sentimiento de indignación crece entre quienes observamos desde fuera. Con esa visión por delante, una pudiera detenerse a pensar si ese «respaldo» a la derecha violenta de parte de representantes gubernamentales de Argentina, Costa Rica, Chile, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay apenas alienta a las pequeñas hordas que en 2017 quemaron a personas vivas en las calles al señalárseles por ser bolivarianas, o si unos y otros están confabulados y todo forma parte de un plan para provocar la desestabilización. Ojo, porque ello podría justificar cualquier otra acción ilegítima, de mayor calado, desde el exterior. Desde el Gobierno bolivariano se ha denunciado que el propósito es una reedición del fallido Grupo de Lima, cuyo quehacer fue instrumento para el propósito de hacer valer la supuesta presidencia interina de Juan Guaidó, seguida en ese momento por 50 naciones que lo reconocieron. Edmundo González, el anodino candidato de la Plataforma que María Corina maneja como su ventrílocuo, es la figura decorativa que asumiría la nueva versión del personaje, solo que mucho más viejo, insulso y gastado. El de ahora es, pues, un modus operandi reiterado que ya se implementó, y ¡fue derrotado! por un pueblo mayormente amante de la paz, y un Gobierno que brega por ella. Pero esos pronunciamientos externos contra la nación bolivariana constituyen un acto injerencista inadmisible. Todos quienes se sumen o permanezcan en silencio serán cómplices del nuevo ataque contra el Estado de Venezuela: su institucionalidad debe ser respetada. La democracia no admite revisionismos, sea del signo y el modelo que sea.
- Marina Menéndez Quintero: Analista internacional del diario Juventud Rebelde. Ha colaborado con distintos medios radiales y actualmente tiene un espacio en
la emisora Habana Radio. Invitada habitual del espacio televisivo cubano Mesa Redonda. Ha dado cobertura a procesos electorales en Nicaragua y Venezuela, así como a otros eventos en la región y distintos lugares del mundo. Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí de Prensa Latina, y Premio Nacional José Martí por la Obra de la Vida (2023).
Venezuela decidió que hay Maduro para seis años más
Álvaro Verzi Rangel* Hace dos mil años Aristóteles decía que la única verdad es la realidad: Nicolás Maduro, actual presidente venezolano y candidato a la reelección, se impuso en los comicios de este domingo frente al candidato de una coalición de derecha y ultraderecha, Edmundo González, apadrinado por la inhabilitada María Corina Machado. Las elecciones en la República Bolivariana de Venezuela se llevaron a cabo luego de 25 años de hegemonía bolivariana. Su resultado condiciona el futuro de la región latinoamericana y caribeña en lo que respecta a su integración, y al mismo tiempo acelerará o retrasará el movimiento irreversible hacia la multipolaridad planteada por los BRICS+ como expresión del Sur Global. Estos comicios causaron expectativa en el mundo pues los resultados de las votaciones de 2018 (en las que Maduro resultó reelecto) fueron desconocidos por parte de la llamada comunidad internacional, algo que profundizó la crisis social y política en Venezuela. «Fraude», gritó la oposición, los políticos de la derecha latinoamericana y sus repetidoras de los medios hegemónicos. Pero no existió fraude, sino nueva frustración. Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional dijo: «Se cierra una etapa a los que recurrían a la violencia, y sanciones contra el país, esto es, la derrota de los agresores que desde el exterior atacan a Venezuela». Agregó que «Venezuela ostenta el récord en el que uno de los 10 candidatos canta fraude antes de la elección. El plan era utilizar el evento electoral para que la violencia se desatara. Queremos rechazar cualquier intento de violencia. Lo que Venezuela quiere es paz y continuar con esta recuperación económica acelerada”. En esta campaña, especialmente el sector que lidera María Corina Machado-Edmundo González, abandonó el discurso ideologizado y confrontacional, y puso énfasis en el retorno de los migrantes (estimados en siete millones), y en la reunificación familiar a partir de la mejora de las condiciones económicas, especialmente aumentando la productividad (sin preocuparse en aclarar cómo mejorar el tema salarial). El programa opositor tenía mucha sintonía con el del libertario argentino Javier Milei, con la privatización de lo público –incluído el petróleo- como camino para la prosperidad, algo que la historia venezolana y la experiencia regional desmienten. Cuando aún no se habían dado a conocer los resultados de este domingo, la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris, señaló que “EE.UU. apoya al pueblo de Venezuela que expresó sus voces en la histórica elección presidencial de hoy. La decisión del pueblo venezolano debe ser respetada. Más allá de los muchos desafíos, continuaremos trabajando hacia un más democrático, próspero y seguro para el pueblo de Venezuela”. El desgastado gobierno de Nicolás Maduro llegó a esta contienda electoral con el peso de casi mil sanciones económicas que afecta directamente a la calidad de vida de los venezolanos y los servicios públicos. Obviamente, la angustia y la incertidumbre que genera esta circunstancia ha venido creando un voto neurótico, donde más del 25% de los electores no sabe quién es Edmundo González, el principal candidato de oposición. Son diez los candidatos de partidos de oposición, pero la estrategia de la oposición –en medios de comunicación nacionales y extranjeros, en redes sociales y declaraciones públicas- fue la de acentuar la neurosis de manera de garantizar respuestas neuróticas el día de la elección: no importa el candidato ni sus credenciales, sus cualidades ni su oferta electoral, porque el temor es el día después. Pese a ese clima de reurosis, no se registraron incidentes durante la contienda electoral. Ocho de las diez candidaturas de la oposición expresaban los adelantos en las negociaciones de Maduro con la oposición ocurridas entre 2017-2024, una transición pacífica, un nuevo modelo de alternancia democrática y muchas cuestionan el bloqueo estadounidense contra Venezuela. La novena candidatura es la de Edmundo González que expresa el sector que no ha logrado un entendimiento mínimo con el gobierno (ni lo desean) y están por el cambio radical en una lógica de encuentro de la vieja burguesía con el capital trasnacional. La candidatura de Edmundo González representa el programa de ajuste estructural, privatizaciones y destrucción de la agenda social que encarnan hoy libertarios ultraderechistas como Javier Milei. La candidatura de Maduro representaba la continuidad de un programa de ajuste estructural aplicado entre 2017-2024, en un contexto de bloqueo de EEUU y las naciones imperialistas europeas sobre Venezuela, que ha colocado sobre la clase trabajadora el peso de la crisis económica, mientras la burguesía (vieja y nueva) se hace más rica. Es la neurosis del cambio “como sea y con quien sea”, que se asocia a la pérdida de conquistas sociales, la paz y queda en el imaginario colectivo el desprecio de las élites al poblerío y la exclusión. El mantra de votar se enfrentó a las desconocidas cualidades del principal candidato opositor, sin ninguna experiencia política, débiles condiciones de salud y energía, cuyo nombre conocía apenas el 25% de los electores, ya que la campaña se hizo con la figura de María Corina Machado. Estas elecciones tuvieron como marco el incremento del ingreso personal y familiar, que crea expectativas positivas con respecto al futuro económico y una mejor evaluación de la actual situación económica. Tampoco se puede ignorar que la oposición sigue muy dividida: sus principales dirigentes están enfrentados a María Corina Machado y carece de una efectiva maquinaria electoral. La oposición todavía carece de liderazgos, propuestas, narrativas y conexión con las mayorías populares y sigue entrampada en su estrategia de desestabilización política y violencia programada, ahora con un plan de desconocimiento de los resultados electorales y las denuncias de fraude electoral. El gobierno ha venido recuperando el crecimiento económico y el bienestar social, la estabilidad cambiaria y el descenso de la inflación, además de la lucha contra la corrupción en sus propias filas. La oposición hace mutis por el foro ante las evidencias innegables de corrupción y tráfico de influencias en el manejo de los activos de Venezuela en el exterior que ellos administran desde 2017 mediante la figura de “gobierno interino”. La salida brusca, la «continuidad abúlica« Algunos analistas, para explicar la realidad, señalan que 20 millones de venezolanos, un pueblo «silencioso» que no sabía por quién votar, quedó atrapado entre ofertas de «salida brusca» y otra de «continuidad abúlica». La izquierda venezolana no supo capitalizar la situación que se abría con la radicalización de las masas y el discurso del socialismo del siglo XXI que postulaba Hugo Chávez, para incidir en la disputa contrahegemónica. Para el educador Luis Bonilla, la orientación política de los gobiernos de Maduro ha tenido dos momentos: 2013-2017 y 2017-2024. En el primero «su apuesta se centró en fortalecer a la nueva clase social burguesa, la subalternización definitiva del precario poder popular y comunal a los intereses de la nueva burguesía, y el enfrentamiento e intento de aniquilación de la vieja burguesía». En el segundo momento, «potenció y amplió los procesos de diálogo con la derecha política y la vieja burguesía, pero también abrió una línea de negociación con los Estados Unidos». El decreto 2792 de 2018 que «elimina las contrataciones colectivas y el derecho a huelga, el instructivo que desconoce los derechos adquiridos de una parte importante de los empleados públicos, trabajadores de la educación, salud y otros sectores, es parte de una natural medida de contención y muestra de coincidencias entre la nueva y vieja burguesía, para avanzar en acuerdos con amplios sectores del capital nacional y sus representaciones políticas», añade. Hoy, el líder de la Revolución Bolivariana hubiera cumplido 70 años: este triunfo es una buena forma de recordar a Hugo Chávez.
- Álvaro Verzi Rangel: Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)