Julio García Rodríguez

Julio García Rodríguez
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NombreJulio García Rodríguez
Nacimiento16 de febrero de 1920
Artemisa, La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento29 de abril de 1956
Matanzas, Bandera de Cuba Cuba

Julio García Rodríguez. Mártir artemiseño. Alegre, de carácter optimista, nunca fue superficial. Luchador por una sociedad mejor, donde la justicia no fuera una palabra hueca.

Síntesis biográfica

Nacimiento

Nace el 16 de febrero de 1920, en Mango Dulce, pero posteriormente su familia se mudaría para Artemisa. Hijo de un hogar proletario, su padre Rafael García Tapia, trabajaba en los ferrocarriles, después de haber sido pesador de caña y por último en Obras Públicas. Su mamá Altagracia Rodríguez Díaz trabajaba como despalilladora de tabaco. Eran seis hermanos, de los cuales Julio era el mayor. Sus hermanos varones son Orlando, Rafael y Luís, las hembras Eva y Estrella.

Estudios

En Mango Dulce asiste por primera vez a la escuela, siendo su maestra Alicia Alonso. En Artemisa tuvo como maestros a Francisco Bautista, Leandro Rodríguez y Juan Bautista Quintana. Después estudió en la Escuela Primaria Superior, y en el 1938 matriculó para cursar el primer año de bachillerato; pero pese a su gran interés por la superación cultural, le sucedió lo que a la mayoría de los jóvenes de familia pobre en la época del capitalismo: tuvo necesidad de abandonar los estudios y ponerse a trabajar.

Juventud

Julio fue un joven alegre, de carácter optimista, pero nunca fue superficial. Sintió, desde temprana edad preocupación por los destinos de su patria y las injusticias de la sociedad en que vivía. No obstante su carácter jovial, era rebelde y combatía las cosas que entendía que no eran justas. Es por ello que en su corta vida, Julio pasó por decenas de trabajos, porque no podía adaptarse a las condiciones imperantes.

Al abandonar los estudios en 1939, su primer trabajo fue como ayudante de cocina en el restaurante “La Aurora”. En 1940, ya está trabajando en el tostadero de café “Renóm”. En 1942, está como carrero de cigarros “Calixto López”. En los años 1943-44, se convierte en pesador de caña en el chucho Palenque del central “Andorra”, hoy “Abraham Lincoln”.

Se casó en el 1945 con Estela Rodríguez, y de este primer matrimonio tiene un hijo, Lázaro, y en el 1947, se casa nuevamente, esta vez con Iliana Muñoz, y de cuya unión nace su segundo hijo, Julio.

Se hacía de amigos fácilmente. En él las relaciones humanas eran innatas. Nos cuenta su hermano, cómo de joven tenía muchos compañeros y cómo organizó con ellos una compañía teatral, de aficionados, que se llamó “Los Chavalillos”, que actuaba en Artemisa y en los barrios cercanos a este. Julio tenía buena voz y le gustaba cantar.

Trayectoria política

Fue de los que creyeron de buena fe en el programa regenerador del autenticismo y en política luchó por la candidatura de Ramón Grau San Martín. Al triunfo de éste, en el 1945, ingresa en la Policía Nacional en el pueblo de Regla, donde estuvo hasta meses después del cuartelazo traidor del 10 de marzo de 1952, en que es detenido y separado del cargo por estar conspirando contra el régimen.

Después de salir de la Policía en el 1954, trabaja en compañía constructora norteamericana, de donde lo sacaron por estar conspirando. Ingresa como chofer en la empresa de ómnibus “La Reglana”, de donde lo despiden por la misma causa. Después trabaja también como chofer de un ómnibus de un colegio particular de Guanabacoa. El último trabajo que tenía antes de su asesinato, era de camionero de la gasolinera ESSO.

En todo este intervalo de tiempo después de salir de la Policía, no ha dejado un solo momento de conspirar contra la dictadura batistiana. En Regla se reunía con Reynold García, con Arnaldo Ramos, con el cantante Roberto Faz y otros compañeros que formaban el grupo de conspiradores.

El 28 de abril de 1956, lo vienen a buscar a Regla, sus compañeros Manolito García y Ramón Padilla, trasladándose todos a Matanzas para participar en la acción que se desarrollaría al día siguiente.

El plan de ataque al “Cuartel Goicuría”, era el siguiente: tres camiones marcharían sobre el Cuerpo de Guardia, donde estaban concentrados los soldados; estos vehículos eran comandados por Reynold García y tenían las mejores armas. Otro camión, que dirigía Mario Vázquez, tomaría la casa de Pilar García, el sanguinario jefe de la guarnición; y el otro camión, que comandaba Arnaldo Ramos, atacaría el Escuadrón 41.

Los revolucionarios habían sido delatados en sus planes, y cuando llegaron a ejecutar la acción, ya lo estaban esperando fuertemente armados con el siniestro fin de masacrarlos. Al entrar el primer camión, que comandaba Reynold, quedó prácticamente destrozado por los disparos de ametralladora calibre 50, sin que se pudiera siquiera acercar al objetivo. El segundo camión que le seguía, se vió imposibilitado de marchar tan pronto penetró, pues el primero le obstaculizaba el paso. Los otros tres camiones no pudieron penetrar en el cuartel, pero fueron atacados por los soldados que le causaron bajas entre sus ocupantes.

Julio García iba en el quinto camión, que debía tomar el Escuadrón 41. El grupo era comandado por Arnaldo Ramos y en el timón iba Roberto Perera. No pudieron lograr su propósito porque una ametralladora calibre 30, emplazada convenientemente, los atacaba. De este grupo, en el momento del ataque, mataron a Marcos Viera González e hirieron a Julio García Rodríguez.

Julio y Rafael Quiñones lograron coger una guagua, pero la herida que tenía Julio en el brazo lo delataba, siendo detenido en la misma y bajados en San José de las Lajas. Se le trasladó a la Casa de Socorros de aquel lugar, atendiéndolo el médico Reinaldo Rodríguez, que llenó una hoja de traslado para remitirlo para el hospital “Calixto García”; pero el capitán del ejército, Bermúdez, incumplió la orden y lo trasladó directamente para el cuartel “Goicuría”.

Cuando llegaron al cuartel, una jauría ebria de sangre y alcohol, gritaba alrededor de los diez cadáveres tendidos en el patio del cuartel, insatisfecha aún de sus cobardes apetencias criminales.

Muerte

El asesinato de Julio García Rodríguez, tan pronto fue entregado a la soldadesca envilecida, llegó a ser famoso en el mundo, debido a un reportaje aparecido en la revista “Life”, titulado “El misterio del onceno cadáver”, en que aparecían tres fotografías: una, con los diez cadáveres asesinados primero; la segunda, con un soldado disparando sobre Julio García cuando subía prisionero una escalera; y una última fotografía, en que aparecían once cadáveres, uno más al lado de los diez primeros.

La tragedia y los sufrimientos que pasó el mártir artemiseño tan pronto llegó al “Cuartel Goicuría”, fueron narrados por el autor del reportaje para la revista “Life”, del cual reproducimos los siguientes párrafos por lo que tienen de verídica información.

“Entrando por la posta principal, un Cadillac verde llegó, deteniéndose al lado de los camiones acribillados. Enseguida se elevó un clamor:

“-¡Son prisioneros!... ¡Más Prisioneros!

“Al abrirse la portezuela, yo estaba mirando a través del visor de mi cámara Retina. Bajo el sol de la tarde, dos hombres con las manos amarradas a la espalda se enfrentaban a una guarnición ebria. Sus rostros eran indescriptibles.

“-¡Mátenlos, mátenlos aquí mismo!... ¡Qué no haya prisioneros!

“Otra voz se alzaba, demandando disciplina y orden:

“-¡Cuidado, no los toquen!... ¡Hay que hacer justicia con ellos! ¡Cuidado con disparar!

“Rápidamente, rodeados por la ola kaki, (tela utilizada en la confección de los uniformes de la dictadura), con entrechocar de fusiles, eran arrastrados hacia un tramo de escalera que subía desde el nivel del patio a la plataforma, frente al edificio central del cuartel. Mi cámara funcionó nuevamente. Y en aquel instante escuchamos el disparo.

“En un principio no me di perfecta cuenta de lo que ocurría. No podía creer que hubiesen disparado así, contra un prisionero, a plena luz del día y en presencia de un grupo de periodistas. Más tarde, al revelar el rollo del negativo, habría de comprobar que el celuloide veía más que yo: un soldado con el rifle en alto aparecía disparando sobre la espalda de un hombre maniatado.

“El hombre cayó frente a mí, sobre la plataforma. Yo, desde abajo, continué, maquinalmente, haciendo funcionar el obturador.

“No me explico lo que ocurrió. No sé cómo no me vieron. O si los que me vieron, callaron. Lo cierto es que a mi lado, un soldado le ponía la ametralladora en el vientre a un cameraman, y le decía:

“-De esto, ni una película, o quedas tú también.

“En el medio de un círculo de miradas, un prisionero gemía tirado en el suelo. Sus manos seguían amarradas a la espalda. Su rostro, con una expresión terrible, llamaba a la muerte en la desesperación de quien ya se sabe fuera del mundo de los vivos.

“Y sobre él, un militar de Batista acababa de comenzar el juego infame de la tortura inútil. Irenaldo García Báez, hijo de la hiena Pilar García, estaba macheteando con su bayoneta el cuerpo del mártir:

“-Tú eras policía en Regla ¿no? - exclamaba Irenaldo - ¡Pues toma para que aprendas, hijo de P…!

¡Come hierro ahora M…!

“Los gemidos de aquel hombre no se borrarán jamás de mi mente.”

Después el periodista relata cómo saca el rollo y lo esconde en la media derecha y cómo al seguir tirando fotografías con otro rollo, es detenido y estuvo a punto de perder la vida.

Un tiro más resuena en aquel recinto de crimen. Es el coronel Irenaldo García, hijo de Pilar – nombre de mujer y corazón de chacal-, dándole personalmente el tiro de gracia a Julio García.

Más tarde, ya de noche, otros periodistas fotografiaban el grupo de cadáveres en el suelo: ¡Eran once, en lugar de diez!

Fuentes

  • Documentos de la Dirección Municipal ACRC Artemisa.
  • Biografías de los Mártires de Artemisa, 1971.