Disosmia

Disosmia
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Pérdida en la sensibilidad al olor y cambios cualitativos referidos como disosmia.
Región más común:Fosas Nasales

Disosmia. La perdida en la sensibilidad al olor es típicamente descrita como una incapacidad en la sensibilidad de la detección o en la calidad de la discriminación. Una pérdida tanto en la detección (que resulta en una debilidad de la percepción de la intensidad) o en la discriminación, afectará de manera negativa la habilidad de reconocer e identificar los olores.

A pesar de que la percepción débil de la intensidad va a comprometer la discriminación, estudios de neuroimagen, imagen de calcio y psicofísicos sugieren de manera ampliamente independiente el procesamiento paralelo de la intensidad del olor y la calidad de la discriminación. Una pérdida de la sensibilidad puede ser identificada en términos de disminución en la sensibilidad al oler, llamada hiposmia o pérdida completa de la olfacción llamada anosmia.

Disosmia

La Disosmia incluye tanto la parosmia también llamada troposmia que es una distorsión cualitativa del olor, y la fantosmia también llamada cacosmia, la cual es una sensación de olor en ausencia de un odorante externo. En un estudio bastante reciente de pacientes con molestia principal de parosmia, los autores reportaron que la sensación de parosmia, fue molesta y típicamente descrita como: nauseabunda, fétida, podrido, a cloaca, o a quemado. Los odorantes más comunes que produjeron parosmia fueron: gasolina, tabaco y café.

El olfato consiste en la percepción del olor por la nariz. El gusto es la percepción de los sabores salado, dulce, ácida y amarga por la lengua. Diversas sensaciones relacionadas que se producen al comer, como las sensaciones somáticas de frío, calor e irritación, están mediadas por las fibras aferentes trigeminales, nasofaríngeas y vagales localizadas en la nariz, la cavidad bucal, la lengua, la faringe y la laringe. El sabor se define como una interacción compleja entre el gusto, el olfato y la sensibilidad somática.

Los términos relativos a los trastornos del olfato son: anosmia, o falta de la capacidad para oler; hiposmia, o disminución de dicha capacidad; hiperosmia (aumento de la sensibilidad frente a un olor); disosmia (distorsión en la percepción de un olor); fantosmia, percepción de un olor cuando no existe ninguno; y agnosia o incapacidad para clasificar, contrastar o identificar verbalmente las sensaciones olfatorias, aunque pueda ser normal la capacidad para diferenciar distintos olores o para reconocerlos. Los estímulos olfativos se llaman odorantes. Cada categoría de disfunción olfatoria se puede subclasificar en total (aplicada a todos los olores) o parcial (disfunción de sólo algunos olores concretos).

Fisiología del olfato

El neuroepitelio olfatorio se localiza en la parte superior de ambas cavidades nasales. Está formado por células de varios tipos como las receptoras olfatorias bipolares, las que poseen microvellosidades, las sustentaculares y las basales, todas ellas dispuestas en forma ordenada. Las prolongaciones dendríticas de las células bipolares poseen una protuberancia o vesícula en forma de bulbo que se proyecta hacia la capa mucosa y contiene entre seis y ocho cilios que serán estimulados por la sustancia odorante. Cada célula bipolar contiene 56 cm2 de superficie para recibir el estímulo.

Las células con microvellosidades se localizan en las proximidades de las células receptoras, en la superficie del neuroepitelio. Las células sustentaculares, a diferencia de las que hay en el epitelio respiratorio, no están especializadas para la secreción de moco. Aunque forman una fuerte barrera que separa las neuronas del medio externo, se desconoce su función global. Las células basales son las progenitoras de los demás tipos celulares en el neuroepitelio olfatorio, incluidas las células receptoras bipolares. Existe una renovación regular de células receptoras bipolares, cuya función es la de neuronas sensoriales primarias. Además, al lesionar su cuerpo celular o su axón, la célula receptora es sustituida por una célula basal diferenciada que restablece la conexión nerviosa central. Por tanto, estas neuronas sensoriales primarias tienen la peculiaridad, dentro de los sistemas sensoriales, de que son sustituidas y regeneradas de forma regular tras su lesión.

Los axones amielínicos de las células receptoras, que conforman el nervio olfatorio, atraviesan la lámina cribosa y finalizan en el interior de masas esféricas de neurópilo que se denominan glomérulos y están situadas en el bulbo olfatorio. Los glomérulos constituyen focos de un grado alto de convergencia de información, debido a que en ellos entran muchas más fibras de las que salen. Las principales neuronas de segundo orden son las células mitrales. La dendrita primaria de cada célula mitral se introduce en un solo glomérulo. Los axones de las células mitrales se extienden junto con los axones de las células adyacentes de los glomérulos hasta alcanzar el sistema límbico, con inclusión del núcleo olfatorio anterior, y la amígdala. La percepción consciente del olfato requiere la estimulación de la corteza prepiriforme o del núcleo amigdaloide.

Trastornos del sentido del olfato

Los trastornos del sentido del olfato son producidos por alteraciones que interfieren en el acceso de la sustancia odorante al neuroepitelio olfatorio (pérdida de transporte), lesiones de la región receptora (pérdida sensorial) o lesión de las vías olfatorias centrales (pérdida nerviosa). En el momento presente no existen pruebas clínicas que permitan diferenciar estos tres tipos diferentes de trastornos olfatorios. Por fortuna, la evolución de cada una de las enfermedades de este sentido, aporta datos importantes acerca de su origen. Las causas principales de los trastornos olfatorios; las más frecuentes son los traumatismos craneoencefálicos y las infecciones víricas. El traumatismo craneoencefálico es una causa común de anosmia en niños y adultos jóvenes, mientras que los cuadros de origen vírico predominan en adultos mayores.

El traumatismo craneoencefálico conlleva alteración unilateral o bilateral del olfato hasta en 15% de los casos; la anosmia es más frecuente que la hiposmia. La disfunción olfatoria es más común cuando el traumatismo ocasiona pérdida de la conciencia, es moderadamente grave (grados II a V) y conlleva fractura de cráneo. Los traumatismos y fracturas frontales desorganizan la lámina cribosa y lesionan los axones olfatorios que la atraviesan. En ocasiones el cuadro se acompaña de rinorrea del líquido cefalorraquídeo (LCR), ocasionada por desgarro de la duramadre que reviste la lámina cribosa y los senos paranasales. La anosmia también puede acompañar a los golpes en la parte posterior de la cabeza (occipucio). La anosmia de origen traumático suele ser permanente; sólo 10% de los pacientes experimentan algún tipo de mejoría o recuperación completa. En la recuperación puede producirse una alteración funcional del sentido del olfato, como fenómeno transitorio.

Las infecciones víricas destruyen el neuroepitelio olfatorio, que es sustituido por epitelio respiratorio. El virus de parainfluenza de tipo 3 parece ser especialmente perjudicial para la olfacción del ser humano. La infección por VIH conlleva distorsión subjetiva del gusto y del olfato, que puede agravarse a medida que avanza la enfermedad. La pérdida de los sentidos del gusto y del olfato puede influir en buena medida en el desarrollo y avance de la consunción vinculada con la infección por VIH. La anosmia congénita es infrecuente, aunque importante.

El síndrome de Kallmann es un trastorno ligado al cromosoma X que se caracteriza por anosmia congénita e hipogonadismo hipogonadotrópico, y que se debe a la falta de migración desde la placa olfatoria, de las neuronas receptoras olfatorias y de las neuronas que sintetizan hormona liberadora de gonadotropinas. La anosmia también se puede observar en albinos. En estos pacientes existen las células receptoras, pero son hipoplásicas, carecen de cilios y no se proyectan más allá de las células sustentaculares adyacentes.

El meningioma situado en la región frontal inferior constituye la causa neoplásica más frecuente de anosmia; la pérdida del olfato puede representar la única alteración neurológica al inicio del trastorno. En contadas ocasiones la anosmia acompaña a los gliomas situados en el lóbulo frontal. A veces, los adenomas de hipófisis, craneofaringiomas, meningiomas supraparasillares y aneurismas de la parte anterior del polígono de Willis se pueden extender en dirección anterior y lesionar las estructuras olfatorias. Estos tumores y hamartomas también pueden inducir crisis epilépticas, con alucinaciones olfatorias, lo que indica afección del gancho del lóbulo temporal.

La disosmia, o distorsión subjetiva de la percepción olfatoria, puede acompañar a cuadros intranasales que alteran parcialmente el olfato, o puede representar una fase en la recuperación de una anosmia neurógena. La mayor parte de los trastornos de disosmia consisten en olores desagradables que pueden acompañarse de distorsiones del gusto. La disosmia a veces acompaña a la depresión.

Tratamiento

El tratamiento de los pacientes con pérdidas olfatorias de transporte secundarias a rinitis alérgica, rinitis bacteriana y sinusitis, pólipos, tumores o alteraciones estructurales de las cavidades nasales puede efectuarse en forma racional y con grandes probabilidades de mejoría. En estos casos, suelen ser eficaces para el restablecimiento del sentido del olfato productos antialérgicos, antibióticos, glucocorticoides por vía tópica y general, y las intervenciones quirúrgicas de pólipos nasales, desviación del tabique nasal y sinusitis hiperplásica crónica.

No existe tratamiento con eficacia demostrada en las pérdidas olfatorias sensoriales y nerviosas. Afortunadamente, a menudo el paciente se recupera de forma espontánea. Algunos autores han indicado el tratamiento con cinc y vitaminas (en particular, vitamina A). Sin duda, el déficit intenso de cinc puede producir pérdida y distorsión del sentido del olfato, aunque no constituye un problema clínico, excepto en zonas geográficas muy específicas. La degeneración epitelial que surge en casos de hipovitaminosis A puede producir anosmia, pero en los países occidentales es muy baja la prevalencia del déficit de esa vitamina. La exposición al humo de los cigarrillos y a otros productos químicos tóxicos existentes en el aire puede causar metaplasia del epitelio olfatorio. Es posible la recuperación espontánea cuando se interrumpe la acción del elemento lesivo. Por tanto, es útil orientar a los pacientes en ese sentido.

Como se señaló antes, más de 50% de las personas mayores de 60 años de edad presentan disfunción olfatoria. No existe tratamiento eficaz alguno contra la presbiosmia, pero a menudo los enfermos se sienten más tranquilos cuando se les hace saber que este problema es frecuente en su grupo de edad. Además, el diagnóstico temprano y la orientación pueden ayudar a los pacientes a compensar su pérdida del olfato. La incidencia de accidentes relacionados con el gas natural es desproporcionadamente alta en los ancianos, quizá debido en parte a su pérdida gradual del olfato. El mercaptano, que da un olor "punzante" al gas natural, es un estimulante olfatorio y no activa los receptores del gusto. Muchos ancianos con disfunción olfatoria muestran también reducción de la sensibilidad gustativa, lo que conlleva propensión a intensificar el sabor a los alimentos, por lo común aumentando la cantidad de sal que se les añade.

Sustancias que alteran los sentidos del gusto y del olfato

Algunas de las sustancias que alteran el sentido del gusto (Ageusia, Hipogeusia, Disgeusia) y del olfato (anosmia, hiposmia, disosmia), son las siguientes:

  • Acetazolamida
  • Adriamicina
  • Alopurinol
  • Anestésicos locales: benzocaína, procaína, tetracaína y también cocaína
  • Anfetaminas y derivados
  • Antibióticos: anfotericina B, estreptomicina, griseofulvina y etambutol
  • Antitiroideos: carbimazol, metiltiouracilo, metimazol y propiltiouracilo
  • Azatioprina
  • Baclofén
  • Biguanidas
  • Captopril
  • Carbamacepina
  • Clofibrato
  • Diazóxido
  • Espironolactona
  • Fenformina y derivados
  • Fenitoína
  • Griseofulvina
  • Hierro, sales de
  • Levodopa
  • Litio, sales de
  • Metamizol
  • Metotrexate
  • Metronidazol
  • Opiáceos
  • Oxifedrina
  • Rifampicina
  • Sales de oro
  • Vincristina
  • Vitamina D

Referencias