Matilde Alba Swann
Matilde Alba Swann ( Berisso, 1912 - La Plata, 2000) fue una escritora, poetisa y abogada argentina. Matilde Alba Swann es en realidad el seudónimo de Matilde Kirilovsky de Creimer.
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Sumario
Biografía
Matilde Kirilovsky de Creimer, que fue conocida como Matilde Alba Swann, nació el 24 de febrero de 1912, era hija de Alaquin Kirilovsky y de Emma Ioffe. Fue una de las pocas mujeres de su tiempo que logró tener una licenciatura universitaria, estudió en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, y una profesión, ya que ejerció como abogada durante más de cincuenta años. Se casó con Samuel Creimer,y tuvo cinco hijos. Fue asesora en temas de minoridad del Ministerio de Acción Social, del Ministerio de Salud y de diversos Gobernadores de la Provincia de Buenos. Publicó ocho libros de poemas que la llevaron a recibir distintas menciones e incluso a ser propuesta para el premio Nobel de Literatura en 1992. Como periodista condujo audiciones de literatura en las radios Provincia de Buenos Aires y Universidad de La Plata; fue colaboradora permanente del Diario El Día de La Plata. Fue corresponsal de guerra del Diario El Día en la guerra de las Malvinas; y colaboradora de la Página literaria del Diario La Capital de Mar del Plata. Falleció en La Plata el 13 de septiembre del 2000.
Bibliografía
- Canción y grito (1955)
- Salmo al retorno (1956)
- Madera para mi mañana (1957)
- Tránsito del infinito adentro (1959)
- Coral y remolino (1960)
- Grillo y cuna (1971)
- Con un hijo bajo el brazo (1978)
- Crónica de mi misma (1980)
Premios
- 2do. Premio de Poesía Ilustrado Municipalidad de La Plata - 1971
- Premio Municipal de Literatura de La Plata
- Premio Provincia de Buenos Aires -poesía- 1991
- Premio Santa Clara de Asís de 1991
- Promoción para el premio Nobel de Literatura 1992
Algunos de sus poemas
Lluvia
Lluvia, hoy no te siento. Hoy no eres nada mas que agua vertical. Apenas si te escucho golpear el pavimento y llamar con tu clave sobre mi ventanal
Lluvia, hoy no eres nada para mi desaliento nocturno y abismal.
Cuando era niña hallaba en tu cancion un cuento, y ya en mi adolescencia me diste un madrigal. Ahora lluvia tengo tanta tristeza adentro, que no me dices nada solo te oigo golpear.
Crónica de mí misma
Y querer merecerme; de veras merecerme. Revisar mis dispersas escrituras, mi palabra, revisarme el sollozo, la garganta, auscultarme el latido, desollarme, revisarme las venas, las arterias. todo el complejo existencial que asumo.
Revisar mi conducta, mis proyectos, lo soñado, ensoñado, lo vivido, conformarme de nuevo, aun no inscripta, sin visión, sin recuerdo, sin mentiras, sin verdades ocultas, temerosas, sin impulsos, sin deserción, sin este yo impreciso.
Revisarme hasta el fondo, descifrarme, prenderme, saberme, perdonarme, tanto pude y no hice, tanto hice febril a manotazos, en apremio suicida, lograr algo, dejar algo, quedarme allí incrustada, en la trama inicial, impenetrable, indestructible, quedar, estar, ser siempre, y vencer de la muerte, y de la vida.
Permanecer y ser, por solo acto de ingerencia en un sino de criatura.
Despedacé mi carne, carne mía, fatigada de esfuerzo y sinsabores, me derramé, me di, me hice guiñapo; al costado de holgura, fui miseria. Quise tanto y a tantos, y la tierra, ese soplo de polvo que me aguarda, y mi aventura batalladora hecha de timidez, de inermidad y miedo. Estos árboles rudos que me vencen la mirada, cada vez menos útil, y esta noche que circunda mis noches y me azuza y me manda no dormir, y pensar, y sentir frío, y volver al dolor que hice a un costado. Yo debo revisarme desde el antes, descubrir el motivo, causa, impulso, la razón, el por qué, y el hacia adónde, y el por qué del por qué de la pregunta. Ascender la montaña hacia la cima, y mirarme, un abismo, en el abismo, y elevarme al azul por propio esfuerzo apoyándome en mí, envolviéndome en mí, desde mí misma, tirar de mí hacia arriba; tocar siquiera una sola estrella, una sola, o su fulgor siquiera, o siquiera seguirla desnudando mi vergüenza a su luz. Esta corteza, que resquebraja cada vez que pienso, y estas raíces que me petrifican bajo la inercia de un planeta muerto. Quiero salir maleza a herir caminos, y punzarme de heridas, ser, de pronto, este mundo y un próximo intuido, y recordar, de pronto, un otro antiguo mundo en seres golpeados que lloraron mucho antes de mí, y que derramaron en mi llanto de hoy, su sal y acíbar.
Ser el ánfora quieta de una ignota, milenaria mansión sin nada dentro, y esperando.
Un océano en peces y vitrales, y en suicidas y barcos milenarios; ser la orilla, el camino sobre el agua, ser la brújula, el sol rojo de noche y el marinero que perdió la novia, la llegada y el puerto, abigarradas multitudes ruidosas, y en mí, nadie.
Asomarme a la ardiente boca ígnea de un volcán que despierta en el incendio, y saber que soy fuego y quemadura, que la lava soy yo, descascarando; desnudada, sentirme leña al rojo, derramado mineral, embistiendo la ladera, burbujeante y hervida.
Merecerme, de veras merecerme; en cuclillas orar, sin darme cuenta, porque quiera la entraña de mi madre, exhalarme a la luz, y ser pequeña, respirar, prometer, ser la esperanza para alguien, sin nada más que el hilo, que amenaza romper de una esperanza.
Merecerme de veras; ya retorno del altar y del lodo, del sollozo, del gemido y del canto, de mi propio funeral, y me escucho como corro anhelante y jadeante a mi bautismo.