Anatoly Yurievich Onoprienko
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Anatoly Yurievich Onoprienko. Asesino en serie ucraniano. Conocido con el sobrenombre de "La Bestia de Ucrania"
Sumario
Síntesis biográfica
Infancia
Su infancia fue muy difícil: su madre había muerto cuando él tenía 4 años, su padre y su hermano mayor lo habían abandonado en un orfanato donde creció en un ambiente muy hostil. Cuando salió del orfanato se enroló en la Marina Soviética, en la que viajó a lo largo del mundo.
Uno de esos viajes le llevo a Rio de Janeiro, donde quedó cautivado por el Cristo de Corcovado, todas sus acciones criminales siempre estarían marcadas por una cruz, en referencia a esa imagen. Tras el paso por la Armada, fue bombero en la ciudad de Dneprorudnoye, donde se le calificó como un hombre “duro pero justo”.
Comienzos como criminal
Los hechos delicitivos de Onoprienko empezaron a finales de los 80. En 1989, él junto a su socio Serhiy Rogozin robaron y mataron a nueve personas. En la región de Zaporijia, Onoprienko da el alto a un coche, que le evita e intenta escapar, dispara y mata con una escopeta al conductor, para posteriormente asestarles a su mujer y dos hijos con múltiples cuchillazos hasta la muerte.
Con la policía en su búsqueda, Onoprienko optó por abandonar el país ilegalmente para recorrer Austria, Francia, Grecia y Alemania, en dónde estaría seis meses arrestado por robo y luego sería expulsado.
A finales de 1995 vuelve a Ucrania. En la Nochebuena del mismo año se produce el ataque a la familia Zaichenko. El padre, la madre y sus dos hijos asesinados, la casa incendiada seis días después, la escena se repetía con otra familia de cuatro miembros. Las víctimas se suceden durante seis meses en las regiones de Odesa, Lvov y Dniepropetrovsk.
Investigación policial
Estas matanzas incitaron a la segunda investigación delictiva más grande y complicada en la historia ucraniana (la primera había sido la de su compatriota Chikatilo). El gobierno ucraniano envió una buena parte de la Guardia Nacional con la misión de velar por la seguridad de los ciudadanos y como si el despliegue de una división militar entera para combatir a un solo asesino no fuera bastante, más de 2000 investigadores de las policías federal y local.
Seis días más tarde, otra familia fue víctima de sus andanzas. Rompió la ventana de la casa con un hacha y esperó a que saliera el padre. Lo mató con la herramienta y luego atacó a la mujer. Entró en la casa y asesinó al hijo menor, mientras la hija mayor, también de corta edad lloraba aterrorizada. A ella, la decapitó. Todo esto lo relataba con una tranquilidad pasmosa frente a los familiares de sus víctimas.
Búsqueda implacable
Los policías empezaron a buscar a un personaje itinerante y elaboraron una lista en la que figuraba un hombre que viajaba frecuentemente por el sudoeste de Ucrania para visitar a su novia. El perfil del asesino correspondía a un personaje itinerante por la zona sur del país.
En marzo de 1996, El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) detuvo al joven de 26 años Yury Mozola como sopechoso de los asesinatos. Durante seis días, los miembros de seguridad torturaron al detenido mediante fuego y cargas eléctricas. Mozola se negó a confesar los hechos y murió en medio de la tortura. Siete responsables de la muerte fueron encarcelados por ello.
Todas las pistas marcaron a los apartamentos de su novia y hermano, la policía halló diversas pruebas que le inculpaban directamente: el rifle que usó en 40 de los asesinatos y 122 objetos pertenecientes a las víctimas, entre los que se encontraban artículos de joyería y diversos videos familiares de las víctimas.
Cuando la policía le pidió los documentos en la puerta de su casa, Onoprienko no les quiso facilitar la tarea, e hizo un esfuerzo vano por conseguir un arma y defenderse. La policía le detuvo en la casa que compartía junto a su novia. Le pidió sus documentos, y éste, se revolvió, intentó coger un arma y darse a la fuga, aunque su intento fue en vano. Cuando le detuvieron, Onoprienko se sentó y mirando a sus ojos y sonriendo les expreso: “Yo hablaré con un general, pero no con ustedes”.
Juicio y confesión
Cuando fue apresado, confesó inmeditamente ocho crímenes perpretados entre 1989 y 1995. Aunque negó el resto de asesinatos, muy pronto admitió que su lista ascendía a 52 en seis años de cacería. Pero no se arrepentía de ninguno de sus actos.
En un momento determinado de la investigación, el acusado afirmó que oía una serie de voces en su cabeza de unos "dioses extraterrestres" que lo habían escogido por considerarlo "de nivel superior" y le habían ordenado llevar a cabo los crímenes. También aseguró que poseía poderes hipnóticos y que podía comunicarse con los animales a través de la telepatía, además de poder detener el corazón con la mente a través de unos ejercicios de yoga.
El juicio comienza el 23 de noviembre de 1998, Onoprienko era acusado de cometer 52 asesinatos. Un numeroso público enfurecido esperaba a la puerta del juzgado pidiendo su cabeza, su calma contrastaba con el ambiente enaltecido.
Una declaración, entregada a la prensa antes de la apertura del juicio, decía que no se arrepentía de ninguno de los crímenes que había cometido y reconoció haber asesinado a 42 adultos y 10 niños, nueve de ellos con anterioridad a los investigados, acompañado de su compinche: Sergei Rogozin.
Los psiquiatras, diagnosticaron que Onoprienko estaba perfectamente “cuerdo”. El mismo Onoprienko resumía así la filosofía de su carnicería:
Por este motivo puede ser condenado a la pena capital por crímenes premeditados con circunstancias agravantes. El presidente ucraniano, Leonid Kuchma, dijo que dará explicaciones al Consejo de Europa para violar en este caso la moratoria de ejecución de la pena de muerte que su país mantiene desde marzo de 1997.
Gracias al convenio con el Consejo de Europa, 81 penas de muerte dictadas últimamente en Ucrania no se han ejecutado. La declaración del presidente Kuchma anuncia que se va a hacer una excepción con Onoprienko.
El juicio fue uno de los más complejos y costosos de la historia de la justicia ucraniana. Más de 400 testigos y centenares de especialistas pasaron por el estrado. El peritaje médico lo ha calificado como perfectamente cuerdo que puede y debe asumir las consecuencias de sus actos. El mismo se definía como un "ladrón" que mataba para robar. La acusación pidió pena de muerte para Onoprienko. Al final se le declaró culpable pero la pena de muerte le fue conmutada por cadena perpetua.
Su patrón a seguir
Anatoli Onoprienko ha seguido los pasos del legendario Andrei Chikatilo. Ambos mataron al mismo número de víctimas, pero son muy diferentes. Chikatilo, ejecutado en 1994, era un maníaco sexual. Sólo mataba mujeres y niños, cuyos cuerpos violaba y mutilaba. A veces se comía las vísceras. Nada de esto aparece en el dosier de Onoprienko, un ladrón que mataba para robar, con inusitada brutalidad y ligereza, pero sin las escenas del maníaco sexual. Onoprienko supera a Chikatilo por el corto período en que realizó su matanza: seis meses frente a doce años.
Cuando ejecutaba a sus víctimas, el asesino seguía un mismo ritual: elegía casas aisladas, mataba a los hombres con un arma de fuego y a las mujeres y a los niños con un cuchillo, un hacha o un martillo. No perdonaba a nadie, después de sus asesinatos cortaba los dedos de sus víctimas para sacarles los anillos, o a veces quemaba las casas. Incluso mató a un bebé de tres meses en su cuna, asfixiándolo con una almohada.