Diferencia entre revisiones de «Combate de Santa María de Ocujal»

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Revisión del 13:50 21 sep 2011

Combate de Santa María de Ocujal
Información sobre la plantilla
Calixto.JPG.jpg
Mayor general Calixto garcía Iñiguez quien dirigió el combate de santa Maria de Ocujal.
Fecha:26 de septiembre de 1873
Lugar:Santa María de Ocujal, del municipio de Jesús Menéndez, Provincia de Las Tunas.
Descripción:
El Historiador de Chaparra Omar Villafruela Infante, ha logrado reconstruir a partir de fuentes diversas, una de las acciones militares del mayor general Calixto García Iñiguez
País(es) involucrado(s)
España y Cuba Bandera de Cuba Cuba
Líderes:
Mayores generales Calixto García Iñiguez, Antonio Maceo Grajales, Francisco Javier de Céspedes y los mambises internacionalistas Mayor general Juan Rius Rivera, el coronel mexicano Felipe Herrero y los tenientes coroneles Nicolás Chala Nieto de República Dominicana y el andaluz Miguel Aruiz.
Ejecutores o responsables del hecho:
Fuerzas españolas: La vanguardia montada, bajo las órdenes del teniente Antonio del Rosal _Fuerzas cubanas: Comanda las fuerzas el mayor general Calixto García Iñiguez , el su jefe de Estado Mayor el coronel mexicano Felipe Herrero y fuerzas de Ballado y Holguín


Combate de Santa María de Ocujal. El 26 de septiembre de 1873, Ocurrido en antiguo poblado de chaparra actual municipio de Jesús menendez provincia las tunas al sur de esta localidad protagonizada por las Fuerzas españolas bajo las órdenes del teniente Antonio del Rosal ,y las fuerza cubanas dirigidas por el Mayor general Calixto García teniendo una gran significativa para las fuersa Manbisas en aquella epoca.

EL COMBATE

La infantería se desplaza desde las alturas del bosque de ocujes, por ambos lados del estrecho sendero, que baja al arroyo Maní tabo y que a partir de este punto se eleva, para tornarse boscoso el entorno, con malezas y coposos árboles, que apenas permiten la entrada del sol., en una extensión de más de un kilómetro.

A las dos de la madrugada el teniente coronel Gómez Diéguez ordena al corneta toque de llamada general, reúne a los oficiales, comunica la contraseña del día (sombrero) y da la orden de marcha. La vanguardia parte a caballo. Van siguiendo el rastro de las fuerzas cubanas que esta vez, curiosamente, es nítido. Llegan a La Soledad a las cuatro, para continuar a San Julián, creyendo que los cubanos han seguido el camino real que lleva a Maniabón. Al llegar a San Julián el práctico presiente que las fuerzas mambisas están internadas en el bosque de Santa María de Ocujal y se lo comunica a Gómez Diéguez, pero continúan la marcha, abiertas las filas, una por cada lado del camino. Fermín Silverio siente lúgubres presagios e insiste, Gómez Diéguez, temerario, le arroja en presencia de su Estado Mayor una frase hiriente: Si tiene miedo se compra un perro y ordena el avance de la columna. El práctico regresa a la vanguardia. Este primer error le costará caro, envalentonado piensa que los insurrectos como en otras ocasiones, evadirán el encuentro y no toma las precauciones necesarias ni ordena medida alguna que evite la sorpresa. La vanguardia sigue la curva en declive que hace el camino para llegar al vado del río. Es el momento esperado por las tropas insurrectas. Una descarga cerrada rompe el silencio del amanecer, con el ensordecedor fuego de las balas explosivas de los fusiles Rémington. Sobre la aturdida tropa cae una lluvia de plomo que derriba hombres, caballos y mulos. La sorpresa es tal que retroceden confusos, se agolpan, no saben qué hacer. El teniente Antonio del Rosal es herido de cuatro balazos y pierde el conocimiento. El capitán Boffil ordena una carga desesperada y logra cruzar el río para penetrar en el primer escalón de las fuerzas de Bayamo situadas en una pequeña prominencia del terreno. Es el momento en que los batallones Bayamo No. 4 y Luz de Yara cargan al machete. Los jefes españoles dan órdenes, gritan a sus soldados, no atinan a ninguna defensa coordinada, no pueden formar cuadros, líneas de fuego ni desplegarse en guerrillas. Todo resulta inútil. La lucha degenera personal, de hombre a hombre. Cunde el pánico, cae mortalmente herido el capital Boffil, es macheteado Fermín Silverio, mientras el teniente Peñalver huye con su pelotón rumbo a San Agustín de Aguarás y el teniente Rancero, al verse perdido vuelve su arma y se hace un disparo mortal. Mientras esto ocurre en la vanguardia, en el centro, situado a más de un kilómetro; Gómez Diéguez intenta avanzar, pero entran en acción, por los flancos izquierdo y derecho, la infantería de Cuba al mando de Antonio Maceo y Guillermón Moncada y la caballería de Holguín, que ha preparado convenientemente el escenario del combate. El Presidente de la República en Armas ofrece la siguiente versión: El enemigo avanzó hasta cerca de la escolta del general Céspedes; pero fue heroicamente rechazado por el Batallón Bayamo No. 4 al mando del teniente coronel Mariano Domínguez, el que fue reforzado por el Batallón Mayarí No. 18 a las órdenes del teniente coronel Ángel Guerra, extendiéndose un fuego terrible por toda la línea, sostenido con constancia por ambas partes, y dando por resultado la fuga de los españoles quienes entonces se vieron perseguidos y destrozados completamente por los cubanos que se lanzaron al machete finalizando la obra la caballería de Bayamo y Holguín. Se cierra el cerco al frente, flancos y retaguardia y la tropa ibérica queda atrapada en aquel estrecho sendero, con la única posibilidad de vender caras sus vidas. Entonces, el filo implacable de los aceros mambises completa la obra.Los enemigos se multiplicaban de manera tal, que no parecía sino que brotaban de a tierra, relata Antonio del Rosal en su ya citado libro. La siguiente descripción es obra del historiador Juan Andrés Cué y Bada, que destaca el gesto de un enemigo implacable de la causa cubana, pero que supo combatir con valor: A la vera de un júcaro corpulento, el coronel Gómez Diéguez se yergue entre un cúmulo de cadáveres que le prestan macabro ribete a su gesto varonil; el revólver ha saltado de su mano destrozada por la muñeca, hace esfuerzos sobrehumanos para mantenerse en pie, logrado sólo por un prodigio de coraje, con un tobillo acribillado por la metralla, el muslo de la otra pierna atravesado de otro balazo y el vientre perforado. Los cubanos lo rodean en desigual batalla. Tienen órdenes terminantes de no matar a ningún oficial, pero no es posible apoderarse de aquel bravo coronel, porque aún le queda en la mano izquierda su espada y con ella resiste el acoso, e impide que se le aproximen colmando de imprecaciones y denuestos a los cubanos y retándolos, en afán de hundirse para siempre envuelto en la ruda embriaguez del combate, para que lo maten. Desangrado, recostado ya al tronco añoso de aquel júcaro, sintiendo que le faltaban energías para continuar blandiendo su espada, accedió a ponerla en manos de su asistente Raimundo Ronda, a condición de que la misma no sería tomada por la mano de ningún mambí. Antonio del Rosal en sus memorias recoge la siguiente escena: […] estaba el río de Santa María, allí había sido lo más recio de la pelea, y vi muertos más de sesenta hombres, casi todos los caballos de la contraguerrilla y oficiales, y la mayor parte de las acémilas. No es exageración: el río que es muy pequeño y de corriente apenas perceptible, estaba del color de la sangre .

Juan Evangelista Ramírez Romagoza, al rememorar aquella gloriosa jornada dice. La gritería y los ayes ensordecían el espacio, hasta el movimiento de los brazos con el machete nos lo impedía el más próximo; estuve en la Batalla de las Guásimas, cuando nos metimos en Tunas, cuando murió Romaní, pero en ninguno de esos combates fue tan terrible la pelea como en el Copo del Chato. El combate de Santa María de Ocujal tiene otro capítulo, el de la persecución de los fugitivos, para ello entra en acción la caballería bajo el mando de los coroneles Limbano Sánchez y Ángel Guerra. El teniente Antonio del Rosal dice que eran unos cincuenta jinetes divididos en tres grupos y que fueron estos quienes lo capturaron y perdonaron la vida. También relata lo acontecido cerca del fuerte de San Agustín de Aguará, cuando se enfrentan Limbano Sánchez y el alférez Carlos Peñalver, hasta que el primero logra capturarlo, no sin antes exponer la vida ante el valor del combatiente hispano.

Fuentes

El Combate de Santa María de Ocujal de Omar Villafruela Infante