Ascetismo

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Ascetismo
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Concepto:Actitud moral o religiosa. Mediante la mortificación pretende llegar a la superación de las tendencias sensibles, del placer y del dolor, y cultivar únicamente los caminos del espíritu.

Ascetismo. Sistema de moral que preceptúa al hombre, no dirigir sus necesidades a una satisfacción morigerada, subordinándolas a la razón y al deber, sino contrariarlas enteramente, o por lo menos oponerse a ellas hasta el límite que consientan las fuerzas propias. Tomó el ascetismo, sobre todo en la Religión cristiana, un tinte señaladamente espiritualista, por cuya razón se presumía que se debían sólo contrariar las necesidades, apetitos e instintos del cuerpo; pero es más amplio el sentido negativo del ascetismo, pues la sociedad, la familia, las exigencias de la cultura (incluso a veces la limpieza y el aseo) son proscritas con el mismo desdén que los placeres materiales.

Procedencia

Procede en general el ascetismo de anticipaciones ideales que suplantan y sustituyen la ausencia de base psicológica, requerida por toda doctrina moral. En este sentido, es una Moral sin Psicología, una mutilación de la naturaleza humana, de la cual se pretende suprimir o el elemento insustituible de su vida afectiva o alguno de los factores complejísimos en que se diversifica, traduciéndose en la práctica según la variedad de sus energías. Produce en primer término la moral ascética una exaltación del intelecto o de nuestras potencias de abstracción, que se sobreexcitan con el consiguiente menosprecio de la vida práctica y el desarrollo vertiginoso de una imaginación calenturienta, que no se sacia con representaciones esquemáticas, sino que necesita dar plasticidad semimaterial y tangible a los símbolos de los entes de razón que fantásticamente llenan el pensamiento y agotan la sensibilidad del asceta.

Existe, por lo tanto, en ascetismo una mezcla incoherente de una  modestia exagerada, especie de humillación que degrada con un orgullo  disimulado en la exaltación de la propia personalidad. La moral ascética  es una moral subjetiva que ni se satisface con invertir el orden de la  naturaleza, ni cede en sus anhelos, decapitando la condición humana,  sino que aspira, fundada en el menosprecio del cuerpo, a asegurar, por  medio de los sufrimientos físicos (especie de reacción curativa o  recurso terapéutico), el triunfo del alma sobre los instintos y las  pasiones. La moral ascética es la apoteosis del subjetivismo, pues,  aunque aparenta fundarse en principios objetivos u ontológicos, concibe  estos principios por medio de una inducción analógica tocada del vicio  del antropomorfismo (V. Antropomorfismo). Puede distinguirse desde  luego, teniendo en cuenta el alcance de los principios que  abstractamente concibe el sujeto, el ascetismo hijo de concepciones  exclusivamente racionales, encaminadas a desenvolver todas las energías  del alma, emancipadas de la servidumbre abstractamente supuesta del  cuerpo y de la naturaleza exterior (ascetismo metafísico o filosófico,  el propio de toda la Edad Antigua), del que se funda en el dogma de la  expiación y que sólo toma como objetivo apaciguar la cólera divina por  medio de sufrimientos y privaciones voluntarias (ascetismo teológico o  religioso, el propio de toda la Edad Media) y también del  ascetismo, que huye, tocado de cierta nostalgia y hastío de la vida  sensible, del comercio social y que se inspira en determinadas  concepciones empírico-inductivas de la realidad (ascetismo  cosmológico o pesimista, que reproduce como eco lejano del antiguo  Nirwana). 

El ascetismo tiene un abolengo muy dilatado. En la India, casi todas las cosmogonías recomiendan la vida contemplativa y estiman la meditación y el éxtasis como condiciones superiores a las que se revelan al contacto de la vida práctica, cuyas impurezas degradan. Pero donde adquiere relieve innegable el ascetismo filosófico es en Grecia. Se hallan los primeros gérmenes del ascetismo en la Filosofía de Pitágoras, que recomienda la purificación del alma. Sus mitos y símbolos y aun la existencia algo misteriosa de la asociación pitagórica respetaban en los animales el principio de la vida, erróneamente confundido con el principio espiritual, e imponían a sus adeptos la abstinencia de la carne y hasta de los vegetales, cuando recordaban a la imaginación algún ser vivo. Recomendaban además los pitagóricos el sacrificio de la voluntad, y su silencio proverbial era condición y a la vez resultado de su vida contemplativa. Para los pitagóricos, en el esfuerzo que el hombre debe emplear para conseguir la sabiduría o la virtud, consiste la purificación del alma. La escuela cínica y especialmente su fundador Antístenes aspiran a emancipar al hombre de las leyes de la naturaleza y a hacerle independiente de la sociedad, menospreciando los afectos de la familia y el amor de la patria, exaltando el subjetivismo individual y desviando al hombre de la vida práctica.

Los estoicos completan el principio de Antístenes, refiriéndolo a su sistema general filosófico y exponiendo el ascetismo con un carácter lógico, que ha hecho tradicional la significación de la llamada pasividad estoica, o lo impasible de la razón a todas las variaciones inherentes a la vida práctica. La insensibilidad absoluta que los estoicos recomiendan frente a todos los males y todos los bienes de la vida, su menosprecio de los actos exteriores y su indiferencia de los intereses terrenos sobreexcitan el sentimiento de la personalidad subjetiva, declarando que ésta debe ser independiente de sus semejantes y del mundo exterior. Evitando los lazos con unos y con el otro, el ascetismo queda establecido desde luego como doctrina moral que se deriva del sentido general de su concepción filosófica. De un valor inestimable para el Estoicismo la naturaleza humana, entiende Zenón que la virtud se basta a sí misma, que encuentra en sí su propia satisfacción. Gratuita est virtus, virtutis prœmium ipsa virtus. La voluntad concentrada en sí sufre la necesidad universal y se abstiene de lo que es contrario a esta necesidad: Sustine et abstine. Contra las vicisitudes exteriores, azares de la fortuna o imposiciones del hombre, opone la voluntad su propio esfuerzo que, en medio de los tormentos y de la muerte misma, se siente más noble que el que mata y triunfa. Pero donde llega al desarrollo más completo el ascetismo es en la Escuela de Alejandría.

Aspiración

Aspiraba el Neoplatonismo, en el siglo III (V. Jundt, Histoire du Panthéisme populaire au moyen âge et au seizième siécle) a condensar las fuerzas esparcidas del paganismo; era la quinta esencia de todos los sistemas anteriores y como la cúpula del edificio filosófico de la antigüedad, y pretendía cohonestar un idealismo desenfrenado con las supersticiones más groseras. Concebía la Divinidad con Platón como el principio primero de las cosas, como el ser supremo o esencia indeterminada, en que se identifican todos los contrarios. De este ser puramente negativo y abstracto, obtenido por el procedimiento generalizador de la Dialéctica, hacía derivar las realidades visibles e invisibles por medio de una serie de emanaciones, de las cuales la primera era el Nous, la inteligencia divina que contiene en sí el mundo ideal, y la última la materia, naturaleza o mundo visible, organizado por el alma universal, segundo efluvio del ser infinito. Entre estos dos mundos existía toda la Mitología pagana, convertida en concepción religiosa por la Filosofía alejandrina.

Para ello enseñaba al hombre que el fin de su existencia terrestre era preparar su vuelta a la unidad divina por medio de la abstracción intelectual y del ascetismo, y anunciaba como término de esta evolución, no la contemplación de las realidades supremas contenidas en la inteligencia divina, pues el éxtasis es medio y no fin, sino la absorción de la personalidad misma en el seno de Dios. A la naturaleza propiamente dicha corresponde la vida sensible, al alma la virtud práctica fundada en la voluntad y en la razón, a la inteligencia la vida contemplativa y a la unidad el éxtasis. La unidad absoluta es el fin y destino último de la naturaleza humana, teoría exclusivamente lógica del soberano bien, que se funda en una abstracción. Si la unidad es el bien, es necesario dirigirse hacia la unidad, simplificando la naturaleza humana y eliminando sucesivamente todas sus facultades; porque el aná lisis alejandrino concibe sólo la unidad abstracta y ésta no es la suprema perfección (a la cual ha de llegarse o aspirarse por lo menos en serie sucesiva de esfuerzos), sino el vacío y la nada, que no requieren más que la vida contemplativa, el éxtasis y finalmente la identificación con ella.

Fuentes