Elena Arellano

Elena Arellano
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NombreElena Arellano Chamorro
Nacimiento1836
Bandera de Granada Granada
Fallecimiento11 de octubre de 1911
OcupaciónNuncio Apostólico de Su Santidad para Centroamérica

Elena Arellano Chamorro. Fue una mujer religiosa- laico de Granada, desde mediados de la década de 1870 había fundado otro Colegio de Señoritas en su propia casa(Rodríguez 1992: 19). La diferencia es que de la escuela Arellano Chamorro era católica, a diferencia de la de Toledo Aguerri a la que asisitieron protestantes Aguerri, asistió y dirigió ésta Escuela entre 1891 y 1897.

Antecedentes

Los Arellano, vinieron a Nicaragua en la persona de don Carlos de Arellano, ex Alcalde de Guatemala, quien en el año 1579 fue nombrado gobernador de Nicaragua, en calidad de interino. Don Carlos de Arellano fijó su residencia en Granada, levantó su casa y vinculó su familia a la nueva ciudad, adquiriendo Granada preponderancia como centro comercial. Cuando se produjo la independencia en 1821, representaba a la familia, en plena y vigorosa juventud, don Narciso, caballero mundano, pero creyente y caritativo, padre de Elena, de quien heredó su inteligencia, actividad y energía. Y de doña Luisa Chamorro, su madre, aprendió conocimientos literarios y mucha doctrina cristiana”.

Síntesis biográfica

Funda en Granada el primer centro educativo para señoritas y, años más tarde, uno de varones: el Colegio San Luis. Viaja a Roma. Hace amistad con futuros santos como San Juan Bosco. Conoce y conversa con el gran Pontífice de la Reforma Social León XIII. Camina con Santa Cabrini. Ayuda a los jesuitas. Trae e instala en Granada a las Misioneras Salesas del Sagrado Corazón. Interviene, con su santidad y sabiduría, en los campos de la política. Trae a Nicaragua a la Congregación Salesiana. Forja a grandes maestras como Josefa Toledo de Aguerri y Carmela Noguera. Promueve vocaciones sacerdotales y la de su sobrino: Narciso Sequeria, primer salesiano de Centroamérica. Pone en práctica las virtudes teologales. Convierte a Enrique Guzmán. Mantiene una enérgica defensa del catolicismo durante los días tormentosos de Zelaya. Entrega su capital a sus ideales y creencias y vive y muere en la pobreza material.

Anécdotas

Sobre el ejercicio de su caridad como promoción humana hay muchas anécdotas, adelantándose a la acción católica. También es proverbial su defensa de los valores de la mujer. Cuenta mi padre: “Una señorita agraciada fue conducida a la cárcel por una falsa acusación. Doña Elena, que era un alma evangélica, unía a la mayor sencillez de espíritu una despierta malicia de entendimiento, y comprendió que aquella prisión era una trama contra la virtud de la joven. Inmediatamente se fue a la cárcel a visitar a la prisionera. Se quedó a su lado todo el día y cuando a la prima noche cerraban la cárcel, el carcelero ordenó a doña Elena que saliera de la prisión. Ella contestó: Aquí me quedaré prisionera también junto a esta niña inocente, mientras no vuelva al lado de la familia. El carcelero le ordenó en voz imperiosa, la amenazó, pero ella permaneció firme contestando con suavidad, pero con resolución inquebrantable: ‘Aquí permaneceré me pase lo que me pasare’. Consultó el caso el carcelero con los jefes superiores y, como era muy respetado el nombre de doña Elena, dieron orden de libertad bajo fianza a la niña. Sobraron fiadores, y fue salvado el recato de la inocente criatura”.

Muerte

El 11 de octubre de 1911 muere doña Elena. Era entonces Nuncio Apostólico de Su Santidad para Centroamérica, radicado en Costa Rica, Monseñor Juan Cagliero, y cuando supo la noticia de la agonía de doña Elena le puso un telegrama, impartiéndole la bendición del Sumo Pontífice. La moribunda sonrió beatíficamente al recibirla. Monseñor Cagliero la conoció muy bien y la tenía sobre ella concluye: “Rosa de Lima, Elena de Granada: lirios que Dios hizo florecer en América para perfume su historia y su destino de tierra cristiana”

Fuente