Serafín Sánchez (Relaciones familiares)

Serafín Sánchez: Relaciones familiares
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Serafín Sánchez, a quien los historiadores mambises llamaron "el Paladín espirituano".
NombreSerafín Gualberto Sánchez Valdivia
Nacimiento2 de julio de 1846
Sancti Spíritus,Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento18 de noviembre de 1896
Paso de Las Damas, Sancti Spíritus, Bandera de Cuba
Causa de la muerteCaída en combate
NacionalidadCubana
OcupaciónAgrimensor, Maestro
TítuloMayor General del Ejército Libertador
Partido políticoPartido Revolucionario Cubano
CónyugeJosefa Pina Marín
PadresJosé Joaquín Sánchez Marín Isabel María de Valdivia
FamiliaresAna del Carmen María de las Mercedes Domitila del Carmen total 22
Obras destacadasHéroes Humildes y poetas de la guerra

Serafín Sánchez Valdivia. Héroe de las tres guerras, Patria y Familia significaban lo mismo y ocupaban en su corazón un sitial privilegiado. La unidad tanto de una como de la otra eran ineludibles para alcanzar el bienestar de los cubanos y dejar de ser esclavos del yugo opresor.

Bibliografía

Apenas es conocida la correspondencia enviada por el Mayor General Serafín Sánchez Valdivia a su padre Don José Joaquín Sánchez Marín y menos aún cómo fue la relación entre el progenitor y el primogénito de la familia. José Joaquín, nacido en Sancti Spíritus en 1821, se casó con Isabel María de Valdivia el día 9 de abril de 1844, dos años después nacería el primer hijo y además varón, que logra el joven matrimonio, pues en 1845 había nacido una hembra que falleció apenas unos días de nacida.

José Joaquín, a decir de su hijo “siempre fue un niño adulto”, preocupado porque sus hijos alcanzaran la educación elemental. Llevó a Arroyo Blanco, lugar donde vivían y cuna de los Sánchez Valdivia en Sancti Spíritus sólo nació Serafín al maestro Sabas Raimundo Zabalías, para que ejerciera su profesión enseñando a sus hijos y demás niños de la comarca.

En estos momentos la familia tenía propiedades dedicadas a la ganadería fundamentalmente en la hacienda San Marcos, San Felipe, Iguará, entre otras fincas, y era una norma para el cabeza de familia que lo fundamental para un propietario era saber sumar, restar y multiplicar, así como estar al pie de los monteros y el ganado, pues el ojo del amo...

De ahí que el joven Serafín y sus hermanos a excepción de Raimundo no estudiaron hasta hacerse profesionales, por lo que era común ver al primogénito vestido a la usanza de los monteros sobre un caballo pastoreando y moviendo ganado, cosa esta que luego le facilitó adaptarse a la dura vida en campaña.

Serafín, de carácter rebelde y con ansias de superarse y aprender más, estudió con los padres Jesuitas, con el poeta Calixto Echemendía Moles, y Agrimensura con Mariano Uribe, más tarde lo encontramos como pasante en la escuela de su cuñado Raimundo Zabalías en el poblado de Morón, de donde se trasladó a Sancti Spíritus para luego de una encomiable labor al lado de Honorato del Castillo, levantarse en armas contra el gobierno colonial español el 6 de febrero de 1869, secundando los alzamientos independentistas de Oriente y Camagüey.

Al ocurrir este hecho las autoridades españolas se lanzan implacables contra la familia Sánchez Valdivia y en 1869 es detenido Don José Joaquín acusado de infidencia y otros delitos políticos, y sometido a consejo de guerra sumarísimo. Condenado a muerte, salva su vida por la intervención de su compadre el cura párroco Benito Viladeval y Vila pocas horas antes de que se cumpliera la sentencia.

Nuevamente en 1870 es apresado e incomunicado durante más de tres meses y otra vez sometido a Consejo de Guerra, esta vez es salvado y liberado por la intervención del Coronel español Alejandro Rodríguez Arias. Después de estos hechos la situación económica de la familia es precaria, los campos improductivos, los ganados, sacrificados por ambos bandos contendientes, así como el constante asedio de que son objeto por parte del mando militar español, hacen que en 1875 cuando Serafín regresa del Camagüey en la invasión a Las Villas, el padre, luego de saber con vida a su hijo, se traslada a Sumidero en la provincia de Matanzas y después a Melena del Sur con el cargo de administrador de la finca Mayabeque del Marqués de Almendares.

En este período de tiempo es de suponer que padre e hijos se hayan cruzado cartas, las que no han llegado a nuestro Archivo Provincial. En 1877 se reencuentran padre e hijo en la finca La Salida, pues Don José Joaquín logra un salvoconducto por parte del mando colonial para visitar a su hijo, pero es acompañado del capellán Vaquero y el teniente Coronel Dositeo Cullen, jefe del puesto de Arroyo Blanco, ambos españoles.

Este encuentro provocó la acusación de Ramón Roa, Enrique Collazo y Manuel Sanguily de que la capitulación del Zanjón se había fraguado en Las Villas, lo que fue aclarado por el propio Serafín Sánchez años posteriores en cartas enviadas a Manuel Sanguily recogidas en un folleto nombrado “Hojas Literarias” escrito por el Coronel Sanguily.

Culminada la guerra, Serafín vuelve a Sancti Spíritus y por unos meses trabaja como colector de rentas, para nuevamente conspirar y lanzarse a la manigua redentora el 9 de noviembre de 1879, secundando el movimiento conocido en la historia como “La Guerra Chiquita” el cual fracasa entre otras causas por no contar con el apoyo del pueblo cubano, por lo que tres vecinos influyentes de Sancti Spíritus, el Dr. Sebastián Cuervo, Miguel Mínguez y su cuñado Severo Pina, tratan de dar una solución decorosa a la salida de Serafín de esta contienda, y así evitar una muerte segura al joven revolucionario.

En esos momentos finales del fracasado movimiento Serafín escribe a su padre … si bien Plácido y Tello irán a reunirse a la familia, previa su presentación a las autoridades españolas, él se niega a cualquier intento que implique capitular ante nadie, ante el deshonor que ello representa si bien está presto a salir para el extranjero. El 31 de julio de 1880 escribe una carta de despedida a su madre en la que le dice: me marcho contento porque al fin salgo huyendo de esta tierra en la que no deseo vivir sin dignidad en medio de tanto esclavo traidor… yo siempre escribiré desde el extranjero, donde esperaré mejores tiempos para venirlos a ver a ustedes único amor que me queda en esta tierra desgraciada.

El 1 de agosto de 1880 sale Serafín de Cuba en un barco americano acompañado por sus compañeros Rafael Río Entero, José Medina y Plutarco Estrada. Para esta fecha sus padres se encuentran en Isla de Pinos y deben regresar a Sancti Spíritus para hacerse cargo de sus mermadas propiedades, cuidar de ellas y salvarlas de la pérdida total.

Por tal motivo su padre se siente molesto con Serafín e incluso llega a insinuar que la actitud rebelde de su hijo es la causa de esa situación, no le encuentra lógica al alzamiento de la fracasada contienda, pues entendía que con el Convenio del Zanjón Cuba había logrado su objetivo, sin percatarse que el sueño añorado la independencia de todos los que como sus hijos se habían ido a la manigua por diez años de cruenta guerra, les había sido escamoteado.

Carta a su padre

Del período de exilio y respondiendo a una carta del padre que abordaba la temática antes señalada es esta carta de abril de 1881. Capital de la República de Sto. Domingo 4 de Abril de 1881. Querido Papá: Estoy sin novedad, lo propio deseo á Ud. y demás familia. Hoy llegó con otras cartas de la Pepa una de Ud. fecha 3 de Febrero, la que me ha sido gratísima por ser suya. La contesto con inmenso placer. Me refiere Ud. en ella su situación presente y la de la familia que nada tiene de halagüeña, y á la verdad que esto me hace sufrir muchísimo; pero en descargo de mi conciencia debo decirle que si existe responsabilidad, no es mía por ningún acto de mi pasado, y sí lo es, de los que durante cuatro siglos hace la desgracia de Cuba, País digno de mejor suerte. Me refiero solamente á los gobernantes de España. No habiéndome podido acostumbrarme á llevar el pesado yugo del esclavo, hace doce años que rompí con todo, y pasé por encima de todo, resignándome á todos los sacrificios, á todas las negaciones, á todos los martirios sin mas ideal que conseguir el bien estar para mi Patria, para mis hermanos y para mi familia: ningún otro interés me ha llevado hasta este sacrificio el mas noble y el mas santo: el sacrificio por los demás. Nada agradable y venturoso he conseguido pero me basta con la satisfacción de mi conciencia.

Yo siento en verdad que al lanzarme al mar alborotado del profundo mal estar de mi Patria, haya tenido que arrastrarlo á Uds. (mi familia) en mi caída hacia la justicia de Dios y de mi causa. Uds. ni yo hemos sido responsables de esto: todo se le debe á los hombres y á los tiempos en que vivimos. Por otra parte para llegar al bien es indispensable marchar antes por encima de las espinas del camino. Jesucristo para ser Dios entre los hombres tuvo que subir al Calvario. Esta es la ley de los buenos y no otra. Además como Uds. y como han sufrido la mayor parte de los habitantes de Cuba y quizás si otros mas. Esto debe servirnos de consuelo. Ud. me dice en la suya que vió extemporánea mi salida al campo esta última vez: yo creo que nunca es extemporáneo el cumplimiento del deber y que además, los que nunca cumplieron nada, nada han hecho en los últimos tres años de la capitulación á la fecha ni me prometo gran cosa para el porvenir. Por esta razón mi protesta tenía que ser tarde ó temprano y por fin mejor es que haya pasado. Si el país abandonó á mi y á los poquitos del último movimiento, la responsabilidad será de él y no de nosotros: por eso gracias a Dios, nosotros nos hemos salvado y el país no se ha salvado.

Él sufre las consecuencias de la esclavitud y de la miseria, y nosotros vivimos independientes. Yo de mi decirles que lograra que Uds. estuviesen á mi lado, lejos de Cuba, sería muy feliz en este rincón de Santo Domingo. Aquí vivo pobre, es verdad, pero soy mío. Tengo una tiendecita puesta con el dinero que me regaló el Ldo. ciudadano Ignacio Belén Pérez y el Doctor cubano Dellundé, y en ella me va bien: no aspiro á mas y estoy satisfecho. He visto en los últimos periódicos de esta República que Lagasta y el General Campos subieron al poder tumbando al funesto Don Antonio Canovas del Castillo: y de esto me alegro porque á la verdad España y Cuba pueden prometerse algún bien hermanado de la honradez y demás cualidades buenas que adornan al último de los dos personajes. Ud. sabe que yo aprecio al general Campos porque es digno, y porque además de agradecerle, él no quiere mal a Cuba. Veremos a ver que hace desde el poder. A Don Antonio Canovas del Castillo no lo perdonaré jamás. Ud. me dice la suya que sobre la finca Malta pesan los trámites de embargo por consecuencia de la fianza prestada á mi: no tenga cuidado por esto, pues estoy seguro que no habrá postor, y si lo hubiere mejor, le devolverán á Ud. la diferencia del valor de ella.

Trabaje y no se ocupe de que lo roben pues bastante le han robado en su larga vida. Procure solamente su salud y deje que tarde o temprano, la justicia de Dios que es infalible se cumplirá. Ud. me dice en la suya que Veloso le entregó el Naranjo de China sin cobrarle sus mejoras portándose en todo muy bien. Esto no me extraña porque de los poquísimos buenos que quedan en Cuba, Veloso es uno. Yo siempre le he dicho á Ud. y á la familia toda, que de los hombres que mas aprecio de corazón es á Veloso y esto es verdad porque él como yo es hombre honrado, justo y consecuente. Mucho, muchísimo me alegraría que él según Ud. dice viniera á vivir á este País mas venturoso que Cuba, donde viviría á mi lado y no le faltaría el medio de ganarse la vida. Junto con esta carta le incluyo una para él”.

Además de la anterior se encuentran en el Archivo Provincial de Historia de Sancti Spíritus otras 13 cartas de Serafín a su padre, de ellas 10 comienzan Querido papá, 2 Mi querido papá, 1 Mi queridísimo papá y la otra Mi querido e inolvidable papá, todas ellas con mucho respeto y amor hacia su progenitor, en casi todas le habla de la posibilidad de radicarse la familia entera en Santo Domingo donde a decir de Serafín era su “segunda patria”. En esos tiempos aún se mantenía el asedio de las autoridades españolas sobre el padre del patriota exiliado en cualquier lugar del país donde se encontrara, lo que provoca que padre e hijo se unan en Santo Domingo en 1884, donde el padre arrienda un sitio de labor.

Don José Joaquín regresa a Cuba en 1886 para unirse a Doña Isabel en la finca Malta, propiedad de la familia, esta fue la última vez que el caudillo espirituano abrazó personalmente a su padre, pues Serafín regresó a Cuba el 24 de julio de 1895 en una expedición que desembarcó por Punta Caney, Tunas de Zaza (Sancti Spíritus), Sancti Spíritus, y su padre falleció en los primeros días de agosto del propio año en Arroyo Blanco de Disentería. Su dolor es plasmado en su diario y se duele además de la situación de su pobre madre que ha quedado viuda y días después sufre también la pérdida de su hijo Benito de una afección en el hígado.

Serafín y su amor falimiar

Serafín Sánchez fue un fiel amante de su familia, a los que trató con afecto y cariño hacia todos, y aún cuando el padre en algún momento discrepó en cuanto a política con sus ideales, nunca faltó al respeto ni faltó la palabra dulce y oportuna entre ambos. Para el caudillo espirituano, Héroe de las Tres Guerras, Patria y Familia significaban lo mismo y ocupaban en su corazón un sitial privilegiado. La unidad tanto de una como de la otra eran ineludibles para alcanzar el bienestar de los cubanos y dejar de ser esclavos del yugo opresor.

Muerte

Muere el 18 de noviembre de 1896.

Citas y referencias

  • 1.Raimundo Sánchez Valdivia, estudió la carrera de Medicina en la Universidad de La Habana, la que abandonó en cuarto año cuando marchó a Cayo Hueso y se incorporó a la tarea de organizar la revolución junto a Serafín Sánchez y José Martí.
  • 2.Del Moral, Luis F.: Serafín Sánchez, un carácter al servicio de Cuba. Ediciones Mirador. México. 1955. Pág. 135.
  • 3.Op. cit. Pag. 136.
  • 4.Archivo Histórico Provincial “Mayor General Serafín Sánchez Valdivia” de Sancti Spíritus. Fondo personal Serafín Sánchez, legajo 1 expediente 34.

(Se respetó la ortografía de la época).

Fuente

  • Del Moral, Luís F.: Serafín Sánchez, un carácter al servicio de Cuba. Ediciones Mirador. México. 1955. Pág. 135.