Escultura romana

Escultura romana
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Concepto:Algunas construcciones romanas fueron poco más que soportes monumentales para la escultura

Escultura romana. Tuvo infinidad de representaciones, soportes y funciones, pero el retrato es la más sobresaliente. En el mundo romano las estatuas y relieves escultóricos adornaron los edificios públicos y privados. De hecho, algunas construcciones romanas fueron poco más que soportes monumentales para la escultura.

Arcos de triunfo

Los arcos de triunfo levantados en todas las partes del Imperio se destacan como uno de los monumentos más importantes. Aunque casi ninguno de los grandes grupos escultóricos (a menudo cuadrigas) que alguna vez remataron estos arcos ha subsistido, el propósito originario de tales construcciones fue únicamente servir de soporte a la estatuaria honorífica. Los arcos primitivos eran muy sencillos pero bajo Augusto y los emperadores posteriores se fueron complicando.

Con el tiempo se convirtieron en verdaderos soportes propagandísticos, recubiertos con series extensas de bajorrelieves, anunciando las victorias y las grandes hazañas de los emperadores. Las imágenes solían representar acontecimientos históricos concretos, pero frecuentemente se desarrollaron también temas alegóricos en los que el emperador podía aparecer en compañía de los dioses o recibiendo el homenaje de los pueblos conquistados.

Entre los arcos más importantes conservados en Roma están el de Tito (c. 81 ), en el foro romano, y el de Constantino (312-315 ) cerca del Coliseo. En los dos bajorrelieves del Arco de Tito se representa el desfile triunfal del emperador con los tesoros del gran templo de Jerusalén. El Arco de Constantino presenta una mezcla de relieves reutilizados de monumentos más antiguos y otros realizados especialmente para dicho arco. Los medallones y frisos muestran una gran cantidad de temáticas, incluyendo escenas de batalla, sacrificio y distribución de dádivas. En los relieves antiguos la cabeza de Constantino fue labrada en sustitución de las de sus predecesores. Esta remodelación de los relieves antiguos fue algo corriente en la Roma imperial. Los monumentos de los emperadores condenados a título póstumo por el Senado (damnatio memoriae) fueron modificados o destruidos.

Algunos arcos decorados con suntuosidad pueden contemplarse también fuera de Roma. En Benevento, en el sur de Italia, se levantó hacia el 114 un gran arco con 14 placas en las que se rendía homenaje a Trajano. En Orange, Francia, el Arco de Tiberio (c. 46 a.n.e.), uno de los más antiguos, se decoró con representaciones de las tropas y de los prisioneros, escenas de los romanos luchando contra los galos y escudos y armas de los prisioneros. En España se conservan en la actualidad los Arcos de Bará en Tarragona, el de Caparra en la ciudad antigua de Capeta (Cáceres) y el de Medinaceli en Soria. El primero de ellos presenta un único vano central, el segundo de ellos, de finales del siglo I , presenta una configuración cuadrifonte y el tercero una estructura tripartita, con un arco central más grande flanqueado por otros dos de menor tamaño.

Columnas rostrales y los altares

Ocasionalmente se levantaron también columnas historiadas, con frisos de bajorrelieves en espiral, que relataban con gran detalle las campañas militares de los romanos.

La primera y más grande de ellas fue la del foro de Trajano (113 ) de Roma, levantada por el arquitecto Apolodoro de Damasco. Describe las actividades de la armada romana en su guerra contra los Dacios, en la frontera septentrional del Imperio (actual Rumania). Los relieves históricos adornaron también grandes altares como el Ara Pacis Augustae (fechado en Roma del 13 al 9 a.n.e.), cuyos relieves celebran el inicio con Augusto de la pax romana, la gran época de paz y prosperidad del Imperio romano.

Estilos escultóricos

El estilo de los relieves escultóricos del Imperio se extiende desde el consciente neoclasicismo griego de los frisos del Ara Pacis al esquemático, frontal e hierático estilo de los nuevos bajorrelieves labrados para el arco de Constantino. En muchos monumentos pueden contemplarse dos o más estilos superpuestos.

Como se ha señalado anteriormente, la historia del arte romano fue ecléctica hasta su final y ningún periodo tuvo un estilo unificado. De hecho, las construcciones oficiales a menudo difieren, como se aprecia en los monumentos coetáneos de la capital y las provincias.

Relieves funerarios

Los encargos privados de esculturas en relieve se hicieron por lo general en contextos funerarios. Los comerciantes prósperos, como el panadero Eurysaces, hicieron inmortalizar en sus mausoleos las actividades comerciales realizadas en vida. Durante el final de la República y el inicio del Imperio se labraron relieves escultóricos de los libertos para las fachadas de sus sepulcros comunales. En los siglos I y II los retratos en relieve se colocaron generalmente en los altares funerarios o alrededor de las tumbas.

Los relieves sepulcrales más importantes, utilizados a partir de mediados del siglo II tanto por las clases medias como por las altas, decoraron los sarcophagi (literalmente carnívoros), sarcófagos, producidos en Roma y otras metrópolis importantes del Mediterráneo, incluyendo Atenas y varias ciudades griegas. Muchos de los relieves de los sarcófagos conservados están compuestos únicamente de guirnaldas y otros motivos decorativos, pero se representaron también gran variedad de temas narrativos. Los relatos mitológicos, como los trabajos de Hércules, Meleagro cazando el jabalí enviado por la diosa Ártemis y la leyenda de Níobe y sus hijos, fueron particularmente estimados.

El Museo Arqueológico Nacional de Madrid conserva un sarcófago procedente de Husillos (Palencia) realizado en tiempos de Adriano, en el que sus relieves escultóricos muestran una temática relacionada con el mito de Orestes y su venganza, y el Museu Arqueològic de Barcelona conserva otra pieza procedente de Alicante que representa el rapto de Proserpina (siglo II ). A menudo se sustituyó el retrato del fallecido por el busto de un héroe o heroína mitológica. Algunas veces los relieves sepulcrales fueron también de naturaleza pseudobiográfica de modo que el cliente pudiera elegir, a partir de un catálogo, las representaciones de escenas de guerra, sacrificio y matrimonio. La composición de estas escenas se basaba en los relieves imperiales, que podían mostrar al emperador haciendo sacrificios a los dioses oficiales o recibiendo a los emisarios de los bárbaros.

El mármol blanco fue el material preferido por los romanos para los relieves escultóricos, pero en muchas ocasiones emplearon variedades menos costosas de piedra. Por lo general, los relieves se policromaron y en ocasiones incluyeron piedras de colores como el pórfido, material predilecto en el siglo IV, sobre todo en los sarcófagos imperiales.

Escultura exenta

En la estatuaria de bulto redondo utilizaron los mismos materiales pétreos, aunque se hicieron también gran cantidad de estatuas en bronce o incluso en oro y plata. Se conservan relativamente pocas estatuas en bronce y casi ninguna en oro o plata, ya que muchas de ellas se fundieron en la edad media y periodos posteriores. La estatua ecuestre en bronce (c. 175 ) del emperador Marco Aurelio en la plaza del Capitolio en Roma (conservada únicamente porque se creyó que representaba a Constantino), el busto en oro del mismo emperador en Avenches (Museo Cantonal de Arqueología e Historia, Lausana, Suiza) y el busto de plata (Museo de Antigüedades de Turín, Italia) de Lucio Aurelio Vero, corregente (161-169 ) con Marco Aurelio, son excepciones notables.

También se realizaron estatuas de dioses, héroes y seres humanos en una amplia variedad de contextos. Cada templo tuvo su estatua de culto. Las imágenes en mármol y bronce de dioses y héroes, originales romanos o copias de las antiguas estatuas griegas, fueron comunes no sólo en los lugares públicos como las termas, sino en los atrios, jardines y estanques de viviendas privadas. Los edificios civiles importantes solían poseer un retrato del emperador vivo y a veces incluso de su mujer e hijos. Así por ejemplo en el Museo Arqueológico de Córdoba (España) se conserva una cabeza que representa a uno de los hijos del emperador Tiberio y en el Museo Arqueológico de Tarragona (España) un retrato de Livia.

Retratos escultóricos

El retrato escultórico romano compone uno de los grandes capítulos en la historia del arte antiguo. Los retratos conservados varían en tamaño, desde bustos pequeñísimos a enormes estatuas como la de Constantino I el Grande (c. 315 -330 ), ubicada en su basílica del foro romano.

Durante la República fue costumbre que los miembros de la familia portaran imágenes del fallecido durante el cortejo fúnebre. Recientes estudios sugieren que la representación de hombres y mujeres ancianos asociados con monumentos funerarios no son retratos concretos del fallecido sino convenciones culturales sobre su imagen. Esta costumbre se complementaba con los actos conmemorativos y otros eventos como la presencia de sus imágenes en espacios públicos.

En cualquier caso, la representación veraz se incluía para completar el compendio de virtudes republicanas. Otra teoría ha sugerido que estas imágenes fueron esculpidas por artistas griegos cuya propia hostilidad hacia los romanos les impulsó a exagerar estos convencionalismos hasta el límite caricaturesco. El concepto simbólico de las imágenes continuó en el periodo de la Roma imperial, tal como revelan las imágenes de Augusto.

Cuando el primer emperador murió en el año 14 a una edad muy avanzada, sus retratos oficiales todavía lo representaban como un hombre joven. Aunque la representación oficial varió a lo largo de su vida en innumerables ocasiones, ninguna le muestra como un monarca anciano. Con el tiempo, sin embargo, las imágenes de los emperadores se volvieron más figurativas.

Fuentes

  • Elvira, Miguel Ángel y Blanco Freijeiro, Antonio. Etruria. Roma Republicana. En "Historia del Arte". Tomo 12. Madrid: Historia 16, 1989.
  • García y Bellido, Antonio. Arte romano. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2ª ed., 1972.
  • Pijoán, José. El arte romano. En "Summa Artis". Tomo V. Madrid: Espasa-Calpe, 7ª ed., 1979.