Pedro Hurtado de Mendoza (científico)

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Pedro Hurtado de Mendoza
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NombreJuan Francisco Petrei[1] o
Juan Francisco Pérez
Nacimiento15 de febrero de 1641
región de Borgoña,
Francia Bandera de Francia
Fallecimiento20 de septiembre de 1695 (54 años) 
villa de Escalona del Alberche,
provincia de Toledo
comunidad Castilla-La Mancha,
Reino de España Bandera de España
ResidenciaMadrid
Nacionalidadespañola
Otros nombresPedro de la Puente Hurtado de Mendoza[1]
Ciudadaníaespañola

Juan Francisco Petrei o Juan Francisco Pérez, más conocido como Pedro Hurtado de Mendoza (Borgoña, 15 de febrero de 1641 - Escalona, 20 de septiembre de 1695) fue un científico español que floreció en la segunda mitad del siglo XVII y destacó por sus estudios en geografía, física y astronomía.[2]

El «Espejo geográfico»

En 1690, publicó en la ciudad de Madrid, en casa de Juan García Infanzón, el Espejo geográphico con el seudónimo de Don Pedro Hurtado de Mendoza.[3]

En la dedicatoria a su obra, Espejo geográfico, escrita en Madrid a 20 de diciembre de 1690, indica que se hallaba desde los primeros años de su niñez sirviendo a su mecenas, Gregorio de Silva y Mendoza, duque del Infantado, Pastrana y Lerma y que, para mejor servirle (era, según indica él mismo, su secretario de cartas), entregaba sus ocios al estudio, buscando las luces de la ciencia en los jesuitas, donde halló «un maestro que tomó por su cuenta el logro de sus deseos». Dicho maestro debió ser algún profesor del Colegio Imperial de Madrid. Con su esfuerzo personal y con ayuda de los jesuitas logró Hurtado de Mendoza adquirir una apreciable información sobre la ciencia del siglo XVII.

En la obra citada revela un buen conocimiento de la geografía del Nuevo Mundo. Menciona a Bernhard Varenius a propósito de los límites septentrinales de América del Norte y muestra una información razonablemente buena sobre Groenlandia y las islas del Ártico. Creía que California era una isla.

En cosmografía, la postura de Pedro Hurtado de Mendoza frente a la teoría de Copérnico es análoga a la adoptada por otros científicos españoles de la época abiertos a las nuevas ideas, como los valencianos Tomás Vicente Tosca y Juan Bautista Corachán, a saber, aceptar la teoría de Copérnico como hipótesis, válida para «salvar las apariencias», reconocer que

por mucho que el P. Riccioli [Giambattista Riccioli], y otros, assí Mathematicos, como Philosophos, se ayan procurado oponer con razones, y experiencias, a esta hypothesi, no hay alguna bastante para obligarnos a negar su possibilidad.
Pedro Hurtado de Mendoza, Espejo geográfico, volumen I, pág. 67

Finalmente, someterse en lo que atañe a la verdad física del copernicanismo, al dictamen de la Inquisición romana:

Siempre se han de explicar literalmente, mientras no ay authoridad contraria de la misma Sagrada Escritura ó razón evidente, que obligue a buscar otro sentido para la inteligencia de la palabra de Dios.
Pedro Hurtado de Mendoza, Espejo geográfico, volumen I, pág. 69

A propósito del problema de la determinación de las longitudes en el mar cita a Christian Huygens y los trabajos de este para «perficionar, quanto pudo la inventiva del pendulo en los rejoxes de ruedas» (Espejo geográfico, vol. I, pág. 173).

En el capítulo V, dedicado al estudio de «la magnitud absoluta y respectiva del Globo Terráqueo» recoge la idea de Christian Huygens, cuya obra Horologium oscilatorium cita, de utilizar la longitud de un péndulo simple con período de un segundo para definir una medida universal de longitud. Habla también del centro de oscilación y de la isocronía del péndulo cicloidal. Ignora, sin embargo ―como lo ignoró inicialmente el propio Huygens― que los efectos de la fuerza centrífuga sobre la aceleración en la caída libre invalidan la universalidad de la medida.

En otros lugares, las referencias a Marin Mersenne (a propósito del sonido), Claude François Millet Dechales, Giovanni Battista Riccioli, Henry Oldenburg (informe de la Royal Society sobre la expedición a Guinea), Vicente Mut e Ismaël Bouilleau (a propósito de la corrección de determinados puntos geográficos tales como la longitud del mar Mediterráneo), muestran cuanto se ha dicho acerca del apreciable nivel de conocimientos de este autor, que lo sitúa entre los que impulsaron la renovación científica española del último tercio del siglo XVII.

A pesar de este temprano escepticismo hacia las tesis kircherianas, estas se difundirían durante el último tercio del siglo XVII por canales diversos, entre los cuales, en primer lugar, el jesuítico. A través del padre Zaragoza y de los profesores del Colegio Imperial, o por intermedio de autores como Caramuel, sus ideas se extenderían en los medios científicos madrileños y aparecen en obras diversas, relacionadas con el movimiento novador.
Entre ellas, el Espejo Geographico del filojesuita Pedro Hurtado de Mendoza muestra que en 1690 esas ideas eran plenamente conocidas, puesto que se citan repetidas veces varios libros del jesuita alemán. La difusión de sus ideas había contribuido, a su vez, a propagar la tesis de la correspondencia profunda entre macrocosmos y microcosmos, que Hurtado de Mendoza no vacila en aceptar al comparar la red hidrográfica con el sistema humano de circulación de la sangre a través de venas y arterias. Estas son sus palabras:
Enseñan los Doctores que las venas y arterias del Microcosmos o pequeño mundo (assi llaman al hombre) son los Ríos y los Arroyos que bañan y mantienen el forçoso comercio de sus Continentes. Señalan en él sus Mares y Golfos, o Senos, quatro harto insignes encierran en la cabeça las membranas, que se alargan de las meninges, ponen sus Lagos, y como en el Macrocosmo o mundo mayor assi en essotro Mundo se hazen cada dia nuevos descubrimientos de Estrechos, Anastomoses, Lagunas, Estanques.
Pero dexando este género de Geographía, tan curioso, y tan necessario para nuestra salud y conservación, vuelvo a la mia, y digo que si aquellos Authores cotejan con razón las venas que llevan la sangre del coraçon, como del centro a la Peripheria, y las arterias que las trahen, como de la Peripheria al centro, con los Rios que parten del mar a fecundar las Tierras, y vuelven después de concluida su circulación, al mar, llamaré también yo con ella a los Rios venas y arterias de este gran cuerpo de el Macrocosmo. Y, si no ay Doctor. ni Anatomista, des pues de tantas anatomías, y tan curiosas pesquisas, que sepa dezir el numero de solas venas del cuerpo humano, siendo éste tan pequeño, y como nada, en comparación del Orbe quien estrañará que no se pueda dar quenta de todas las venas. Anasthomoses, y arterias del Globo Terráqueo?
La obra de Hurtado de Mendoza es, por muchas razones, un buen ejemplo del movimiento novador madrileño en el campo de la geografía, y muestra bien como las tesis kircherianas y los planteamientos organicistas eran conocidos y aceptados por esos científicos.
Horacio Capel,
«Organicismo, fuego interior y terremotos en la ciencia española del siglo XVIII»,
artículo publicado en la revista Cuadernos Críticos de Geografía Humana, 1980[4]

Fuentes