Convento de San Francisco de Asís

Convento de San Francisco de Asís  

En 1579 los frailes franciscanos tomaron en posesión el terreno donde se erigió el edificio que sirvió de sede al antiguo templo y convento de San Francisco de Asís, cuya fabricación se extendió por 12 años.
En 1739 se consagró el templo, que por la magnificencia de su espacio interior, se convirtió en el preferido de la sociedad habanera.


Luego de que en 1842 fueran promulgadas las leyes desamortizadoras de los bienes del clero por el Ministerio de Hacienda Español, comenzó un largo período de transformaciones en el edificio, que trajo como consecuencia la desaparición de incontables valores que allí se atesoraban. El inmueble fue destinado a almacén, depósito de la Aduana de La Habana y Casa de Correos. Hacia 1850 fueron demolidos el ábside, el crucero y la cúpula de la Iglesia, debido al mal estado en que se encontraban después del paso del ciclón de 1846.
No fue hasta fines de la década del 80 del siglo XX que irrumpieron las labores arqueológicas en esa edificación. Durante las excavaciones fueron descubiertas algunas criptas y diversos objetos ceramios, que contribuyeron a develar nuevos detalles acerca de su historia.


Después de una profunda restauración, entre 1992 y 1995, que logró rescatar elementos originales del edificio, se inauguran la iglesia y su convento como sede del Museo de Arte Religioso. Su colección incluye imágenes, objetos de orfebrería, mobiliario, piezas arqueológicas y pinturas de distintas escuelas de Iberoamérica, algunas de ellas pertenecientes a los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes. La Basílica se ha convertido además en sala de concierto dedicada a la música coral y de cámara. Los salones y galerías del antiguo convento acogen diversas muestras transitorias de artistas contemporáneos cubanos y extranjeros, y sirven de escenario para conferencias, presentaciones de libros y eventos nacionales e internacionales.


En 1999 se inauguró el Jardín Madre Teresa de Calcuta, ambientado con obras escultóricas de artistas contemporáneos. En sus predios se levanta la Sacra Catedral Ortodoxa Griega San Nicolás de Mira consagrada el 25 de enero de 2004 por Su Toda Santidad Bartolomeo I, Patriarca Ecuménico de Constantinopla.

La hermosa Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís es una construcción que data del año 1738 cuya vetusta torre fue erigida en el último tercio del siglo XVIII, con sus 42 metros de altura, se constituyó en la segunda por su altitud en la época colonial, pues solamente la superaba la torre Iznaga en el valle de los ingenios de Trinidad, la cual mide 45 metros.


Este es uno de los conjuntos de iglesia y convento poseedor de extraordinarios valores de la época en la ciudad. Se sabe que en el año1579 los frailes franciscanos tomaron en posesión el terreno donde se erigió el edificio cuya fabricación se extendió por 12 años.
El convento posee dos claustros con galerías perimetrales, conectadas por una escalera de mármol. En 1739 se consagró el templo, que por la magnificencia de su espacio interior, se convirtió en el preferido de la sociedad habanera.


En el año 1762 fue escogida por las tropas inglesas de ocupación para sus servicios religiosos e instalaron allí una logia masónica. Posee un bello patio interior colonial con la típica fuente en el centro, sus galerías en forma de cruz y una bien cuidad área verde.
La iglesia fue originalmente de planta basilical de tres naves con cúpula en la cabecera. Su cubierta abovedada es de aristas en las naves laterales, mientras en la nave central es de cañón, apoyada en columnas de planta cruciforme.


La gran construcción patrimonial que es el convento con su iglesia, construidos de cantería, usando la típica piedra del litoral conocida como de Jaimanitas, se atribuye al habanero fray Juan Romero como director de obras, mientras que el proyecto de la torre se adjudica al arquitecto José Arcés.
En 1842 fueron promulgadas las leyes desamortizadoras de los bienes del clero por el Ministerio de Hacienda Español, entonces comenzó un largo período de transformaciones en el edificio, lo cual trajo como resultado la desaparición de incontables valores que eran atesorados allí hasta ese momento.


El magnífico inmueble fue destinado a almacén, depósito de la aduana habanera, casa de correos, almacén y viviendas para empleados de la aduana. Posteriormente, en el año 1850, después del paso del ciclón de 1846, demolieron el ábside, el crucero y la cúpula de la Iglesia, debido al mal estado en que se encontraban.
Este recinto se mantuvo virtualmente abandonado desde el siglo XIX hasta que a finales de la octava década del siglo XX comenzaron a realizar labores arqueológicas en la edificación y durante las excavaciones fueron descubiertas algunas criptas y diversos objetos, que contribuyeron a develar nuevos detalles acerca de su historia.


Entre 1992 y 1995, se llevó a cabo una profunda restauración que permitió rescatar numerosos elementos originales del inmueble, y a partir de entonces quedaron inaugurados la iglesia y el convento como sede del Museo de Arte Religioso.
La colección de objetos que allí se expone incluye imágenes, piezas de orfebrería, piezas arqueológicas, mobiliario y pinturas que son muestras de distintas escuelas de Latinoamérica, algunas de ellas pertenecientes a los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes.

La Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís fue convertida además, por su excepcional acústica, en sala de concierto de gran popularidad, donde se ofrecen presentaciones de música coral y de cámara; y es sede del Festival de Música Antigua de La Habana. A través de los ventanales acristalados y óculos abiertos en los tímpanos de los lunetos, la luz entra y se reparte moderadamente desde la nave central hacia las laterales, gracias a la notable diferencia de altura entre éstas.
Los salones y galerías del antiguo convento acogen diversas muestras transitorias de artistas contemporáneos cubanos y extranjeros, y sirven de escenario para conferencias, presentaciones de libros y eventos nacionales e internacionales.


En terreno aledaño, donde se erigía la cúpula de la iglesia es hoy un jardín en homenaje de la Madre Teresa de Calcuta, ambientado con obras escultóricas de artistas contemporáneos fue inaugurado allí en el año 1999. En el año 1993 se emitió una medalla para conmemorar la gesta rehabilitadora del Convento de San Francisco deAsías

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La orden de los franciscanos fue una de las primeras que logró establecerse en La Habana, en el siglo XVI. Se cuenta que el 28 de enero de 1575 se le solicita al rey y a la Real Audiencia de Santo Domingo una licencia para fundar un monasterio y casa para los frailes de la orden de San Francisco.


Se supone que a finales de ese siglo la obra ya había terminado. Enclavado muy cerca de la bahía, padeció los temporales que abatieron la ciudad en la segunda mitad del siglo XVII. Esto trajo como consecuencia que perdiera su torre entre otros considerables daños.

A principios del siglo XVIII se encontraba en muy mal estado pero no tenían recursos para repararla. En un inicio se pensaba demoler la capilla mayor pero al final se decide reparar toda la iglesia gracias al devoto Diego de Salazar, vecino del lugar, que suministró muchos operarios y materiales.

En el acta capitular del 27 de enero de 1730 se les otorga a los frailes una concesión de un área de terreno para levantar la iglesia. Con el arribo a la ciudad del obispo Lazo de la Vega, aún no estaban culminados el convento y la iglesia pero, con su apoyo, en 1738 lograron finalizar la obra.

Cuando la toma de La Habana por los ingleses, en 1762, instalaron en este sitio su Cuartel General, una capilla anglicana y una logia masónica. Al regresar la isla a manos de los españoles, estos clausuraron el convento por considerarlo impregnado de herejía

La orden de los franciscanos fue una de las primeras que logró establecerse en La Habana, en el siglo XVI. Se cuenta que el 28 de enero de 1575 se le solicita al rey y a la Real Audiencia de Santo Domingo una licencia para fundar un monasterio y casa para los frailes de la orden de San Francisco.

Se supone que a finales de ese siglo la obra ya había terminado. Enclavado muy cerca de la bahía, padeció los temporales que abatieron la ciudad en la segunda mitad del siglo XVII. Esto trajo como consecuencia que perdiera su torre entre otros considerables daños.

A principios del siglo XVIII se encontraba en muy mal estado pero no tenían recursos para repararla. En un inicio se pensaba demoler la capilla mayor pero al final se decide reparar toda la iglesia gracias al devoto Diego de Salazar, vecino del lugar, que suministró muchos operarios y materiales.

En el acta capitular del 27 de enero de 1730 se les otorga a los frailes una concesión de un área de terreno para levantar la iglesia. Con el arribo a la ciudad del obispo Lazo de la Vega, aún no estaban culminados el convento y la iglesia pero, con su apoyo, en 1738 lograron finalizar la obra.

Cuando la toma deLa Habana por los ingleses, en 1762, instalaron en este sitio su Cuartel General, una capilla anglicana y una logia masónica. Al regresar la isla a manos de los españoles, estos clausuraron el convento por considerarlo impregnado de herejía.

Desde el punto de vista arquitectónico esta edificación es considerada una de las más valiosas de la época colonial. En su fachada principal contaba con varias columnas y adornos, así como unas figuras en piedra de la Purísima Concepción, San Francisco de Sales y Santo Domingo de Guzmán.

La torre de 42 metros de altura, llegó a ser la mayor de la ciudad. En su parte superior tenía una escultura de San Francisco que el huracán de 1846 destruyó. Luego fue superada por la torre Iznaga, en la ciudad de Trinidad, de 45 metros.

La iglesia contaba con 22 altares con sillas de caoba, dos claustros y 111 celdas para los religiosos, con un comedor, una enfermería y una biblioteca. Además de incluir 13 cuadros de la vida de San Francisco.

Anexo al convento se construyó una capilla en 1608, donde era venerada la imagen de Cristo de la Vera-Cruz, de los hermanos de la Tercera orden (hoy sala teatro de la orden Tercera). De esta capilla salían los viernes de cuaresma en una procesión para concluir en El Humilladero, actual iglesia del Cristo, a través de la calle Amargura. Se dice que la última fue en 1807.

Cuando la reedificación del convento, se reconstruyó también esta capilla, como atestigua una inscripción colocada en su fachada, en la que se plantea que el cuatro de octubre de 1743 se puso allí la primera piedra.

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En 1841 la Tercera orden se hizo cargo de los bienes de los religiosos franciscanos, debido a reformas realizadas por España. Por orden de la reina María Cristina de Borbón, cuarta esposa de Fernando VII, se cierra al culto el convento y la iglesia, se destruyen los altares y sus miembros pasan al convento de San Agustín y la orden franciscana de Guanabacoa.

Dos años después el gobierno destinó la iglesia como depósito de mercancía y las celdas se convirtieron en alojamiento de los funcionarios subalternos con familia y de las viudas e hijos de los empleados pobres.

El Archivo General de la Isla de Cuba fue trasladado para este sitio en 1856. El nuevo gobierno compra la edificación en 1907 y la destina para la Dirección General de Correos y Telégrafos, la de Comunicaciones y más tarde para su Ministerio. Debido a estas y a otras instituciones que allí radicaron, el convento sufrió varias transformaciones.

La basílica menor de San Francisco de Asís fue restaurada en 1994 por la Oficina del Historiador, para convertirla en una sala de Conciertos y el Museo de arte sacro con una colección de pinturas, piezas de orfebrería y arqueológicas. Además, en1999 se inauguró el Jardín María Teresa de Calcuta.

Al atravesar la Plaza de San Francisco, en la calle Oficios entre Amargura y Churruca, se encontrará con el antiguo convento de San Francisco de Asís. A pesar de su triste historia, hoy tiene un final feliz, gracias al esfuerzo que realiza la Oficina del Historiador por mantener viva a nuestra antigua Habana.

Debe su nombre al convento franciscano ubicado aquí desde finales del siglo XVI.
La ensenada en que se encuentra fue rellenada en 1628 para formar la plaza, próxima a la Aduana, evidencia del crecimiento de la villa y del aumento de su población.
Era el sitio de mayor vida de la ciudad: muelles, archivos e instituciones gubernamentales permanecieron aquí desde la segunda mitad del siglo XVII hasta que se trasladaron a la Plaza de Armas en 1791.
También transcurrían aquí las populares Ferias de San Francisco, que comenzaban el día 3 de octubre de cada año y se realizaron hasta 1841, cuando se decretó la secularización del convento franciscano.
En el siglo XVIII se mejoró su entorno: se empedró la calle de los Oficios y se terminó el nuevo Convento de San Francisco de Asís, que tuvo la torre más alta de la isla en esa época. Las viviendas de la aristocracia habanera engalanaban el lugar, como símbolo fiel de los nuevos códigos arquitectónicos, con lo cual la plaza se convirtió en lugar fundamental de la ciudad.
En el siglo XX aparece el edificio de la Lonja del Comercio para regir el desarrollo de las operaciones mercantiles en la zona, y un año más tarde el nuevo edificio de la Aduana, con lo cual se acentúa el carácter que desde el siglo XVII mostró este rincón.
En el centro de la plaza se levanta la Fuente de los Leones, obsequiada a La Habana por Claudio Martínez de Pinillos, conde de Villanueva, y colocada aquí en 1836.
La Plaza de San Francisco vuelve a cobrar vida con los trabajos de restauración en este centro de atracción y desarrollo de la ciudad de San Cristóbal de La Habana.

La orden de los franciscanos fue una de las primeras que logró establecerse en La Habana, en el siglo XVI. Se cuenta que el 28 de enero de 1575 se le solicita al rey y a la Real Audiencia de Santo Domingo una licencia para fundar un monasterio y casa para los frailes de la orden de San Francisco.

Se supone que a finales de ese siglo la obra ya había terminado. Enclavado muy cerca de la bahía, padeció los temporales que abatieron la ciudad en la segunda mitad del siglo XVII. Esto trajo como consecuencia que perdiera su torre entre otros considerables daños.

A principios del siglo XVIII se encontraba en muy mal estado pero no tenían recursos para repararla. En un inicio se pensaba demoler la capilla mayor pero al final se decide reparar toda la iglesia gracias al devoto Diego de Salazar, vecino del lugar, que suministró muchos operarios y materiales.

En el acta capitular del 27 de enero de 1730 se les otorga a los frailes una concesión de un área de terreno para levantar la iglesia. Con el arribo a la ciudad del obispo Lazo de la Vega, aún no estaban culminados el convento y la iglesia pero, con su apoyo, en 1738 lograron finalizar la obra.

Cuando la toma de La Habana por los ingleses, en 1762, instalaron en este sitio su Cuartel General, una capilla anglicana y una logia masónica. Al regresar la isla a manos de los españoles, estos clausuraron el convento por considerarlo impregnado de herejía.

Desde el punto de vista arquitectónico esta edificación es considerada una de las más valiosas de la época colonial. En su fachada principal contaba con varias columnas y adornos, así como unas figuras en piedra de la Purísima Concepción, San Francisco de Sales y Santo Domingo de Guzmán.

La torre de 42 metros de altura, llegó a ser la mayor de la ciudad. En su parte superior tenía una escultura de San Francisco que el huracán de 1846 destruyó. Luego fue superada por la torre Iznaga, en la ciudad de Trinidad, de 45 metros.

La iglesia contaba con 22 altares con sillas de caoba, dos claustros y 111 celdas para los religiosos, con un comedor, una enfermería y una biblioteca. Además de incluir 13 cuadros de la vida de San Francisco.

Anexo al convento se construyó una capilla en 1608, donde era venerada la imagen de Cristo de la Vera-Cruz, de los hermanos de la Tercera orden (hoy sala teatro de la orden Tercera). De esta capilla salían los viernes de cuaresma en una procesión para concluir en El Humilladero, actual iglesia del Cristo, a través de la calle Amargura. Se dice que la última fue en 1807.

Cuando la reedificación del convento, se reconstruyó también esta capilla, como atestigua una inscripción colocada en su fachada, en la que se plantea que el cuatro de octubre de 1743 se puso allí la primera piedra.

En 1841 la Tercera orden se hizo cargo de los bienes de los religiosos franciscanos, debido a reformas realizadas por España. Por orden de la reina María Cristina de Borbón, cuarta esposa de Fernando VII, se cierra al culto el convento y la iglesia, se destruyen los altares y sus miembros pasan al convento de San Agustín y la orden franciscana de Guanabacoa.

Dos años después el gobierno destinó la iglesia como depósito de mercancía y las celdas se convirtieron en alojamiento de los funcionarios subalternos con familia y de las viudas e hijos de los empleados pobres.

El Archivo General de la Isla de Cuba fue trasladado para este sitio en 1856. El nuevo gobierno compra la edificación en 1907 y la destina para la Dirección General de Correos y Telégrafos, la de Comunicaciones y más tarde para su Ministerio. Debido a estas y a otras instituciones que allí radicaron, el convento sufrió varias transformaciones.

La basílica menor de San Francisco de Asís fue restaurada en 1994 por la Oficina del Historiador, para convertirla en una sala de Conciertos y el Museo de arte sacro con una colección de pinturas, piezas de orfebrería y arqueológicas. Además, en1999 se inauguró el Jardín María Teresa de Calcuta.

Al atravesar la Plaza de San Francisco, en la calle Oficios entre Amargura y Churruca, se encontrará con el antiguo convento de San Francisco de Asís. A pesar de su triste historia, hoy tiene un final feliz, gracias al esfuerzo que realiza la Oficina del Historiador por mantener viva a nuestra antigua Habana.

El Templo Encantado              

Singular y antológico exponente de la arquitectura religiosa habanera del siglo XVIII, esta extensa fábrica se asienta en lo que fuera litoral de la bahía, con su frente dando a la calle de los Oficios, y su costado, a la tradicional plaza de San Francisco.

Convertida hoy en sala de conciertos, la iglesia fue originalmente de planta basilical de tres naves, con cúpula en la cabecera y cubierta abovedada. Demolidos en 1850, cúpula y ábside fueron recreados con una pintura de ilusión (trompel'oeil), como resultado de la restauración del inmueble (1990-1994).
En contra de la desidia y el rigor del tiempo, han llegado hasta nuestros días su iglesia, dos claustros (norte y sur), el espacio de la Capilla de la Tercera Orden, y un terreno aledaño donde se erigía la cúpula de la iglesia y que, hoy, es un jardín en homenaje de la Madre Teresa de Calcuta.
Con el rango de basílica menor –adjunta en su tiempo a la Basílica Romana de San Giovanni Lateran–, este conjunto religioso remonta su fundación a 1575 cuando el Cabildo otorga licencia a la Orden Franciscana para que se instale en la villa de San Cristóbal de La Habana, y desde aquí irradie la evangelización al continente.
A la primitiva fábrica, demolida en 1719, le sustituyó la actual edificación, consagrada en 1739 por el obispo franciscano Juan Lazo de la Vega y Cancino. La gran construcción patrimonial que es el convento con su iglesia, se atribuye al habanero fray Juan Romero como director de obras, mientras que el proyecto de la torre se adjudica al arquitecto José Arcés.
En la comunidad eclesiástica convivían cerca de 60 frailes que se ocupaban del coro, asistencia a los moribundos, consuelo de los penitentes, predicación y enseñanza de latinidad, arte y teología, pues desde 1647 Su Majestad les había otorgado autoridad para conferir grados menores en esas materias.
Hombres de la talla de fray Junípero Serra y san Francisco Solano estuvieron vinculados al convento; a éstos le sucedieron relevantes figuras de la ilustración cubana como el presbítero Félix Varela y el educador José de la Luz y Caballero.
Cuando en 1842 el Gobierno español promulgó las leyes de desarmonización de los bienes de las órdenes masculinas, se dispersan los valores que atesoraba el recinto religioso, y éste fue destinado a almacén, depósito y viviendas para empleados de la Aduana. En 1907, el Estado cubano adquirió la propiedad del inmueble, y en 1915 quedaron instalados aquí la Dirección General de Comunicaciones, el Centro Telegráílco y el Centro Telefónico, lo que con el tiempo abrían de concretarse –una década después– en su restauración paulatina.
Concluida la recuperación parcial el inmueble, el 4 de octubre de 1994 fue inaugurada la basílica menor de San Francisco de Asís como sala de conciertos. En años posteriores se pusieron en uso social el primero y segundo claustros, el jardín Madre Teresa de Calcuta, y actualmente se trabaja para terminar lo que era la Capilla de la Tercera Orden como pequeña sala de teatro. La grandiosa edificación recuperó así su sacralidad de antaño, mas para convertirse en majestuoso templo del arte. Y, como si sus naves y galerías estuvieran predestinadas a cobijar toda suerte de mitos, una de sus criptas recibió los restos de aquel orate habanero legendario: el Caballero de París.

La Iglesia                                           

En las criptas de esta iglesia fueron enterrados el renombrado obispo fray Juan Lazo de la Vega, en 1752; el gobernador Diego Manrique, muerto en 1765 de fiebre amarilla, día después de haber tomado posesión del cargo, y Luis de Velasco, el heroico defensor del Castillo del Morro durante la toma de La Habana por los ingleses (1762). Junto a la nobleza habanera, recibieron aquí sepultura gobernadores, generales, comandantes de la flota, títulos de Castilla y hasta una virreina del Perú: la marquesa de Monte Claro.

Las labores de restauración y arqueología auspiciadas por la Oficina del Historiador marcaron el inicio de la monumental recuperación y refuncionalización del inmueble.
La iglesia fue originalmente de planta basilical de tres naves con cúpula en la cabecera. Su cubierta abovedada es de aristas en las naves laterales, mientras en la nave central es de cañón, apoyada en columnas de planta cruciforme.


Toda la fábrica fue construida de cantería, usando la típica piedra del litoral conocida como de Jaimanitas. Su torre fue la más alta de la villa en su tiempo (42 metros).
Por la magnificencia de su espacio interior, éste era el templo preferido por la sociedad colonial habanera. A través de los ventanales acristalados y óculos abiertos en los tímpanos de los lunetos, la luz entra y se reparte moderadamente desde la nave central hacia las laterales, gracias a la notable diferencia de altura entre éstas.


El ábside, el crucero y la cúpula fueron demolidos hacia 1850, debido a que su estructura quedó maltrecha tras el paso –cuatro años antes– del ciclón conocido como «Cordonazo de San Francisco». Como resultado quedó, aún hasta nuestros días, un volumen constructivo en estado ruinoso que, delimitado por un muro inclinado con respecto al eje longitudinal de las naves, remata exteriormente en un macizo frontón. Estos restos del edificio contrastan con la ondulada silueta exterior de las bóvedas y la curiosa torre escalonada que ennoblece la fachada principal de la iglesia.


Dicha fachada se manifiesta en absoluta simetría con respecto al eje central del edificio, realzada por la mencionada torre, y tiene tres puertas: una para cada nave.
Un monumental arco estriado y abocinado enmarca la puerta central, que es la de mayor altura. Expresión manierista en el rejuego de los elementos clásicos, ella deviene el foco del austero diseño barroco de influencia herreriana. En su superficie se agrupan, o aíslan, reiteradas columnas adosadas a pilastras, que enmarcan los vanos y nichos con esculturas. También aparecen aquí las clásicas terminaciones en pirámides o bolas.
Coronada por la recién restaurada estatua de Santa Elena, la torre sobresale tres niveles sobre el gran cuerpo, central, escasamente balanceado por dos hastiales con óculos cuadrifoliados que inciden con las portadas laterales. Una consola estilizada y comprimida extremo norte de la composición a la altura de los nichos estatuarios, mientras –a nivel del terreno– un robusto fuerte refuerza la esquina.


Un portón lateral, también en arco, abre a la plaza frente a la llamada Fuente de los Leones, creando un eje virtual que curiosamente se prolonga hasta el interior del edificio. Mirando desde el surtidor, puede comprobarse cómo ese eje cruza la puerta que une la iglesia con el claustro norte y su patio, y luego entronca con los arcos trilobulados que dan acceso a la escalinata –regia por sus proporciones– que intercomunica verticalmente los dos claustros (norte y sur). Singular correspondencia que enlaza el más íntimo reducto conventual con el espacio abierto de la plaza. Enmarcada por retropilastras, esta portada lateral resulta coronada por un frontón con varios planos de profundidad y abierto en su parte superior para recibir una hornacina, solución de diseño muy repetida en aquella época tanto en arquitectura religiosa como doméstica.


Reseña histórica-Convento de San Francisco de Asís.

Cnvento y Capilla de La Orden Tercera

El claustro norte consta de tres niveles: el inferior, de cubierta abovedada, y los dos restantes, de viga y tabla de madera. Sus pilastras en planta baja se reforzaron muy tempranamente con gruesos contrafuertes, quizás para contrarrestar los empujes de las naves de la iglesia. En su patio se encuentran dos grandes aljibes que garantizan el abasto de agua.
El claustro sur (también de tres niveles, pero todos con cubierta en viga y tabla de madera) está separado del norte por la crujía que acoge funcionalmente la espléndida escalera ya citada.


En este claustro se halla la portería y, en consecuencia, la portada del convento. Situada frente a la calle Teniente Rey la misma tiene una solución en retablo, con tres niveles y vanos enmarcados por columnas adosadas sobre pedestales, conjunto que remata una graciosa espadaña con óculo cuadrifoliado.


Al extremo sur del edificio, lindando con el callejón de Churruca, se encontraba la capilla de la Tercera Orden, cuyo espacio original desapareció al demolerse la crujía anexa al callejón, que contenía uno de los brazos del crucero.


La capilla tiene una historia paralela a la del convento, pero no siempre coincidente. Primeramente se instaló, en 1608, dentro del propio edificio, en un local de entrada independiente cedido a los frailes. Luego, en 1678, compraron sus miembros una franja de terreno en el extremo sur del propio convento edificar una capilla digna. Conocida también con el nombre de la Santa Veracruz, de ella salía –los viernes de cuaresma– la procesión del Vía Crucis que, por la calle Amargura, llegaba hasta el hurnilladero (después, iglesia del Santo Cristo del Buenviaje).


Por ser una asociación seglar, la capilla de la Tercera Orden no quedó incluida en la ley de desamortización, y sus miembros permanecieron usándola hasta que se trasladaron a otro emplazarniento, anexo al convento de San Agustín, donde se reunieron los frailes franciscanos.

Renaciminto                          

Inicios de los años 90, gracias a la estrecha colaboración entre la Oficina del Historiador y el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM), se inicia la intervención salvadora de la iglesia y convento de San Francisco con la contribución financiera de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI). Apoyan este esfuerzo los profesores y alumnos de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos (Oficina del Historiador).

Con el espíritu de refuncionalizar apropiadamente los espacios del convento, el claustro sur acogerá un conservatorio experimental con todas las facilidades para alumnos y profesores, mientras sus galerías exhiben exposiciones transitorias.


Durante la intervención, desde un inicio fue priorizada la atención estructural del inmueble, ya que existía el peligro de un movimiento o desplome de la fachada lateral a la plaza, así como la apertura en dos de la torre debido a las grietas que presentaban las cubiertas abovedadas de la iglesia, problema ostensible a través del descendimiento de claves y dovelas en los arcos.


Puestas en su lugar todas las piezas descendidas, se rellenaron las juntas y grietas con productos de la familia de las resinas. Existió, además, la voluntad de observar el comportamiento del edificio para detectar la mínima presencia de movimientos en sus estructuras luego de su recuperación tectónica. Por otra parte, las superficies de las bóvedas expuestas a la intemperie fueron impermeabilizadas.

Las Torres de la Iglesia                    

Las  torre de la iglesia quedó liberada de un gran tanque de agua que, fabricado con planchas remachadas de hierro fundido, impedía el acceso al campanario, además de recargar su estructura y afectarla con peligrosas filtraciones. Una vez retirado el tanque, siguiendo las huellas de empotramiento en la antigua estructura, pudo construirse la nueva escalera para acceder a lo alto de la torre, desde donde se divisa todo el Centro Histórico, así como gran parte de la bahía y los ultramarinos pueblos de Casablanca y Regla.


Por ser el sistema menos agresivo, se empleó agua tratada para fregar superficies exteriores que, cubiertas de suciedad y polvo, ofrecían a piedra erosionada bajo el efecto de reacciones químicas que hacían muy difícil su limpieza. En el caso de las superficies interiores, fueron adoptadas medidas para homogenizar los dos sistemas de terminación encontrados: el encalado, que en un inicio debió recubrir todos los interiores y el decorativo despiezo falso que se colocó durante la época de Comunicaciones.


Con el fin de lograr una apropiada atmósfera cromática en el interior de la iglesia, se utilizaron cristales color ámbar en varias intensidades para sus ventanas, cuya carpintería tuvo que modificarse con el fin de enmascarar el sistema de climatización de las naves y el coro, condicionante exigida para su uso como sala conciertos.


Fue necesario fabricar, copiando el diseño primitivo, dos de las puertas de entrada de la fachada principal. También se colocó una baranda en el coro, de igual diseño que la de la escalinata del convento, criterio que también se siguió para las galerías del claustro norte. En el claustro sur se mantuvo la baranda de hierro existente, al igual que la del balcón corrido en el tercer nivel del claustro norte La costosa restitución de elementos deteriorados garantiza la estabilidad de las cubiertas generales, que en un alto porciento se encontraban afectadas por filtraciones hasta la pudrición de la madera preciosa, especialmente los cabezales de las vigas empotradas en los gruesos muros. De hecho, prácticamente toda la carpintería y exterior del convento es de construcción, copiando los diseños originales conservados.
Como los pavimentos estaban dos por el maltrato mecánico, si es que no habían desaparecido, hubo que poner losas de barro en armonía con la arquitectura del edificio. Esta solución se complicó para el caso de las naves de la iglesia: la losa hexagonal y rada de diseño en célula alejandrina, era la solución más cómoda para la planta cruciforme de las columnas, por lo que se introdujo una cenefa en piedra de Jaimanitas que posibilita el encuentro simétrico de éstas y los muros.


Se construyeron nuevas facilidades que actualizan los sistemas eléctrico e hidrosanitario. Un nuevo sistema de climatización beneficia el espacio de la iglesia. La iluminación exterior permite destacar en la noche sus valores a escala urbana. El más notable logro de la restauración de interiores, es la solución ejecutada en el muro inclinado que cierra y corta el espacio longitudinal de la iglesia. Retomando justamente una solución barroca, se realizó una arquitectura en trompel'oeil, una pintura de ilusión, donde quedan incorporados los espacios del ábside y la cúpula, perdidos desde el siglo XIX.
Esta pintura sirve de fondo a un valioso óleo de la Trinidad, obra del pintor cubano José Nicolás de la Escalera (siglo XVIII), y a un espléndido Cristo en la Cruz, talla en madera polícroma (siglo XVIII), regalo al convento del Conde de O'Reilly.


El espacio libre entre la construcción conventual y la calle de San Pedro (Avenida del Puerto) se ha convertido en un área ajardinada dedicada a la Madre Teresa de Calcuta. Con pavimentos de diseño contemporáneo en losa de barro, complementados con bancos e iluminación apropiada, ese espacio está rodeado perimetralmente por una cerca de hierro con pilares y acceso desde la plaza o desde el callejón de Churruca. Paralelamente, el antiguo paredón de carga del almacén de Aduana, con sus vanos en arco, ha pasado a protagonizar la vista del conjunto cuando se mira desde la mencionada Avenida del Puerto.

Santuario del Arte                                 

La iglesia es usada como sala de conciertos, gozando ya de una reconocida popularidad. El claustro norte del convento acoge una exposición permanente de los hallazgos arqueológicos del edificio, orfebrería religiosa, muebles e imaginería de la época. Los niveles superiores sirven para la exhibición de exposiciones transitorias. El claustro sur se ha proyectado para un conservatorio experimental con facilidades administrativas y comedor en la planta baja, aulas en la planta intermedia, y albergue de alumnos y profesores en la planta superior.


Del espacio de lacapilla de la Tercera Orden se utilizará el nivel inferior para una pequeña sala de teatro de uso múltiple que, además de tener entrada al público desde la calle Oficios, permite acceder a ella privadamente desde el conservatorio. Para éste, en el nivel superior de ese mismo espacio se instalarán cubículos de estudio, salón de grabaciones y recitales, biblioteca y fonoteca.


El jardín Madre Teresa de Calcuta ofrece facilidades para distintas actividades culturales propias o ajenas a la instalación central. Su acceso también permite el control necesario.
Ahora recuperado y garantizados su uso y conservación, el conjunto Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís no se erige como perla entre ruinas, sino como centro de un entorno cada vez más reanimado.


Sólo una férrea voluntad cercana a ese estado en que hablan los poetas («furor sacro», lo definía Platón) posibilita que renazcan de su estado ruinoso edificios como éste... por la mano de los que construyen.

Fuente

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