Sociedad moderna

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Concepto:Es una sociedad que ya ha atravesado la fase inestable del proceso de modernización y ha logrado un nivel general de organización y desarrollo que le confiere cierta estabilidad, desde la cual sigue evolucionando con más seguridad.

Sociedad moderna

Las sociedades evolucionan con la historia y las circunstancias. Para muchos han surgido diferentes nociones de sociedad, vinculadas a las experiencias y prácticas realizadas, así como a las concepciones sociales y políticas clásicas. Diversos pensadores estudiaron el asunto, proveyeron a los actores sociales de interpretaciones de la realidad que contribuyeron a su comprensión y posterior transformación, y colaboraron en la redefinición de la sociedad moderna.

Sus características generales son: instituciones políticas estables, administración pública racionalmente organizada, organización nacional legalmente resuelta y estable, desarrollo científico-tecnológico autónomo, economía industrial o post-industrial, universalización del proceso educativo básico, eficiente sistema de salud, con buen nivel de esperanza de vida y baja morbilidad, muy baja mortalidad infantil, activa presencia en el comercio internacional con productos de alto valor agregado, presencia en las decisiones políticas internacionales, al menos en cuestiones que la afectan.

Rasgos generales de la sociedad moderna

Continuidad y discontinuidad.- Un cometido principal de la filosofía, por más que ella no siempre lo haya percibido, ha sido el de meditar sobre los materiales que cada momento histórico le ha proporcionado. Presa de su tiempo, pero deseosa a la vez de romper las cadenas con que éste la sujeta, la filosofía no cesa de tantear los barrotes de la celda. Sus temas, pues, ni son eternos ni gozan de una independencia y autonomía tan grandes como pudiera parecer. Poseen esas cualidades sólo en cuanto le son otorgadas por el hombre, que es un ser social. Un pensador que en este momento esté considerando la estructura última del universo material y no sepa decidir si ésta es atómica o de cualquier otra índole, quizá parezca estar volviendo sobre las mismas perplejidades a que se enfrentaron otros filósofos hace varios miles de años, lo que parecería indicar que está pensando sobre lo mismo; pero sabemos que no es exactamente así, porque, aun no habiendo llegado seguramente a soluciones definitivas y estando todavía ante dificultades parecidas a las de los filósofos de la Antigüedad, la reflexión de un científico del siglo XX no se situa en el mismo punto que la de un filósofo del siglo V a.d.J. Entre los dos se interpone una larga serie de acontecimientos decisivos que han trastornado profundamente los datos del problema. Es cierto que la reflexión de uno presupone la del otro. También es cierto que la continua y que la distancia entre ambos no es tan larga como demasiado a menudo, por el impulso del etnocentrismo historicista, se cree. Pero no es menos cierto, ha de repetirse, que los hechos que se intercalan entre ellos han sido determinantes.

El pensamiento

La ciencia.- Pasemos a considerar un aspecto fundamental de nuestra civilización: el del pensamiento, entendiendo por tal todas las formas mentales, ya sean científicas o ideológicas, que produce la sociedad moderna. Respecto a las ciencias, baste señalar que el empuje que han experimentado en Occidente las hace desconocidas en cualquier otra parte del mundo, de modo que, aunque, en la India, China, Babilonia, Egipto e incluso la Edad Media, habían aparecido ya conocimientos profundos y observaciones de carácter empírico muy desarrolladas, y aunque la astronomía, el álgebra y la ciencia natural no son exclusivas del mundo moderno europeo, ha sido Europa la única región del mundo que ha sabido relacionar los distintos ingredientes de la ciencia hasta darle el aspecto que hoy presenta. A partir del Renacimiento, gracias a la sabia recuperación del material conceptual de los griegos y a la manera en que los hombres de genio del siglo XVII supieron plantearse nuevamente los antiguos problemas, la ciencia empírica y sus aplicaciones técnicas experimentaron un desarrollo tan acelerado que pronto contribuyeron de manera decisiva a la transformación de la forma de vida de los europeos, en particular porque las investigaciones naturales exactas, de base matemática y experimental, hicieron posible la racionalidad de la economía política capitalista. Bien cierto es que el principal impulsor del cambio fue la economía, pero ésta no habría presentado la faz que hoy tiene si las posibilidades técnicas de hacer cálculos exactos, que es esencial para ella, no hubieran sido ofrecidas por la ciencia, aunque también ha de decirse que la ciencia y la técnica difícilmente se habrían originado y desarrollado si el capitalista no hubiera puesto en ellas sus ojos por el provecho que prometían.

Pero la historia de la racionalidad científica y técnica ofrece todos los pormenores de esta evolución, por lo que, tras haber hecho esta obligada mención de su importancia, nos detendremos en lo que, en términos generales y a falta de mejor denominación, suele entenderse bajo el término de ideología, que es el campo más confuso de todos y donde más difícilmente se puede llegar a acuerdos claros entre los estudiosos, pues a él pertenecen vastos aspectos de nuestra vida diaria, tales como la religión, el pensamiento ético y político, las convenciones de sentido común…, de todo lo cual no es posible dar más que los lineamientos esenciales, la trama que da textura a todo este tejido mental.

Igualdad, libertad e individualismo

Igualdad.- El igualitarismo es uno de los valores más importantes, si no el más, de nuestra moderna civilización. Pero este valor no existe solo. Una sociedad que se define como igualitaria se distingue a sí misma de otras cuyo ideal de vida, o cuya realidad diaria, está basada sobre el ideal de la jerarquía. La mayor parte de las sociedades pertenece a este tipo. La nuestra, por el contrario, es probablemente la única cuyo ideal supremo es la igualdad. Pero aquí se habla de ideales tan sólo. No debería ser necesario recordar que la igualdad no es ni ha sido nunca un hecho en nuestra vida occidental. Por todas partes existen desigualdades reales, tan marcadas o más que en otras culturas: padre-hijo, profesor-alumno, hombre-mujer, gobernante-gobernado, empresario-asalariado, rico-pobre… Frente a ellas los terrenos en que hay igualdad real son más bien una excepción.

Sociedad igualitaria.- Una sociedad que hace de la igualdad su norma e ideal de vida borra las distinciones entre clases y convierte a todos los hombres en seres pertenecientes al mismo nivel. Si antes había unos grupos sobre otros, ahora se mezclan y confunden. Mientras que las familias antiguas perduraban en el tiempo, las actuales envejecen en poco tiempo, se hunden en la nada y constantemente están brotando otras nuevas. El lazo que antes unía a las generaciones a través del tiempo se ha roto. Los hombres no heredan a sus abuelos ni dejan herencia a sus nietos. La misma noción de tiempo social ha variado. Pero tampoco con respecto a los contemporáneos hay apenas nada que recuerde los antiguos compromisos. Todos los hombres son iguales, se hallan incluidos en el mismo nivel, no se deben nada unos a otros, no les cabe exigir o esperar nada de nadie, por lo que quedan libres todos entre sí, lo que dificulta o hace imposibles los lazos de solidaridad. Llegan a creer de buen grado que su destino depende de ellos, de su trabajo y esfuerzo personales, de su carácter. Así es como la igualdad hace a los hombres libres y la libertad los aisla en su subjetividad. El sistema democrático “rompe la cadena y separa todos los eslabones”; “vuelve (al hombre) continuamente hacia él únicamente y amenaza con encerrarle al fin por completo en la soledad de su propia intimidad”.

La igualdad, la libertad y el individualismo son, a tenor de lo dicho, las ideas que mejor definen los valores que nuestra sociedad quiere poner en práctica. Tal vez la igualdad sea el fundamento de los otros, pero en todo caso son inseparables. Concebir al hombre como individuo es concebirlo como entidad en la que se concentra la humanidad, al revés de lo que sucede en sociedades en que el concepto de humanidad se aplica al conjunto y no a los elementos. En ellas los límites de la humanidad son los límites del grupo y fuera de éste no se es hombre. Entre nosotros es el grupo lo que no tiene entidad propia. Es visto solamente como algo secundario, como el resultado de la suma de los individuos. Lo primario son los particulares. Puesto que a cada uno de ellos, cerrado dentro de sí, se aplica el concepto de hombre, todos son iguales. En realidad es la concepción del individuo la que acarrea las otras de igualdad y libertad.

Véase tambien

Sociedad

Sociedad de Naciones

Sociedad de Responsabilidad Limitada

Sociedad Tradicional

Bibliografía

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Enlaces externos

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