Jardines de la Tropical

Jardines de La Tropical
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Institución con sede en Bandera de Cuba Cuba
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Entrada principal de los Jardines de la Tropical
Tipo de unidad:Cultural
País:Bandera de Cuba Cuba
Dirección:La Habana

Jardines de La Tropical. Son un complejo bailable de La Habana. Posee una serie de salones que datan de 1904 y se nombran: Ensueño, La Cúpula, Templo Indio y Mamoncillo. El complejo, único en el mundo, está rodeado de merenderos, manantiales y bosque, siguiendo la línea internacional de rescate del ambiente ecológico, como el cabaret Tropicana y el Sans Souci.

Historia

Quizás la estrategia comercial más efectiva de la primera mitad del siglo XX, fue la construcción de los Jardines de La Tropical, frutos de una extraordinaria industria hispano-cubana que estimuló el desarrollo fabril en Cuba con su empeño y su acertada política económica, por lo cual alcanzó gran excelencia, dentro y fuera de Cuba, con sus productos y servicios. Su concepción y desarrollo se le debe a la familia Herrera, dueña y accionista principal de La Tropical.

Procedentes de La Mortera, Valle de Piélago en Santander, Cantabria, los Herrera se instalaron en La Habana durante el siglo XIX. En principio se consagraron a la industria naviera, en la que llegaron a poseer compañías de vapores los que, para 1917, fueron adquiridos por la Empresa Naviera de Cuba, S.A., y los dividendos invertidos esta vez en la industria alimenticia, rama que, desde 1888, la familia Herrera venía aprovechando con la creación de la Nueva Fábrica de Hielo S.A. La dirección de la compañía, salvo algunos períodos, se mantuvo en manos de los Herrera, siendo al mismo tiempo propietarios y principales accionistas, hecho que le otorgó solidez y jugosas ganancias a la casa. Por otra parte, el matrimonio entre los herederos consanguíneos, contribuyó a asegurar e incrementar el patrimonio familiar, hecho asentado desde el siglo XIX.

Como condicionante de su éxito definitivo se debe en este punto agregar la propensión de la compañía por la diversificación de sus productos, estrategia financiera que motivó definitivamente el incremento a gran escala de su capital, y que le confirió el exclusivo mérito de haber implantado el sistema fabril en la industria cervecera cubana.

Así, Cosme Blanco Herrera, entonces presidente de la compañía, compró La Tropical, antigua propiedad de Andrés Fernández, la cual amplió y modernizó, inaugurándola en 1897 y produciendo una cerveza de excelente calidad. A principios del siglo XX adquirió también la Havana Brewery, por lo que la marca Tívoli empezó a producirse y comercializarse como la segunda marca más importante de la Nueva Fábrica de Hielo S.A. Bien posicionada como la primera y más grande industria de su tipo en Cuba, la Nueva Fábrica de Hielo S.A., llegó a pertenecer a las organizaciones industriales más prestigiosas del país, resultó premiada en varias exposiciones internacionales y devino principal fuente de empleo para cientos de obreros, además, bien remunerados y con su propia asociación: en 1917 se creó la Sociedad de Empleados de la Nueva Fábrica de Hielo. En Palatino Nº 7 se fundó la Escuela Cosme Blanco Herrera por iniciativa de los dueños de la fábrica para sus hijos y los de sus empleados.

La construcción de unos jardines cuyas actividades aportarían fama y dinero a su industria, y donde sus propietarios trazaron, indudablemente, el desarrollo cultural, así como el proyecto urbanístico y arquitectónico del parque estimularía aún más la consolidación de la empresa y su celebridad. Desde 1904, cuando fueron inaugurados, y hasta la fecha, en cada una de sus instalaciones quedó estampada la herencia española, en tanto, otros clubes y sitios de esparcimiento adoptaron los estilos estadounidenses entonces de moda. De ello siempre se preciaron constructores y propietarios.

Los Jardines constituyeron una alternativa sustentable y necesaria dentro de una ciudad que se vestía de modernidad con el inicio de la República, significando dentro de su creciente entramado urbano, un exclusivo espacio de recreo que, pretendiendo ser legado de la naturaleza era conquista del más refinado artificio humano. La exquisitez de sus diseños y la calidad con que fueron realizados lo sitúan junto a los grandes exponentes de la arquitectura paisajista modernista internacional. Lo que fue posible gracias al ingenio de sus maestros de obras, que con tal obra pusieron en alza su buen oficio, rebatiendo con ello las actitudes de quienes los rechazaron. De esa manera, fueron intensamente disfrutados por la sociedad habanera, cubana, y del mundo, pues la visita a los Jardines de La Tropical se convirtió en itinerario obligado para cualquier turista, igualmente, las guías y directorios comerciales del momento se hicieron eco de su belleza y del prestigio de su industria.

Los Jardines

El carácter ornamental estético de la vegetación y sus componentes arquitectónicos sigue la belleza natural rústica. El tratamiento de la vegetación es fundamentalmente naturalista. Prevalece la presencia de árboles frondosos maderables, frutales y medicinales, muchos de los cuales constituyen valiosas especies endémicas.

Uno de los principales salones de baile fue construido alrededor de un árbol de mamoncillo de 200 años de antigüedad, del cual tomó su nombre en señal de admiración hacia la madre natura. Proporciona a la ciudad un agradable espacio natural de disfrute público, prácticamente exclusivo de la capital; junto a ello su hermoso diseño introduce en Cuba el estilo modernista, tanto para la arquitectura como para el paisajismo.

El diseño le pertenece al maestro de obras catalán Ramón Magriñá, por lo cual presenta huellas indiscutibles de los jardines orgánicos españoles.

Entre la barra de cerveza y el río se ubica un elegante mirador a manera de saloncillo reservado, desde donde los propietarios observaban con sus huéspedes más distinguidos las regatas en el río Almendares o las fiestas que acontecían en el salón Mamoncillo.

Se diseñó una capilla, dedicada a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, y en ellas se hicieron las primeras bodas entre blancos y negros y mestizos. Además, su amplia superficie de 297 mil 154 metros cuadrados reservaba un espacio natural de enorme utilidad dentro del creciente barrio industrial de Puentes Grandes.

En los Jardines de la Tropical se celebraban romerías, matinés, giras (bailables) organizadas por sociedades españolas. No obstante, los otros “grupos de descendencia” (como se les llama ahora a las razas), también alquilaban días de la semana para los bailes más populares y trascendentes.

Se vendían empanadas para degustar la cerveza fría. Algo muy peculiar, el bailador cubano era muy elegante, aunque estos salones al aire libre servían para que la gente fuera más espontánea, sin frac, ni vestidos lujosos. Todo era muy deportivo. Ya en los bailes de gala, se utilizaban los trajes de dril cien, hacendado, guayaberas de hilo, zapatos de dos tonos de glasé, sombrero de jipi japa, vestidos de piqué, olán de lino”, diserta.

En la primera etapa, para los inmigrantes de herencia hispánica, se ofrecía música foránea: pasodobles, charlestón, onestep, fox-trot. Después llegan los danzones de Antonio María Romeu, Arcaño y sus Maravillas, Belisario López, Cheo Belén Puig… Por esos salones pasaron las mejores orquestas, como la de Fajardo y sus Estrellas, y Neno González.

Con el advenimiento del chachachá llegaron otras agrupaciones resonantes: La Aragón, Sensación, Sublime, Melodías del 40 y La Ideal; además de los conjuntos de sones preferentemente “blanqueados”, La Sonora Matancera, El Casino y Gloria Matancera. Los conjuntos llamados de “música negra” se presentaban más bien en las sociedades como Social Club Buena Vista, Isora Club, Marianao Social, etc.

Hicieron época las producciones llamadas “Los Tres Grandes” (Arcano, Arsenio y Melodías del 40) y “Los Tres Chiquitos” (Ideal, Unión y Los Astros de René Álvarez).

Todas estas giras, fiestas o verbenas eran la diversión popular por excelencia del país, y se anunciaban por la radio y la prensa, y mediante pancartas, volantes y altoparlantes que recorrían los barrios populares.

A estos bailes les sacaban frases célebres:

“Roquilli no quiere llanto”
“A Belén le toca ahora”
“El Cerro tiene la llave”
“Camina Juan pescao”
“Repite y pon camarones”
“A cayo Hueso le tocó”
“Maracaibo oriental”
“Bombonchá”

Termómetro de la música popular bailable

Estos salones eran el termómetro de la música popular bailable de Cuba.

Nicolás Guillén los describe como:

“más violentos, más bachateros, más rítmicos y más populares” (Entrevista de Nancy Morejón).

Juan Formell decía que:

“el que no triunfaba en La Tropical, no podía llegar a la cima. La meta es La Tropical, el imperio de la música bailable”.

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