Sororidad
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Sororidad: Es el valor de la alianza entre las mujeres. Es un término ético, político y práctico del feminismo contemporáneo. En él trasciende un sentido de complicidad femenina que busca por encima de todo, generar un cambio social, fortaleciendo la hermandad entre las mujeres con respecto a las cuestiones sociales de género. El mismo está cada vez está más presente en nuestro lenguaje y en los medios escritos, aunque tiene ya más de 50 años.
Sumario
Historia
En la antigüedad, las mujeres compartían muchas más cosas que ahora. Hacían vida como un colectivo firme orientado a ayudarse y a enriquecerse emocional y psicológicamente. Las generaciones mayores daban consejos a las más jóvenes, se compartían las tareas de crianza, de cultivo, recolección, conversaban sobre los remedios tradicionales caseros en las interminables charlas, etc. Todo surgía de una forma espontánea de relación social, fomentando las bases de una herencia generacional para el futuro. Las mujeres de antes, sembraban afecto en nuestras brechas emocionales para conseguir entre todas, ser un poco más valiosas cada día. Valiosas para ellas mismas y para el mundo. Más fuertes como madres, más fuertes como hermanas e hijas de la vida, construyendo así, una auténtica hermandad.
La conciencia femenina de la que se disfrutaba en los primeros tiempos de nuestras sociedades, se fue perdiendo con el paso de los años.
En la actualidad, y a pesar de que las mujeres valoran de forma muy positiva la amistad entre ellas, no abunda ese vínculo genuino como colectivo orientado a generar cambios.
Las mujeres no solo necesitan ser amigas, porque el concepto de sororidad va mucho más allá de ese acto, representa el lazo que se crea en defensa de ellas mismas, siendo solidarias y reflexivas sobre el bien que son capaces de lograr cuando se unen. Hablamos de hermandad, de complicidad femenina, de un principio ético entre todas disponiendo de una mentalidad transformadora, así como de un compromiso social que no se limite solo a alzar una pancarta de vez en cuando en una manifestación.
Mujeres líderes
En las últimas décadas, nacer, crecer y ser educadas en un contexto marcado por el peso del patriarcado, tiene su precio. Uno de ellos es ver a las otras mujeres como rivales y competidoras. No es raro ver cómo en las escuelas, institutos o en los centros de trabajos, las unas critican a las otras. Entre ellas mismas se colocan muros y miles de obstáculos hasta generar un antagonismo sin sentido, donde lejos de empoderarse, se debilitan cada vez más y casi sin saberlo están perdiendo esa alianza que tanto las definía en el pasado.
En 1970 fue cuando la escritora Kate Millett, líder del feminismo de aquella época, propuso esta palabra con el fin de recoger una idea por la que luchaba en su día a día como férrea activista: conseguir una unión social entre mujeres sin que existieran diferencias de clases, religiones o etnias. Bajo el lema “Women of the world, unite!”, Millet acuñó la palabra “sisterhood”, la cual se tradujo a nuestro idioma como hermandad. Esta idea busca sin dudas, alentarnos y fortalecernos como colectivo, visualizándonos en nuestros contextos cotidianos para conseguir cambios.
Fue la antropóloga Marcela Lagarde quien afinó un poco más el concepto de sororidad refiriéndose a una amistad entre mujeres que se convierten en cómplices para trabajar juntas; estableciendo un compromiso para conseguir logros sintiéndose libres y fuertes juntas.
La Real Academia Española ha decidido incorporar en su diccionario digital casi 750 términos, entre ellos, sororidad: «Agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo».
Sororidad como empatía femenina
La sororidad permite a las mujeres recobrar su poder para nutrirse a sí mismas y a las demás. Esta solidaridad femenina demuestra que las féminas son dadoras de empatía, receptoras de hermandad, de un vínculo donde juntas son mejores que en soledad. Demostrando que la unificación entre ellas va más allá de un grupo con ideas en común, es un pacto social, ético y emocional construido por ellas y para ellas. Es saber ante todo, que juntas son más fuertes que por separado, que el empoderamiento solo es posible si crean fuertes alianzas haciéndose valer como un auténtico colectivo, tratándose como hermanas y no como enemigas.
Sororidad como crecimiento
Cuando se utiliza este término que equivale a hermandad, se está refiriendo también a una revolución que va desde dentro hacia fuera. Primero tomando conciencia de lo que una mujer es, de lo que merece y de lo que no está consiguiendo en una sociedad que lamentablemente, sigue siendo marcadamente patriarcal. Más tarde, esa conciencia debe impregnarse en cada mujer que nos encontramos en nuestro día a día, apoyándola, visualizándola y reparando la feminidad astillada con el objetivo de lograr empoderarse.
Luego esa hermandad creada pasará de lo emocional a lo social para hacer de palanca e impulsar una transformación real en nuestra sociedad.
Así mismo, cabe señalar que la sororidad exige un ejercicio de crítica y auto-crítica constante. A veces las mujeres mismas pueden llevar a cabo conductas que dañan la idea de hermandad y de feminismo al cuestionar a otras mujeres, al pensar que si su vecina ha logrado un ascenso en su empresa “es por algo”; al dudar quizás, de esa desconocida que denuncia una agresión y que por las razones que sean, deciden darle la espalda.
Sororidad es sinónimo de solidaridad, es ser capaces de crear una red de apoyo entre ellas mismas para ayudarse y reivindicar cambios reales. El objetivo principal es lograr ponerlo en práctica, creer en ello, y unidas demostrarle al mundo que pueden ser un grupo compacto y homogéneo dispuesto a dar más de sí mismas, y por ellas mismas, esperando ser reconocidas, y por ende, contar con ello.
