Campana del Central Héctor Molina

Campana del Central Héctor Molina
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Campana del Central Héctor Molina. La campana es un símbolo que caracteriza al municipio San Nicolás, ubicado en provincia Mayabeque, Cuba. Identifica al pueblo al ser partícipe de muchos hechos históricos, como la Invasión de Gómez y Maceo a Occidente.

Los inicios de las huelgas sindicales de los obreros azucareros y de muchos otros acontecimientos que marcaron la historia del municipio, por lo que se considera no debe ser puesta en el Museo Municipal sino en el Parque José Martí Pérez, para que sea tocada en los días festivos y eventos importantes de la localidad.

Orígenes

Antes de la fundación del municipio San Nicolás en 1827 ya la industria azucarera era su principal actividad económica. En los inicios existieron más de 30 ingenios, los pequeños fueron desapareciendo ante la competencia de los más poderosos.

El ingenio "La Teresa", el mayor de entonces, hoy CAI "Héctor Molina", fue fundado en la segunda mitad del siglo XIX, siendo su dueña una francesa, Teresa Scull; luego llegó a ser propiedad de Andrés Gómez Mena, en 1910, español que junto con su hermano Pedro, a su llegada a Cuba se dedicaron a la venta de ropa ambulante, pero por sus habilidades llegaron a ser acaudalados hacendados de la época..

Los nuevos dueños dieron por nombre al central "Gómez Mena", que se mantuvo como principal industria del municipio y al ser nacionalizada después del triunfo de la Revolución convertido en Complejo Agrícola Industrial que lleva por nombre "Héctor Molina", se mantiene aún como su más importante industria.

Desde su origen en este central, en lo alto de una torre muy cercana al reloj, se encontraba como corona de reina la campana, cuyo tañido tradicionalmente indicaba la hora de entrada al trabajo y salida del mismo y se haría sonar también en caso de fuego.

Ubicación

Por deterioro y temor al derrumbe del área donde estuvo situada la campana desde la fundación del ingenio, fue trasladada y colocada cercana al busto del mártir Héctor Molina Riaño|Héctor Molina Riaño, allí se mantuvo algunos años y actualmente se encuentra alejada de la industria, silenciosa, sin participación alguna con su tañido en las fiestas de los trabajadores azucareros ni en otros eventos importantes del municipio.

Historia del Ingenio "La Teresa"

En el año 1850 el Conde de Jibacoa funda en San Nicolás el ingenio "La Teresa". Era el año en que iniciaba en la isla su despótico mando el general José Gutiérrez de la Concha. Este ingenio no podía ser la excepción, era un ingenio como los demás, con sus dotaciones de negros, sus barracones inmundos, sus mayorales violentos, su campana marcando los "cuartos" de jornada extenuadoras, su madán Teresa Scull pareando en volanta por la propiedad entre los hombres encadenados y mujeres aniquiladas.

Los días pasaban donde una sociedad enarboladora de sentimientos cristianos defendía arbitrarios preceptos y amparaba métodos desalmados, como los castigos brutales que sufrían los negros esclavos, arrastrando oprobiosos grilletes y soportando los azotes del látigo y el cepo, entre otras torturas.

Valor patriótico de la campana

Juega su papel patriótico la campana del ingenio "La Teresa", al paso por San Nicolás de la Columna Invasora de Maceo, Gómez y otros coroneles: Juan Bruno Zayas y Roberto Bermúdez en los primeros días de enero de 1896.

En San Nicolás todas las mieses estaban en sazón con sus plumeros de gala, los ingenios con las máquinas encendidas, las hornillas repletas de combustible y pronto a maniobrar el trapiche estrujador, las carretas listas, uncidos los bueyes con mayorales y narigones, dando los últimos toques, bajo la inspección de "su merced" aún perduraban los hábitos de la servidumbre y ¡cómo iba a resolverse todo lo inicuo y detentor a la autoridad omnipotente del amo!, que tuvo su origen en la trata de negros africanos y culminó con el Central majestuoso, asiento de todas las explotaciones humanas.

Ahora venía la Invasión de Oriente a Occidente, a derribar los muros de la opulencia, amasados con el sudor y la sangre de la esclavitud.

Al amanecer del día 2 de enero de 1896 los invasores arriban al ingenio "La Teresa"; de San Nicolás salió un buen golpe de gente a saludar la "tea redentora" ¡Viva el tizón vengador! Gritaban.

La campana en arrebato tocada, daba aviso a los nicolareños y decenas de éstos se unen a la columna Invasora.

Acontecimientos en el ingenio

En el batey del ingenio "La Teresa" se encontraba formada una columna de españoles, que no realizó hostilidades hacia los invasores, estos cruzan sin contrariedades, incendiaron una locomotora, afanados en debilitar la industria azucarera e impedir el traslado de tropas enemigas, paralizaron la molida del ingenio, dieron candela a los cañaverales.

El grueso de la columna invasora continuó su paso y el resto cruzó por el pueblo San Nicolás a las 9 de la noche de ese mismo día, quemando la Estación Ferroviaria y el cuartel de la Guardia Rural además, otras acciones fueron realizadas en apoyo a la Invasión.

Cambio de dueño y de nombre del ingenio

En el ingenio "La Teresa" (como en todas las de la época) la esclavitud sufría tan crueles castigos, que muchos decidían huir, convirtiéndose en cimarrones, prefiriendo morir de hambre, antes que soportar aquella inhumana existencia.


Este ingenio en sus inicios fue movido por esclavos y bueyes, 9 años después de su fundación posee trapiches y un tren de evaporación accionado por vapor, los esclavos trabajaban cada vez menos en protestas a los crueles tratos que sufrían y el central adquiere deudas. En 1910 pasa a ser propiedad de Andrés Gómez Mena.

Andrés Gómez Mena había nacido en España en 1849, arribó a Cuba en plena juventud, logrando hacerse de un pequeño capital gradualmente aumentando, llegando a conquistar un puesto prominente entre los hombres más ricos del país, con destacada influencia en una sociedad donde la riqueza predominaba sobre la virtud.

De su avaricia y tacañerías dan fe sus contemporáneos, vestía mal y comía peor, recorría el central recogiendo cuanto pedazo de hierro inservible o pedazo de caña regada hallara, diciendo van a acabar con Gómez Mena; a sus competidores los eliminaba utilizando los más variados procedimientos, desde la compra hasta la extorsión. Si alguien entorpecía la pretendida adquisición se adueñaba de sus tierras circundantes, para impedirle u obstaculizarle el traslado de sus cañas.

Así pasaron a sus manos pequeños ingenios como: "Armonia", "Sastre", "El Tesoro", "San Antonio" y "El Jobo". Era autoritario, altanero, consideraba que el dinero lo resolvía todo, llegó a ser propietario además de la "Manzana Central" de La Habana, más tarde la llamó "Manzana de Gómez", donde arrendaba locales para comercio y a mano de uno de sus arrendatarios halló la muerte a balazos, el día 11 de enero de 1917, porque no aceptó dar una prórroga al dinero que debía el comerciante.

Muerto Gómez Mena el central pasó a manos de sus descendientes, quienes en 1921 lo arrendaron a la compañía norteamericana "Warner Sugar Refining C.O", recuperándolo nuevamente en 1926.

Lucha de los obreros azucareros

En las entrañas de este central, como en los del resto del país, se desarrollaba un angustioso problema social. Para los jóvenes de hoy, que han conocido sólo por referencias la vida penosa del trabajador azucarero ya fuera agrícola o industrial, a veces le será difícil imaginar cuáles eran en su verdadera dimensión los agobios sufridos por los obreros en regímenes caracterizados por la explotación.

Eran los tiempos en que se pagaba un centavo por la chapea de un surco o se cortaba caña de sol a sol, sin conocer de antemano el salario a devengar. Época en que los garroteros (aves de rapiña merodeando siempre en los bateyes) entregaban 50 pesos por un vale de 100, en que los niños campesinos carecían de médicos y escuelas, en que el reducido jornal se abonaba en vales o tarjetas que sólo tenían validez en el departamento comercial del propio ingenio, donde los precios eran mayores y los ingresos beneficiaban a la administración del mismo central.

Tiempos en que la zafra podía durar hasta 45 días y el resto del año el campesino desesperado y hambriento sufría en su carne y en la de los suyos las angustias del "tiempo muerto", atiborrándose de deudas que nunca saldaba y envejeciendo sin tranquilidad y sin esperanza en una tierra que cultivaba en provecho ajeno.

Tiempos de politiquería marrullera, que aliándose a latifundistas y patronos usurpaban derechos y burlaban demandas, traficando con las cédulas de los infelices, en que la Guardia Rural descargaba brutalmente sus machetes sobre las espaldas de los honrados para garantizar los privilegios de los pillos; tiempos de desalojos, injusticias, penurias, enfermedades, donde una protesta significaba el despido y una dirigencia sindical la cárcel o la muerte.

Esos tiempos señalados por la amargura y la pobreza también fueron vividos en el central "Gómez Mena", que alzaba sus torres en la campiña nicolarena como símbolo de una riqueza nutrida por la miseria y el desamparo de los infortunados.

En 1922, reacios a soportar mansamente la codicia patronal, los trabajadores burlando la vigilancia tocan la campana, avisando el inicio de la huelga, reclamando un aumento de diez centavos. Para reprimirla la administración de "Gómez Mena" utilizó dos métodos: la admisión de rompe huelga y el plan de machete de la Guardia Rural (siempre presta a imponer el "orden" en la zafra).

En 1930, cuando la dictadura de Gerardo Machado comienza a desangrar la patria, los trabajadores unifican sus esfuerzos, se escucha la campana llamando a organizar el sindicato, figurando en su dirección en el sector agrícola Avelino Álvarez y en el fabril José Torres, Tomás de Armas y Prudencio Álvarez; este Prudencio, que era español, se mantenía incorruptible ante los sobornos y audaz en sus actuaciones, en cierta ocasión acorralado por la rural permaneció 48 horas en el techo del ingenio, escapándoseles espectacularmente a sus audaces perseguidores.

Las luchas sindicales en el central "Gómez Mena", como las de todos los centrales, resultaron ser arduas batallas en defensa de la clase obrera, pero no siempre la dirección de las masas estuvo en manos honestas y en líderes desinteresados.

Aún recuerdan los viejos las "negociaciones" del delegado Enrique Alberto, apoyado por el administrador Obdulio Zuró Reyes, que aspiraba a representante por el partido liberal o las bravuconerías de Mario Cruz Rivero (conocido por Pato Macho), cuyas componendas protegían al cacique político de la zona.

Eran líderes que lo mismo lograban un local para el sindicato como Enrique Alberto, que apoyaban un movimiento huelguístico como Mario Cruz, pero que fácilmente transigían con los patronos, traicionando los intereses de la clase obrera si mediaba un cheque al portador.

Precisamente en 1954, cuando Batista apuntalaba con bayonetas su poderío, los trabajadores del central, amenazados muchos de ellos por el despido, compensados que consistían en la entrega de 25 pesos y el camión de mudada en la puerta de la casa para que abandonaran inmediatamente el lugar, protagonizaron la más resonante de sus protestas, tocaron la campana a pesar de que estaba vigilada y amenazados con la prisión el que lo hiciera, avisando con esto el inicio de la huelga, abandonaron el central y en unión de todos sus familiares, dejando el batey vacío, se dirigieron a San Nicolás, cortaron los hilos telefónicos, ocuparon el Ayuntamiento y la sociedad, manteniendo esa actitud con el apoyo de los vecinos que cerraron todo el comercio y declararon el término "ciudad muerta" hasta que la compañía desistió de la sucia maniobra.

Son muchos los detalles que pudieran recogerse, por ejemplo las provechosas actividades políticas de un tal Fabián que no era otro que César Escalante, infatigable líder comunista, o la presencia ardorosa de Jesús Menéndez, cuya palabra orientadora sembraba la confianza en las masas trabajadoras, líder incansable en favor de los obreros azucareros.

Apenas la dictadura batistiana comienza a desgarrar las entrañas del pueblo, los nicolareños se suman a los combatientes en la clandestinidad y en la Sierra Maestra y el central "Gómez Mena" aporta su cuota de sangre a la sagrada causa en las personas de Domingo Quintero Dávila, Jesús Menéndez Núñez y Héctor Molina Riaño.

Por eso, cuando se produce la nacionalización de la industria azucarera, poniendo fin a la intervención de la economía de los monopolios norteamericanos, inicua explotación de los capitalistas, los trabajadores del "Gómez Mena" sin restarle mérito a sus otros mártires, acuerdan en asamblea, sustituirle el nombre por el de "Héctor Molina".

Reconocimiento a la campana como símbolo

Desde la fundación del ingenio "La Teresa" y hasta el actual CAI "Héctor Molina", la campana ha ocupado su lugar de tradición, ha sido combativa en contra de la esclavitud, de las penurias de los trabajadores azucareros y de la explotación de que fueron víctimas desde el origen de esta gran industria, que puede considerársele indicadora de las miserias y abundancias, en las luchas sindicales, en defensa de la justicia del trabajador azucarero, la campana estuvo siempre en rebeldía, en contra de los explotadores, llamó a las luchas y sonó en celebración de sus logros.

Por su historia, en la Segunda Sesión Extraordinaria del 9no. Mandato Municipal del Poder Popular en San Nicolás, con fecha 7 de mayo de 1999 presidida por Artemio Martínez Rosa, Raúl Peña Tamayo, como Vicepresidente y Elcira Arencibia Díaz como Secretaria, con una participación del 95,2% de los delegados de la Asamblea, se tomaron como acuerdos los siguientes:

  • Acuerdo 128-IX: Crear la condición de Hijo Ilustre de San Nicolás, la cual será conferida a aquellas personalidades con méritos relevantes ya sean nacionales o extranjeros, que contribuyan de una forma u otra al desarrollo social del municipio.
  • Acuerdo 129-IX: Aprobar, que a partir de hoy, sea considerada como distintivo que caracteriza al municipio San Nicolás, una réplica de la campana que otrora llamara a los esclavos de los ingenios al trabajo, que llamó a los obreros azucareros a la lucha contra la dictadura de turno y nos llama hoy a seguir luchando por la unidad, la dignidad, la soberanía e independencia nacional, la cual se entregará a aquellas personalidades o instituciones que se destaquen en su trabajo y tengan una incidencia positiva en el desarrollo social del municipio.

Fuente

  • Dra. Magdalena León González. Museo Municipal San Nicolás.