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LA CENSURA Y LA HISTORIA

Creo que el periodismo, en cualquier especialidad en que se ejerza, tiene el compromiso ineludible de expresar puntos de vista que conlleven cierto conflicto, en pro de aportar algo útil a la sociedad, y como estoy convencido de que no se pueden arreglar las cosas que no andan lo suficientemente bien, si no se señalan los defectos que le impiden funcionar mejor, quiero tocar un tema que es preocupación diaria y motivo de discusión entre los creadores de la radio y la TV, además de otras instancias que tienen que ver con la promoción musical del país, aunque corra el riesgo de ser incomprendido o provocar cierto pánico en funcionarios para los que la información debe ser alegre y elogiosa.

Al principio de la revolución, hace ya 52 años, cuando esta Isla maravillosa proclamó su derecho a construir un camino por los senderos del socialismo, muchos que no estaban de acuerdo, pero que eran franca minoría, optaron por irse del país y trabajadores de distintos sectores, incluido el sector artístico se fueron.

Para el gobierno en tanto representación del pueblo en su lucha patriótica por una verdadera independencia, el abandono del país fue mucho más allá de una diferencia política o ideológica, ya que el compromiso de amor entre pueblo y gobierno en Cuba, como atestigua la historia, fue pasión y el “Patria o Muerte” se convirtió – más allá de una consigna - en razón de ser de la mayoría de los ciudadanos de este país, que han sido incondicionales a las directivas del gobierno, como pocos países en la historia, constituyendo así, la razón principal de haber llegado hasta los días de hoy, a pesar de tantas agresiones y de tanto poder económico en contra.

En aquellos momentos en que se decidía el destino de Cuba, abandonar la lucha no era solo demostrar desacuerdo con un sistema político, era contribuir de alguna manera a la política agresiva contra Cuba dirigida a destruir a la revolución y al pueblo que la apoyaba. En el campo de la cultura, independientemente de otros, significó la desaparición del éter, borrando y prohibiendo obra e imagen a cualquier costo.

Hay que decir, que la reacción fue todo lo lógica que podía haber sido teniendo en cuenta la situación de agresión e incluso de nuevo orden de las cosas. Si un artista se va y habla en contra del gobierno, de la revolución, es lógico que ese gobierno, que según las características del sistema es el dueño de los medios masivos, no consienta en hacerle propaganda, por un problema de principios elemental, sobre todo en los años más urgentes, en plena batalla de supervivencia.

Claro está que lo que motiva una medida drástica no comprende la gama de matices que se desarrollan a partir de la intención primaria. Se dejaron de exhibir películas de alto costo y valor cultural, porque uno de sus actores se había ido, se desterraron de la radiodifusión a piezas musicales y figuras de una enorme importancia en nuestra historia musical, con la indiscutible justificación de: “Todo al fuego, hasta el arte, con tal de preservar la hoguera” como dijo Martí.

Claro está que el tiempo, que modifica las situaciones históricas, aunque no cambia los principios, sí enfría los ánimos y el ejercer el poder nos fue haciendo más cultos y tolerantes y hoy se entiende que “El Hombre de Maisinicú” como obra, es más importante que el que aparezca Miravalles, que se fue; la obra del maestro Lecuona, es mucho más importante que su filiación política, y muchos otros ejemplos que han ido demostrando lo que decía Benedetti certeramente, acerca de que un artista puede ponerse a la derecha o a la izquierda de su obra, pero lo que importa es la obra, su aporte al acervo cultural del país, no la militancia hacia un partido o modo económico.

Trabajando en programas radiales y televisivos, donde la historia de la música cubana juega un papel fundamental muchas veces nos damos cuenta de lo mucho que hace falta el aporte de todos, no importa quiénes, para poder reflejar aspectos que pueden resultar vitales para seguir adelante.

He conversado con estudiantes de música, musicólogos, instrumentistas, etc. que no conocen otra información que la que reciben en la escuela y/o en la radio y TV, por tanto, no tienen acceso a figuras que resultan fundamentales para comprender el desarrollo de los distintos géneros de hoy, además de que los intérpretes, al no difundirse muchas obras de estas entidades artísticas que emigraron, no tienen manera de enriquecer su repertorio.

¿Cómo puede hablarse de Música Popular Cubana sin mencionar a Celia Cruz o La Sonora Matancera? ¿Cómo se habla de boleros sin conocer la obra de René Touzet o Mario Fernández Porta?

El mismo Arsenio Rodríguez, tiene la consabida disculpa histórica de que se fue antes del triunfo revolucionario, caso que significa como una especie de salvoconducto para los que estén comprendidos, pero no volvió nunca, al igual que Vicentico Valdés.

Claro está, que las diferencias no terminan, al igual que la lucha por la supervivencia. El bloqueo existe, la animosidad existe, pero la relación entre cubanos de una u otra filiación ya no es la misma y si no hay agresión el hecho de pensar diferente no es insalvable.

Por otra parte, hay artistas que escogieron otro modo de vida, pero no han renunciado a su condición de cubanos y lo que hacen, de alguna manera, siempre va a ser nuestro. No creo que cualquiera de nuestros artistas que viva en otro país y que tenga una opinión o filiación ideológica diferente a la oficial, hagan un arte nocivo sólo por eso, mientras otros que no son cubanos, pero sí son símbolos de decadencia y mal gusto se pongan por la radio, esos hacen más daño y son mucho más símbolos del peor capitalismo. En otras palabras, no creo que una descarga de Cachao o Bebo Valdés pueda ser más nociva que Daddy Yankee y otros representantes del mundo del oropel y la superficialidad.

Por supuesto que muchos piensan que “abrir un poco la mano” puede hacer presente la maldición de Máximo Gómez: “El cubano o no llega o se pasa” pero creo que puede hacerse un trabajo de información profesional y reconocimiento que redunde en un beneficio colectivo. No se trata de poner a cualquiera de nuestras grandes figuras como Olga Guillot o la propia Celia Cruz a pegar un número en El Exitazo de Taíno, o Así de Rebelde, pero en programas especializados, que traten aspectos históricos, musicológicos y otros similares, poder utilizar a todos estos grandes artistas nos da más calidad y ¿por qué no? majestuosidad, porque siempre el prohibir empequeñece.

Cuando alguien que ha tenido el suficiente talento y suerte para lograr el aplauso y con ello el cariño de un pueblo decide ir a probar suerte a otro lugar siempre nos duele, aunque no todas las situaciones son idénticas y también tenemos que llegar al convencimiento de que cada cual tiene derecho a escoger su modo de vida, sin que tenga que significar esa diferencia una enemistad irreconciliable.

Hoy en día vemos a artistas entrar y salir e incluso, emitir opiniones que en otra época hubieran constituido una tragedia griega, pero está más que comprobado que una opinión desfavorable sobre uno u otro aspecto es mejor que una hipocresía oportunista o una apatía que siempre es perjudicial.

La historia es vital para el apego a nuestras cosas, desde las costumbres gastronómicas, hasta la moda musical en diferentes épocas y aun cuando considero lógico no promover a quien se manifieste de forma ofensiva, sí creo que el no estar de acuerdo no significa una ofensa. En el mundo entero Celia Cruz, la Sonora Matancera, Olga Guillot y otros muchos nombres más de artistas que no viven o vivieron en Cuba, son símbolos de “lo cubano” y por su calidad y aporte musical se merecen un lugar en nuestra historia, aunque no una medalla o reconocimiento por su filiación política.

Dosificar es mucho más inteligente que prohibir, la prohibición la ejerce cualquiera, la dosificación, los más sabios. Me parece ridículo – creo que por duro que pueda entenderse es el mejor calificativo – que El Cigala mencione a Bebo Valdés y se ponga en pie el Karl Marx en pleno y no se pueda poner en la radio, mientras en cualquier lugar turístico, por humilde que sea, se oyen a “los que se fueron” por los altavoces y por cierto con excelente equilibrio, porque si hay una canción determinada con un tema que pueda resultar ofensivo no está incluida.

Sin alabanzas, sin loas, sin martilleo en la repetición, creo que sería un paso de avance más el poner en la radio a los que escribieron historia, a los que su talento les permitió, aún con camino equivocado o diferente honrar a La Patria, porque siempre, de alguna manera, lo que hagan o lo que hicieron, a la larga o a la corta, nos va a pertenecer