Cuento de Humor Negro

Cuentos de Humor Negro
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Título originalCuentos de Humor Negro
Autor(a)(es)(as)Carlos José Restrepo
Editorial:Bogotá Grupo Editorial Norma, 1993
Diseño de cubiertaUn_Tal_Lucas
Primera edición1993
Ejemplares1
ISBN958-04-2610-4
PaísColombia
Sitio web
www.norma.com

El libro Cuentos de Humor Negro, está clasificado como un libro perteneciente a la Literatura infantil. Reflexiona sobre los vínculos que los adultos entablan con los niños a través de la palabra literaria.

Descripción

El libro fue escrito por Héctor Hugh Munro (Saki), quien nació en 1870 en el puerto de Akyab, Birmania. Su ascendencia escocesa y el arrastre paterno, inspector general de la policía birmana, asoman en las altivas revanchas de sus cuentos y en sus anhelos de correr un destino de fuerza. A poco de nacer murió su madre; a los dos años fue despachado a Inglaterra, bajo la férula opresiva de dos tías solteronas que —hubiera dicho él— además eran dueñas de una abuela.

Allí, en el poblado de Pilton, Devonshire, padeció una de esas niñeces victorianas. Si se atiende al testimonio de su hermana, que oscila entre la delación y la lealtad, o, más fácil todavía, a las puntadas de muchos de sus cuentos, las mujeres de casa libraron una perenne batalla por la prerrogativa de ejercer la dictadura de sus nimias voluntades. Se aplicaron a ello con una ferocidad dosificada en vetos y disciplinas, órdenes antinómicas y pacientes sonrisas que dejaran un sabor a desprecio.

El resultado, de seguro ingrato, fue la creación de una víctima avispada y certera. Graham Greene, entre otros, señaló cómo esta interminable rebatiña doméstica sería la causa de que la obra de Saki diera rienda suelta a la vena de la sevicia por capricho, tan común a las artes y las buenas maneras. No es raro el expediente devengar una afrenta practicándola; y no es reprobable, si el resultado es pura literatura. La tía victoriosa solía ser Augusta, apodada La Autócrata por los niños, una mujer elemental, es decir, plagada de carácter.

El joven Saki estudió humanidades en Exmouth y Bedford, hasta cuando su padre, al jubilarse, decidió hacerse cargo de su educación y lo llevó, para cumplir con un añejo precepto de la isla, a viajar por todo el continente. No es forzado inferir que trataría de hacer contrapeso a las socavaciones de las tías mediante el recetario del patriotismo y el coraje.

Narrativa

El espíritu de los tiempos, esto es, la generalidad de su experiencia, hace que Saki encuadre, si se desea hacerlo, en la llamada «reacción anti victoriana», en cuyas filas hasta hace nada militábamos, aunque sin tantos miramientos.

En sus escritos hay matices del cáustico Samuel Butler, del delicado Swinburne, del pesimista Hardy, de los exóticos Stevenson y Conrad, y, desde luego, énfasis propios de los abanderados del esteticismo, con Wilde a la cabeza, y sus claveles verdes y sus «maldades» sugeridas con voces de terciopelo.

Con éstos y con sus antecesores, los prerrafaelistas, compartió el gusto por la poesía de Omar Khayyam, que, como anota Mario Pratz, conjugaba un elegante hedonismo y un sereno descreimiento que estaban en estrecha afinidad con la concepción que tenían de la vida. «Saki» es la copera o escanciadora que aparece en la última estrofa del Rubaiyat de Khayyam. Fiel a la lucidez de estas «decadencias», y aunque escogió para la vida pública la figura de un patriota plantado, Saki el del seudónimo dejó que en sus ficción es brotara la cansada patología del empacho imperial.

Su escritura destila un sentimiento personal de mujer presa en la afluencia acumulada, sobre todo en la super abundancia de las convenciones. No es necesario dictaminar si se trata de piedad o de identificación. Lo importante es subrayar la apasionada maña con que logra aplastar a sus heroínas bajo el peso de sus holgadas circunstancias.

El cuento La telaraña (The Cobweb), fuera de ser la alegoría clásica sobre el triunfo de la tradición, también es la parábola femenina del duro, funcional y casi eterno reinado de Victoria. Saki sabía el alto precio que el individuo paga en aras de la saturación educativa, el yugo de los modales y los sopores uniformes de la prosperidad. Comulgaba con la creencia romántica de que no es posible desatender impunemente el misterio de la naturaleza, el instinto, la bestia, el niño, pero ya no resolvía aquella falta mediante escapada a lo sublime. Más bien, se limitaba a registrar una fea caída en el horror o en el ridículo, como en Los lobos de Cernogratz (The Wolves of Cernogratz), que es un lamento conservador con un remate modernista. O una caída en ambas cosas, pues un final atroz es además la humillación de toda compostura.

Diferencias entre Humor y Humor Negro

Se define estos dos términos a partir de su poder transgresor frente a las jerarquías y las reglas que organizan la realidad.

El humor cuestiona y desestabiliza los órdenes establecidos. No hay verdades o dogmas, no hay leyes que no puedan cuestionarse mediante el gesto humorístico. Palabra que desacraliza, relativiza y desenmascara a aquella otra palabra, la que pretende erigirse como verdad incuestionable y universal.

Humor Negro y Literatura Infantil

La Literatura Infantil está sometida desde el momento de su producción, pero también en su difusión y lectura, a una serie de restricciones, todas ellas dependientes de representaciones históricas y culturales acerca de los lectores infantiles.

Existe una literatura destinada a los niños, ya sea porque fue escrita para ellos o porque sin serlo con el tiempo formó parte de las lecturas infantiles, que pone en crisis aquellos principios en el orden del contenido y en el de los procedimientos literarios que condicionan la producción y la recepción de los textos para niños.

Mucha de esta literatura recurre a la actitud irreverente del humor y en particular de su forma más desenfadada: el Humor Negro. De esta literatura que reflexiona sobre sí misma y sobre los vínculos que los adultos entablan con los niños a través de la palabra literaria es ejemplo el libro de Mark Twain: Historia de un niñito bueno. Historia de un niñito malo.

Fuentes