Cira Soto

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Plantilla:Personaje científicoIntroducción
Cira Soto, doctora en pedagogía, destacada por su labor en el magisterio, integró las filas de los que con su labor consolidaron las raíces de la identidad cubana y por ende de la cultura en nuestro país
Una vida consagrada a la formación magisterial
El mero intento de abordar una u otra arista del proceso de formación de nuestra identidad cultural y nacional nos envuelve prontamente en el afán por descubrir una senda jalonada por destacadas personalidades, que dedicaron su existencia a proezas épicas, contenidas en significativos descubrimientos científicos, aportes para la humanidad, en actuaciones que marcaron toda una época por su trascendencia histórica. Ellos son los más conocidos y, con justa razón, siempre recordados con veneración.
Múltiples biógrafos, investigadores, ensayistas, periodistas y todos aquellos perspicaces escudriñadores de las raíces de nuestra cubanía, les han dedicado incontables jornadas de trabajo acucioso, plasmadas en artículos, ensayos, conferencias, reflexiones y anecdotarios. Más existe una pléyade de peculiares personalidades que, con su hacer abnegado, trazaron caminos no menos gloriosos, aunque apenas divulgados, y que en su anónima grandeza, irradian luz suficiente para guiar a las generaciones contemporáneas y futuras, en su acción y pensamiento.
En la práctica cotidiana del quehacer pedagógico nos dejaron la impronta de su sabia modestia, prodigaron con altruista amor, ajenos a mezquinos intereses, a varias generaciones de maestros y profesores, multiplicadores de virtudes. Son ellos –como expresara el Apóstol los que “...por su mérito reconocido, como científicos y comerciantes, empresarios e ingenieros, como maestros, abogados, artistas, periodistas, oradores y poetas, como hombres de inteligencia poco común, se ven honrados dondequiera que ha habido ocasión para desplegar sus cualidades de justicia para entenderlos”.
Entre esas personalidades de amable cultura y dulce sencillez, se ubica, con mérito propio, Cira Delia Florinda Soto Palenque, toda una vida consagrada a la formación magisterial.

[[Categoria:Personalidades|
Esbozo biográfico de Cira Delia Florinda Soto Palenque

Archivo:Cira soto.jpg
Cira Delia Delfina Soto Palenque (1911-2008)

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Conversar con Cira Soto es un placer y un compromiso. Placer pues, en sus ojos vivaces, negados a la opacidad de los años, se nos revela la tríada prodigiosa del tiempo, como un todo enrrumbador de utopías alcanzables. Paradigma de educadora, de hablar pausado y culto, sin pedantismo. Con esa sabiduría amiga que nos atempera el ánimo, frenando todo desasosiego.
Compromiso, pues su interlocutor, si es prudente, cuida por decisión propia, de la corrección del habla, del tono y volumen apropiados (tan propenso en los cubanos al exceso) y de no pretender coloquios “esnobistas”.
Estamos ante una personalidad con amplios conocimientos de la gramática castellana, de las formas y modos de entonación, formadora de varias generaciones de maestros y profesores, empeñada siempre en la ardua tarea de enseñar a leer, a escribir y a hablar con corrección.
En definitiva, cualquier prevención se disipa, ante su sencillez amable, propia de personalidades de singular excepcionalidad. Al hacer válida la prédica martiana de que “honrar, honra”, deseamos aportar a las nuevas generaciones de maestros y profesores, el conocimiento de la vida y la obra de esta maestra de estirpe mambisa.
Dado que la familia acostumbra vacacionar en Cartagena, donde residen parientes paternos, la joven América comienza a sentir los dolores del parto, el 21 de julio de 1911, dando a luz una niña que inscriben como Cira Delia Florinda.
La niña cursa sus primeros años en un ambiente familiar muy favorable. En la acogedora casona cienfueguera se respira el amor y el mutuo respeto, con las noches amenizadas por relatos de la guerra o remembranzas de sus grandes personalidades. Las figuras de Martí, Gómez y Maceo constituyen con frecuencia el centro de las conversaciones. Todo ello perdurará en la formación martiana de Cira.
Cumplidos los siete años, inicia sus estudios primarios en la escuela local “Elisa Bowman”, regida por la iglesia metodista cienfueguera, donde la enseñanza religiosa era opcional. Su padre, de marcada tendencia anticlerical y ateísta, rasgo bastante común entre los patriotas de principios de siglo, la considera la mejor opción, dada la lamentable situación educacional en la naciente pseudorrepública.

La preparación profesional para los maestros durante la colonia era prácticamente inexistente, lo que se hacía más caótica en la enseñanza elemental, afectando particularmente a los sectores más humildes de la población. En 1917 es que se crean las primeras Escuelas Normales de Maestros en La Habana y posteriormente en las restantes provincias, con capacidad máxima de 50 estudiantes cada una, exigencia para el ingreso de 6to. Grado y separación por sexos.
La ley propuesta por Manuel Sanguily, senador y patriota, es aprobada por el congreso en 1915. A lo anterior se suma la falta de voluntad política de los gobiernos por encarar el serio problema de la falta de maestros y su insuficiente preparación profesional.
La niña sorprendió a todos, desde los primeros momentos, por sus notas sobresalientes y una dedicación al estudio poco común. Ya desde entonces afloraban en la personalidad de Cira: perseverante, sistemática, acuciosa, sencilla y solidaria.
Aún rememora Cira con amor a sus maestras cubanas. Conserva el grato recuerdo de la maestra Lolita, hija del general mambí Higinio Esquerra, o a la amable Asunción. Solo una excepción no grata; la de la maestra norteamericana de segundo grado, que les confesó estar sorprendida, pues esperaba tener que darle clases a “indios con plumas”.
Desde sus más tempranos años adquirieron ella y sus hermanos, el hábito de la buena lectura, que transitaba desde las aventuras de Salgarí a las fantasías de “capa y espada” de los Dumas.
Culmina en definitiva sus estudios primarios en 1925, apenas cumplidos los 13 años.
En el curso escolar 1925-1926 matricula Cira en un centro privado cienfueguero de Segunda Enseñanza, aunque los exámenes finales deben ser aplicados por profesores del instituto de Santa Clara.
Regía entonces el llamado Plan Varona, que se propone desterrar el verbalismo y el formalismo y hacer la enseñanza más científica y experimental. El destacado pedagogo, como miembro del gabinete del general Leonard Wood durante la primera ocupación norteamericana, estuvo responsabilizado de aplicar las necesarias reformas en la Enseñanza Media y Superior; tomó como base, para ello, sus propias concepciones filosóficas de “positivismo aplatanado”, progresistas para la época. Este plan se mantuvo vigente en lo esencial hasta 1937.
Al instaurarse la república mediatizada existían los seis institutos de Segunda Enseñanza creados por la Ley Española de Instrucción Pública de 1857 (La Habana, Matanzas, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba) y la similar de 1880, que propició la fundación de similares centros educativos en Pinar del Río y Santa Clara. Los mismos aún tenían serias insuficiencias de capacidad, organizativas, planes de estudio obsoletos y mínima matrícula.
Cira, en definitiva, cursa el primer año con notas sobresalientes. En 1926 la familia se traslada a la capital para facilitar la continuidad de estudio de sus hijos, estableciéndose en una modesta vivienda en la calle Teniente Rey, entre Bernaza y Monserrate, muy cercana al ya existente Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde esta matricula el segundo año, en el curso escolar 1926-1927.
A la adolescente, curiosa pero retraída, le cuesta adaptarse a la vida algo turbulenta de la capital. Culminan sus estudios de bachillerato en 1929, con resultados excelentes, lo que no constituye una sorpresa para la familia.
En aquellos años los institutos de Segunda Enseñanza estaban bajo un régimen semimilitar y eran dirigidos por oficiales del ejército. El instituto de La Habana estaba rectorado, en aquellos años turbulentos, por un alto oficial de apellido Espinosa, según nos relataba Cira. El uniforme de las muchachas se componía de una saya de color azul prusia, con listones en los bordes según el año que se cursara, blusa blanca y botines cerrados hasta los tobillos. En los pasillos realizaba su sistemático recorrido, una profesora, veladora severa, siempre atenta a que las faldas no sobrepasaran la media pierna.
Para el profesor de Historia, de apellido Oñate, resultó una sorpresa la brillante explicación que, sobre los acontecimientos de la memorable “Noche de San Bartolomé”, realizase aquella alumna de las últimas filas, proveniente del interior y generalmente callada. Era costumbre en la época que los estudiantes ocupasen asientos en el aula de acuerdo con el orden alfabético de sus apellidos, lo que condenaba irremisiblemente a Cira, al fondo del aula. Este nunca logró despejar la duda si esta recibía clases particulares, a todas luces infundadas, no solo por innecesario, sino por estar fuera del alcance económico de la familia.
A punto de matricular en la Universidad de La Habana, en el curso escolar 1929-1930, se le presenta a Cira la disyuntiva de la carrera a estudiar. Se inclinaba, entonces, por la arquitectura, siguiendo el ejemplo de su hermano Enrique, pero su padre, hombre realista, la persuadió que esta no era la mejor opción, en una sociedad clasista donde se requerían relaciones de las que ellos carecían o prestarse a componendas y corrupciones con los gobiernos de turno. En definitiva, la convenció de que sería más apropiado escoger Pedagogía, que “quizás le dé la oportunidad de llegar a ser directora de escuela”. Cira cumple los deseos del padre, aunque no obstante decide matricular, además, la carrera de Filosofía y Letras, por la que siente entonces mayor inclinación.
Logró aprobar el primer año en ambas carreras con sobresalientes resultados. En los inicios del curso escolar 1930-1931, se dicta la suspensión de clases en la Universidad de La Habana y centros de Enseñanza Media con motivo de la multiplicación de actos de repudio al machadato por el asesinato del estudiante Rafael Trejo. Esto le impide la continuación de los estudios tan satisfactoriamente iniciados.

En la etapa comprendida entre los años l930 a 1933, Cira trabaja como maestra primaria en la escuela “Soto”, fundada por la familia. Esta radica en la planta baja de la nueva residencia, sita en la calle Cristo 14, en La Habana Vieja, muy cercana al parque del propio nombre. En la misma, laboran como maestros, de una u otra forma, toda la familia, incluida América, que da clases de corte y costura, y que según relatan sus hijas, amaba el ambiente escolar y organizar fiestas infantiles en el patio de sombra acogedora.
Como maestra de Historia, Cira se vincula aún más a las figuras de los maestros-patriotas conformadores de nuestra identidad cultural y nacional, como Caballero, Varela, Arango y Parreño, Saco, Luz y Mendive, entre otros; y por supuesto, a José Martí, a quien siempre se guardó y rindió especial veneración en el seno familiar.
Laborará también como maestra en la otra escuela fundada por la familia y bautizada como “América”, en honor a la madre, sita en la nueva vivienda de San Lázaro 1008, mientras el hermano Enrique se hace cargo de la dirección de la anterior.
Esta labor y sus iníciales estudios pedagógicos ya despiertan en Cira su vocación magisterial aunque sin inclinaciones específicas. Esta reinicia sus estudios en la Universidad de La Habana, en el curso escolar 1933-1934, en una época plena de acontecimientos trascendentales.
En ambas carreras tuvo el privilegio de contar, como profesores, con importantes personalidades intelectuales de la época, de relevantes roles en los campos de la docencia, la política o la cultura, en general. Mencionemos entre ellos al Dr. José A. Portuondo, profesor titular de Estética; Dr. Salvador Massip, en la cátedra de Geografía; el Dr. Maza y Artola, en Griego; el Dr. Manuel Bisbé, también en Griego; el Dr. Dubuchet, en Historia; la Dra. Vicentina Antuña, en latín; el Dr. Martínez, padre del destacado dirigente comunista Rubén Martínez Villena, en Pedagogía, así como la Dra. Camila Henríquez Ureña, en la propia especialidad.
El Dr. José A. Portuondo, que elogiaba la mente científica de Cira, le propuso que al graduarse, quedase como profesora auxiliar de Estética, lo cual no acepta, ya que era un cargo sin sueldo y le imposibilitaba ayudar económicamente a la familia.
Culminan sus estudios universitarios en el curso 1936-1937, salvo breves interrupciones, dada la convulsa coyuntura política de la época.
Con la ayuda de relaciones personales del padre, inicia su desempeño como profesora de letras (sin salario), en el instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, durante los cursos escolares 1938-1939 y 1939-1940. La positiva influencia de los docentes de la cátedra, con los que compartió en esa etapa, particularmente con la Dra. López, profesora de Gramática, la inclinaron definitivamente por esa especialidad.
A partir del curso escolar 1940-1941 comienza a trabajar, por primera vez con sueldo, como profesora auxiliar en la Escuela Normal de Maestros de La Habana, ubicada en esa época, en la conocida como Finca Durañona, en el municipio de Marianao, cerca del Puente de la Lisa, lo que la vincula a un aspecto trascendental en la esfera educacional: la de la formación de maestros y profesores, que será la esencia de su actividad docente.
La Escuela Normal de La Habana solo tuvo edificio propio desde 1944. Según datos oficiales, dicho centro contaba en el curso escolar 1943-1944 con 1 459 estudiantes que se incrementó a l 661, en el curso escolar 1949-1950. En todo el país la matrícula en las seis escuelas normales entonces existentes ascendía a 3 631 alumnos, en el propio curso escolar 1943-1944. En el año escolar 1951-1952 el claustro contaba con 150 profesores titulares y 133 profesores auxiliares, nacionalmente. La Escuela Normal de La Habana poseía entonces l25 profesores, de ellos, 75 titulares.
Recuerda Cira con respeto y admiración la positiva influencia que en ella ejerciera, como profesora novel, la Dra. Carolina Poncet, jefa de la cátedra de letras y profesora titular durante muchos años en la Normal de La Habana. En la década de los 40 era miembro también del claustro del centro, junto con otras personalidades, el Dr. Juan Marinello, profesor titular de literatura. Cira aún conserva su imagen, como persona de vasta cultura, respetuosa, de visión política muy adelantada para la época y renombrado dirigente comunista, respetado hasta por sus propios enemigos.
En más de una ocasión, el claustro se prolongó durante horas, al entablarse polémicas discusiones sobre temas diversos del acontecer nacional, entre el grupo de profesores de ideas más progresistas nucleados alrededor de Marinello y la parte del claustro más conservador e incluso reaccionario, Cira reconoce que aún en esos tiempos carecía de una conciencia política avanzada, aunque poseía una visión crítica ante todo lo que lastrara el progreso del país, tanto en lo económico, lo político como lo social.26
Vida familiar y profesional de Cira Delia Florinda Soto Palenque
En agosto de 1941 contrajo matrimonio con Gerardo Pallí López, de cuya unión nacieron dos hijos: Isidora, en 1945 y Gerardo, en 1946. Este último perdería la vida en trágico accidente, contando tan solo cinco años de edad, lo que marcó la vida de Cira.
Por consejo familiar y más para ocupar su tiempo ante el dolor que por problemas económicos, comenzó a compartir su labor docente en la Normal de La Habana, con el de profesora de letras en el centro privado “Columbus High School” donde impartió la especialidad en todos los años del bachillerato. Para asombro de todos, nunca uno de sus alumnos desaprobó en los exámenes oficiales aplicados por profesores del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, como estipulaban las leyes escolares entonces vigentes.
En esos años comienza Cira a aplicar sus ideas innovadoras en la enseñanza de la asignatura, motivada por la antológica obra Gramática Castellana de Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, así como con la utilización de métodos novedosos impulsados por el reconocido filólogo y fonetista español Tomás Navarro Navarro. En todos los casos, sustituye la diligente profesora, los textos originales de las obras, ajustados a otros contextos, por aquellos fundamentados en el ideario martiano y de otros relevantes forjadores de nuestra identidad cultural y nacional, con una inapreciable significación axiológica.
A ese enfrentamiento cotidiano contra la “venerable rutina” se dedicó la profesora Cira Soto con igual empeño y enfrentando toda clase de prejuicios, algo común ante lo novedoso. La compleja labor se apoyaría en sus conocimientos musicales, al ser graduada de piano, lo que ayudaría a los estudiantes en la entonación más correcta, con una metodología sencilla y asequible a todos.
Durante la nefasta dirección de la Dra. Isolina Díaz al frente de la Escuela Normal de Maestros de La Habana, triste personaje incondicional a la dictadura batistiana y que entronizó una política de corrupción y nepotismo en dicho centro, la profesora Cira Soto no solo se mantuvo al margen de tales turbios manejos, sino que asumió una actitud de sistemática crítica. Ello le valió que, al triunfo de la Revolución, estuviese entre los seleccionados para integrar el tribunal de profesores encargado de juzgar esas tropelías.
Y en busca de la “patria grande” con que Martí soñara, triunfó la Revolución el 1ro. de Enero de 1959. Desde los primeros años de la Revolución, distintas medidas se tomaron para cambiar tal estado de cosas.
El triunfo de la Revolución es acogido, por Cira, con júbilo entusiasta. Pronto comprendió que las enseñanzas familiares sobre las gestas independentistas y el ideario mambí, expresado en las acciones heroicas de Gómez, Maceo, Martí y tantos otros patriotas de los Siglos XIX y XX, se hacían realidad.
A partir de Enero de l959, continúa ejerciendo como profesora en la Escuela Formadora de Maestros (antigua Normal de La Habana). Al principio de la Revolución existían tres tipos diferentes de centros de Nivel Medio con el perfil de formadores de maestros: las Escuelas Normales de Maestros Primarios, las Escuelas del Hogar y las Escuelas de Kindergarten, las que fueron reestructuradas.
Al iniciarse la Campaña de Alfabetización, en 1961, en medio de agresiones, sabotajes y acontecimientos excepcionales, de especial significación para la consolidación y el desarrollo del joven proceso revolucionario, miles de jóvenes alfabetizadores, muchos de ellos casi niños, así como maestros y profesores de larga experiencia, marcharon a los más recónditos lugares del país con su farol, manual y voluntad política de ser útiles.
Cira tenía el firme propósito de incorporarse a la misma, como una alfabetizadora más, pero la Dra. Dulce Ma. Escalona Almeida, entonces funcionaria del Ministerio de Educación (MINED) y reconocida pedagoga, le plantea que era necesario que se incorporara a otra tarea no menos importante: la formación emergente de nuevos profesores para la Enseñanza Media.
Por iniciativa de Fidel se seleccionaron estudiantes universitarios de diversas facultades y el claustro quedó integrado por profesores de meritoria trayectoria en la enseñanza y en su especialidad.
Integrada al mismo, la Dra. Soto no desiste de su aporte a la campaña y en sus escasas horas libres se sumó como alfabetizadora popular, enseñando a leer y escribir a varias personas en la capital.
Complementariamente, Cira laboraba como profesora en la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana, desde 1962 a 1964, de la que era decana la Dra. Vicentina Antuña. En ese entonces la Escuela de Artes y Letras estaba adscripta a la Facultad de Humanidades, bajo la rectoría de otro prestigioso intelectual, la Dr. Elías Entralgo.
La inclusión de la profesora Cira Soto, en el claustro, respondió, en buena medida, a que los estudiantes reclamaban recibir una Gramática Castellana adaptada, tanto teórica como metodológicamente, a más renovadoras exigencias, como la que impartía esta, desde hacía años, en las aulas normalistas.
La Dra. Soto continuó trabajando activamente en los diversos planes de formación y superación de maestros populares, integrantes de la Brigada de Maestros de Vanguardia “Frank País” (fundada en 1962), así como de profesores de Enseñanza Media y Media Superior. En ese sentido, tuvo una destacada participación en la elaboración del contenido de Español y Literatura, editados por el MINED, en varios tomos, bajo el título de “Curso para superación de maestros” y que constituyó un aporte de excepcional valor para la formación profesional de miles de noveles maestros y profesores.
En mayo de l964, se incorporó Cira al claustro del recién fundado Instituto Pedagógico “Enrique José Varona”, en sus inicios adscrito a la Universidad de La Habana. Creado por Resolución Ministerial, junto con sus similares “Frank País”, de Santiago de Cuba, y “Félix Varela”, de Santa Clara, su propósito fundamental lo constituyó la formación de profesores bajo nuevas concepciones revolucionarias, tanto teóricas, metodológicas como de compromiso político. El objetivo inicial de estos centros fue formar profesores de Enseñanza Media ante el crecimiento vertiginoso de la matrícula en ese nivel de enseñanza, dado el acceso de todo el pueblo a la educación.
De l964 a l97l funciona en Ciudad Escolar Libertad, la llamada Sección Básica; y la denominada Sección Superior, en la Escuela de Educación de la Universidad de La Habana (Edificio Varona), con un amplio sistema de becarios residentes en el Edificio “Someillán” y el “Mario Muñoz”. A partir de l972 se unifica su estructura con su sede central en Ciudad Escolar Libertad, en el local que ocupara el Ministerio de Educación. Se crean asimismo los cursos para trabajadores y se mantienen los regulares, con una práctica docente sumamente amplia, que necesitaba de la atención y el meritorio esfuerzo de los profesores.
Las tareas del Varona en esos primeros años, que se han ido complejizando aún más con el decurso de los años y las transformaciones constantes en nuestro sistema educacional, requerían y aún lo exigen, de un claustro de prestigio, compromiso político y una vocación de entrega ético-profesional.
La Dra. Cira Soto asumió sus nuevas responsabilidades con reconocida ejemplaridad. Durante su permanencia en el Varona, hasta su jubilación, en 1976, por problemas de salud, se desempeñó como jefe de departamento, ejerció la docencia, rectoró investigaciones vinculadas a su especialidad, participó sistemáticamente en los planes de superación para profesores noveles, confeccionó programas y planes de estudio, y cursó e impartió cursos de postgrado tanto en el extranjero como en Cuba, destacándose en esas actividades por su maestría pedagógica y sentido de responsabilidad.
En l984, por su relevante trayectoria, se le confirió el grado científico de Candidata a Doctora. Con fecha 5 de marzo de 199l, el entonces Ministro de Educación Luís I. Gómez Gutiérrez, autoriza se le otorgue la Categoría Especial de Profesor de Mérito del Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, al tenerse en cuenta “su larga trayectoria al servicio de la educación de nuestro país, en la cual se ha distinguido como ejemplo de educadora cubana”.
Por Resolución Rectoral 046 de 1991 del Dr. Ramón Rodríguez Hermida, el acuerdo se hace efectivo en acto solemne el l0 de abril del propio año.
Por su trayectoria y lealtad inquebrantables a la Revolución Cubana y a su política educacional, que aún mantiene en la juventud indoblegable de sus 94 años, la Dra. Cira Soto obtuvo la Medalla por el XX Aniversario de la Revolución Cubana; la 23 de agosto, conferida a propuesta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC); la Medalla de la Alfabetización, la Orden “Rafael María de Mendive”; la “28 de septiembre” (como fundadora de los Comités de Defensa de la Revolución); la Medalla “José Tey” y la Medalla por el 250 Aniversario de la Universidad de La Habana.
El 6 de diciembre del 2004, en acto solemne efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el Comité Organizador del VIII Congreso Internacional de la Sociedad Española de Didáctica de la Lengua y la Literatura, auspiciado además por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y del Caribe, la Universidad de La Habana y el Instituto Superior de Arte otorgaron un diploma de reconocimiento a un reducido grupo de pedagogos cubanos, incluida la Dra. Cira Soto Palenque, “Por dedicar su vida a la enseñanza de la Lengua y la Literatura y contribuir a desarrollar, desde la investigación y la práctica pedagógicas, novedosos e imprescindibles enfoques”.
En consideración a esta fecunda trayectoria académica e investigativa y a sus meritorios aportes a la formación y la superación de maestros y profesores, a partir de un indeclinable compromiso político, el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación y la Cultura (SNTEC) y la Asociación de Pedagogos de Cuba (que la reconoció como una de sus fundadoras) le otorgó a la Dra. Soto el alto honor de incluirla, al igual que a su hermana Elodia, entre “Los 100 maestros más destacados del Siglo XX”.
Cira se mantuvo estrechamente vinculada a las organizaciones políticas y de masas de su comunidad, en el municipio de Playa, particularmente.
Quisiéramos concluir con la valoración formulada por la Dra. Rosario Mañalich, en su emotivo escrito “Adiós maestra”:
Cuba ha tenido grandes docentes. En Gramática aflora un paradigma en el orden científico y profesional: la Dra. Cira Soto Palenque. Todo su discipulado recuerda sus clases, pero formando parte de ella, su bien peinado moño, sus trajes sencillos acordes con la figura y el movimiento de sus manos, un verdadero arte, sólo comparables a las armonías de su voz. Cómo dice el marxismo, contenido y forma son una unidad y la presencia personal del maestro se vincula a aquel momento mágico de la clase que hace de ella una obra de arte y del maestro un artista. Si se hiciera un recuento de los profesores formados por la Dra. Soto, se constataría esa influencia de contenido y forma”.
Poco tiempo después de redactado este trabajo (antes de salir a la luz esta publicación), la doctora Cira Delia Florinda Soto Palenque falleció en La Habana, en mayo del 2008.