Paulina Hernández Hernández
Paulina Hernández Hernández. Conocida por toda la emigración revolucionaria como Paulina Pedroso, nació en Consolación del Sur, el 15 de enero de 1839. Muere el 21 de mayo de 1913, en una modesta casa en al Habana
A finales de la década de 1870 parte junto a su esposo y otros cubanos hacia Tampa, Estados Unidos, debido a sus ideas revolucionarias. En Tampa trabajó en las fábricas de tabacos como despalilladora ocasional y lectora de tabaquería, como cocinera, costurera y autora musical. Martí alentó mucho esa última inclinación suya enviándoles libros de apreciación musical.
Una de las tareas significativas que emprende Paulina pedroso en Tampa desde su llegada, es la unificación revolucionaria, particularmente entre los hombres y mujeres de su raza entorno al ideal independentista. Colabora con entusiasmo en la constitución de la sociedad de socorros “La Caridad”, agrupación femenina adscripta al Partido Revolucionario Cubano, según consta en la reseña publicada en el periódico “Cuba” de Tampa, del 19 de mayo de 1894.
En los últimos días de 1891, se inicia el acercamiento entre Paulina y José Martí, cuando a ella le proponen ser anfitriona de un almuerzo de fin de año en homenaje al Apóstol.
Después del 20 de diciembre de 1892, cuando Martí sufre un atentado en México al ser tratado de aniquilar por envenenamiento, Paulina recoge las pertenencias de este y lo lleva para su casa. Durante la convalecencia se convirtió en su enfermera, vigiló sus sueños y se mantuvo presta a cumplir todas sus sugerencias.
Paulina fue una protagonista activa en la causa independentista dentro de la emigración. Mantuvo estrechos vínculos con el Partido Revolucionario Cubano del cual fue tesorera
La familia Pedroso ofreció a Martí su casa en Tampa para que su venta en hipotecasirviera para dedicar esos fondos a comprar armas para la Revolución.
Regresa Paulina a su patria a principios del siglo XX y alquila una modesta casa en La Habana, donde fallece el 21 de mayo de 1913, ciega y sumida en la máxima pobreza. Cumpliendo sus deseos expresos, a su muerte, fue colocada sobre su pecho una bandera cubana y aquel retrato de Martí que él le había regalado en 1892 con una conmovedora dedicatoria.