Enrique Ruelas Espinosa

Enrique Ruelas Espinosa
Información sobre la plantilla
NombreEnrique Ruelas Espinosa
Nacimiento1913
Ciudad de México, México
Fallecimiento6 de octubre de 1987
Ciudad de México, México
NacionalidadMexicana
Ocupaciónprofesor, funcionario, guionista de cine, dramaturgo y director teatral mexicano.

Enrique Ruelas Espinosa profesor, funcionario, guionista de cine, dramaturgo y director teatral mexicano.

Síntesis biográfica

Enrique Ruelas Espinosa, profesor, funcionario, guionista de cine, dramaturgo y director teatral mexicano. Nace en 1913 en la Ciudad de México.

Trayectoria

Enrique Ruelas Espinosa, estudia Derecho, gasta su tiempo libre en el café. Forma parte de un grupo de estudiantes cuyo principal problema consiste en buscar la manera de no aburrirse. De alguna manera hay que pasar en aquel Guanajuato de hace cincuenta años que sufría las consecuencias de la decadencia de la minería, poco poblado, rodeado de ruinas. A no ser por el Colegio del Estado y por ser asiento de los poderes, muy probablemente habría seguido la suerte de otros minerales, como Marfil o La Luz, a la sazón muertos. No había industrias, ni grandes hoteles ni turistas, solo tabernas. El río conserva su condición de cauce de aguas broncas y negras. Guanajuato olía. Cuando Enrique Ruelas Espinosa recibe la mesada que su familia le envía de Pachuca, se daba el lujo de gastarla en el viejo casino, que todavía funciona, y al que concurrían los escasos representantes de los últimos restos de las familias porfirianas. Agotados los recursos en unos cuantos días, se refugia en un lugar mucho más modesto, el café de la esquina de San Diego, cuya clientela estudiantil consumía poco y alborotaba bastante. Enrique Ruelas Espinosa, busca el rincón más apartado, saca un montón de hojas en blanco y la llena de versos que luego destruye. Cuando la señorita María Rocha, a la que todos llaman la tía María, descendiente de don Sóstenes Rocha y heredera de una finca espléndida en Pastita, ricamente amueblada, llena de obras de arte y de recuerdos del glorioso general, organiza festejos parroquiales con motivo de algún suceso religioso, gusta de incluir la representación de algún sainete que interpreta los estudiantes amigos de sus bellas sobrinas. Enrique Ruelas Espinosa, se presta a actuar, más por distraerse en los ensayos, donde se hacían amistades y noviazgos, que por el teatro. No se sabe si en estos juegos descubre su vocación, pero sí resulta un actor bastante superior al resto de los aficionados. De vez en cuando paran en Guanajuato algunas compañías de comedias, de aquellas de repertorio, que usan del Teatro Juárez durante varios días o semanas, muchas veces ancladas de necesidad ante la falta de medios para continuar la legua. Enrique Ruelas Espinosa, asistía puntualmente a las funciones y aprecia el desempeño de algunos actores de buen oficio, como los Soler, los Medel, las Blanch. Su afición es cada vez más manifiesta y él mismo selecciona las comedias en que quería actuar y acaba dirigiendo sin que nadie le discutiese tal atribución. El Teatro Juárez, que había conocido épocas mejores, se halla siempre disponible, no poco empolvado y frío. Cuenta aún con varios y valiosos decorados pintados de lino, que Enrique Ruelas Espinosa, aprovecha para vestir sus obras, aunque a veces nada tiene que ver con el asunto. Cuando Enrique Ruelas Espinosa, vuelve de sus vacaciones en México, a donde se había mudado su familia, traía ideas nuevas para sus obras. Aprovecha sus estancias en la capital para ir al teatro. Aunque por entonces no había mucho que ver, ya hacía tiempo que soplaban aires nuevos en la dramaturgia y en las técnicas escenográficas. Poco a poco va tomando en serio el trabajo teatral y, finalmente, opta por la sola dirección escénica. Ensaya representaciones de mayor mérito dramático y de mayor vigor técnico. Se recuerda todavía el feliz montaje de “El tiempo es un sueño” de Lenormand. Pudo concluir su carrera de abogado. Se recibe y se marcha a México para dedicarse a la enseñanza y prácticas teatrales en la Escuela Nacional Preparatoria y en la de Filosofía y Letras. Carecemos de información detallada sobre sus pasos en la capital, en la que ya se ofrecen producciones nuevas de alto nivel, superado el lastre de las secuelas decimonónicas. Gran éxito obtiene con la escenificación en Bellas Artes de “El Emperador Jones”, de O´Neill. Obtiene buenas críticas con “La Anunciación a María” de Claudel, con “La Soga” y otras. Incursiona en el cine y en la televisión, donde tiene que reducir a muy poco tiempo piezas que difícilmente soportan el ajuste, labor que nunca le satisfizo y que pronto abandona. En esos años de formación y de experiencias ¿cuáles son los conceptos adoptados por Enrique Ruelas Espinosa, sobre las direcciones fundamentales del teatro? Se alardea ya, con actitud retadora, de un teatro iconoclasta que arremetía contra toda concepción tradicionalista o Burguesa. Después del “Teatro Ulises”, extranjerizante, no hay manifestaciones importantes que en su momento podría haber reflejado la influencia del surrealismo o del dadaísmo. Está por llegar el teatro del absurdo y el existencialista de Sartre y de Camus. Mientras que el absurdo propone el sinsentido de la existencia y trata de presentarlo,fiel a su tesis, absurdamente, el existencialismo opta por los medios tradicionales en el tratamiento de una libertad igualmente sin sentido. Enrique Ruelas Espinosa, es parco en expresiones vanguardistas, y si bien es cierto que dirige “Las manos sucias”, de Sartre, tal vez lo hace más bien por acreditar su capacidad de entendimiento a los nuevos asuntos. Afianza su profesionalismo en México y lucha si no en contra de las grandes muestras de la literatura dramática de la hora (nos consta que sentía gran respeto por Brecht y por Beckett no tanto por Ionesco), sí por realizaciones que estuviesen respaldadas por una sana convicción artística, más teatral que literaria. ¿Qué pasa, mientras tanto, en Guanajuato? Pues pasan cosas muy interesantes. Armando Olivares se incorpora a la prestigiosa historia del Colegio del Estado, al mismo tiempo que veía la necesidad de su ensanchamiento, de su modernización. Al frente de la querida casa de estudios crea nuevas escuelas y carreras, impulsa las actividades académicas y las proyecta hacia afuera de los claustros, enriquece bibliotecas, descentraliza la educación superior y, finalmente, la transforma en Universidad. Muchos jóvenes lo rodean. Se forma las capillas. En una modesta casa del callejón de “El Venado” se asienta un “estudio”, donde se hace la tertulia y donde se procura estar “al día” en cuestiones culturales. Se habla mucho, se leía mucho, y se recibe a todo viajero distinguido capaz de aportar información y ejemplos nuevos. La industria minera renacía y parecía revivir el sentido de auto estimación por la ciudad, cuya fisonomía y belleza había puesto venturosamente a salvo su miseria. Luego, bajo el gobierno excelente de José Aguilar y Maya, que llega al Ejecutivo del Estado después de muchas batallas cívicas que avivan la conciencia política, la Universidad es objeto de atención preferente, de gran impulso. La afición teatral se ha extendido y se multiplican los grupos. Enrique Ruelas Espinosa, vuelve con frecuencia a Guanajuato a dirigir. El rector Antonio Torres Gómez cree conveniente que la Universidad tuviese su propio teatro. Surge luego el nombre de Enrique para organizarlo y dirigirlo. Acepta el cargo a condición de que no se le impidiera continuar sus trabajos en México. A partir de entonces viaja semanal o quincenalmente a Guanajuato, para echar a andar sus proyectos. No excusa nunca sus horas de café, en el Valadez, donde se le reserva siempre la misma mesa y donde habla con sus colaboradores y amigos. Pone en la escena del Juárez “Arsénico y encaje”, con bastante decoro y mucho éxito. Esta vez y en lo sucesivo trabaja siempre con aficionados y aunque pudo hacerlo con profesionales, con presupuesto universitario, nunca quiso hacerlo. Cuando más tarde otros directores accidentales o invitados lo intentan, no se tiene éxito. La idea de sacar el teatro a la calle, al aire libre, era vieja. Se habla de las experiencias de “La Barraca” de García Lorca, y se sostiene que la Universidad debería proyectarse al pueblo. No faltan quienes pugnaran por un teatro “nuevo” y elitista, en el que los elementos visuales prevaleciesen sobre los discursivos. La fama de Stanislavski y de Brecht, o lo que de ellos se oía, con toda clase de deformaciones y noticias de segunda mano, no dejan de invocarse, y es probable que se hable del antiteatro cruel de Artaud, aunque nadie supiese bien de qué se trata. El carácter de la ciudad, su aspecto físico, sus calles y sitios, indican la conveniencia de aprovecharlos para escenificar textos clásicos de la dramaturgia castellana. Así lo determina Enrique Ruelas Espinosa. Desoya, con muy buen tino sugerencias sobre obras cuyas exigencias artísticas todavía están fuera de nuestro alcance, como “Fuente Ovejuna”, o “El Alcalde de Zalamea”. Selecciona los Entremeses de Cervantes para ser presentados en la plazuela de San Roque. Prescinde de todo aparato que no fuese natural e ideó entreverar sus diversas escenas para darles mayor interés y expectación. Se ha dicho que los Entremeses tienen por objeto ilustrar un homenaje a Cervantes, previamente planeado, dentro de un proyecto académico. No es exacto. Más bien son los Entremeses los que motivan el homenaje, por razones circunstanciales. Sucede que el tiempo de representación es corto, y entonces, para alargarlo un poco, a Enrique Ruelas Espinosa, se le ocurre prolongarlos y epilogarlos con alusiones a la vida y obra de Cervantes. Cervantes mismo pasearía por la plaza, entre los fantasmas de sus personajes, para reaparecer al final con don Quijote y Sancho, al son de música y campanas. Con todo ello consigue varios propósitos. Desde un punto de vista tradicional, haría teatro dialogado, con las graciosas piezas cervantinas. Utiliza la plazuela como el atrio de la Iglesia, bajo cuyo empedrado, según cuentan las efemérides, se guardan los restos de las víctimas de la peste. Los atrios son los principales escenarios del teatro religioso del siglo XVI, usados por los franciscanos para evangelizar, y por los indios, para sus mitotes o arietos. Desde otro punto de vista más avanzado, Enrique Ruelas Espinosa, hace innovaciones que denotan su preocupación por la originalidad: el aprovechamiento de la plaza, sin tablado, al que siempre se opone, el uso de las casas de los vecinos, integradas a la acción, el empleo de grandes áreas de actuación, incluidos algunos callejones, el empleo de caballos y asnos, de las campanas de la Iglesia, la mezcla de las escenas, la narración, etc., todo lo cual resultó muy afortunado y novedoso. Para la narración se usa un texto de Armando Olivares que Enrique Ruelas Espinosa, revisa, recorta y adapta, con las acotaciones necesarias vinculadas a la acción. De todas suertes se trata de una aventura y ni siquiera se cuenta con suficientes recursos para un buen montaje. Todo se improvisa. El gasto no es mayor de seis mil pesos, facilitados en préstamo por un banco local. El problema de la iluminación es serio, pero es resuelto por Benjamin Smith, el superintendente de la compañía de luz, gratuitamente. El vestuario es modestísimo, de franela, medias y alpargatas. En el reparto participan estudiantes, profesionistas, comerciantes, funcionarios (el propio Olivares hace el Cervantes, amas de casa. Hay mucho compañerismo y todos se divirtieron. Del éxito de los Entremeses no es necesario hablar. Se había pensado ofrecer tres o cuatro funciones y se han venido repitiendo si cesar durante cuarenta años. La demanda para verlos continúa hasta la fecha. Los Entremeses ponen a Guanajuato en el mapa turístico. Nunca se han escrito tantas crónicas ni comentarios sobre ninguna obra de teatro en México, en la prensa nacional y en la extranjera, como sobre los Entremeses.

Enrique Ruelas Espinosa, emprende otros montajes, como los Pasos de Lope de Rueda en Mexiamora y el Retablillo Jovial, de Casona, en los patios del Mesón de San Antonio. Merece mencionarse también “El Caballero de Olmedo”, de Lope de Vega, y “Yerma”, de García Lorca, representados ambos a la orilla del arroyo de San Matías. Por diversas circunstancias, éstas no perduraron, mientras que “Los Pasos” y “El Retablillo” todavía se ofrecen al público. Por último cabe mencionar la pequeña pieza dramática “Dos hombres en la mina” que se escenifica en un socavón de la mina de El Nopal. Al cumplirse veinte años de Teatro Universitario, surge el Primer Festival Internacional Cervantino, siendo Gobernador del Estado don Manuel Moreno. El clima está preparado, las acciones universitarias habían cundido, los grupos artísticos se multiplican y hasta las estudiantinas, nacidas en Guanajuato al amparo de los Entremeses, se hacían famosas y proliferan. Parece que es el propio Enrique Ruelas Espinosa, quien sugiere a don Manuel Moreno impulsar el turismo con la organización de un festival. No conocemos el desarrollo de esta idea que finalmente es acogida por el presidente Luis Echeverría. El recuerda que durante una de sus visitas a Guanajuato, ciudad por la que sentía cierta predilección, después de haber presenciado el “Retablillo” en el San Antonio, se ocupa del tema y dice que el Departamento de Turismo recibirá instrucciones para echar a andar el proyecto. El Festival tiene, desde su primera edición en 1972, el carácter de Internacional. Sus excelencias, la extraordinaria calidad de los espectáculos que se han visto, el prestigio que ha alcanzado, y otros aspectos de la más diversa naturaleza, ameritarían crónica aparte. Aquí solo importa señalar que el Teatro Universitario la cuna misma del Festival.

Muerte

Enrique Ruelas Espinosa, fallece en Ciudad de México, México el 6 de octubre de 1987

Fuentes