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A Gerardo Simón lo enseñó a batear Marrero
Guantánamo.- Haber aprendido los secretos del bateo con Conrado Marrero constituye un gran orgullo para Gerardo Simón Limonta Duvergel, un ex jardinero de los antiguos equipos de Orientales y Serranos, hoy integrante del colectivo técnico de Guantánamo.
Fue durante un entrenamiento en la provincia de Granma con vistas a integrar el colectivo del Este cubano a la Serie Selectiva cuando El Guajiro de Laberinto, apelativo de Marrero, reparó no solo en la elegante manera de fildear del guantanamero, sino en algunas deficiencias en su bateo.
El entonces miembro de la Comisión Técnica Nacional hizo notar los puntos débiles y preguntó a Simón si quería que le ayudara a erradicarlos. A la respuesta positiva, siguió una enérgica advertencia: "Pero a condición de que no le digas a nadie que te estoy enseñando a batear, pues no es mi función". "Esas palabras fueron estribillo constante, mientras me indicaba los movimientos necesarios para mejorar la mecánica de conectarle a la bola", recuerda el entrevistado, casi tres décadas después.
Aunque Simón (así lo llaman todos) no era por naturaleza un slugger, aquel breve curso le permitió en 15 series nacionales alcanzar 269 de average: 828 hit, 76 jonrones, 137 tubeyes y 12 triples, además del campeonato de bateo en la Selectiva 1981-1982.
Parado en el home, junto a las instrucciones del coach, siempre cumplió con obediencia las instrucciones que le impartió Marrero, en particular la de cómo batear la slider, el lanzamiento con que su maestro hizo estragos en todas las ligas en que participó.
Sirvan estas declaraciones del atleta de Guantánamo como modesto homenaje al Premier (el otro sobrenombre de Marrero), quien este 25 de abril arriba a los 100 años con el cariño de su pueblo y un récord intacto: 360 victorias en todas las categorías profesionales de béisbol.
La mayoría de esos triunfos los protagonizó con la franela de los Senadores de Washington, equipo sotanero de las llamadas Ligas Mayores, y desde el cual empequeñeció a bateadores de todos los linajes.
Por Pablo Soroa Fernández