Europa Central

Europa central
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Población más de 1 millón de habitantes. hab.
Gentilicio europeos
Países Naciones que se encuentran en la parte central de Europa
Idiomas regionales
depende de país

Europa Central. No existe un acuerdo unánime sobre qué territorios forman esta región. Esta situación se debe a las diferentes consideraciones de carácter histórico (más que geográficos). Europa Central ha vivido muchos cambios, siendo uno de los escenarios de importantes movimientos políticos como la primera y la segunda guerras mundiales, los cuales trajeron como consecuencia cambios en la estructura política.

Entre los Alpes y los Balcanes

Las fronteras entre la Europa central y sus vecinos están fuertemente delimitadas por barreras naturales de Norte a Sur: de esta forma se tiene desde Europa del norte (o Escandinavia) hasta el mar Báltico y la península Itálica (o Italia) mediante los Alpes. Las fronteras desde la Europa occidental y la Europa Oriental son más confusas y por esta razón existe tanta mezcla de culturas a lo largo de este eje, debido a la facilidad que suponía viajar por las rutas Este-Oeste frente a las más complejas Norte-Sur.

Europa central

La noción de Países Alpinos extendiéndose hasta el mar Báltico y el mar del Norte es dudosa. Mientras que Alemania se ha considerado sin ninguna duda un país de Europa Central, tanto por los alemanes como por otras naciones, durante los siglos XIX y XX se ha forjado una identidad propia que les ubica al Norte de los Alpes en vez de en los Alpes. Aun así, Baviera, la parte más alpina de los estados alemanes es la que más población tiene en los Alpes.

Europa Central durante la Edad Media

Uno de los reinos más significativos de la Europa Central medieval después del Sacro Imperio Romano Germánico, fue sin duda Hungría, fundada en el año 1000 por su primer rey San Esteban I de Hungría, y gobernada inicialmente por sus sucesores, la dinastía de los Reyes Santos hasta la desaparición de la familia en 1301.

Posteriormente las Casas de Anjou, Luxemburgo y Hunyadi, fueron las herederas del trono, siempre ampliando las fronteras del reino multicultural, y luchando contra el Imperio Otomano que constantemente abatió Europa durante varios siglos, y particularmente durante el periodo de regencia del conde Juan Hunyadi de Hungría "el gran batidor de turcos". El rey Matías Corvino de Hungría (1458-1490) fue gran patrocinador del Renacimiento, excelso comandante militar, y organizó un ejército de mercenarios (el Ejército Negro de Hungría), con el que detuvo el avanze de los turcos, conquistó Bohemia y Austria. Igualmente Polonia y Bohemia, inicialmente ducados, después del Siglo XII ascendieron al rango de reino, siempre teniendo gran influencia en la politica regional, y desde luego al igual que Hungría perteneciendo al mundo católico romano e intentando desligarse de las pretenciones directas del Sacro Imperio Romano Germánico sobre ellos.

En 1386, el Duque de Lituania fue coronado como Vladislao II de Polonia, tras haber tomado como esposa a la reina Santa Eduviges I de Polonia, hija del rey húngaro (el cual a su vez había heredado el trono polaco de su tío materno Casimiro III de Polonia). Vladislao II heredó automaticamente el trono polaco y surgió la unión de los dos Estados y llevandose a cabo la cristianización de los lituanos, quienes aún eran paganos para la época. A partir de este momento El Reino Lituano-Polaco adquirió mayor importancia aún de la que contaba anteriormente y consiguió acabar con las pretenciones de la orden de los caballeros teutonicos sobre sus tierras.

Europa Central tras la caída del Telón de Acero

Tras la Segunda Guerra Mundial gran parte de Europa quedó dividida entre el oeste y este, efecto este que neutralizó por completo la idea de una Europa Central. Siguiendo la disolución del Pacto de Varsovia y el final de la Guerra fría tuvo un efecto de agregación como miembros de la OTAN y de la Unión Europea.

Durante la Guerra Fría, el término inglés Central Europe fue acuñando poco a poco la idea de una formación de países en el extremo más oriental de los países del pacto de Varsovia (Polonia o Hungría) intentando especificar los países comunistas que estaban en el lado más oeste de Europa. Este uso del término continuó hasta el final del Pacto de Varsovia hasta que gradualmente estos países empezaron su transición.

Generalmente se excluye:

Cultura Centroeuropea

Cuando mencionamos hoy a Europa Central nos estamos refiriendo a países con un sinnúmero de nacionalidades y minorías enquistadas entre la vastedad de la Madre Rusia y el rigor paternalista de los germanos, unidos no por la lengua o tradiciones comunes, sino por una serie de sensibilidades y afinidades muy difíciles de definir. A comienzos del siglo XX Europa Central era, pese a su debilidad política, un gran centro cultural. La importancia de Viena no se discute, pero su originalidad debe verse en el trasfondo de otros países y ciudades que -juntos- participaron y contribuyeron efectiva y creativamente a la cultura de Europa Central.

Los que consideraban que "Europa Oriental" estaba separada de Occidente se olvidaban de que Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de una iglesia en Alemania Oriental, que Copérnico estudió y trabajó en Polonia, que Kafka escribió en alemán sus novelas en Checoslovaquia, que el primer sistema de subterráneos en el continente europeo se construyó en Budapest en 1896, que Bucarest era conocida como la pequeña París, que riquísimas comunidades culturales florecientes antes de la Segunda Guerra Mundial en el territorio de Europa Central desde Vilno (Lituania) y Lvov (Ucrania) hasta Timisoara (Rumania) y Novi Sad (Yugoslavia).

La cultura centroeuropea realizó inmensos logros: la literatura de Franz Kafka y Robert Musil, la pintura de Gustav Klimt y Oskar Kokoschka, la música de Schoenberg y Béla Bartók como también las teorías de Sigmund Freud. Si la escuela de Schoenberg fundó el sistema dodecatonal, el húngaro Béla Bartók, uno de los mayores músicos del siglo XX, supo cómo descubrir las nuevas posibilidades musicales basadas en los principios tonales. Con la obra de Kafka y Hasek, las innovaciones del estructuralismo lingüístico del círculo de Praga, la gran trinidad polaca de Witold Gombrowicz, Bruno Schulz y Stanislas Witkiewicz anticiparon el modernismo europea de la década de 1950 y el teatro del absurdo.

Sería un sinsentido tratar de dibujarlas exactamente, pues Europa Central no es un Estado, sus límites son imaginarios y deben hacerse y rehacerse continuamente de acuerdo con la situación histórica. Europa Central tampoco puede ser definida y determinada por fronteras políticas, las que no son auténticas ya que siempre fueron impuestas por invasiones, conquistas y ocupaciones. Sí pueden definirse sus fronteras imaginarias por una situación común que agrupa y reagrupa a los pueblos que muestran un lugar habitado por las mismas memorias, los mismos problemas y conflictos, la misma tradición común, una historia disímil, pero compartida. La lectura cultural de Europa Central ofrecida por el checo Kundera o el húngaro Konrád, está relacionada con una idea, un estado mental, una cosmovisión, una Weltanschauung.

Los padres de Sigmund Freud provenían de Polonia, pero el joven Sigmund pasó su niñez en Moravia, en la actual República Checa. El filósofo Edmund Husserl y el músico Gustav Mahler también pasaron su niñez allí. El novelista vienés Joseph Roth tenía sus raíces en Polonia. El poeta checo Julius Zeyer nació en Praga proveniente de una familia germano hablante; fue su propia elección el ser checo. La lengua materna de Hermann Kafka, por otro lado, era el checo pero la de su hijo Franz fue el alemán. Una de las figuras de la insurrección húngara de 1956, el escritor Tibor Déry, provenía de una familia germano- húngara, y el novelista Danilo Kis es húngaro- serbio.

Esta mezcolanza nacional de personas representativas de sus respectivos países muestra otro aspecto de la realidad centroeuropea. Otro típico ejemplo fue Ödön von Horváth, autor de los famosos Cuentos de los bosques vieneses (1930) quien afirmaba: "Si me preguntan cuál es mi país nativo, respondo: nací en Fiume, crecí en Belgrado, Budapest, Pressburg [Pozsony, Bratislava], Viena y Munich y tengo pasaporte húngaro, pero no tengo patria. Soy una muy típica mezcla de la vieja Austria: húngaro, croata, alemán y checo a la vez; mi país es Hungría, mi lengua materna es el alemán" (Rupnik: 1991, 235).

Se trata de un mundo perdido, de una cultura que era esencialmente pluralista, el resultado de siglos de interacción entre diferentes tradiciones culturales.

La ciudad centroeuropea era como un puente que ahora sólo sobrevive en la literatura; por ejemplo, Gdansk es una ciudad polaca identificada con el nacimiento de Solidaridad, y muy pocos de sus actuales habitantes son conscientes de que antes era Danzig y que era un lugar de contacto entre alemanes y polacos, tan bien descrito por Günther Grass en el Tambor de hojalata y otras novelas. Praga, el lugar de nacimiento de Franz Kafka y Jaroslev Hasek, autor de El buen soldado Schweik, era un punto de reunión de las culturas checa, alemana y judía.

La sofisticación y hasta el radicalismo cultural de sociedades como las de principio de siglo de Viena, Praga o Budapest, provenían de un espíritu de desafío que nos informan de una cultura irreverente e irónica, extraña y grotesca, que busca lo último y lo nuevo, lo complejo y una especia de humor mórbido que sugiere a los forasteros algunas características de los centroeuropeos y que puede leerse en las obras de los autores mencionados.

Debido a que muchas de estas naciones estuvieron durante siglos bajo dominio austríaco, sus pueblos compartieron un destino común de sujetos más o menos oprimidos en un gigantesco imperio, y desarrollaron una serie de hábitos y estrategias mentales que eran notablemente similares. También compartían ciertos valores, siendo uno de los más importantes su identificación con Europa. Los habitantes de Europa Central eran "más papistas que el Papa", y la palabra “Europa”, sin lugar a dudas, sonaba en sus oídos mucho más que en Occidente.

La Monarquía Dual Austro-Húngara fue la corporización del concepto supranacional de Europa Central, una globalización temprana cuyo desmembramiento y fragmentación fue causado por los nacionalismos rivales y el resultado de la Primera Guerra Mundial. Hubo quienes veían en la plurinacional monarquía de los Habsburgo un brazo de la civilización teutónica, un truco, instrumento o astucia de la razón para germanizar culturalmente la región.

Esta Mitteleuropa, idealizada como armonía de pueblos diversos, "fue una realidad del imperio Habsburgo, en su última etapa, una tolerante convivencia compresiblemente llorada después de su final, entre otras cosas por la comparación con la barbarie totalitaria que le sucedió entre las dos guerras mundiales…" (Magris: 1988, 26). Luego de la Primera Guerra Mundial, con el colapso de la monarquía Austro-Húngara, los Estados sucesores estaban más interesados en buscar su propia identidad nacional que en la búsqueda de un ideal centroeuropeo. Después de la caída del Muro el interés radicaba en entrar lo más rápidamente posible a la Unión Europea.

Hasta hace poco tiempo, Europa Central era la última esperanza cultural de Occidente para Milan Kundera, porque era un lugar en el que aún las ideas despertaban pasiones, la palabra escrita todavía importaba, y los artistas eran personas a las cuales se tenía en cuenta. Consideraba que Europa Central no era una realidad geográfica, sino un reino imaginario de fronteras cambiantes, una república de letras que obstinadamente mantiene valores culturales supremos. Pero aquel ideal cultural también se está desvaneciendo no sólo por la Unión Soviética, sino también por culpa de Europa Occidental, en la cual la cultura se ha dejado a un lado, colocando en su lugar a los omnipresentes medios de comunicación masivos comerciales.

No todos son tan pesimistas como Kundera: para Konrád, tanto el sueño como la realidad de Europa Central siguen muy vitales y descubre un espíritu común en pequeñas cosas: juegos de palabras, chistes compartidos, miradas cómplices. Para el poeta polaco, Czeslaw Milosz, Europa Central es un “acto de fe”, una utopía. A diferencia de Kundera, estos dos autores no creen que la decadencia de Europa Central sea causada por el comercialismo occidental.

El problema, para ellos, está en la división política de Europa, en todo el ordenamiento de la posguerra, en las decisiones tomadas por las grandes potencias en Yalta. El problema, de acuerdo con Konrád y Milosz, no es la declinación de la cultura o la proliferación del kitsch temida por Kundera, sino que reside en las superpotencias intrusas que politizan y polarizan a Europa. En 1984, Konrád afirmaba: “considero al presente status quo en Europa como el producto de la fuerza y la compulsión, y creo que es artificial, temporario y, es más, está en proceso de desintegración”.

Fuente

Bibliografía

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