Cuentos de la luna pálida
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Cuentos de la luna pálida (Ugetsu monogatari) es una película japonesa dirigida por Kenji Mizoguchi y estrenada en 1953. Inspirada en relatos del siglo XVIII, la cinta es una fábula sobre la ambición, el amor y el más allá, ambientada en el Japón feudal. Con una puesta en escena poética y una narrativa que se desliza entre lo real y lo fantasmal, Mizoguchi ofrece una meditación visual sobre el deseo y sus consecuencias.
Sumario
Sinopsis
Durante una guerra civil en el Japón del siglo XVI, dos campesinos —Genjurō y Tōbei— abandonan a sus esposas para perseguir sueños de riqueza y gloria. Genjurō, alfarero, se ve seducido por la misteriosa Lady Wakasa, mientras Tōbei aspira a convertirse en samurái. En su camino, ambos hombres se enfrentan a la desolación, la culpa y lo sobrenatural. La luna pálida, testigo silenciosa, acompaña sus decisiones y revela verdades ocultas.
Reparto principal
Masayuki Mori como Genjurō.
Machiko Kyō como Lady Wakasa.
Kinuyo Tanaka como Miyagi.
Eitarō Ozawa como Tōbei.
Mitsuko Mito como Ohama.
Producción
Rodada en blanco y negro, con una fotografía que evoca la pintura japonesa tradicional, la película utiliza planos secuencia y movimientos de cámara fluidos para sumergir al espectador en un mundo de niebla, agua y silencio. Mizoguchi trabajó con el guionista Yoshikata Yoda para adaptar los cuentos de Ueda Akinari, fusionando lo histórico con lo fantástico. La música, compuesta por Fumio Hayasaka, refuerza el tono melancólico y espiritual.
Recepción y crítica
La película fue aclamada internacionalmente, obteniendo el León de Plata en Venecia y el BAFTA a Mejor película extranjera. Críticos como Roger Ebert la incluyeron entre las mejores películas de todos los tiempos. En Cuba, fue transmitida por la televisión cultural y celebrada por su profundidad emocional y su estética refinada. Su retrato de la ambición masculina y el sufrimiento femenino ha sido objeto de análisis en círculos académicos y cineclubes.
Legado
Cuentos de la luna pálida es considerada una obra maestra del cine japonés y del cine mundial. Su influencia se percibe en directores como Martin Scorsese y Apichatpong Weerasethakul. En Cuba, ha sido valorada por su capacidad de conmover sin palabras, por su respeto a lo espiritual y por su retrato de la fragilidad humana. Es una película que no se ve, se contempla.

