Carmen Suárez León

Carmen Suárez León
Información sobre la plantilla
Carmen Suárez León.JPG
NombreCarmen Suárez León
Nacimiento1951
Vereda Nueva, Artemisa Bandera de Cuba Cuba
ResidenciaCubana
NacionalidadCubana
CiudadaníaCubana
OcupaciónInvestigadora
ensayista
poeta
traductora.

Carmen Suárez León. Investigadora, ensayista, poeta y traductora

Vida Y labor

Nace en Vereda Nueva, Artemisa, en 1951. Graduada de doctora en Filología en la Universidad de La Habana, en 1996 y graduada en Lengua Francesa en la Alianza Francesa, en 1971. Su labor como investigadora ha estado centrada, en facetas de la vida y la obra del Héroe Nacional José Martí, además es investigadora titular del Centro de Estudios Martianos, donde labora desde 1991. Se ha desempeñado como maestra de adultos (1967-1971) y editora de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (1983-1989). Integra la Sección de Traductores literarios de la Asociación de Escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

Ha dictado conferencias y cursos, además de participar en congresos, coloquios y ferias del libro, en Martinica, México, España, Francia, República Dominicana, Estados Unidos, Ecuador, Venezuela y Costa Rica.

Obras

  • 1990. Sopla el viento la yerba.
  • 1996. Navegación.
  • 2011. Poemas del mediodía.
  • 2009. Ensayos del Centro.
  • 2007. La alegría de traducir.
  • 2000. Gravitación cubana en la Revista Azul.
  • 1991. La puerta sumergida.
  • 1989. Verano del 75.
  • 1997. José Martí y Víctor Hugo en el fiel de las modernidades.

Premios y distinciones

  • 1988. Premio Nacional de Crítica Literaria Mirta Aguirre en artículo
  • 1998. La Rosa Blanca.
  • 1990. Recibe la distinción Raúl Gómez García del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura.
  • 1997. Recibe la distinción por la Cultura Nacional del Ministerio de Cultura de la República de Cuba.

Poemas del mediodia

Los poemas de este cuaderno nos muestran el paso del tiempo y, a la vez, una vislumbre de la eternidad en la perenne renovación del cuerpo de la realidad. Cuando conocí a Carmen hace más de cuatro décadas en Vereda Nueva, su pueblo natal, intuí que este sería su camino en la vida, raro presentimiento a tantos años de distancia. Entonces la vi ávida de saber, pero no de saber lo que no nos conduce a sitio alguno, sino qué decían los poetas, que decía la gran música, qué decía la sabiduría. Cuando supe todo eso me di cuenta de que aquel presentimiento no estaba descaminado. Hoy me alegra extraordinariamente saber de su obra y de su buen gusto, de sus búsquedas y de su estilo vital, de sus maneras siempre suaves y cordiales, verla dispuesta a penetrar en los mejores libros para dialogar con la poesía, con sus semejantes, con la historia, con Martí. Aunque no hayamos estado en esos lugares preciosos, reitero, esta poesía los hace familiares, nuestros, y comprendemos entonces que ni el diferente invierno, ni la distinta fuerza de la naturaleza y de los colores, de los frutos y de las costumbres, nos resultan extraños o inhabitables, sino todo lo contrario: los sentimos y los poseemos como si hubiésemos nacido allá, don preciso de la palabra poética que puede dilatar nuestro paisaje íntimo para hacernos ciudadanos del mundo. Siempre he preferido los espacios abiertos, la inmensidad, los juegos de la luz, la poesía del aire y de las aguas, la inocencia de los niños, la sobrevida de otras culturas y edificaciones, y por todo ello me complació sobremanera este cuaderno, tan colmado de esas presencias y de un anhelo a veces manifiesto y a veces oculto de sentirnos en el centro de la vida. Gracias a Carmen, gracias a su experiencia, gracias a tanta belleza en estos años de dudas, angustias, desconfianzas. Los dejo ahora con el primer texto, «Las lagunas y el viento», magnífica entrada al conjunto:

Bordeando las lagunas desiertas

bajo el viento del norte

un sentimiento de infinitud y lejanía

se apoderó de mi conciencia

y ensarté, en lo hondo de mí,

este invierno mediterráneo

cuajado de ocres y carmelitas,

cruzado por los verdes profundos

de los pinos marítimos,

con la alegría de los nortes habaneros,

con los alisios insulares de noviembre,

con los azules desfondados

sobre cientos de verdes olorosos.

Mis amigos me señalan los patos

que alzan el vuelo sobre nuestras cabezas,

irisados y tiernos.

Por un momento la violencia no existió.

Fuente