Gustavo Ameijeiras Delgado

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Plantilla:Personaje histórico  Gustavo Ameijeiras Delgado nació el 8 de octubre de 1920. En Chaparra transcurrió su infancia y parte de la adolescencia. Por ser el mayor de los varones le correspondió, junto a la madre, asumir el sustento de la casa. Tiene entonces que trabajar vendiendo periódicos, limpiando zapatos. También fue aprendiz de mecánico finalmente trabajó como chofer de alquiler.

Integración al Partido Ortodoxo

Desde 1948 militaba en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), al que por su influjo se incorporaron sus demás hermanos. Podemos catalogar a Gustavo como el guía ideológico de toda la familia.

Incorporación a las luchas contra la dictadura

Se incorporó a la lucha contra la dictadura desde el mismo día del golpe del 10 de marzo de 1952, cuando junto a varios de sus hermanos se acercaron al Palacio Presidencial ocupado ya por los tanques del ejército. Fue uno de los que también estuvo en la universidad en reclamo de las armas prometidas para enfrentar el cuartelazo.
Después del ataque al cuartel Moncada –donde cayó Juan Manuel- se fue a Oriente a indagar por la suerte corrida por el menor de sus hermanos y resulta detenido y enviado a la prisión de Boniato, donde lo encausan por esos hechos. Allí se vincula a los jóvenes de la Generación del Centenario. Finalmente es juzgado y absuelto por falta de pruebas. Se convirtió entonces en uno de los más activos divulgadores de aquellos acontecimientos, defendiendo la hipótesis del triunfo probable y de la acertada estrategia del arriesgado plan.
Trabajó intensamente por la amnistía de los moncadistas, recogió miles de firmas y fue un activo colaborador en la edición y distribución por todo el país del alegato de auto-defensa de Fidel Castro conocido por la Historia me absolverá.

Por su parte la heroína del Moncada Haydee Santamaría se refirió a Gustavo en los siguientes términos:

“[…] recuerdo a unos compañeros, entre ellos a Gustavo Ameijeiras, que me dijo: Mira, si me consiguen 45 pesos me venden un cacharro. Conseguimos los 45 pesos, compramos el cacharro. Mira si me consiguen dos pesos, le echamos gasolina. Conseguimos los dos pesos y le echamos gasolina y le llenamos todo aquel baúl de la Historia me absolverá. Llegó hasta Oriente con ella”.
El 7 de julio de 1955 le correspondió servir de chofer al líder del ataque al cuartel Moncada, desde el Vedado hasta el aeropuerto de Rancho Boyeros, cuando éste marchó a su exilio de México. La despedida fue un fuerte apretón de manos y el compromiso de continuar la lucha.

A partir de este momento fue más intensa su vida de luchador revolucionario. Participó en múltiples y arriesgadas acciones y sufrió largos períodos de prisión en el Castillo del Príncipe donde encabezó enfrentamientos con la policía blandiendo las patas de las camas. Allí también hizo una huelga de hambre en solidaridad con los revolucionarios encarcelados en Isla de Pinos y en protesta por las infrahumanas condiciones de vida de los prisioneros. Formó además un tribunal que juzgaba a los que no soportaban las torturas y se convertían en delatores. Logró salvar de este modo a muchos revolucionarios, a quienes avisaba oportunamente a través de familiares y amigos que lo visitaban.

Gustavo, preocupado por la suerte corrida por los expedicionarios del Granma tras el desembarco, envió a dos compañeras a Santiago de Cuba quienes contactaron con elementos revolucionarios de esta ciudad que les confirmaron la noticia de que muchos de los compañeros estaban vivos, entre ellos Fidel. Al serle comunicada la información afirmó: “Si Fidel está vivo, el triunfo es seguro”.

Como digno guía de la estirpe de héroes supo forjarse en la lucha y en condiciones muy adversas. Antonio Llibre al evocar momentos en la vida de su compañero de lucha expresa:

“Lo conocí algún tiempo después del asalto al cuartel Moncada […]. No preciso dónde ocurrió nuestro primer encuentro, tal vez fuera en el local de la Ortodoxia en Prado 109, o en el Círculo Republicano Español; sin embargo, lo que no pude olvidar fue su imagen en aquel preciso momento: Un tipo muy flaco, callado y, a primera vista , una gente simple. Pero luego de conversar con él unos minutos, su desgarbada figura se agigantaba como una montaña.-”

Detención

El 21 de enero de 1957 es detenido en la agencia de autos Ford y remitido al Castillo del Príncipe, donde se le radicó la Causa 81, por un supuesto delito de infracción de la Ley No. 5 del 16 de noviembre de 1940. No fue hasta el 3 de febrero de 1958 en que recupera su libertad, a través de un mandamiento de Habeas Corpus expedido a su favor por la Sala de lo Criminal del Tribunal Supremo de La Habana, ha pasado en prisión un año y diez días, pero su férrea voluntad de lucha permanece incólume, está incluso más fortalecida. Nada ha podido contra él ni le ha hecho mella: La soledad, el hambre, las torturas, las amenazas y la posibilidad cierta de la muerte cercana, han podido socavar su espíritu. El juicio oral se había suspendido 34 veces y el acusado guardaba prisión sin derecho a fianza.

Reincorporación a la lucha

Con renovados bríos se reincorpora a la lucha frontal contra la dictadura para participar activamente en las acciones del 9 de abril. Fracasada esta decide incorporarse a la lucha en las montañas. Al respecto refiere Antonio Llibre:

“Al primer compañero que oí hablar de la posibilidad de alzarse en las montañas de Oriente, fue precisamente a Gustavo. Aún no se había efectuado desembarco alguno y ya él se apareció en mi casa, para contarme de una expedición que pensaba organizar a la Sierra y en la que participaría el entonces joven profesor de geografía Antonio Núñez Jiménez, con el objetivo de conocer el terreno para futuros alzamientos.”


Muerte

Con ese objetivo se dirige a la provincia de Oriente y es capturado en una de las ciudades de este territorio (Las Tunas, Holguín o Santiago de Cuba). De estos últimos días en la vida de Gustavo Ameijeiras tenemos conocimiento por el relato de Ana Cruz Maqueira:

“Fui detenida por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), el 13 de mayo de 1958 y conducida a su local. Allí comenzaron a interrogarme […]. Durante ese proceso [...] pude ver a Gustavo, quien se encontraba en lamentables condiciones físicas como consecuencia de las crueles torturas a que lo habían sometido los esbirros. Cuando triunfó la Revolución logré interrogar a los que torturaron a Gustavo. Ellos confesaron que fue entregado al Servicio de Inteligencia Naval, el SIN, donde lo asesinaron.

El combatiente de la lucha clandestina Ángel Plá afirma que fue Ana Cruz la última que lo vio con vida y agrega:

“[...] efectivamente, cuando Ana Cruz y el capitán Borbón interrogan a los esbirros sargento Amorós y el cabo Rafael Ávila Cruz, en la Cabaña, ellos informan que Gustavo había sido entregado al SIM, que dirigía el notorio asesino Laurent, y este lo había echado al mar.”

Este horrendo crimen se produjo en la noche del 22 o en la madrugada del 23 de mayo de 1958. Al respecto Antonio Llibre señala:

“Al saber de su caída […], comprendí que la Revolución había perdido a uno de sus más grandes combatientes y recordé cuando en aquellos mítines, con Gustavo Ameijeiras, gritábamos a todo pecho: Revolución, Revolución, Revolución...”