Expectativas racionales

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Expectativas racionales
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Concepto:Sugiere que los individuos y las empresas utilizan toda la información disponible y aplican modelos económicos adecuados para hacer predicciones sobre variables económicas. Esto significa que, en promedio, sus predicciones no estarán sistemáticamente sesgadas.

Las expectativas racionales es un concepto económico desarrollado por el economista estadounidense John Fraser Muth en 1961. Según esta teoría, los individuos y las empresas hacen predicciones sobre variables económicas basándose en toda la información disponible y de la manera más objetiva posible. Esto significa que, en promedio, las personas no cometerán errores sistemáticos al prever el futuro económico, ya que utilizarán toda la información relevante y aplicarán modelos económicos adecuados.

En términos más simples, la idea es que las decisiones económicas se basan en expectativas que, aunque no siempre sean correctas, no estarán sistemáticamente sesgadas. Esto implica que, si bien puede haber errores individuales en las predicciones, colectivamente, estos errores se anularán.

Este concepto es fundamental en muchas teorías macroeconómicas modernas, ya que sugiere que las políticas económicas que intentan influir en el comportamiento de los individuos pueden no tener el efecto deseado si las personas anticipan correctamente esas políticas y ajustan su comportamiento en consecuencia.

Historia

En los años cincuenta el profesor emérito de Economía Phillip David Cagan desarrolla la hipótesis de las expectativas adaptativas según las cuales los agentes forman sus pronósticos sobre el futuro haciendo una extrapolación del pasado, así por ejemplo las expectativas adaptativas sobre la inflación del siguiente periodo sería un promedio geométrico ponderado de las tasas de inflación observadas en el presente y las del pasado. En 1961 John Muth formuló una serie de críticas a las expectativas adaptativas y planteó una nueva hipótesis de formación de expectativas según las cuales los agentes usan toda la información relevante disponible, no desperdician información, saben que equivocarse sistemáticamente es costoso por lo que sus predicciones si bien no son exactas deberían ser acertadas en promedio y sus errores deben ser mínimos y aleatorios. Se supone además que los agentes actúan como si entendieran de economía, como sí conocieran el modelo económico relevante. A este tipo de formulación de expectativas Muth le dio el nombre de expectativas racionales.

En los setenta se publicaron una serie de trabajos en las que se mostraba que si los agentes económicos formaban sus expectativas de manera racional la política económica sistemática seria inefectiva inclusive en el corto plazo. Robert Lucas, Thomas Sargent y Robert Barro encabezaron esta nueva corriente que fue denominada como los nuevos clásicos pues llegaban a la misma conclusión de que la política económica no era necesaria para alcanzar el pleno empleo. Este era automático.

Principios claves

  • Las personas toman decisiones basadas en sus expectativas racionales
  • Las elecciones actuales de la gente influyen en las probabilidades de sucesos futuros
  • El grado en que la gente descuenta el futuro también afecta a sus elecciones

Las expectativas y las decisiones económicas

Las expectativas juegan un rol trascendental en las decisiones que toman los agentes económicos. Ejemplos:

Los reclamos salariales de los trabajadores, y los aumentos que los empresarios están dispuestos a conceder, dependen de las expectativas que ambos tengan sobre el comportamiento de las ventas de la empresa y la inflación en el futuro próximo.

Un consumidor que está considerando la posibilidad de comprarse una vivienda, debe preguntarse: ¿Cómo evolucionarán sus ingresos, en cuánto le subirán el salario en los siguientes años? ¿En qué medida es seguro su empleo? ¿Puede pedir tranquilamente un préstamo para comprarlo?

¿Ante un déficit fiscal actual los consumidores esperarían que el gobierno aumente en el futuro los impuestos de tal forma que ahora se reduzcan las compras de los consumidores para ahorrar ahora y poder pagar los mayores impuestos futuros?

El gerente de una empresa que observa que aumentan las ventas actuales se debe preguntar: ¿se trata de una mejora transitoria que debe afrontar con la capacidad de producción existente o se trata de un aumento permanente, en cuyo caso convendría comprar nuevas máquinas? ¿En cuanto aumentaría los beneficios si se compra una nueva máquina?

El administrador de un fondo de pensiones que observa que sube la bolsa de valores debe preguntarse: ¿van a seguir subiendo o es probable que el aumento se revierta? ¿Se debe esta subida de la bolsa a que las empresas esperan obtener más beneficios en el futuro? ¿Comparte esas expectativas? ¿Debe reasignar algunos de los fondos y repartirlos entre acciones y bonos?

Estos ejemplos ponen de manifiesto que muchas decisiones económicas dependen no sólo de lo que ocurre actualmente, sino también de las expectativas sobre el futuro. En realidad, algunas decisiones seguramente dependen muy poco de lo que ocurre hoy. Por ejemplo, ¿por qué va una empresa a alterar sus planes de inversión porque estén aumentando actualmente sus ventas, si no espera que sigan aumentando en el futuro? Las ventas podrían retornar a su nivel normal antes de que las nuevas máquinas estuvieran en funcionamiento. En tal caso podrían muy bien quedarse paradas generando pérdidas.

El consumo, la inversión y las expectativas

El consumo depende tanto de la renta disponible actual como de los ingresos disponibles futuros esperados.

La respuesta del consumo a las variaciones de la renta depende de que los consumidores crean que éstas son transitorias o permanentes.

Es probable que el consumo varíe menos que la renta y puede variar aun cuando la renta actual no varíe.

La inversión depende tanto de los beneficios actuales como del valor actual de los beneficios futuros esperados.

De acuerdo con el supuesto simplificador de que las empresas esperan que los futuros beneficios y tipos de interés sean iguales a los actuales, podemos pensar que la inversión depende del cociente entre los beneficios y el coste de uso del capital, donde el coste de uso es la suma del tipo de interés real y la tasa de depreciación.

Las variaciones de los beneficios están estrechamente relacionadas con las de la producción. Por lo tanto, podemos pensar que la inversión depende indirectamente de las variaciones actuales y futuras esperadas de la producción. Las empresas que prevean una larga expansión de la producción y, por lo tanto, una larga sucesión de elevados beneficios, invertirán. Las variaciones de la producción que se espera que no duren afectan poco a la inversión.

La inversión es mucho más volátil que el consumo.

La producción, la política macroeconómica y las expectativas

El gasto en el mercado de bienes depende de la producción actual y futura esperada y de la tasa de interés actual y futuras esperadas. Las variaciones de la producción futura esperada. Las variaciones de la producción futura esperada o del tipo de interés real futuro esperado alteran el gasto y la producción actual. Por lo tanto, el efecto de una política cualquiera sobre el gasto y sobre la producción depende de que afecte a las expectativas sobre la producción futura y sobre el tipo de interés real y de cómo los afecte.

El supuesto de las expectativas racionales es el supuesto de que los individuos, las empresas y los participantes en los mercados financieros forman sus expectativas sobre el futuro usando toda la información disponible y evaluando el rumbo de la política futura esperada, calculando entonces las implicaciones para la producción futura, para los tipos de interés futuros, etc. Aunque es evidente que la mayoría de las personas no realizan este ejercicio ellas mismas, podemos imaginar que lo hacen indirectamente viendo la televisión y leyendo la prensa, las cuales se basan en las predicciones de los expertos públicos y privados.

Aunque seguramente hay casos en los que los individuos, las empresas o los inversores financieros no tengan expectativas racionales, parece que el supuesto constituye el mejor punto de partida para evaluar los posibles efectos de las distintas medidas. Elaborar una política económica suponiendo que los individuos cometerán errores sistemáticos en sus respuestas (expectativas adaptativas) es sin duda poco prudente. Las variaciones de la oferta monetaria afectan al tipo de interés nominal a corto plazo. Sin embargo, el gasto depende del tipo de interés real actual y futuro esperado. Por lo tanto, la influencia de la política monetaria en la actividad depende de que las variaciones del tipo de interés nominal a corto plazo alteren o no el tipo de interés real actual y futuro esperado, y de cómo lo alteren.

Críticas

En economía, al igual que en otros campos de estudio, toda teoría, incluida la Teoría de las Expectativas Racionales, está sujeta a críticas. Los críticos plantean varias preocupaciones e impugnaciones sobre los supuestos y las aplicaciones prácticas de esta teoría. Las principales críticas que se han articulado son:

En primer lugar, el supuesto de la teoría de que los individuos tienen acceso a toda la información relevante y son capaces de procesar esta información de forma impecable es dudoso, teniendo en cuenta las complejidades del mundo real.

En segundo lugar, los críticos argumentan que la Teoría de las Expectativas Racionales supone erróneamente que las expectativas no cambian ante la aparición de nueva información. En realidad, los individuos revisan continuamente sus expectativas basándose en nuevos datos y experiencias.

En tercer lugar, la teoría asume un modelo de toma de decisiones altamente racional, que muchos critican como una simplificación excesiva del comportamiento humano. Por último, la aplicación de la Teoría de las Expectativas Racionales a la elaboración de políticas también suscita críticas, destacando que pasa por alto las complejidades de los procesos políticos.

Derivaciones

Aunque se trata de un principio económico sencillo, la Teoría de las Expectativas Racionales sugiere que la eficacia de una política de este tipo podría depender en gran medida de cómo anticipe la gente el efecto de la política. Si las empresas y los consumidores esperan racionalmente que la subida de los tipos de interés reducirá efectivamente la inflación, esto podría frenar su gasto incluso antes de que la subida de los tipos surta efecto. Esto podría incluso provocar una reducción de la inflación antes de lo previsto. Sin embargo, si existe la creencia de que el banco central no podrá controlar eficazmente la inflación a pesar de subir los tipos de interés, esto podría dar lugar a especulaciones sobre nuevas subidas de tipos. Estas expectativas inflacionistas pueden dar lugar a un aumento del gasto para comprar bienes y servicios antes de que los precios suban aún más, desencadenando así la propia inflación que el banco pretende controlar. Este análisis de las expectativas racionales en un contexto macroeconómico pone de relieve que no sólo importan las acciones de los responsables políticos, sino también las percepciones y expectativas del público respecto a dichas acciones. No se trata sólo de qué medidas económicas se toman, sino también de cómo interpretan y anticipan esas medidas los individuos y las empresas. Por tanto, elaborar una política económica eficaz también implica gestionar las expectativas para orientar los comportamientos económicos en la dirección deseada. Aquí es donde la comprensión y aplicación de la Teoría de las Expectativas Racionales resulta profundamente crucial.

Por otro lado aunque la Teoría de las Expectativas Racionales ofrece ideas valiosas, las críticas ponen de relieve sus posibles limitaciones. Las críticas giran en torno a los supuestos de la teoría sobre la disponibilidad y el uso de la información, la naturaleza de la toma de decisiones humana y la dinámica de la aplicación de las políticas. Invertir tiempo en comprender estas críticas puede capacitarnos para utilizar eficazmente la Teoría de las Expectativas Racionales, teniendo en cuenta sus posibles limitaciones.

Fuentes